Wednesday, June 26, 2013

Filosofía: etimologías y significados

Filosofía: etimologías y significados

Los griegos acuñaron el término “filo-sofía”. Herodoto lo usa al contar que el político y legislador Solón recorrió muchos países para inspeccionarlos, pero también a dar salida al gusto de saber, a la filosofía. Era sophós -que significa sabio- en Grecia aquél que entendía bien algo, que lo hacía bien, con eficacia, arte; por ejemplo, en el arte de curar o cocinar o hablar con persuasión. El “sophós” sabía tan bien su arte que hasta podía enseñarlo al prójimo. Eran también sophoí aquellos que se consideraban sabios porque estaban enterados de lo más importante: del universo y de la vida de los ciudadanos. Quienes estaban en posesión de tal sabiduría tenían derecho no sólo a comunicar su saber, mas también a gobernar a los demás. Solón fue uno de tales sophoí.

Frente a estos sabios irrumpió Sócrates predicando precisamente que no sabían nada, constituyendo tal ignorancia en su única sabiduría. La sabiduría -sophía- a partir de esta actitud, deja de ser un saber poseído para transformarse en un saber constantemente anhelado, buscado. No hay propietarios de la sabiduría; únicamente quedan exploradores de ella, o si se prefiere, la nueva sabiduría, la socrática, es sólo “hambre-de-sabiduría”; es filo –philía o amor-, sofía –sophía o sabiduría-; es decir, sabor y  ciencia. A partir de esta nueva perspectiva, el saber se convierte en ganas de saber; la sofía en filo-sofía. Deja de ser el cuerpo doctrinal de ideas, pasando a ser un simple talante o actitud existencial. Cambio sustancial en etimología y significado. La filosofía no como cuerpo empacado de saberes que unos poseen y otros no, por tanto, con derecho de enseñar a otros.

El sustantivo griego sophia, tiene un paralelo etimológico con textos sagrados del Vedanta (India) que mencionan un saber no particular de las cosas, sino un saber de la vida buena. Quien accede a ese saber de vivir bien, le sabe bien la vida, vida con ‘sabor’, se saborea  como a los alimentos, en este caso, alimentos del alma. Así, hace sentido la evolución de la palabra al castellano que asocia sophia con sabiduría y filosofía con amor al saber. ¿Quién es sabio? El que ama el saber por excelencia, la sabiduría del autoconocimiento, quien ama la vida porque le sabe bien, tiene gusto de vivir, no “darse la buena vida” sino vivir la vida buena. Es sabiduría de todos, al no pertenecer a nadie.

Aparte de este significado, se han dado más en la cultura occidental. Pueden identificarse cuatro tradiciones. En la primera el término designa un conocimiento racional de las causas o primeros principios de todo. Descartes, un filósofo moderno, entendió la filosofía como la sistematización de todas las ciencias. En textos introductorios al pensar filosófico aparecen capítulos que clasifican la filosofía en “ramas” usando la analogía del “árbol” filosófico cuyas raíces y tronco es el la misma filosofía en sus causas y principios; de ella brotan las ramas de ontología (el ser), metafísica (lo real), epistemología (conocimiento), axiología (valores), antropología (ser humano) y otras ramas del pensar filosófico aplicadas a todo conocimiento y quehacer humano. En la segunda el término designa un saber de decisiones prácticas de vivir correctamente –filosofía budista del noble sendero-, o del vivir excelente atendiendo la finalidad de vivir, la felicidad -filosofía aristotélica-, o vivir con talante sereno -filosofía estoica-. Esta acepción de filosofía se funda en saber vivir bien.

En la tercera el término designa el estudio del lenguaje o del vocabulario que se usa para cualquier asunto; la filosofía se ocupa de clarificar significados que damos a las palabras y conceptos que usamos en las ciencias y el vivir cotidiano; filosofía en sentido de análisis lógico, del pensar claro, científico de ser posible, o del silencio cuando no se sabe de qué se habla o si la realidad está más allá de la palabra que la describe. En la cuarta el término designa un concepto amplio que integra los anteriores. Así, filosofía no se entiende como ciencia ni un conocimiento junto a los demás conocimientos, sino un saber crítico que piensa todo conocimiento; el término técnico es hermenéutica, la manera de interpretar el sentido de discursos de todo saber. Decía Kant, otro importante filósofo moderno, que no se puede aprender la filosofía: sólo se aprende a filosofar. Kant, en un texto famoso, reducía el dominio de la filosofía a cuatro preguntas: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me está permitido esperar? ¿Qué es el hombre? Las tres primeras “se remiten a la última”, señalaba el filósofo. Desde que se intenta contestar inteligentemente a esas preguntas, se hace filosofía. Y como las preguntas no se pueden evitar así como así, hay que concluir que sólo se elude la filosofía por necedad, como en los sistemas educativos.

Los diversos modos de concebir la filosofía, aparte de diferencias en metodologías, tienen en común la primacía de las preguntas, no las respuestas. Preguntas relativas al qué y por qué de lo importante de saber: universo, naturaleza, realidad, verdad, conocimiento, vida, mundo, bien, mal, muerte, sufrimiento, felicidad. Podemos comprender el filosofar de modo simple: pensar la propia vida y vivir el propio pensamiento. Pensar la propia vida es pensarla donde cada uno se encuentra en su situación existencial, entender qué sentido tiene la vida, qué hacer en vivirla bien. Vivir el propio pensamiento es vivir correctamente -budismo, estoicismo, Sócrates, Jesús-. Ideal de filosofar atractivo y estimulante.

¿Se enseña filosofía y filosofar en la escuela? No, pero debería enseñarse, porque nadie nace filósofo, y porque la filosofía es, en primer lugar, un proceso mental que, tanto mejor si empieza pronto en la escuela, para que los niños disfruten su pensamiento pensando las experiencias cotidianas, más allá de sus materias curriculares. Pensar sus experiencias es valorar las que tienen significado en vivir bien, felizmente. Desde temprano, filosofar es una tarea primaria en educar. Lo importante es que se empiece, y no se detenga; para filosofar nunca es pronto ni tarde, decía Epicuro, porque nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para ser feliz y vivir bien. Sólo es demasiado tarde cuando no se puede ni quiere ni se deja pensar, como los fanáticos e ideólogos. Razón de más para no demorarse en filosofar en democracias y razón suficiente para fomentar la filosofía en la educación. Razón suficiente para filosofar cuando se quiere vivir bien la vida aún en sus desencantos.



Pedro Subirats Camaraza

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