Wednesday, June 26, 2013

Educar

Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación
Departamento Fundamentos de la Educación

Fundamentos Filosóficos de la Educación (EDFU 4019)
Pedro I. Subirats Camaraza

Educar

Es transformar al niño –al nacer casi idéntico a su ancestro chimpancé de hace cuarenta mil años con igual 99% ADN- en un humano. Eso supone la transmisión, en la medida de lo posible, de lo mejor y lo más útil que la humanidad ha realizado en una cultura: determinados saberes, habilidades, hábitos, costumbres, valores, ideales, aspiraciones, acceso a determinadas obras y poder disfrutar de ellas, y luego, recrearlas de nuevo.

Es reconocer que en la especie humana no existe transmisión hereditaria de los caracteres adquiridos por la cultura. Existe transmisión genética corporal, pero no la cultural. La humanidad en cada persona es una adquisición: se nace hombre o mujer, pero uno se vuelve humano. Convertirse en humano es un logro de educación y cultura. Quien actúa como salvaje no se han apropiado de procesos educativos que lo humanice.

Es aprender a ser libre y responsable de la libertad. Pero la libertad no nos viene dada de antemano como un rasgo que crece biológicamente La libertad se ha de educar en una mente que piensa y decide: “soy libre para decidir”. Eso no ocurre de modo mecánico, instintivo, sin esfuerzo y sin disciplina de la voluntad. Uno nace con el potencial de ser libre, pero sin educación y cultura que lo facilite, el potencial se malogra. Porque hay culturas y sociedades que obstaculizan o impiden pensar y ser libres para decidir. Es en las sociedades democráticas donde se tiene posibilidad de convivir con diferentes modos de ser. Es en la democracia donde hay derechos humanos que permiten la libertad, la tolerancia y el respeto a las diferencias. Sólo en las culturas civilizadas de la tradición occidental las personas pueden elegir los modos de vida que consideren más apropiados según sus valores y creencias, a condición de no perjudicar a los demás.

No es enseñar, adiestrar, instruir, obligar; se pueden hacer esas cuatro cosas sin educar. Educar tampoco es transmitir información de un aparato electrónico a un cerebro conectado con ese aparato. Lo que se almacena en sistemas tecnológicos virtuales es sólo eso: datos, información. Pero datos e información no constituyen conocimientos. Las tecnologías en escuelas y universidades lo que hacen es sólo eso: transmiten información que está ordenada y compactada en una presentación a ser transmitida. Nada más. Es un grave error nombrar esas tecnologías como “educación a distancia” o línea. Es distancia o línea, efectivamente, pero a distancia puede ser cualquier cosa que sea a distancia y en línea puede ser cualquier cosa que conecta aparatos y personas en línea para transmitir información. Pero nada de eso es, necesariamente, educación. Podrá ser instructivo. Pero muchas tonterías se instruyen, se enseñan, se memorizan y se aprenden.
Pide honestidad y valentía en no perpetuar las miserias y los errores de generaciones que han demostrado ser poco educadas. El mundo que legamos a las próximas generaciones no es para estar orgullosos. Sería un gran logro educativo decir con honestidad a las próximas generaciones cuáles son las estupideces de nuestra falta de madurez y de sabiduría en legarles un mejor mundo. Ya que no hemos sido capaces de hacerlo, al menos hemos de advertir que no nos imiten perpetuando las barbaridades que por siglos hemos hecho a esta humanidad. Educar, por tanto, es abrir a las jóvenes generaciones su espacio de libertad para que confíen en el poder de su inteligencia y creatividad en hacer su mundo mejor, no imitando el de hoy bastante maltrecho. Los saberes y las prácticas que les enseñamos del pasado son sólo puntos de referencia a conocer para continuar lo positivo del pasado y descontinuar lo negativo.

Es reconocer los peligrosos que dificultan pensar con claridad, sinceridad, creatividad y libertad: dogmatismo, nihilismo, determinismo, fanatismo, negativismo, cinismo, y otros ismos similares. Las  personas con creencias duras, ideólogos y fanáticos, tienden a querer imponerlas a otros en su afán autoritario (por la inseguridad de sus creencias). Lo que necesitan las futuras generaciones no es imponerles una idea determinada de qué creer ni cómo vivir, sino simplemente que confiemos en ellos; confiar implica ofrecerles espacios de libertad para decidir; libertad para decidir implica tienen opciones; decidir entre opciones implica que aprendan a ser responsable de sus acciones. No estorbemos su capacidad de tomar decisiones ni seamos un tropiezo a que asumen sus vidas con responsabilidad.

Es formar criterios para discernir ideas inteligentes de estúpidas, el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto, lo justo de lo injusto, los fines de los medios, la verdad de la mentira, la calidad de la cantidad, mejor de más, ser del tener.

No es instalar en la mente de los estudiantes unos ‘aparatos ortopédicos’ para ‘corregir’ sus disfunciones cognitivas, e impedirles moverse y estirar su pensamiento más allá de lo que se les da en el menú curricular; el más pernicioso de los aparatos: las tecnologías.

No es coaccionar la mente de los estudiantes, por medios sutiles o abiertos, a creer en ideas que no han pensado en su validez, veracidad, pertinencia o sentido.

Es liberar las cadenas que impiden alzar vuelos imaginativos y creativos en mejorar la vida personal y comunitaria.

Es cantó John Lennon, Imagine, abramos espacios mentales para imaginar un mundo mejor con la confianza de poder hacerlo.

Es animar al prójimo, y a uno mismo, a peregrinar por la vida con fe y esperanza en el poder del Espíritu para hacer el bien, en una palabra: educar es amar.

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