Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación
Departamento Fundamentos de la Educación
Fundamentos Filosóficos de la Educación (EDFU 4019)
Pedro I. Subirats Camaraza
¿En qué pensamos al filosofar la educación? (6)
¿En qué piensa el químico cuando hace química? En la química, obviamente, más la aplicación si trabaja en un laboratorio, digamos, de una farmacéutica. La mayoría de los trabajos y profesiones tienen esos dos aspectos: la base o el fundamento; y la aplicación o la práctica; es decir, lo general y lo particular. Examinemos esto. En internet venden tarjetas de presentación que diseñan la información necesaria para promocionar servicios profesionales: quién es, qué hace, dónde se consigue. Lo que interesa al potencial cliente es qué hace, el oficio, posición, trabajo, servicio, del que obtendrá una utilidad, beneficio o placer: masajista, carpintero, abogado, arquitecto, chofer, dentista, banquero. Hay tres requisitos para validar si uno se puede fiar o no: estudio debidamente acreditado o certificado, experiencia y referencias confiables. Si resulta charlatán, incompetente o irresponsable, pues mala suerte, no obstante, se asume la persona tiene talento para el trabajo y voluntad de hacerlo bien. El estudio implica aprender, por un lado, los fundamentos generales de un saber, y por otro, la práctica en casos específicos, desde mecánico automotriz al cirujano cardiovascular.
Los fundamentos son como una plataforma de ideas, conocimientos, teorías, reglas, principios, leyes, métodos, heurística, en que se asienta el trabajo. Esa plataforma es, analógicamente, una especie de “disco duro” mental con estructuras conceptuales y modelos teóricos, es el hard disk del sistema operativo intelectual. Desde ahí se aplican diferentes “software” o programas de aplicaciones a casos particulares. El ebanista hace diseños para muchos mobiliarios con madera y otros materiales; el contable hace la contabilidad o la auditoría a diferentes tipos de empresas, negocios, corporaciones, individuos. Todos tienen sus fundamentos en el disco duro mental y tienen programas o aplicaciones para diversos usos. En términos académicos es la teoría y la práctica. Para la mayoría de los trabajos, oficios, profesiones, pero…
Una notable excepción es la educación. Es muy difícil precisar y deslindar acciones de teorías. Por dos razones: educación es una práctica social sumamente compleja, cuyo concepto central, “educación”, es en sí polémico y polisémico; y otra razón es que las teorías en educación tienen un carácter eminentemente práctico, es decir, sin acciones en un contexto concreto, no hacen sentido. La educación es algo que se hace/piensa simultáneamente, sin distinción nítida; cierto que puedo irme a una montaña en soledad y serenidad a contemplar ideas educativas (qué debo enseñar en mi curso de literatura, por qué selecciono esos temas en vez de otros, quiénes son los estudiantes, cómo enseñar -métodos, estrategias-, cómo que aprenden mejor los estudiantes -vincular enseñar con aprender-, qué evaluación es preferible, y ese tipo de asuntos que son teóricos y prácticos al mismo tiempo; al pensar en soledad esas ideas, sin “actuarlas” en un salón de clase, estoy sin duda teorizando mi curso, pero también hago algo sumamente práctico, autoeducarme. Aún en la contemplación de las ideas acontece una práctica mental educativa: conmigo. Tal fue el genio de Platón en conceptuar el poder de las ideas. Incluso en las tradiciones meditativas existe una cosmovisión -filosofía- radical llamada no-dualismo. Quien medita y ora en soledad se une espiritual-mente a toda la humanidad. Sin separación ontológica.
Retornemos al mundo secular cotidiano. Hemos afirmado que pensar la educación no es como pensar otra acción teórica, como en física o matemática, que se pueden deslindar de la práctica aplicada. Por otro lado, existen conocimientos que estudian la educación como una manera de aplicar sus teorías y modelos interpretativos al quehacer educativo. Por ejemplo, psicología, sociología, historia, biología, economía, política, derecho, métodos de investigación, filosofía. Cada uno posee tradiciones históricas, paradigmas y hermenéuticas que se aplican a muchos campos del saber y de la realidad. Psicología, derecho y economía se aplican a muchos ámbitos de la sociedad, y la educación es uno entre tantos. Al estudiar la educación, su función es explicar, clarificar, describir, problematizar, prescribir, la actividad educacional. Es lo mismo en filosofa educativa (sociología educativa, psicología educativa, etc.). A veces se les llama fundamentos de educación. La filosofía educativa aplica el saber filosófico a la educación a tres preguntas fundamentales: quién es el humano, qué es educarle, y cómo hacerlo. Inseparables e indivisibles: quién, qué, cómo. Aunque en otros ensayos hicimos preguntas e interrogantes, hagamos más.
¿Deben los estudiantes seleccionar sus cursos? ¿Es cuestión de edad, madurez? ¿Qué debe enseñarse: qué experiencias y conocimientos son más valiosos, necesarios, relevantes, para el currículo? ¿Quién debe pagar o costear la escuela o universidad? ¿Hay mejores modos de organizar y enseñar el currículo? ¿Hay métodos de enseñar mejores que otros? ¿Debe la escuela ser obligatoria y pública? ¿Debe la educación superior ser para todos? ¿Deben los estudiantes ser organizados por edades, sexo, preparación, capacidad, habilidad? ¿Deben aprender lo mismo al mismo tiempo? ¿Deben los estudiantes educarse para el trabajo, para la vida, para qué? ¿Es el ideal educativo –escolar o universitario- que las personas sean seres felices, racionales, eficaces, religiosos, obedientes, críticos? ¿Qué tipo (perfil) de estudiante deben los maestros tener en mente al enseñarles? ¿Qué valores debe enseñar la escuela? ¿Cuál debe ser el ethos de una escuela? ¿Cómo debe ser ejercida la autoridad, cómo debe entenderse la libertad, en qué sentido debe educarse la responsabilidad?
La mayoría de las preguntas indican una exigencia, obligación, aspiración por ser preferible, duda, dilema. Las preguntas piden reflexionar qué se debería de hacer. Adoptemos dos posturas: el sentido común y el punto de vista filosófico.
Sentido común. Si preguntamos a cualquier persona en la calle es probable que ya tenga una respuesta. ¿De qué se valió? Del sentido común, de la propia experiencia y el ingenio para resolver problemas. La gente puede razonar -más o menos-, con sus convicciones y creencias acumuladas por su socialización que comparte con algún grupo de ideologías morales, religiosas, políticas. Pueden tener ideas disparatadas y ridículas, como en política, religión y educación. Pero no descartemos el sentido común: acervo de la sabiduría colectiva de gran valor pragmático, eficaz, en resolver problemas. En casos concretos de educación (educación es siempre contextual) los maestros se enfrentan a múltiples situaciones en que el sentido común, entendido como una filosofía de vida a nivel primordial del inconsciente colectivo, es vital. Es el modo adecuado de lidiar con decisiones inmediatas, imprevisibles, sobre cuestiones que demandan la atención del maestro aquí y ahora, no luego ni después. El consejo “usa sentido común” puede ayudar en ocasiones. Pero en asuntos de reflexión más pausada y ponderada, de mejor análisis, mayor discernimiento, de largo alcance, el sentido común es insuficiente y necesita la ayuda de un pensar más riguroso.
El examen crítico de la historia de la educación nos revela la veleidad y peligrosidad del sentido común al ser aceptado socialmente. La eugenesia en la antigua Grecia era práctica normal del sentido común ante niños deformados o con defectos mentales, que eran abandonados a la muerte. La organización escolar moderna que data del siglo 19 es una abominación sancionada por el sentido común convencional. Etc. En muchos casos, el mero sentido común no resulta un tribunal racional satisfactorio de última instancia. Nada hay de razón en enseñar lo mismo a la misma hora a todos los niños de la misma edad en un mismo salón escolar del mismo grado. ¡Absurdo!
Punto de vista filosófico. Es un modo de pensar más riguroso que da al pensamiento un ámbito mucho mayor de ideas, razonamientos y lógica. Evidentemente, quien hace un estudio serio de la filosofía y de la educación debe ir más allá de la opinión del profano. No todos opinan con igual valor de razones en astrofísica si no saben de eso. En educación casi todos han tenido la experiencia personal de muchos años en escuelas y a veces universidad, pero esa experiencia del saber empírico, por sí solo, no basta para formarse criterios que tengan cierta envergadura o fundamentación.
Es infructuoso pretender filosofar la educación sin formación filosófica en los aspectos centrales de la filosofía: historia del pensamiento filosófico en sus autores, corrientes filosóficas, y áreas del saber filosófico (las más pertinentes a filosofar la educación son ontología, epistemología y axiología). Esa formación formal permite al estudioso una reflexión crítica, analítica y comprensiva de asuntos y problemas educativos. Su perspectiva es más amplia en pensar posibilidades, limitaciones y condicionamientos del quehacer educativo. Pero, ¿qué no es filosofar la educación?
No es técnica, protocolo, fórmula, panacea, receta, herramienta, instrumento, no es un poster con frases excelsas, ni es una cosa física escrita en un documento, no es nada de eso por más vueltas “prácticas” que se le quiera dar a la tuerca teórica del saber. No es análogo a decir “vamos a hacer pupitres o definir contenidos de esa materia o decidir las tecnologías en línea de ese currículo o a confeccionar el menú escolar”… aunque decir todo eso supondría, si se hace bien, filosofar esas cosas. Porque filosofar la educación es, ante todo, pensarla y a pensar invita la filosofía.
No comments:
Post a Comment