Thursday, June 27, 2013

Eres responsable de tus pensamientos III

Eres responsable de tus pensamientos III

Vivimos por decisiones mentales. La decisión más importante es dejarme guiar por mi Espíritu. Es la única manera de ser feliz. El Espíritu sabe siempre lo que necesito, lo que conviene a mi vida en cada momento. El ego intenta interponerse, pero no tiene poder real sobre el Espíritu, que es Luz (el ego es una sombra en mi mente que se difuma o disuelve con la Luz). Por eso debo estar atento a mi estado mental y preguntarme: ¿este pensamiento es verdadero, es bueno, me da paz? Tan pronto observo que siento rencor, enojo, envidias, miedos, intranquilidad, de inmediato sé que es el ego actuando en mi mente. Entonces, de inmediato, sin juzgarme ni criticarme ni culparme, le paso ese pensamiento al Espíritu que se encarga de disolverlo con su Luz. Eso es todo.

Me observo como si fuese mi propia Madre o Padre: con ternura, compasión, bondad, humor, y me sonrío ante pensamientos negativos. Decido enseguida volver retornar la mirada al Espíritu. Al no identificarme con el ego, le quito cualquier “poder” de influenciarme. Soy yo quien doy el poder a mi mente de querer lo que quiero. Así, cuando observo en mi mente pensamientos de enojo, de culpa, temor y rencor, no hago tres cosas: no reprimo, no proyecto y no me distraigo. Pues si hago eso, el ego se esconde (represión), echa a otros el problema (proyección) o me hace inconsciente (distracción). Es sencilla la solución: dejar al Espíritu hacer su trabajo en mi mente.

La sabiduría espiritual aconseja observar siete procesos -la ciencia actual de la neurocognición confirma científicamente ese consejo espiritual-. Los dos ensayos anteriores subrayan esa idea.
Se empieza por Vigilar, Observar, ser Consciente de lo que Pienso. Entonces:
i. Vigila tu pensamiento, pues lo conviertes en proyección
ii. Vigila tu proyección, pues lo conviertes en percepción
iii. Vigila tu percepción, pues lo conviertes en palabras
iv. Vigila tus palabras, pues las conviertes en acciones
v. Vigila tus acciones, pues las conviertes en hábitos
vi. Vigila tus hábitos, pues los conviertes en tu modo de vivir
vii. Vigila tu modo de vivir, pues se convierte en tu realidad

¿Ves la conexión entre pensamiento y realidad? Creas tu realidad con tu pensamiento. Por eso eres responsable de tus pensamientos. Puedes escoger entre dos modos de vivir: feliz o infeliz. Es fácil ver la decisión sabia, la que de verdad te conviene, la que corresponde a tu auténtico Ser.

Decide de nuevo ser feliz. Lo puedes hacer. Tienes el poder de tu Espíritu. Déjalo actuar en ti.

Pedro Subirats Camaraza

Eres responsable de tus pensamientos II

Eres responsable de tus pensamientos II

Desde el Renacimiento, la cultura occidental ha ido profundizando y refinando el conocimiento del universo en su multiplicidad de fenómenos físicos, químicos, biológicos y naturales. Es un logro extraordinario de la mente humana si lo comparamos con los mamíferos que anteceden. Es un gran salto cuántico/cualitativo en la evolución del cerebro y mente humana la capacidad de explicar con precisión las relaciones de causa-efecto, propiedades y funcionamiento del universo material. Como resultado de esa fuerza mental somos expertos en el conocimiento de numerosos campos científicos que han aportado grandes logros así como grandes desgracias a la Humanidad. Tenemos el inmenso poder de crear ciencias muy sofisticadas en la fabricación de tecnologías avanzadas que viajan al espacio extraterrestre para captar, registrar y enviarnos data del origen del Universo. También somos capaces de aniquilar pueblos enteros y destruir inmensas áreas geográficas por la fisión de diminutos átomos.

Hemos hipertrofiado zonas de nuestro cerebro, descuidando un desarrollo armónico de nuestro ser. La mente enfocada primordialmente en las ciencias del mundo material y objetivo, puede perder su conciencia de discernir lo beneficioso de lo dañino al desarrollo de la Humanidad y la sustentabilidad Planetaria.  El consejo del oráculo de Delfos de la tradición socrática “conócete a ti mismo y conocerás en Universo”  se tomó al revés. Al querer conocer, primero, el universo material nos hemos perdido en el micro de la física y el macro astronómico sin acercarnos al ser que quiere conocer, el Yo interno que busca saber tantas cosas, pero una primordial y anterior a todas: saber quién soy, mi verdadera y auténtica identidad.

Todos se quejan y quieren cambiar el mundo. Políticos, religiosos, economistas, psicólogos, sociólogos, educadores, periodistas, etc., todos quieren cambiar al mundo y los demás. Creen con ingenuidad que pueden corregir el caos y malestar social actuando sobre la colectividad y el mundo externo. No es posible.

No podemos cambiar nada en el mundo con sólo el acto volitivo de querer. Soy yo quien cambio mi mente. El cambio que despierta es adentro, no en el mundo externo. Decía Ghandi “el cambio que quieres ver por fuera, empieza en ti, cambia tu mente, no de otras personas”. Sabio consejo. La mejor contribución que puedes hacer al prójimo, el mejor regalo a dar al mundo, es mejorar tu vida. El comienzo es reconocer el poder de tu mente para tomar decisiones. Empiezas con tus pensamientos. Veamos  una metáfora teatral que nos ayuda a entender la importancia de guiar la mente de modo positivo, constructivo y feliz.

Vivir en el mundo es un teatro. Somos actores. El escenario de la obra teatral se lleva a cabo en la pantalla mental. Debemos ser los protagonistas principales, no  secundarios. Seamos también los escritores, productores, músicos y directores de nuestra obra. Seamos libres de pensar qué quiero proyectar en la pantalla mental, y no ser esclavos de pensamientos que me perturban y hacen sufrir. Ser amo, no sirviente de la mente. No ser espectadores pasivos de pensamientos que me hacen infeliz. Dejar de dar más vueltas al rollo del pasado que me ata y del futuro que temo. Debo andar por la vida con una mente relajada, tranquila, en paz, sin pensamientos negativos que la agiten y perturben.

En el teatro tenemos dos opciones a elegir: o seguimos la dirección sabia, inteligente, saludable y amorosa del Espíritu que nos hace libres y felices, o nos dejamos arrastrar por la manipulación torpe, enfermiza, engañosa y furiosa del ego que nos esclaviza en infelicidad y sufrimiento. En la mente hay dos opciones, dos voces diametralmente diferentes, dos mentalidades opuestas, una conduce a la libertad, la paz y la felicidad, otra conduce a la prisión del rencor, la violencia y el sufrimiento. Espíritu o ego. Hay que elegir.

Mente espiritual o mente del ego, cada una con su Sistema Mental Ideas (SMI), uno libera, otro aprisiona. Podemos aprender a observar y reconocer qué SMI está dirigiendo nuestra mente en cada momento. Según te conectes a cada SMI, así experimentas tu vida en este mundo. ¿Qué dirige tu vida? ¿Qué escribe el guión de tus pensamientos y acciones? ¿Qué manda dentro de ti? Repitamos: la mente crea pensamientos-energía que producen ideas. Los pensamientos-energías van formando imágenes, palabras y cuentos que “pasan” por la pantalla mental. Esos pensamientos definen nuestras creencias sobre la realidad, la verdad, quiénes somos, el mundo que vivimos, lo que debemos hacer o no hacer. Así funciona la mente:

Pensamientos se Proyectan se Perciben. Lo que pienso lo proyecto, lo que proyecto lo percibo (PPP): Pensar→Proyectar→Percibir. Pienso una idea, la proyecto afuera y la percibo. Es decir: lo que yo percibo afuera en el mundo es la proyección de lo que pienso. Fíjate bien. Lo que “ves” afuera es lo que piensas adentro. Ves lo que quieres ver. El ego te hace creer que el mundo de afuera es la causa de tus pensamientos o estado mental. No. ¡Es al revés! La mente causa el mundo que ves. Los eventos externos no causan tu percepción; tu percepción es efecto de tu proyección.

Yo soy responsable de lo que percibo o veo. ¿Por qué? Por elegir el sistema mental con que quiero pensar. Las percepciones no son hechos objetivos ni reales, sino interpretaciones mentales. Reitero: lo que veo afuera es reflejo, espejo, la interpretación de mi mente, por tanto, percibir es interpretar, dar sentido, significado, valor o importancia a algo. Esto es crucial para aprender a dirigir mi mente y pensamientos bajo la autoridad de mi Espíritu. Emprende por fin esa crucial decisión, la más importante de tu vida, la que te permite dar bienvenida, en cada instante, a la voz que sabe guiarte con sabiduría infinita por el camino de tu felicidad.  La voz interior de tu Espíritu en tu corazón. Seguimos explorando esa idea.

Pedro Subirats Camaraza

Eres responsable de tus pensamientos I

Eres responsable de tus pensamientos I

Lo que somos es el resultado de lo que pensamos. Nuestros pensamientos,  palabras y acciones son hilos de la red con que nos envolvemos o nos liberamos a nosotros mismos. Todo depende del propósito o intención del pensamiento. Todo empieza en la mente que piensa, luego siguen como cascada las palabras que usamos y acciones que hacemos. Es red nos atrapa y esclaviza si los pensamientos son negativos, rencorosos, vengativos, de odio. Al contrario, los hilos pueden construir una formidable red de apoyo y sostén que nos levanta y nos impulsa en el ascenso a estados mentales de paz y felicidad en nuestra vida. Esta idea poderosa es la esencia de estos tres ensayos. La vamos a repetir muchas veces para fijarla bien en tu mente y la retengas.

Tal vez crees eres responsable de lo que haces, pero no de lo que piensas. La verdad es que eres responsable de lo que piensas porque es solamente en ese nivel en que puedes ejercer tu poder de libre decisión. Tus palabras y acciones son el resultado de tus pensamientos. En tu mente radica el poder de decidir. No olvides. En tu menta está tu gran libertad: poder decidir.

El pensamiento es energía. Con tus pensamientos canalizas de forma determinada a la energía, así, das vida a tus pensamientos, los manifiestas afuera de ti en el mundo. Tus pensamientos son fuerzas creativas o destructivas, depende de la calidad que les des. Esa energía sale de ti y la proyectas afuera. También la energía de otros pensamientos llega a ti. Eres transmisor y receptor de energía mental en constante intercambio con otras formas de energía que te circundan por el espacio mental planetario en diferentes frecuencias y ondas. Eres un radar con antenas -tus sentidos- que emiten y reciben energía de modo continuo. Tu estado mental de alegría o tristeza, ánimo o depresión, confianza o desconfianza, paz o infelicidad, depende de la frecuencia vibratoria en que tu mente opera o funciona en un momento determinado.  Es tu entera decisión que tomas libremente. Date cuenta de eso, no engañes a ti mismo.

Si te sientes infeliz y triste se debe, simplemente, a que estás alimentando, inconscientemente, pensamientos que te llevan a ese estado mental depresivo. La energía “entiende” que en lo que tú pones atención es lo que quiere se convierta en tu realidad. Entonces, la energía trabaja para cumplir tu decisión y voluntad, y no distingue entre lo que temes y entre lo que deseas, ya que siempre vas a materializar para ti aquello que mantienes en tu mente, aquello en lo que estás poniendo tu atención y concentración. Por esa razón todo místico, científico, filósofo, artista y toda persona que ha elegido reconocer su Espíritu, expresa en su vida cotidiana lo que su Espíritu le revela para guiar su vida, y así, no da cabida en su mente a lo que no desea para su vida. Este es el motivo por el que, cuando cambias tu actitud mental, y te haces disponible al Espíritu en tu mente, cambia tu vida. Medita esta idea:

Si para tu sistema de pensamiento elegiste paz, compasión, paciencia, tolerancia, buen humor, tus pensamientos tendrán la energía adecuada para conformar una mente sana, serena y sabia que te hará feliz en medio de contrariedades y problemas que enfrentes.

Si para tu sistema de pensamiento elegiste miedo, rencor, culpa, odio, tus pensamientos afectarán y debilitarán las glándulas y las células de tu cuerpo así como tus emociones que se cargarán de negatividad produciéndote descontento e infelicidad.

Que tu mente esté atenta y vigilante para que observes con honestidad y humildad lo que estás pensando, la intención de tus pensamientos, las palabras que te dices a ti mismo, y las acciones que llevas a cabo. La única manera de cambiar algo en tu vida es, primero, darte cuenta que hay algo que debes cambiar, es decir, querer en verdad cambiar, y segundo, decidir cambiar de inmediato, sin demoras ni excusas. Si no observas el error, no lo puedes corregir. Si no quieres corregirlo, no lo harás. Tan simple como eso. No busques el error afuera de ti, sino en tu mente que decide pensar negativamente. Ve a sanar la causa, no el efecto. La causa: tu mente.

Todo lo que ves es el resultado de tus pensamientos, lo creas o no. Tus pensamientos tienen el poder de crear el mundo que percibes. Lo que “ves” afuera de ti es tu percepción de lo que tienes en tu mente. Cada pensamiento que tienes contribuye a que veas verdad o ilusión. La verdad te acerca a lo Real del Espíritu. La ilusión te adormece en un sueño, un espejismo que “ves” afuera de ti pero que no es real, es puro espejismo, es apariencia que produce el ego. Un pensamiento neutral, sin fuerza creadora, es imposible ya que todo pensamiento, por vano o simple que te pueda parecer, fortalece tu actitud mental, ya sea de paz o de miedo. A grandes rasgos tu proceso mental es así:

Desarrollas tu mente a través de tus experiencias → Basado en tus experiencias, eliges un sistema de pensamiento para tu mente → Tu mente genera una idea en la que pones creencias, das valor, das importancia → Esa idea fortalece tu sistema de pensamiento → Tu sistema de pensamiento te hace vivir experiencias concretas de esa idea que crees y has hecho “real”.  ¿Te das cuenta de que, según esto, puedes estar atrapado en una trampa que tú mismo te has puesto pero no ves? Únicamente piensas en lo que conoces y en lo que crees es real. En el próximo ensayo veremos dos sistemas mentales, del Espíritu y del ego, y seguimos reiterando estas mismas ideas.

Pedro Subirats Camaraza

Wednesday, June 26, 2013

Filosofar para Pensar


Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación

Fundamentos Filosóficos de la Educación EDFU 4019 (tres créditos)
Pedro Subirats Camaraza

Filosofar para Pensar

Nuestra situación actual educativa exige un pensar profundo y la función de la filosofía es pensar. La educación necesita ser pensada. Con urgencia y profundidad. Pensada no sólo en finanzas y gerencia, organización y estructuras, pedagogía, métodos y tecnologías, sino pensarla filosóficamente. ¿Pero cuál es la situación?, ¿qué significa pensar?, ¿para qué pensar filosóficamente la educación? Al trabajar esas preguntas, responderlas, volver de nuevo a las preguntas y otras respuestas, estamos inmersos en la tarea del curso.
Muchas veces confundimos el pensar con el estudiar. Estudiar es ponerse con voluntad a trabajar en algo. En este sentido afirmamos que hemos estudiado cuando leemos un libro, aprendemos su contenido, memorizamos, recordamos, sintetizamos y exponemos. Esto ciertamente es estudiar, pero no el pensar al que nos referimos en filosofar.
Pensar es meditar. Meditar es como un rumiar, como un volver sobre las cosas. Por eso son muy pocos los que piensan, y muchos los que memorizan y acumulan maquinalmente determinadas informaciones. Decimos que pensar es un volver sobre las cosas. Pero este volver supone antes un partir  de las cosas. Ese partir de la realidad es el origen de filosofar. El empezar a pensar supone siempre un tipo de desgarramiento, desprendimiento, distancia; en nuestro contexto lo podemos denominar crisis. La crisis, que en griego procede del verbo “krinein”, indica más alejarse que juzgar. Es necesario alejarse, tomar distancia, partir, de la vida cotidiana para poder pensarla como “desde afuera”. El filósofo debe separarse, romper. ¿Pero de qué y con qué? De la cotidianidad.
La cotidianidad es, ante todo, la organización diaria de la vida, la repetición y reiteración de actividades, es la división del tiempo y del ritmo con que se desenvuelve la historia personal de cada uno. En la cotidianidad las cosas, acciones, personas, movimientos, eventos, toda la circunstancia ambiental son datos que se aceptan como algo conocido. En la cotidianidad todo está al alcance de la mano, por eso se considera la realidad como una totalidad, en la que se “está” dentro de ella. Es una especie de tiranía de un poder impersonal, anónimo, que impone a cada individuo su comportamiento, su modo de pensar, sus gustos, sus deseos y necesidades, sus protestas. Es dentro de este horizonte donde comprendemos el mundo, a los demás, a nosotros mismos. Todos tenemos esta comprensión por el mero hecho de ser individuos, de existir.
Pero esta comprensión familiar de la realidad, esta habituación de las rutinas cotidianas, es un obstáculo para el pensar filosófico. Para filosofar es necesario salir del mundo de la cotidianidad. Este salir del mundo familiar, habitual, rutinario y repetitivo, el “estar fuera” de lo obvio, de lo heredado, de lo aceptado, de lo cotidiano recibido por tradición, es lo que los filósofos griegos llamaban admirar: thaumazein.
La admiración no es un mirar distraídamente las cosas que nos rodean. Ni siquiera es el sorprenderse de las novedades diarias. Porque estas novedades siempre se mantienen en el ámbito de la cotidianidad. La admiración supone una extranjería, ser extranjero en el mundo de lo cotidiano. Como el campesino del interior del monte que llega a la ciudad y se siente extraño en ella. Esta actitud nace cuando nos admiramos de la realidad diaria. “Lo admirable -decía Chesterton- no es que el sol no salga un día; lo admirable es que salga todos los días”. Esto es saber extrañarse. Es ad-mirar, mirar más allá de lo ordinario.
Nos habituamos a lo que nos rodea y aquello que sería el objeto del pensar desde la extranjería no nos aparece. Nos “admiramos” cuando escuchamos noticias de cuestiones más bien accidentales; pero lo fundamental, lo que está en la base, eso nunca nos causa admiración, no existe para nosotros, está fuera del campo perceptual por estar fuera de lo cotidiano, de lo familiar, de lo conocido.
La admiración es el verdadero arjé de la filosofía, vocablo griego para significar fuente, origen, principio, naturaleza; en sentido general, es lo original. La empresa humana que hemos denominado “filosofar” tiene en su base, arjé, la admiración; ésta se presenta, a lo largo de la historia de la filosofía, con distintos nombres. Ciertos autores la bautizan como “intuición”; para otros es “reducción”; Ortega dice que la filosofía es una terapéutica de la “creencia” fracturada; Heidegger iniciará su obra fundamental diciendo que “la pregunta por el Ser está en el olvido”. ¿Y por qué en el olvido? Porque el polvo de la cotidianidad, la corrupción de lo obvio oculta el fundamento de las cosas.
Por el contrario, el pensar-meditativo es como permanecer en un desierto. Nietzsche escribió alguna de sus cartas indicando como dirección del remitente “El desierto”. Este desierto no es un lugar geográfico ciertamente. Es algo más profundo: la posición en que nos deja el pensar. Recordemos a Sócrates. No sólo pensaba, hizo su vida un pensar, su ethos era el pensar: “Atenienses, tened presente que yo no puedo obrar de otro modo aunque se me impongan mil penas de muerte. Con este pensamiento, haced caso a Anito o no se lo hagáis, absolvedme o no me absolváis” (Apología de Sócrates).

Educar para la vida buena


Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación

Fundamentos Filosóficos de la Educación (EDFU 4019)
Profesor: Pedro I. Subirats Camaraza

Educar para la vida buena

En cuanto a una persona la revisten de “personaje” uno de los datos más requeridos en su currículum es su procedencia académica: ¿dónde cursó sus estudios? Y se hurga en los archivos escolares y desempolvan viejos expedientes en las que se destaca al ilustre y aventajado alumno… que es honor y orgullo de sus maestros. Pero también hay antiguos alumnos cuya ficha académica se quisiera en blanco y cuya antigua presencia escolar ensombrece las actas y los recuerdos de sus profesores y sus escuelas. Quiero decir que existen monstruos “educadísimos” que fueron ilustres alumnos antes de que fueran ilustres delincuentes, mafiosos o verdugos sanguinarios.

Infinidad de ejemplos vienen a la memoria; baste recordar el horror del campo de concentración de Dachau, cuyos constructores de cámaras de gas fueron doctos ingenieros; inyecciones letales las aplicaban médicos y enfermeras tituladas en las mejores universidades alemanas; encargados de  fusilar mujeres y niños tenían estudios universitarios: doctores y licenciados. Lo dramático es la conclusión verificada por la historia: escuelas y universidades podrán transmitir conocimientos y titular diplomas, pero educar de verdad es dudoso sabiendo que los horrores más espantosos de los últimos siglos fueron hechos por personas “educadas” en centros escolares y universitarios. La historia de campos de concentración de antes y ahora, las nutridas redes de la mafia internacional de siempre, las corrupciones en Wall Street, los crímenes más espantosos protagonizados en gran parte por personas cultas, abona la tesis de que la cultura no excluye necesariamente la barbarie sino que, en algunos casos, hasta la refina. Que se puede ser muy culto y muy 'señor o señora', y además, ser un vil canalla, ladrón y asesino. Que la educación sin bondad puede resultar en una escuela de monstruos “educadísimos”  deformados en las escuelas y las universidades.

Escribo estas líneas al iniciarse un nuevo semestre académico donde estaré compartiendo estas ideas con universitarios que serán maestros y maestras de otros estudiantes. Y terminarán siendo egresados universitarios. Pero ¿a cuántos de ellos la educación les va a capacitar para simultanear con el ejercicio de la enseñanza, el ejercicio de la bondad, la compasión? Me sigue asombrando que en los años educativos se enseñe a niños y jóvenes todo menos lo esencial: el arte de ser felices, la asignatura de respetarse unos a otras, la carrera de asumir el sufrimiento ajeno, de no temer la muerte, la milagrosa ciencia de conseguir una vida llena de vida, una vida plena de inteligencia, sí, pero inteligencia al servicio de la compasión, de la paz y la justicia, una inteligencia para aprender a ser libres, una libertad que nos emancipe del egoísmo y la violencia. Inteligencia que ame.

Puede que el profesor de Química, Ingeniería, Matemática, y demás profesiones, se escuden en que eso no es lo suyo, que eso es más propio del profesor de Religión o Filosofía Moral que se ocupan de valores. Discrepo. Pero es que la asignatura la imparte un hombre o una mujer cuyas vidas no se clausuran entre los estrechos límites de fórmulas químicas o ecuaciones o un estilo gerencial, sino que incluyen un lote de respuestas cotidianas a los planteamientos esenciales de la vida, esos que nos duelen y nos alegran en lo hondo del ser. No soy tan ingenuo como para creer que la ética del buen vivir se deba convertir en una asignatura, de hecho, me cuento entre los que nos opusimos a que escuelas se empeñen en “enseñar” moral como un curso, asumiendo que se forman personas decentes. Un ilustrado Secretario de Educación que implantó esos cursos está convicto de corrupto por bribón.

Los educadores son, desde su vida, una respuesta ética. Educar (en su raíz latina 'educere': sacar de dentro) es quitar lo que sobre y, por tanto, se aproxima más a la tarea del escultor que a la del pintor: no se trata de amontonar barnices en la superficie, sino de descubrir lo que está dentro. El educador educa desde su propia vida, su enseñar es demostrar la verdad de quién es. Educar a otro es ayudarle a descubrir lo mejor de sí. Es un arte de vivir. Para hacer arte cuenta y mucho la materia prima pero cuenta, además -y ¡cuánto!- el artista que lima cuidadosamente las aristas y pule y retoca y desprende con mimo las astillas del bloque. Qué responsabilidad la del educador sin arte que raspa en la costra sin profundizar en el alma o la deja herida por su torpeza. Puede ser el principio del fin. Cargamos a los estudiantes de asignaturas, pero no hay tiempo para jugar con ellos, estar con ellos, simplemente escucharlos y comprenderlos desde su vida concreta, esa en que sufren y se alegran, no desde un manual de teorías. A lo mejor, a fuerza de consumir tantas asignaturas nos hemos olvidado de ofrecer a nuestros niños y jóvenes lo más urgente: explorar el sentido de la vida, por qué y para qué vivir. En realidad, hoy no nos enfrentamos, como en tiempos de Freud, con una frustración sexual, sino frustración existencial. El ser humano de nuestros días no sufre tanto, como en tiempos de Adler, bajo un complejo de inferioridad, sino bajo una abismal falta de sentido, un sentimiento de vacío existencial que se manifiesta en el persistente fenómeno del aburrimiento, aliviado bajo las mil formas subterráneas y anecdóticas, que van desde la droga al alcohol al frenesí, pero que son, a la hora de la verdad, un grito que grita con urgencia vivir una existencia con sentido, vivir una vida con el gozo de tener una tarea que cumplir, un encuentro con otro ser humano al que amar bajo la forma de un tú, no de un ello o éste. La neurosis de este mundo no es sino el sufrimiento del alma que no ha encontrado su sentido, su camino y su destino.

Frente a esta dramática situación urge que los educadores enseñen, desde su ser y saber, el gozo privilegiado de ofrecer su vida como una tarea siempre ilusionante para que los educandos vitalicen esa gran lección -desde la primera hora del encuentro educativo- ese maravilloso acontecimiento ético de estar unos junto a otras, de aprender a convivir en paz en medio de las diferencias. Educador es quien consigue deshacer las resistencias al mayor conocimiento de todos, el saber convivir. Porque la educación es encantarse con experiencias de vivir juntos y aprender, que en ocasiones acontecen en situaciones de injusticia y violencia. ¿Cómo podemos vivir juntos en paz cuando la vida duele por el odio? ¿Cómo educar en un saber vivir bien cuando esa vida sufre? El aspecto instructivo de la educación actual con su profusión de asignaturas y asignaciones es incapaz de responder vitalmente estas cuestiones, más allá de memorizar o intelectualizar ideas.

Hemos de pensar la educación a partir de condiciones concretas de seres existenciales que buscan sentido a sus vidas. La humanidad está en encrucijada ético-política, y no encontrará salida para su supervivencia como especie amenazada por sí misma, en tanto no construya consensos sobre cómo incentivar nuestro potencial y disposiciones hacia la solidaridad. Ese potencial para crear y esa apertura para compartir no se igualan bajo órdenes ni imposiciones. Por antigua y romántica que parezca la idea, sin profundas convicciones espirituales, no surgirá una convivencia humana en donde no falte para todos ni la riqueza de bienes disponibles ni el deseo de querer convivir en paz, gozo y amor por encima de las diferencias. Podrá ser metáfora, no sé, lo importante es la belleza poética del Evangelio al expresar concisamente el gran amor de la divinidad al salir al encuentro de sus hijas e hijos: “Para que tengan vida y la tengan con abundancia”. Urge una revolución que radicalice la pedagogía: educar para vivir una vida 'con abundancia', una vida llena de vida, plena de sentido, realizada con lo más preciado del ser de cada cual. Esa vida dará a los demás conocimientos académicos su apropiado sentido.

Filosofía: etimologías y significados

Filosofía: etimologías y significados

Los griegos acuñaron el término “filo-sofía”. Herodoto lo usa al contar que el político y legislador Solón recorrió muchos países para inspeccionarlos, pero también a dar salida al gusto de saber, a la filosofía. Era sophós -que significa sabio- en Grecia aquél que entendía bien algo, que lo hacía bien, con eficacia, arte; por ejemplo, en el arte de curar o cocinar o hablar con persuasión. El “sophós” sabía tan bien su arte que hasta podía enseñarlo al prójimo. Eran también sophoí aquellos que se consideraban sabios porque estaban enterados de lo más importante: del universo y de la vida de los ciudadanos. Quienes estaban en posesión de tal sabiduría tenían derecho no sólo a comunicar su saber, mas también a gobernar a los demás. Solón fue uno de tales sophoí.

Frente a estos sabios irrumpió Sócrates predicando precisamente que no sabían nada, constituyendo tal ignorancia en su única sabiduría. La sabiduría -sophía- a partir de esta actitud, deja de ser un saber poseído para transformarse en un saber constantemente anhelado, buscado. No hay propietarios de la sabiduría; únicamente quedan exploradores de ella, o si se prefiere, la nueva sabiduría, la socrática, es sólo “hambre-de-sabiduría”; es filo –philía o amor-, sofía –sophía o sabiduría-; es decir, sabor y  ciencia. A partir de esta nueva perspectiva, el saber se convierte en ganas de saber; la sofía en filo-sofía. Deja de ser el cuerpo doctrinal de ideas, pasando a ser un simple talante o actitud existencial. Cambio sustancial en etimología y significado. La filosofía no como cuerpo empacado de saberes que unos poseen y otros no, por tanto, con derecho de enseñar a otros.

El sustantivo griego sophia, tiene un paralelo etimológico con textos sagrados del Vedanta (India) que mencionan un saber no particular de las cosas, sino un saber de la vida buena. Quien accede a ese saber de vivir bien, le sabe bien la vida, vida con ‘sabor’, se saborea  como a los alimentos, en este caso, alimentos del alma. Así, hace sentido la evolución de la palabra al castellano que asocia sophia con sabiduría y filosofía con amor al saber. ¿Quién es sabio? El que ama el saber por excelencia, la sabiduría del autoconocimiento, quien ama la vida porque le sabe bien, tiene gusto de vivir, no “darse la buena vida” sino vivir la vida buena. Es sabiduría de todos, al no pertenecer a nadie.

Aparte de este significado, se han dado más en la cultura occidental. Pueden identificarse cuatro tradiciones. En la primera el término designa un conocimiento racional de las causas o primeros principios de todo. Descartes, un filósofo moderno, entendió la filosofía como la sistematización de todas las ciencias. En textos introductorios al pensar filosófico aparecen capítulos que clasifican la filosofía en “ramas” usando la analogía del “árbol” filosófico cuyas raíces y tronco es el la misma filosofía en sus causas y principios; de ella brotan las ramas de ontología (el ser), metafísica (lo real), epistemología (conocimiento), axiología (valores), antropología (ser humano) y otras ramas del pensar filosófico aplicadas a todo conocimiento y quehacer humano. En la segunda el término designa un saber de decisiones prácticas de vivir correctamente –filosofía budista del noble sendero-, o del vivir excelente atendiendo la finalidad de vivir, la felicidad -filosofía aristotélica-, o vivir con talante sereno -filosofía estoica-. Esta acepción de filosofía se funda en saber vivir bien.

En la tercera el término designa el estudio del lenguaje o del vocabulario que se usa para cualquier asunto; la filosofía se ocupa de clarificar significados que damos a las palabras y conceptos que usamos en las ciencias y el vivir cotidiano; filosofía en sentido de análisis lógico, del pensar claro, científico de ser posible, o del silencio cuando no se sabe de qué se habla o si la realidad está más allá de la palabra que la describe. En la cuarta el término designa un concepto amplio que integra los anteriores. Así, filosofía no se entiende como ciencia ni un conocimiento junto a los demás conocimientos, sino un saber crítico que piensa todo conocimiento; el término técnico es hermenéutica, la manera de interpretar el sentido de discursos de todo saber. Decía Kant, otro importante filósofo moderno, que no se puede aprender la filosofía: sólo se aprende a filosofar. Kant, en un texto famoso, reducía el dominio de la filosofía a cuatro preguntas: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me está permitido esperar? ¿Qué es el hombre? Las tres primeras “se remiten a la última”, señalaba el filósofo. Desde que se intenta contestar inteligentemente a esas preguntas, se hace filosofía. Y como las preguntas no se pueden evitar así como así, hay que concluir que sólo se elude la filosofía por necedad, como en los sistemas educativos.

Los diversos modos de concebir la filosofía, aparte de diferencias en metodologías, tienen en común la primacía de las preguntas, no las respuestas. Preguntas relativas al qué y por qué de lo importante de saber: universo, naturaleza, realidad, verdad, conocimiento, vida, mundo, bien, mal, muerte, sufrimiento, felicidad. Podemos comprender el filosofar de modo simple: pensar la propia vida y vivir el propio pensamiento. Pensar la propia vida es pensarla donde cada uno se encuentra en su situación existencial, entender qué sentido tiene la vida, qué hacer en vivirla bien. Vivir el propio pensamiento es vivir correctamente -budismo, estoicismo, Sócrates, Jesús-. Ideal de filosofar atractivo y estimulante.

¿Se enseña filosofía y filosofar en la escuela? No, pero debería enseñarse, porque nadie nace filósofo, y porque la filosofía es, en primer lugar, un proceso mental que, tanto mejor si empieza pronto en la escuela, para que los niños disfruten su pensamiento pensando las experiencias cotidianas, más allá de sus materias curriculares. Pensar sus experiencias es valorar las que tienen significado en vivir bien, felizmente. Desde temprano, filosofar es una tarea primaria en educar. Lo importante es que se empiece, y no se detenga; para filosofar nunca es pronto ni tarde, decía Epicuro, porque nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para ser feliz y vivir bien. Sólo es demasiado tarde cuando no se puede ni quiere ni se deja pensar, como los fanáticos e ideólogos. Razón de más para no demorarse en filosofar en democracias y razón suficiente para fomentar la filosofía en la educación. Razón suficiente para filosofar cuando se quiere vivir bien la vida aún en sus desencantos.



Pedro Subirats Camaraza

La filosofía y su metamorfosis

La filosofía y su metamorfosis

La palabra griega filosofía empieza designando simplemente “afán de saber”, el “amor a la sabiduría”. Solo más tarde recibe, por obra sobre todo de Platón y Aristóteles, el sentido más definido y característico de esfuerzo metódico del pensamiento que trata de construir una teoría racional de la realidad.

Pero aún dentro de esta caracterización, los cambios del concepto de filosofía a lo largo de la historia, así como la amplitud y variedad de los productos culturales que a sí mismos se han designado con el nombre de filosofía, hacen imposible el intento de construir, de antemano, un concepto o una definición unívoca, definitiva y universal de qué es filosofía a base de comparaciones históricas de autores, ideas o  corrientes del pensar filosófico. La formulación de su tarea y objeto -qué es filosofía, qué hacemos al filosofar, cómo se filosofa, para qué-, se ha venido modificando a tenor con las circunstancias históricas y también a medida que de ella se han ido emancipando las ciencias particulares que antaño en sus orígenes constituían un saber unificado –física, astronomía, psicología, botánica, política, sociología, psicología, mecánica y demás ciencias-.

Tampoco es posible fijar, desde un punto de vista sistemático, el ámbito de estudio, el objeto y el método del saber filosófico, como suele hacerse desde el principio con cualquier ciencia metódica y profesión: contabilidad, química, psicología, ingeniería, arquitectura, etc., que definen con precisión su ámbito de conocimiento y método de estudio. Es improbable que el profesor de ingeniería, el primer día de clase, luego de definir “qué es, cómo se hace, a qué mercado responde, cuáles son los productos” de la ingeniería, dedique el resto del semestre a cuestionar, precisamente, esas mismas nociones de definición o caracterización. Contabilidad e ingeniería son esto y esto, se acabó, ahora manos a la obra con los principios, leyes, técnicas y aplicaciones, etc. No así tu profesor de filosofía. Es tarea vertebral de la filosofía pensarse y justificarse, o no, a sí misma en el proceso que la razón desarrolla en su comprensión de la realidad.

Toma esto en consideración y no te impacientes cuando tu maestro de filosofía, que serás tú mismo, haga de la pregunta sobre sí misma el gusto por pensarse. Con todo, echemos una ojeada a la metamorfosis de la filosofía a lo largo de la historia, en tres grandes pinceladas a ver si, a pesar de sus transformaciones, podemos intuir algún motivo unitario de la experiencia filosófica.

Empecemos con Aristóteles. En la Grecia clásica, el filósofo hizo una caracterización de la filosofía que perdura por siglos. La define como ciencia del ser en general, y de los ámbitos de todo lo existente en particular (Naturaleza, hombre, sociedad, gobierno, etc.). La filosofía sería la ciencia universal. Pronto se ligó a esta definición una segunda acepción. El hecho de que la filosofía griega se desarrollara al mismo tiempo que se iban desintegrando las primitivas creencias mítico-religiosas, así como las costumbres morales que en ellas se fundaban, hizo que la filosofía incorporara a su tarea y convirtiera en sus temas centrales el planteamiento racional -frente al mítico-religioso- de cuestiones como origen y destino del hombre, la naturaleza del estado y leyes, la virtud y el bien, la educación y su finalidad para conducir rectamente la vida. Así, a partir del Helenismo, la filosofía adquiere, junto a su sentido teórico, una dimensión práctica: la filosofía es también un arte de vivir. Es decir, la filosofía tiene mucho que ver con el sentido de la vida.

Durante la Edad Media la filosofía, en esta acepción helenista, se encontró con que, a su manera, la religión resolvía el problema de la existencia y el sentido, al ofrecer un conjunto de normas morales para orientar y dirigir la vida y, en consonancia con ella, proporcionaba una idea general y teórica de la existencia del mundo y del hombre, elaborada a partir de la revelación y del dogma. De manera que a la filosofía solo le queda, durante el predominio de la doctrina eclesiástica que duró siglos (incluso hasta hoy) el papel subalterno de fundar, elaborar y defender racionalmente el dogma. Filosofía es tan solo ahora lo que se conocía como “ancilla Theologiae”, criada, sierva de la teología.

La inevitable consecuencia de esta relación fue una metódica enemistad, cada vez más abierta, entre filosofía y teología. A partir del Renacimiento la filosofía tratará de construir su saber con total independencia de intereses religiosos, que casi nunca son del conocer por sí, sino del poder político-económico de su época y de la salvación en el trasmundo. Partiendo tan sólo de la razón y de la experiencia humana razonada, la filosofía moderna se presenta, frente al dogma, con las pretensiones de una sabiduría secular, humanista, de este mundo, dirigiendo ahora de nuevo sus esfuerzos al estudio del problema que en la Antigüedad le había asignado: fundar racionalmente una teoría del mundo y del valor de la vida, llevar a cabo una reflexión abierta y crítica sobre la totalidad de lo real.

En esta situación va la filosofía, sin embargo, a recibir una dura conmoción por obra de un filósofo importante, Kant, del que hablaremos en el curso. Este gran pensador muestra de manera bastante convincente la imposibilidad de un conocimiento filosófico -metafísico, eso también lo veremos en otro ensayo- del mundo al lado o sobre el que proporcionaban las ya muy evolucionadas ciencias particulares tras aplicar a los fenómenos su método experimental. Como dice Ortega y Gasset, Kant, a modo de guardia urbano, detiene el ansia de circulación filosófica metafísica diciendo, más o menos, ‘quede en suspenso ese filosofar mientras no se contesta a la pregunta de si es posible esa pretensión de un conocimiento de la totalidad de lo real’. Y con la renuncia, al menos provisional, a ese concepto totalizador, la tarea filosófica se circunscribe a una autorreflexión crítica del conocimiento, de sus posibilidades, condiciones y límites, es decir, a la epistemología o teoría del conocimiento.

Pero tampoco este nuevo concepto reductivo de la filosofía alcanza vigencia general, pues diversidad de movimientos y corrientes posteriores y contemporáneas vuelven a entender la filosofía como ciencia universal, exigiendo de ella luz acerca del nexo total de las cosas y del valor de la vida. Por decirlo de un modo visual o gráfico, la filosofía ha de intentar comprender cómo las cosas, en el sentido más general de la palabra, cuelgan en el universo o se interconectan, relacionan o integran, en el sentido más general de esas palabras.

Muchos han sido, como ves, los motivos que han llevado, y que llevarán, a filosofar a lo largo del tiempo. No sólo la búsqueda de una explicación racional de los procesos naturales o de las condiciones del conocimiento científico; también la experiencia moral, la necesidad de encontrar valores que orienten y den sentido a la acción humana; la búsqueda de una concepción de la sociedad justa; el hecho de creaciones artísticas, de la belleza; el fenómeno de la experiencia religiosa; la claridad del lenguaje y significados de las palabras y símbolos que usamos al comunicarnos; y tantos otros.

Con esta variedad y multiplicidad de motivos son comprensibles las metamorfosis de la filosofía, que realiza, así, a lo largo de la historia, una peregrinación del atender.

No es que la filosofía haya sido muchas cosas distintas entre sí. Lo que sucede más bien, es que, como dice Ortega, “cada época es un régimen atencional determinado, un sistema de preferencias y proposiciones, de clarividencias y de cegueras” (El espectador).

Y solo divisando la amplitud del panorama abierto, el horizonte sin límites del filosofar, es que vamos por la vida peregrinando con atención a la vida, en que todo es captable, todo hace sentido hasta el sinsentido, todo enriquece en su misteriosa multiplicidad la unidad de la experiencia filosófica.

Por supuesto que tal experiencia, como la de nadar, besar, bailar, no se entiende sin hacerla una práctica, es decir, no leer sobre filosofía sino filosofar. De poco o nada ayuda consultar un manual de instrucciones con los pasos de bailar salsa o merengue, sin mover o agitar tu cuerpo en la pista de baile.

A propósito de ello, si estás distraído mirando celular y desenfocado de tan introductoria lectura, apenas has pensado lo que lees, o si lo pensaste, ya no lo recuerdas, etcétera.

Por el contrario, si te has esmerado con cierta atención a pensar lo que estás leyendo, a cuestionar lo que lees, a regurgitar las ideas una y otra vez, haces un auténtico esfuerzo por filosofar. Tu profesor/a de filosofía te acompañará en el camino.







Pedro Subirats Camaraza

Filosofía: los comienzos en la caverna

Filosofía: los comienzos en la caverna

Aburrido, estoy frente al televisor, paso distraído los canales con anuncios, cocineros, novelas, tipos musculosos haciendo ejercicios, nada me interesa. Hasta que aparece una seductora joven mirando al televidente, es decir, a mí, diciéndome “amor mío, escucha…”, sus labios en la pantalla. “Amorcito” por supuesto soy yo. Ella vende un producto que si lo uso la hará feliz. Me abochorno pensar lo necesito, me quedo mirándola, pero no lo compro por temor a fracasar. Cuento mi cuento privado por otro cuento filosófico público para todos.
Probablemente has tenido la experiencia de estar frente la pantalla del televisor mirando paisajes, animales, personas, noticias, reportajes, películas. Por lo general partimos del supuesto de que lo que está en la pantalla tiene algo de realidad, pero es irreal, esas cosas no están dentro del tv. Pero existen en un tiempo y un lugar. ¿Es efectivamente real lo que veo? Una película se disfruta si suspendemos el juicio de saber es una película. Si la película es irreal, pero son personas reales haciendo lo irreal ¿qué tipo de realidad es esa? En definitiva ¿qué es lo real?, ¿qué es la verdad? Empezamos a filosofar.
Platón, sin tecnologías modernas, hizo esas preguntas. El filósofo narra una parábola que nos induce a cuestionar si lo que vemos y oímos es real. Según dicha parábola, los seres humanos habitamos en una caverna. Desde la infancia estamos atados por el cuello y por las piernas, por lo que tenemos que permanecer siempre en el mismo puesto y sólo podemos mirar en una dirección. Un camino pasa entre nosotros y un fuego, que arde a nuestras espaldas. A lo largo del camino se levanta un muro, parecido al que los ilusionistas instalan entre ellos y las miradas de los espectadores, para mostrar sus habilidades. A lo largo de ese muro los ilusionistas de la caverna desplazan objetos de todo tipo, escultoras y otras imágenes de piedra y de madera, que sobresalen por encima del muro. Algunos lo hacen hablando, otros callan. Nosotros, aprisionados, lo que vemos de nosotros mismos, de nuestros vecinos y de lo que se mueve sobre el muro, son las sombras que el fuego proyecta sobre la pared de la caverna que está frente a nosotros. Así que no solamente no vemos nada iluminado por el sol, sino que no vemos luz alguna, ni la del fuego ni la del sol . El relato sigue con un prisionero que se libera, regresa a liberar a los demás y se burlan de él, posiblemente lo asesinan.
La parábola se refiere a nosotros. Platón se sirve de un extrañamiento de nuestra condición humana, un sentimiento de extrañeza, como Unamuno en el sentimiento trágico de la vida, pero en Platón es el extrañamiento de que nos asombremos de nosotros mismos. Y es que por lo general no sólo vivimos en una falsa familiaridad con el mundo, sino también con nosotros mismos. Tal vez nos extrañan las situaciones extraordinarias, pero no nos sorprende nuestra situación humana habitual. El vivir cotidiano no nos llama la atención, es la rutina de siempre, repetición monótona de cada día. En este sentido, piensa Platón, no nos sentimos los más próximos, sino los más alejados de nosotros mismos. El sentirse enajenado por la extrañeza de nuestra situación humana, rompe tal familiaridad, surgida de la larga costumbre, y nos permite rencontrarnos allí donde no habíamos sospechado: en una caverna. Y ésta llama nuestra atención. ¿Qué es esto (realidad)? ¿Qué hago aquí (situación)? Para que tomemos consciencia de lo habitual de nuestra situación humana, necesitamos una situación extraordinaria que nos provoque, espolee, despierte. Destaquemos tres aspectos del relato:
a. Somos prisioneros de unas imágenes que nos presentan los ilusionistas, los sofistas en tiempos de Platón, o los charlatanes y demagogos de hoy. Sus puntos de vista son para nosotros la realidad.
b. La filosofía es la liberación de esa cárcel de las opiniones. Y dado que la cueva es también una imagen del seno materno, cabe decir que la filosofía es la liberación del seno materno de nuestros prejuicios. Con lo cual la filosofía viene a ser una especie de segundo nacimiento.
c. Pero contra esa liberación se alza una resistencia en nosotros. Hay una tendencia a permanecer en la caverna de nuestros miedos y prejuicios. Tenemos miedo al dolor del segundo nacimiento. La filosofía, en efecto, no es algo inocuo, sino que en ocasiones hace temblar, destruye. Nos arranca de la seguridad rutinaria de nuestras creencias no cuestionadas -prejuicios en general- y nos conduce a dónde ya no nos sentimos en casa. Como si nos trasladaran a otro planeta. Y desde luego, la tierra, es decir, la cueva, resulta ya extraña desde la perspectiva del liberado. La liberación permite una visión extraña que nos hace ver aquello que nos fue familiar, ahora como si fuese por primera vez. Pero esta visión nos saca del orden humano habitual. De ese modo la filosofía viene a ser una especie de muerte, la muerte del hombre que está aprisionado en sus prejuicios y distorsiones de lo real. Filosofar equivale también a morir , una idea platónica con el sentido de una metáfora.
La luz que hace visible las cosas que están afuera de la caverna, es la luz del sol. Pero en la parábola de Platón el sol es imagen del iluminado (Buda, en otra tradición filosófica). El que un rayo de luz penetre en la oscuridad de nuestra caverna e ilumine por breves momentos con la luz la penumbra en la que vivimos (inautenticidad, falsedades, maledicencias), es el comienzo de filosofar. El camino de la oscuridad a la luz, en casi todos los tiempos y culturas, se ha visto como el símbolo decisivo de la filosofía.
¿Qué significa para nosotros ese símbolo? Lo real, lo verdadero ¿tienen que ver con la universidad? ¿En qué sentido, cómo lo sabemos? Qué lástima las universidades abandonan estudiar filosofía.
 


Pedro Subirats Camaraza

Aproximarse a la filosofía 3

Aproximarse a la filosofía 3

23. Es sabido que el significado etimológico de filosofía es “amor a la sabiduría”. Sophia para los griegos, sapientia para los latinos, la sabiduría es lo que todos los filósofos de la antigüedad, y muchos en tiempos modernos, han buscado. Es un saber . Tiene mucho que ver con el pensamiento, con la inteligencia, con el conocimiento de la realidad. Pero es un saber que ninguna demostración prueba, que ningún laboratorio analiza, que ningún tipo de experimento verifica, que ninguna titulación universitaria puede acreditar. Descartes escribió que la sabiduría es “juzgar correctamente para obrar correctamente”. Y eso no es una ciencia ni técnica, decía Aristóteles. Es un curioso tipo de saber práctico: no tanto un saber pensar como un saber vivir. Por eso se equivocan quienes confunden filosofía con erudición, repetir ideas de filósofos, aburrimiento o abstracción irrelevante.
24. La sabiduría es un conocimiento que, más allá de los números y las demostraciones de la ciencia, apunta al arte de vivir. Filosofamos porque queremos una vida más lúcida, más libre, más equilibrada… más humana. Deseamos vivir serenos, sin demasiadas agitaciones, las hay sin duda, pero conviene eliminar las innecesarias, reírle a las superfluas, navegar por encima de lo que interrumpe andar sosegados. Deseamos vivir auténticamente, sin falsas ilusiones ni mentiras ni hipocresías. Deseamos ser felices. Está claro que jamás alcanzaremos plenamente esas aspiraciones, pero eso no impide que nos aproximemos…
25. Kant decía que la filosofía es un esfuerzo constante por alcanzar la sabiduría. Se trata de pensar mejor para vivir mejor. Si la filosofía es ese trabajo, la sabiduría es ese reposo.
26. Por eso la filosofía es útil en el estudio escolar y universitario. Si se estudia mercadeo, biología, contabilidad, física, criminología, computadoras, solfeo o percusión ¿por qué no estudiar filosofía ni filosofar? Está claro hay que ganarse la vida, pero eso no dispensa de vivirla sabiamente. ¿Y cómo vivir la vida de inteligentemente sin tiempo para reflexionar sobre ella, sin preguntarse por ella, sin razonar de la forma más radical el sentido de vivir? Sócrates afirmaba que una vida no pensada no vale la pena vivirla. Nunca es demasiado tarde ni demasiado pronto para filosofar, decía Epicuro, pues nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para ser feliz.
27. Desde Sócrates y Platón entendemos la filosofía como sabiduría, como un pensar sobre la conducta humana orientada a resolver algunos problemas fundamentales: cómo llevar las riendas de la propia conducta superando nuestra constitutiva animalidad; cómo integrar los intereses individuales en un proyecto común que haga posible la convivencia social en justicia, paz, solidaridad; cómo enfrentar los sufrimientos inevitables -como son las enfermedad, la fragilidad del amor, los sentimientos heridos, los errores cometidos, la vejez solitaria, las incapacidades, las injusticias, la muerte- con equilibrio sereno; cómo ser feliz, en definitiva. Una felicidad que estoicos y epicúreos concebirán más tarde como tranquilidad de espíritu, y que dará origen a la célebre expresión de tomarse las cosas con filosofía de Séneca en sus Epístolas a Lucilio. Séneca y Epicuro nos dicen que la sabiduría nos libra de las pasiones desenfrenadas, de los temores y ansiedades irracionales, nos da serenidad de ánimo ante las situaciones que no controlamos -¡tantas y tan diversas!-.
28. Desde otro ángulo, la filosofía es un saber último y universal acerca de la realidad que es y la realidad que puede ser, lo dado y lo posible. Un saber que no se queda en lo físico y busca esa cara oculta de lo real que no se “ve” con los sentidos, pero que la razón capta como radicalmente importante -importante en las raíces de las cosas-. Por ejemplo:
- Cuando la Revolución Francesa proclama el triple ideal libertad, igualdad y fraternidad, está defendiendo tres grandes valores que nadie se  atrevería a identificar como realidad científica, verdad en los hechos demostrados, pero que la mayoría de los seres humanos con racionalidad y buen juicio reconocerán como ejes fundamentales del existir humano.
- El psiquiatra austríaco Viktor Frankl dedujo de toda su experiencia carcelaria que la causa de los campos de concentración alemanes no fueron los ministerios nazi de Berlín, sino la filosofía nihilista del siglo 19, que despoja al humano de su naturaleza del ser; le ve como producto de la historia cambiante, un simple animal primo del mono. Si al mono se le enjaula en zoológico, al hombre se le encarcela en un campo de exterminio. Si hacemos jabones con grasa animal ¿por qué no hacerlo con grasa humana?
- Entre una época histórica que admite la esclavitud y otra que no la admite, la diferencia está originada por una antropología filosófica. La igualdad radical ontológica del humano no es precisamente una idea científica, ni tampoco la dignidad se descubre en laboratorio. El genocidio y el racismo no son moralmente indignos por deducción lógica silogística. Si no somos iguales y nadie nos ha concedido derechos inviolables, la ley natural imperante ha de ser de la selva, de Hobbes.
29. La vida humana se asienta en ideas filosóficas: la ontología del ser, la epistemología del conocimiento, la axiología de valores y bienes. Se asienta en la sabiduría.


Pedro Subirats Camaraza

Aproximarse a la filosofía 2

Aproximarse a la Filosofía 2

13. Precisamente porque el ser humano vive inmerso en una realidad repleta de incógnitas o preguntas que asombran ante la magnitud y la complejidad de la realidad, es que se ve impelido a interpretar su situación. Esta interpretación puede ser mitológica, religiosa, científica o filosófica: grandes formas del conocimiento que, al ver la realidad enigmática, buscan su comprensión por medio de formas mentales que intentan dar una explicación, consolación o seguridad en el arduo quehacer de vivir.
14. Llamamos “mito” al relato fantástico de sucesos que se refieren a un pasado o a un futuro remoto e impreciso: el origen del cosmos, el origen del hombre y de los dioses, el destino humano después de la muerte, las fuerzas de la naturaleza, etc. En Grecia, a través de las complejas relaciones entre dioses, hombres y fuerzas del destino y de la naturaleza, el mito ofrecía respuestas globales sobre la condición humana y el cosmos en su conjunto. La mentalidad mitológica personifica las fuerzas naturales (tormentas, vientos, fuego, terremotos, ciclos atmosféricos, etc.) en divinidades cuya presencia y poder se deja sentir constantemente en el curso de los acontecimientos: Zeus lanza rayos y truenos desde las alturas del Olimpo, el tridente de Poseidón provoca las tempestades marinas, el sol es transportado por el dorado carro de Apolo. Además, la vida de los hombres, la suerte de las ciudades, las guerras y las paces, la realidad natural y humana, están estrechamente vinculadas a los dioses. Y, puesto que la voluntad de los dioses es libre y caprichosa, los fenómenos naturales y también la historia de cada persona y de las sociedades humanas son en gran medida impredecibles, a merced de poderes que no controlamos.
15. La relación entre los humanos y lo sagrado, entre lo natural y lo sobrenatural, es también la cuestión central de las religiones. Pero mitología y religión difieren en las fuentes en virtud de las cuales se adhiere una creencia. ¿Por qué creer en tal deidad o Divinidad? La explicación última radica en que la religión -las monoteístas- explica lo mismo que la mitología pero difiere en que la explicación es revelada. Es mayúscula “d” Dios, mientras que dioses mitológicos con minúscula. Las tres grandes religiones monoteístas parten de una revelación divina que consideran verdadera. Judíos, musulmanes y cristianos otorgan su fe al Dios que habla en textos sagrados. La fe es una forma de conocer, de testimonios y de tradiciones que no se apoyan en evidencias ni razonamientos lógicos, aunque no los descartan del todo. Las religiones orientales pertenecen a otra mentalidad que fusiona la filosofía y la religión como modos inseparables. Pero estos temas no son parte del curso.
16. Es claro que las mentalidades míticas y religiosas son incompatibles con la científica, pues la ciencia se constituye sobre el hallazgo de leyes naturales constantes, de regularidades que rigen el dinamismo universal, del que se hacen experimentos, pruebas y métodos que se replican en protocolos por quienes conocen la materia bajo investigación, con criterios para verificar la falsedad o veracidad de un enunciado. El conocimiento científico nace de la experiencia y es racional, pues, ya dijimos, se refiere a un mundo cuyas regularidades quiere explicar y predecir mediante un método. Método, del griego méthodos, el camino inteligente, por metódico, que recorre la ciencia entre hipótesis y comprobaciones, hasta lograr leyes y teorías que pueden demostrarse y darse a conocer públicamente, y que expresan conocimientos ciertos. La seña distintiva de la ciencia es la racionalidad, el poder explicativo de la razón. Veamos en qué consiste la explicación racional.
17. El paso del mito al logos, como tradicionalmente ha sido denominado el tránsito del mito a la razón, es el inmenso mérito histórico de los filósofos griegos. Ellos son los primeros en sustituir el azar por la necesidad, intuyendo que las cosas suceden cuando y como tienen que suceder: una sencilla intuición que está en los cimientos de toda la cultura occidental. Esta idea de necesidad tiene su origen en la misma permanencia y constancia observada en fenómenos naturales: el agua siempre se solidifica y deshiela a temperaturas determinadas, siendo el agua en ambos casos; a través de los cambios que convierten al infante en joven, en adulto y en anciano, permanece el mismo ser humano; asimismo, diferentes seres humanos de diferentes razas, etnias y culturas son igualmente humanos. Ese ser que permanece constante a través de los diversos cambios fue denominado por los griegos esencia (eidos). La esencia es, por tanto, el fundamento de la unidad de las cosas frente a la multiplicidad de individuos, de estados y de apariencias.
18. Para conocer la esencia, el pensamiento debe llegar, a través de las cualidades sensibles de un ser -lo percibido por los sentidos-, a lo que tiene de común con los demás seres de su especie. Por ejemplo, para los sentidos una balanza romana, inmensa en tamaño, comparada con una balanza electrónica microscópica, no tienen nada en común. Sólo la mente aprecia que, en esencia, al margen de sus diferencias de tamaño y forma, son objetos iguales por realizar la misma función: ambas son igual-mente balanzas. Conocer las esencias será, desde los griegos, conocer lo que verdaderamente son las cosas, lo que hay en ellas de constitutivo y permanente bajo la mutabilidad de las apariencias. Y ya hemos dicho que es la razón quien descubre lo esencial, lo común, lo permanente, más allá del carácter plural, cambiante y aparente captado por los sentidos.
19. El descubrimiento de lo permanente y lo común, en la filosofía griega, en particular Aristóteles, permite clasificar los seres del universo en varios grupos: minerales, vegetales, animales, humanos. En ese proceso de profundización y simplificación, los filósofos presocráticos llegan a la osadía, intuición o genialidad, de suponer que toda la realidad se reduce, en último término, a uno o pocos elementos. Nacidos casi todos en las colonias griegas del Asia Menor, Jonia, en el siglo VI a.C., la reflexión de los jonios se concentró en la determinación de los componentes básicos de la materia. Esta línea de investigación ha sido uno de los principales, y el primario, motores de la ciencia a través de los siglos hasta nuestros días, en el entendimiento del orden natural. La física, la astronomía, la química, la matemática, la biología, la geología, la climatología, y tantas más, son deudoras de un puñado de filósofos de esa antigüedad, con el único instrumento a su acceso: la razón.
20. Piensan los presocráticos que el principio radical, arjé, que permanece inmutable a través de todos los cambios puede ser el agua (Tales), el aire (Anaxímenes), el fuego (Heráclito), la tierra (Jenófanes), los cuatro elementos a la vez (Empédocles), los átomos (Demócrito), las semillas (Anaxágoras). Estas explicaciones pueden parecer demasiado simplistas, pero no lo son, porque además del aspecto material de esos elementos, ellos también se referían a los aspectos formales-simbólicos. El fuego material quema, el fuego de la mente transmuta, etcétera con los demás elementos. Los griegos dieron el paso de avance hacia el reconocimiento de una unidad básica de composición en todas las cosas. Junto a la idea de unidad encontramos la de estructura. Anaximandro fue el primero en hablar de un cosmos ordenado en ley, el primero en vislumbrar la gran interdependencia de todo el mundo visible e invisible, desde las profundidades de la tierra a las estrellas. Él aplica por primera vez la palabra cosmos a todo el universo, y lo reconoce como un enorme sistema regido por ley poderosa. De él proviene la fuente de la física moderna.
21. Otros pueblos orientales (China, India) alcanzaron un elevado nivel de civilización antes que los griegos, con sofisticadas cosmologías de no-dualidad, quizá más sugerentes que los presocráticos, pero sólo las categorías mentales de la filosofía griega ha hecho posible la ciencia, y en cierto sentido, la ha engendrado. Admitir esto significa reconocer en los helenos una aportación excepcional la historia de la cultura y del pensamiento universal .
22. Nos acercamos ahora a la filosofía en su fase de inicial denominada: sabiduría.




Aproximarse a la filosofía 1

Aproximarse a la Filosofía 1

1. ¿Has viajado a un país que comen alimentos distintos a tus costumbres? Yo visité un país de gente muy amable que me ofrecieron uno de sus platos favoritos: un insecto  gourmet. Accedí disimulando mi espanto pero mis tripas no soportaron. Yo sabía iba enfermarme y terminé en un hospital de gente hospitalaria. ¿Cómo sabía si nunca había probado la criatura? En todas las culturas se mantienen creencias y conocimientos que permiten actividades sociales y cotidianas, tales como cazar, producir, intercambiar, preparar y consumir alimento. ¿Por qué son las creencias y los conocimientos?, ¿cuándo podemos decir que sabemos algo y por qué? ¿Cuándo hacer o no hacer algo, por qué?
2. En este ensayo invitamos a incursionar en la filosofía, con asuntos y preguntas, que aunque sean sobre temas tan triviales como comer, nos llevan de inmediato a problemas de gran profundidad, como es el conocimiento y la verdad, o lo correcto o incorrecto en el terreno de las costumbres, o el bien y el mal en el campo de la moral, lo justo y lo injusto en política, y otros. Invitamos a un acercamiento a la filosofía, y a darse cuenta que, quizá más seguido de lo que ha creído, en realidad ha pensado asuntos y problemas filosóficos y ha practicado la ardua reflexión filosófica. Así, pues, empecemos por lo obvio.
3. ¿Cómo es posible que los seres humanos vivan en sociedad, sobrevivan, se relacionen entre sí, y mantengan relaciones amorosas y amistosas, así como relaciones de enemistad y de odio? ¿Cómo es posible que existan, subsistan y desarrollen sociedades humanas con sus instituciones, estructuras y con los tipos de acciones que realizan las personas? ¿Cómo y por qué actúan los seres humanos? ¿Cómo y por qué pueden relacionarse de una manera exitosa con su medio ambiente? ¿Cómo y por qué las sociedades son tan distintas en sus hábitos de vestir, comer, jugar, rezar, hablar, escribir, nacer y morir? ¿Cómo y por qué cambian las sociedades? ¿Por qué unas culturas se relacionan con otras, se mezclan, intercambian bienes con normalidad, o al contrario, buscan controlar, dominar, saquear y hasta violencia para que desaparezca? Una breve reflexión sobre estas preguntas lleva a la idea de que las acciones de los seres humanos son posibles en virtud de que todos ellos, sin excepción, mantienen creencias, suponen valores, y actúan conforme a normas y reglas que orientan esas acciones.
4. Al enfrentar situaciones de vida cotidiana, los seres humanos actúan conforme a multitud de creencias que han adquirido en el proceso de crecimiento y de socialización dentro de su medio ambiente y su entorno social. Así, se ponen en juego muchas creencias, desde las acciones más sencillas que realizan los individuos, pero que son fundamentales para la preservación de sus vidas, como las de alimentarse. En efecto, las acciones de alimentarse suponen creencias, tales como que ciertos productos son ciertamente alimenticios, es decir, que el organismo humano puede ingerirlos con provecho para la manutención de sus funciones vitales y que no son venenosos, por ejemplo, el insecto nutritivo para unos e indigesto a mí. Por lo general todas las culturas han desarrollado formas características de preparar los alimentos, con base a los productos naturales o cultivados a su alcance. Esto supone conocimientos de las virtudes alimenticias de muchos productos y formas de prepararlos, que se condensan en recetas o conjunto de reglas. La mayoría de las acciones sociales para sobrevivir y sostener una cultura, desde comer a curar enfermos a construir viviendas a fabricar utensilios del diario vivir a inventar tecnologías a crear instituciones para educar la cultura a jóvenes generaciones, suponen creencias, conocimientos, reglas.
5. Las acciones que los seres humanos realizan normalmente para alimentar, curar, fabricar, inventar, educar, suponen que al menos algunos, los que cocinan, fabrican, alimentan o educan, tienen un conocimiento de lo que hacen, y este conocimiento, supone creencias y reglas para hacerlo bien, es decir, un conocimiento que demuestre eficacia y, por ello, un conocimiento que se considera válido, es fiable. Por lo general se mantienen muchas creencias que no son puestas en duda, sino por el contrario, se consideran verdaderas, sin mayor dificultad, y cuya justificación no siempre es clara. Estas creencias, consideradas verdaderas, suelen tomarse como conocimientos. De un buen cocinero decimos que sabe cómo cocinar, porque sabe qué cocinar, qué productos  pueden comer los seres humanos y cómo prepararlos. De un buen médico o albañil o ingeniero o maestro, en condiciones normales, se ponen en juego las creencias presupuestas y se aplican en la práctica sin ninguna preocupación.
6. La reflexión que hemos iniciado revela que nuestras acciones cotidianas, prácticamente todo lo que hacemos todos los días, son posibles en virtud de una serie de presupuestos de esas acciones. Que son necesarios para que esas acciones se realicen eficazmente. Y ni siquiera somos conscientes de que las acciones existen como presupuestos, como es el caso de las creencias, los conocimientos y las reglas que hemos visto que se presuponen en las acciones que realizamos para cocinar, curar, fabricar, educar, todos los días. ¿Dónde “están” esos conocimientos… en qué parte del ser humano, cómo es posible tener acceso inmediato a esas creencias, conocimientos, reglas, cómo y por qué se pudieran cambiar?
7. Nuestra reflexión revela todavía más cosas, no sólo la existencia de conocimientos, creencias y reglas, sino que existe una importante diferencia entre las meras creencias, de las cuales no sabemos si son o no ciertas, por ejemplo, cuando en el campo decimos, creo que esta yerba es venenosa, yo lo sé. ¿Cuál es entonces la diferencia entre creer -sin estar cierto- y saber, es decir, cuando pretendemos que lo que creemos es cierto?
8. Ya sugerimos que la diferencia es que cuando creemos estar en lo cierto, suponemos que la creencia en cuestión es verdadera. Pero ¿qué quiere decir que una creencia sea verdadera, y cuándo nosotros podemos decir que sabemos es verdadera? Muchas veces decimos que sabemos algo porque nos lo dice o demuestra alguien a quien concedemos autoridad en la materia, por ejemplo, el cocinero o el médico, a quienes creemos porque cocina un alimento que digerimos bien o introduce al varón un dedo para revelarnos que la próstata está bien. Les creemos  es verdad al verificar resultados en el plazo del tiempo, al comer y orinar bien. También leemos libros del asunto o aprendido en la tradición oral. En otros terrenos, sin embargo, la cuestión es más compleja, por ejemplo, en el terreno de la ciencia o religión ¿por qué creemos que algo es verdadero en esos campos?
9. En general podemos alegar diferentes justificaciones para nuestras pretensiones de que sabemos algo. Por la ya mencionada autoridad de quien no los enseñó o mostró, o un cúmulo de experiencias pasadas, propias y ajenas. Pero en todo caso siempre tenemos que recurrir a un proceso de justificación para sostener nuestra creencia en la verdad de algo. Ese proceso de justificación para que creamos que algo es verdadero ¿por qué nos parece confiable, por qué nos parece un buen proceso o método de justificación de nuestras creencias? Más aún ¿qué quiere decir que una creencia sea verdadera?
10. Vemos, pues, que partiendo de una breve e inocente reflexión acerca de lo que suponen nuestras acciones cotidianas, tan sólo por preguntarnos qué hay detrás de lo que hacemos cada día y qué hace posible realizar esas acciones, y que los seres humanos mantengan las relaciones que mantienen -confianza, autoridad, duda-, llegamos a toparnos con ciertos problemas, ante los cuales nuestra primera reacción quizá sea de asombro: ¿qué diferencia hay entre creer y saber?, ¿qué significa que una creencia sea verdadera?, ¿qué es un procedimiento de justificación de las creencias? Además de creencias, ¿qué otros elementos suponen las acciones y los complejos de acciones que se dan en las sociedades y las culturas humanas? Y hay más preguntas que podemos plantear, ¿qué ocurre cuando calificamos como buena o mala la acción de una persona o un grupo humano?, ¿por qué es malo matar a las personas?, ¿por qué es bueno ayudar a nuestros semejantes?, ¿qué justificación podemos encontrar para nuestras normas morales, por ejemplo, la que prohíbe matar? En el campo de la política, ¿por qué adherirnos al programa de un partido político?, ¿cómo podemos justificar un programa de acción de un grupo político?, ¿qué significa realmente que un sistema político sea democrático?, ¿por qué la democracia es mejor como sistema político que la dictadura?, ¿democracia y capitalismo se necesitan?
11. Al acercarnos a la filosofía invitamos a incursionar en este tipo de preguntas y reflexiones sobre algunos asuntos y problemas que son de importancia en la actualidad. Por ejemplo:
- La vida y la muerte, biológicamente y culturalmente consideradas
- El sentido de la vida, por qué vivir, el sufrimiento, la felicidad
- Qué es la realidad, el mundo físico, el universo, lo sobrenatural
- Qué es la mente, pensamiento, consciencia, lenguaje, cordura y locura, cerebro
- La identidad humana, el yo, qué o quiénes somos, dimensiones del ser
- El conocimiento, percepción y experiencia, lógica y razonamiento, ciencia, verdad
- La fe, dios, lo sagrado y lo profano, fe y razón, la otra vida, ateísmo, la maldad
- Normas y valores, ética y estética, altruismo y egoísmo, intereses, amor, amistad
- Política y sociedad, autoridad, democracia, libertad, derechos, justicia, igualdad
- La guerra, violencia, terrorismo, maldad, odio, depredación
- Ecología, cuido del planeta y los recursos naturales
- Bioética, principios, naturaleza y cultura, polémicas
- La ciencia, métodos, principios, cambios conceptuales
- Las tecnologías, problemas ontológicos, epistemológicos y éticos
- La educación, fines, valores, métodos, sistemas
- El trabajo, valoración, justicia, dimensión subjetiva y objetiva, técnicas
- Cosmologías, visiones de mundo, ideologías
12. Estos y otros asuntos se surgen cuando los seres humanos se percatan que la realidad en que viven es enigmática e insuficiente, y hay que hacer algo: conocerla, situarse en ella. ¿Cómo? Desde el asombro, la interrogación, el sentido crítico, que hace pensar qué hacer con la realidad que se vive, y más, que se podría vivir.

Pedro Subirats Camaraza

The Elephant in the room

The Elephant in the Room

En los siglos XVIII y XIX en Europa y América se va moldeando un sistema escolar calcado a semejanza de hospitales, cárceles y fábricas del comienzo de la era industrial. La naturaleza humana defectuosa y patológica necesita ser curada de sus males del pecado, la ignorancia y las rebeldías, por tanto, hay que encerrarla desde temprana edad en espacios clausurados para transmitir en serie uniforme los haberes de la cultura. Hospital, cárcel, fábrica: los modelos a imitar. En el siglo XX se consolida la escuela masificada, pasteurizada. En el siglo XXI la fisonomía social, política, científica, filosófica, ha cambiado. Sabemos más y mejor del ser humano. Pero la plataforma escolar del siglo 18 permanece inalterada en concepto, estructura y funcionamiento. ¿En qué? En la ideología del chip algorítmico que programa las instrucciones al sistema escolar: todos los alumnos son iguales en genética, cuerpo, psiquismo, necesidad, talento, talante, tono, vocación, contexto, karma, ritmo. Por ser idénticos o iguales deben estudiar y aprender:

- el mismo currículo
- a la misma hora
- en el mismo salón
- con la misma actividad
- teniendo la  misma experiencia subjetiva
- con el mismo método de instrucción
- aprendiendo de la misma manera
- con los mismos docentes
- evaluados con la misma vara de medición
- durante los mismos períodos de tiempo anual
- etcétera.

Pero Ana, José, María, Luis, tienen diferente tonalidad existencial, es decir, son humanos.  
   
The Elephant in the Room es una expresión literaria sobre un problema que todos conocen pero nadie lo admite abiertamente, ni se hace nada para resolverlo. Es obvio, está a la vista, el elefante, el problema. En una mesa están los comensales intentando comer en un salón. El elefante está en el mismo salón con su trompa tropezando. Es irrefutable ese dato. Pero nadie dice  “mira ese elefante en la habitación, vamos a sacarlo, qué mucho jode”.

Cualquier parecido con el sistema escolar no es coincidencia.







Pedro Subirats Camaraza
 

Espacios de baja densidad pedagógica

Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación

Fundamentos Filosóficos de la Educación (EDFU 4019)
Profesor: Pedro I. Subirats Camaraza

Espacios de baja densidad pedagógica

¿Es posible pensar en espacios de baja densidad pedagógica en los que la trama del poder formativo se afloje y se manifieste auténticamente, y que al mismo tiempo sean también el lugar donde se retome el poder desde abajo, es decir, de autoeducación de los sujetos? Es evidente el enlace entre lo político y lo pedagógico  y cómo la crisis del paradigma político moderno en los sistemas democráticos y socialistas se presta a interpretar también la crisis de las instituciones educativas tradicionales.

Tanto el espacio político como el pedagógico de la soberanía se construían destacando del continuum de la naturaleza áreas exclusivas, instituidas y construidas formalmente con el objetivo de la formación y la transmisión. El límite, los filtros, creaban aquella posible separación interno/externo que hacia posible el monopolio de la fuerza en lo político, y del saber, en el campo educativo. El orden interno se generaba y se mantenía a partir del desplazamiento hacia el exterior de los conflictos, del ser otro, del desorden, del diferente. Pero hoy, cuando ese límite vacila y el cuerpo del Leviatán se revela increíblemente frágil, permeable a miles de cruces, transgresiones de límites, desafíos del origen territorial del poder de la fuerza y del poder del saber; hoy cuando el organismo político-pedagógico del Leviatán se desmorona desde su centro; hoy cuando caen los muros de lo pedagógico, como cayó el muro de Berlín -implosión de adentro y derribado desde afuera-; hoy cuando faltan los límites que instituían y garantizaban esa separación… debe abrirse una investigación y una práctica razonada, crítica y abierta acerca de nuevos espacios y tiempos pedagógicos.

Hacia espacios pedagógicos debilitados por la institucionalización tradicional, espacios inéditos por explorar, de baja densidad pedagógica, donde prevalezca una lógica horizontal respecto a la vertical, donde se construya un tejido de relaciones, de cuidado, de acogida, no islas en océano, sino organismos insertados dinámicamente en el ambiente, que aprendan de éste y que transformen lo que les circunda sin autoritarismos ni superioridades fatuas. Espacios abiertos a los intercambios y a los encuentros, que cultiven la sabiduría práctica como la capacidad de relación con los demás, con el mundo, capacidad de pensar y dialogar, de reflexionar las opciones y las decisiones en común, que es la base de toda ciudadanía consciente y responsable en el mundo.

Espacios públicos, como scholé , instituidos para sustraerse a la lógica mercantil de la ganancia, del trabajo, de las urgencias de sobrevivir. ¿Es posible que en estos espacios, como decía Montessori, la obra de educadores sea preferiblemente no actuar, un observar, ponerse a mirar atentamente, a vivir, y no a un continuo exhortar, mandar, regañar, exigir, castigar, enseñar, vetar, inducir, premiar, manipular…?

Tal vez todos esos condicionamientos que tanto gustan y afanan a educadores, los impulsos a la adaptación, a la persuasión, a querer modelar la voluntad ajena, son elementos de un mismo procedimiento inconsciente de carencias psíquicas, que me atrevería a llamar anti-educativos. Derivan todos de la insuprimible inclinación de los educadores a hacer algo. Mientras que quizá el núcleo central de una verdadera mentalidad y conducta educativa consiste en el concepto taoísta de “no hacer”, wu-wei.

Esta lógica del debilitamiento obliga a educadores a modificar profundamente su propio papel, a enfrentarse a su propia impotencia, incertidumbre e ignorancia no reconocida, a vivir la relación educativa como un reto abierto y creativo. Es precisamente la presencia de un no poder (y un no saber) en nuestro yo más profundo lo que salva al saber hacer del automatismo, de la esclerosis. Se trataría entonces de delinear una estrategia del paso hacia atrás, del descartar, de la deconstrucción hacia lo más “natural” y espontáneo del convivir, de la creatividad en las relaciones dentro de las cuales circula el poder, contra una pedagogía invasiva.

La educación libertaria, de la autogestión, es consciente del carácter contingente y falible; por eso no sólo parece, sino que conscientemente es, más débil que la educación autoritaria y manipuladora. Si debilidad significa que se enfrenta a la incertidumbre y a la complejidad del mundo y de las relaciones, es porque tal es la trama de la educación auténtica.

La educación libertaria, humanista, de carácter constitutivamente temporal y contextual, se dirige a las distintas dimensiones temporales y espaciales del ser humano; en un presente dilatado y hacia un futuro, que intrínsecamente es utópico.

En cuanto a la educación de la niñez, es educación en el presente, ya que los niños viven un presente sin tiempo. “La verdadera generosidad hacia el porvenir consiste en dar todo al presente” decía Camus.

Filosofía de la Educación: una concepción

Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación

EDFU 4019: Fundamentos Filosóficos de la Educación
Pedro I. Subirats Camaraza

Filosofía de la educación: una concepción

La educación es un hecho existente desde el inicio de la humanidad, desde que la naturaleza contó con la civilización (cultura, técnica, instituciones), aproximadamente dos millones de años. Tal hecho desde tiempos remotos ha constituido un permanente interrogante, susceptible de múltiples  interpretaciones. Desde que el animal llegó a ser humano, y por lo mismo animal racional, preguntó y se preguntó qué hacer para ser más humano. La respuesta no era más que la respuesta al concepto mismo de educación, porque educar es humanizar, hacerse íntegramente persona. Esta respuesta continúa siendo problemática, por cuanto hacerse persona, antes como ahora, conlleva siempre un conjunto de valores cuya selección, jerarquía y realización escapan a las predicciones hipotéticas, a exactitud matemática, verificación empírica o eficacia tecnológica. De aquí nuestra ignorancia tecno-científica ante la pluralidad de opciones antropológicas y modelos educativos. La herencia nos da el ser, pero no cómo hemos de ser, pues nacemos humanos, pero no humanizados; sociables, pero no socializados; morales, pero no moralizados. Aprendemos a ser humanos, sociales, morales... por medio de la educación. El nacimiento nos da las capacidades, la educación desarrolla las facultades y potencialidades que la herencia nos proporciona. Es tarea de toda educación: hacer que la persona que nace aprenda a ser humana entre los humanos, optando por unos u otros valores y modos de ser; pues cabe la posibilidad de optar por la barbarie o la cultura civilizada, gran dilema histórico. La importancia de este hecho, la educación, tan complejo como imprescindible, no heredado, sino adquirido, ha ocupado buena parte del pensamiento desde la antigüedad, por cuanto el aprendizaje humano comporta un conjunto de saberes y prácticas  cuyo conocimiento es imprescindible a todo educador, pues no educa sólo quien quiere, sino quien, además, sabe educar. La filosofía educativa esclarece lenguaje y presupuestos epistemológicos, antropológicos y axiológicos, condicionantes de toda acción educativa.

“Todos los hombres desean por naturaleza el saber”. Con estas palabras Aristóteles inicia su Metafísica manifestando, de este modo, la tendencia intrínseca de todo ser humano hacia la sabiduría. El deseo de saber fue una necesidad desde que el hombre es hombre -uso el vocablo sin intención de género-, un problema a solucionar, para conocer mejor nuestra enigmática condición y así guiarnos con sabiduría a lograr una vida más humana. De esta ansia de saber nació la pregunta. Por eso, el ser humano, eterno preguntón, siempre ha preguntado y se ha preguntado, es un ser que pregunta y se pregunta. Preguntar implica siempre un distanciamiento, alejarse en el espacio de las ataduras de la experiencia sensible a fin de poder introducir la perplejidad que motiva el juicio crítico. El hecho de preguntar es ya un saber, un saber ignorado, pero saber que, desde la ignorancia, demanda respuesta, aunque no siempre la pregunta haya logrado una respuesta eficaz. La eficacia en nada mengua su valor. De aquí que la pregunta y el problema sean momentos importantes para lograr la sabiduría, al margen de las respuestas y soluciones alcanzadas. La filosofía educativa se estudia no tanto por las respuestas -aunque éstas importan-, sino por el valor de las preguntas, que amplían la concepción de lo posible, enriquecen la imaginación y ponen atención a la tentación del dogmatismo y las ideologías que impiden el espíritu libre de investigar, conocer y saber la verdad.

El saber es siempre una curiosidad, un impulso que se concreta y multiplica en múltiples saberes: unos saberes se dirigen dinámicamente hacia el mundo material y sensible de la apariencia -doxa-, otros hacia la verdadera realidad -nous- unos son falibles, otros infalibles (Platón, La República); algunos son inmediatos y otros mediatos, unos teóricos y otros prácticos; miran el microscopio en el laboratorio o por el telescopio en el observatorio astronómico; buscan el universo físico o entran en el universo interno espiritual... fueron distintos modos de saber desde tiempos inmemoriales, para satisfacer unas u otras necesidades del ser humano. En todo saber existe un significante que señala una actividad mental, bien destinada hacia las cosas y artefactos culturales del mundo; o hacia las personas; o circunstancias; o estados mentales.

El conocimiento se encuentra más cercano a la ciencia, el pensar más unido a la filosofía. La razón ha jugado en todos ellos un papel fundamental, aunque no siempre con el mismo éxito. Los mitos fueron las respuestas iniciales del hombre en su deseo de saber. La razón en ellos tuvo un papel importante en la pregunta, aunque no acertada en la respuesta. Actualmente las ciencias naturales tienen un éxito diferente a la filosofía y humanidades, pero en todos los casos el ser humano siempre ha buscado la verdad, la correspondencia entre las creencias y los fenómenos, la concordancia entre el pensamiento y la realidad, lo que uno piensa es verdad y lo que en realidad es verdadero, no tanto en las cosas sino en el ser mismo.

La filosofía es un saber que no siempre se comprende por los estudiantes, y lo entiendo, cuando los temas y problemas se plantean alejados de la vida, y su lenguaje poco o nada es vehículo de curiosidad e interés que involucre existencialmente. Es una situación lo más opuesta al origen y al significante etimológico del vocablo filosofía, pues philo-sophía fue el “amor a la sabiduría” y como todo amor, comunicativo, erótico, apasionado, ingenioso, bello y necesitado. Así lo entendió Platón en el Banquete (201e-205a): “Cuando nació Afrodita (diosa de la belleza) los dioses celebraron un banquete [...]. Entre tanto Poros (el Ingenio) como estaba embriagado de néctar, penetró en el huerto de Zeus y en el sopor de la embriaguez se quedó dormido. Penia (la Pobreza), movida por su indigencia, tramando hacerse un hijo de Poros se acostó a su lado y concibió a Eros (el Amor). Este ser tiene así una naturaleza mixta; como hijo de la pobreza es siempre indigente y necesitado, mas como hijo del Ingenio es intrépido, diligente y fértil en recursos. Y por haber sido concebido al nacer Afrodita, es servidor de la Belleza [...]. Como la Sabiduría es una de las cosas más bellas y el Amor es deseo de lo bello, Eros (el Amor) es también filósofo. El amor a la sabiduría se encuentra, por eso, en el término medio entre la sabiduría y la ignorancia. Y esa es la naturaleza del que filosofa: la de ser intermedio, pues está entre los dioses, que poseen la sabiduría, y las bestias ignorantes”.


La filosofía fue así, en sus orígenes, el amor a la sabiduría, pasión y hambre permanente de saber. Un saber que, al igual que el amor, es sabroso, agradable y gratificante. Este deseo de saber conduce, a la pregunta “al modo filosófico”: interrogarse por el fundamento, el ser y el sentido -arjé, eidos-, sin que siempre encontremos adecuada respuesta, ya que la verdad se vislumbra, pero jamás se posee. La tarea del filósofo es preguntar, estar siempre en camino, búsqueda siempre inacabada de la verdad, pues el verdadero filósofo, como advirtió Platón, es el que gusta de contemplar la verdad. Tal “contemplación”, sin embargo, no es sinónimo de “posesión”, pues todo filosofar es “carencia” y quien alcanza la verdad deja de desearla y, por lo mismo, de filosofar. Un deseo de conocer el fundamento, frente a las apariencias, porque atiende a lo radical, a los principios, al fundamento que posibilita el ser de los entes, lo “trascendental”. Y como el amor, la sabiduría surgió y se desarrolló dando respuestas a situaciones concretas y vitales de la existencia, para hacer esta más humana y feliz. Urge, pues, una filosofía de carne y hueso, de concepciones nuevas sobre realidades cotidianas y urgentes, una filosofía afilada, problemática e interrogativa, “in-útil” para el tecnólogo, pero abierta y atenta a los problemas económicos, políticos y sociales del momento. Un saber que bien puede definirse con las siguientes palabras-claves: interrogativo, inquieto, clarificador de hechos y lenguajes, crítico y reflexivo, que sabe más allá del conocimiento sensible.

Es importante entender este espacio compartido entre filosofía y educación que origina la filosofía de la educación. Este espacio epistemológico compartido lo confirma la historia. La simple relación entre Historia de la Filosofía e Historia de la Educación manifiesta un gran número de autores y temas comunes a ambos campos. Ello pone de manifiesto, ya desde el inicio, que quienes se ocuparon de la Filosofía lo hicieron también de la Educación: desde Platón en la antigüedad a Dewey en nuestro tiempo.

El malentendido de la filosofía, contrario a la riqueza que aporta al pensar y vivir, debe corregirse en el interior mismo de docentes y escritores de filosofía. Por lo general existe la impresión de que filosofar se identifica con aburrimiento, incomprensión, “in-utilidad”. Y si es así, no necesariamente ha de serlo, ni lo fue en sus orígenes, pues la filosofía que no surja del contacto con la realidad cotidiana, sino al margen de ella, no es una filosofía de la vida, no una filosofía del ser humano que quiere, siente y desea, y por tanto, no una filosofía de la educación. Para recuperar el sentido vital, en buena parte hoy perdido, hemos de recordar los orígenes, el nacimiento mismo de la filosofía y así restaurar la situación de vitalidad originaria, pues la filosofía no nació en el retiro, sino en Mileto, el mercado antiguo en el que los pueblos del Mediterráneo intercambiaban sus mercancías, y los más antiguos pensadores no fueron ascetas alejados del mundo, sino hombres curiosos, abiertos al mundo y a sus problemas.

La filosofía, y aún menos filosofía educativa, no se alejan del mundo de la vida. El nacimiento del pensar filosófico y el origen del interés pedagógico van prácticamente unidos. Resulta, pues, desde el principio, imposible separar filosofía y educación. Ello parece lógico, dado que el complejo mundo de la educación no se realiza de modo espontáneo, como sucede en cualquier proceso biológico o natural, sino que necesita de una visión filosófica que proporcione al proceso educativo una determinada visión del ser humano, entre las múltiples posibles.

Sin filosofía de la educación queda sin respuesta, al menos de modo explícito, cuanto afecta a la reflexión, a la crítica, al fundamento, a los fines y valores... Interrogantes tales como: ¿Qué elegir? ¿Es posible educar sin referente antropológico, sociopolítico, cultural? ¿Se debe imponer al educando una opción contra su voluntad? ¿Deben los políticos imponer su modelo ideológico porque gozan de mayoría? ¿Cómo debe ser ejercida la autoridad del maestro? ¿Es posible neutralidad en educación? ¿Son indiferentes los medios? De aquí que muchos silencios a esos y otros interrogantes, quizá convengan a ciertos políticos o burócratas que quieren ver en la educación intereses particulares, pero no a educadores. Educar, además de ser un problema tecnológico, es un problema filosófico. La insuficiencia científica abre el camino necesariamente al mundo de la reflexión, de la clarificación y de la crítica, esto es, al ámbito de fines y valores, al ámbito de la filosofía educativa.

La filosofía educativa no es dogmática, pero tampoco indiferente. En ella se debaten problemas del conocimiento, del bien, de la verdad, siempre condicionados por la idea que tengamos del ser humano y su mundo. El mito de la caverna ilustra el enlace inseparable entre filosofía y educación. El filósofo anda a la búsqueda del fundamento, del ser, que aunque presente, se oculta frecuentemente tras las sombras, y el educador, al igual que el filósofo, recorre el camino a la contemplación de la verdad, mirar al sol cara a cara. Por eso, el filósofo es necesariamente educador, auténtico educador, sin ánimo de adoctrinamiento. Ansiosamente busca la verdad allá donde se encuentre, por encima de las apariencias, fraudes y engaños. Así, filosofar la educación es preguntar, re-flexionar, criticar, desenmascarar, crear problemas ahí donde había complacencia. El filósofo y el educador, porque no se creen en posesión de la verdad, constantemente la buscan, siempre en camino, en permanente horizonte abierto.  Concebir la educación al margen de la filosofía es un error, ya que sería un saber desorientado, carente de pluralidad, “irreflexivo” y “des-erotizado”. Y ello ya deja de ser filosofía y educación, pues la filosofía y la educación nacen de la diversidad, del “eros” como ya describió Platón en el Banquete.


Para nosotros la filosofía de la educación se ocupa de pensar las razones para educar desde la reflexión de los fundamentos y supuestos:
- antropológicos (ser humano)
- teleológicos (fines de la vida)
- epistemológicos (conocimiento, verdad)
- axiológicos (valores del bien y la belleza)

Ninguna ciencia ni tecnología es capaz de preguntar los interrogantes críticos de la filosofía.

La filosofía de la educación es un saber racional y crítico de las condiciones de educabilidad del ser humano; es un pensar la alétheia, lo auténtico, lo verdadero; un pensar la pregunta, y posibles respuestas, a ¿qué humano, qué educación, qué mundo, por qué?

Instrucción, Enseñanza, Educación: etimologías. sentidos y prácticas distintas

Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación

Fundamentos Filosóficos de la Educación: EDFU 4019
Profesor: Pedro I. Subirats Camaraza

Instrucción, Enseñanza, Educación: etimologías, sentidos y prácticas distintas

Vocablos que se usan habitualmente como sinónimos. No lo son. Tienen un horizonte semántico diferente; no es una trivialidad conceptual de sólo interés a lexicógrafos. Las diferencias son sustantivas en pensar cada concepto en sus implicaciones educativas, teóricas y prácticas Si nos remontamos al origen, encontramos claves para comprender sus significados en las raíces etimológicas, pues lenguaje y pensamiento se condicionan. Es posible “enseñar” sin educar, es decir, enseñanza que denigra la dignidad humana; también es posible enseñar para educar lo noble y virtuoso en la humanidad; es posible también instruir sin educar e instruir educando. Buceemos, pues, las etimologías que revelan origen de palabras, y el pensar que las crea.

Instrucción procede del latín instructio, tener acopio de conocimiento, pero en su acepción más lejana viene de instruere, que significa “colocar o ensamblar una estructura”. En la base de este término está la raíz ster cuya significación es “extender, apilar, amontonar”. De ahí surge struo del que deriva el término structura “estructura, construcción, fábrica, industria”. Al decir instrucción, en su origen, decimos que para realizar o hacer algo, es preciso recibir la instrucción que proporciona los conocimientos y habilidades para realizar esa determinada tarea con éxito. Se puede instruir en modos efectivos y exitosos sobre robar, asesinar, mentir, hacer actos terroristas; o también rezar, curar leprosos, albergar niños abandonados, atender ancianos moribundos. Instrucción es un acto neutral, no contiene en sí una valoración positiva ni negativa, simplemente es una acción cuyo valor axiológico depende de las intenciones, los procesos y los resultados.

Enseñanza viene de in signare literalmente “colocar un signo”, “colocar un ejemplo”. La base de este término es la raíz indoeuropea sekw cuyo significado es “seguir, mostrar, hacer ver”. Se trata por tanto de señalar hacia, de brindar orientación sobre un camino a seguir. Es una tarea de dar ejemplos, señales e indicaciones de qué hacer y cómo hacerlo, de facilitar la comprensión de algo. Pero no existe una relación causa-efecto entre enseñar y aprender, no hay vínculo lógico en que necesariamente enseñar causa aprendizaje. Se puede enseñar sin que el otro aprenda lo enseñado, y viceversa, aprender a pesar de una enseñanza torpe o deficiente. El vocablo insignare, dejar señales o imprimir marcas, indica la representación de las informaciones y conocimientos in signo sensibili, es decir, un sistema de signos sensibles  (conocimientos, valores, habilidades) a ser enseñados, por ejemplo, enseñar a pelear en guerra, a torturar cristianos, a cocinar, a construir puentes, infinidad de enseñanzas que, como instruir, su valor depende del contenido y propósito a que se dirija. Instruir y enseñar, reiteramos, son actos neutrales.

Por el contrario, la educación es un concepto de contenido ético sobre el bien. Si decimos “educar para maleducar” es un sinsentido, una contradicción lógica. En la década del ’70 visité una escuela en México, invitado por una investigadora antropóloga. Era un colegio muy eficaz en métodos de instruir, con un currículo específico en los resultados a lograr, la enseñanza orientada a competencias para lograr los resultados deseados, el ambiente era amigable, buena limpieza y orden en los salones, tasa alta de éxito en graduar, etc. La directora escolar y yo tuvimos una conversación profesional y cordial sobre nuestras diferencias filosóficas. Para ella, las estudiantes se educaban bien en su escuela, yo sin embargo, sin dudar de su éxito curricular en instruir y enseñar, argumenté con prudencia que no pensaba era “educativa” una escuela destinada para instruir futuras prostitutas.  

El término ‘educar’ proviene de dos raíces latinas, educare con el sentido de criar, nutrir, cultivar, alimentar, no sólo niños sino animales también; ; y educere con el sentido de hacer salir, sacar afuera, desarrollar. En el primer sentido educare la educación se refiere a los aspectos exteriores de intervención de la sociedad en la persona. El segundo sentido hace referencia a un proceso interior de la persona. Educación, por tanto, es un concepto polisémico con esa doble significación: lo que se hace al ser humano desde lo exterior en la familia, tribu, comunidad, vecindario, cultura, sociedad, para socializarle en los valores y costumbres; y lo que la propia persona hace desde su interior en sacar afuera, desarrollar su potencial inherente (vocación, talentos, disposiciones). Toda educación se funda en los dos sentidos, pues nadie se educa solo, la educación es una práctica social, un educare; y a su vez, el condicionamiento externo reposa en la potencialidad y disponibilidad del que se educa, como condición de posibilidad de la educación, pues, en última instancia, depende de lo que uno realice internamente, lo que cada persona haga consigo, de educere.

Conceptuamos la educación a partir de ambos procesos, social y personal. La educación es la conjunción de factores sociales externos y de disposiciones internas de la persona, en promoción, estructuración y consolidación de las capacidades personales fundamentales para vivir la vida de un modo consciente, libre, responsable y solidario, en el mundo y con las demás personas, en el fluir del tiempo y las edades, en las relaciones interpersonales, y la vida social. La educación es ambas dimensiones: 1) interioridad personal en que uno se hace cargo de su vida, realizando su potencial en libertad, decisión y responsabilidad; 2) exterioridad social de ayudar, facilitar y encaminar a la persona en su trayecto de vida, en la cultura y el mundo que le toda vivir. Las acciones son propiamente “educativas” cuando se ayuda desde afuera a la génesis de lo mejor y más noble de la humanidad, y cuando la persona, desde su interior, actualiza su potencial de bien: a los demás, al mundo, a sí mismo. El término latino de esa concepción educativa es caritas, el vocablo griego es ágape, en español se llama: amor. ¿Qué cualidades emanan de ese proceso?