Para conocer los diferentes aspectos o áreas de la
organización y el funcionamiento de una institución educativa, por ejemplo, la
población estudiantil, el personal, las infraestructuras físicas, las áreas
verdes, el financiamiento, el presupuesto, la gerencia y administración, la
toma de decisiones, la reglamentación y las normas, la salubridad, la nutrición,
el currículo y la pedagogía, la biblioteca y demás recursos de estudio, las
tecnologías, las familias y su compromiso, la filosofía educativa, etc., ¿qué
vemos y qué hacemos para conocer?
En cada aspecto hay conocimientos y experiencias, con
profesionales y peritos que saben qué ver y métodos necesarios, con criterios
de calidad, listas de cotejo, instrumentos con escalas, medidas para evaluar el
estado de situación o las condiciones, tablas para informar data y estadística,
etc. No hay que ser demasiado sofisticado en ver baños, patio, salubridad
general y otros aspectos, para captar con inteligencia y sentido común las
condiciones. Pero ver la filosofía educativa, son otras palabras. Estamos en un
área a la vez invisible de ideas y valoraciones, y visible en la concreción de
las ideas y valores en experiencias concretas. Nos movemos simultáneamente en
teorías y prácticas, lo abstracto a lo concreto, del pensar al actuar,
viceversa. Ideas filosóficas en educación tienen implicaciones prácticas.
Prácticas en educación repercuten en la ideas.
La palabra “ver”, filosóficamente proviene de raíces
griegas con doble significado: visión sensorial y visión intelectual. Ver con
el cuerpo. Ver con la mente. Visión sensorial con corporalidad y sentidos,
sensibilidad orgánica. Visión intelectual con mente y pensamiento, visión intelectual de ideas, el lógos.
En educación[1] vemos lo tangible y lo
intangible, lo material y lo inmaterial, lo concreto y lo abstracto. Vemos
cosas tangibles que se cuentan y analizan con matemática, se evalúan con métricas
cuantitativas. Vemos ideas y conceptos intangibles, inmateriales, lo invisible
con lenguaje cualitativo, sin aritmética ni métrica.
Filosofar educación es acción del pensamiento en ideas,
conceptos, creencias, valoraciones acerca del ser humano en el mundo que es y
podría ser con educación posible por deseable.
Si queremos conocer la filosofía educativa de una escuela
o universidad lo que hacemos es ver qué piensa esa institución en su comprensión del humano, del mundo y de la
educación. ¿Cómo? De dos modos: conversar y leer. Arte de conversar es
difícil, complejo. No tratamos ese tema[2] aquí, pero importa anticiparlo
porque pensar es una acción con otros, aunque la hagamos solos. Filosofar
educación es conversación con la historia de las ideas -filosóficas, políticas,
psicológicas, educativas- y las personas que piensan con nosotros esas ideas. Arte
de leer pide disciplina, concentración atenta. Eso hacemos: conversar y leer
pensando las ideas, el lenguaje y las prácticas educativas.
Metafóricamente, la filosofía educativa es el ADN del
organismo educacional. Cromosomas son ideas del humano, el mundo, la educación.
La filosofía educativa de una institución es el lógos, la razón, la palabra, acerca de un bien que se denomina educación.
Del logos nace el logotipo, emblema
distintivo en latín o griego; si el logotipo lee “excelencia”, ¿qué es eso?
Ideas, lenguaje y prácticas educativas se filosofan por
largo tiempo, al menos, 2, 500 años. Temáticas centrales, entre otras:
El ser humano. El
humano educado. La vida buena.
Fines educativos. Mundo
ideal. Lenguaje.
Conocimiento. Currículo.
Pedagogía.
Todo se corresponde, todo se interconecta, cada parte
está en el todo. En apretada síntesis:
Educar supone una idea del humano. ¿Qué somos? ¿De dónde
venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué es ser un ser humano? Se supone la educación educa. ¿Qué
es ser educado? ¿Cómo los sabemos? ¿Qué ideas falsas hay de personas educadas o
no? Educar para estupidez, ignorancia o maldad es un contrasentido. Se
asume educar hace bien. ¿Qué es ese
bien? ¿Qué es vida buena? Entonces, hay que pensar por qué, para qué, razón de
educar, los fines educativos. Esos fines se relacionan con la idea del ser
humano y el mundo en que debería y podría vivir, con ciertas valoraciones de
qué es una vida buena para todos. Tenemos que comunicarnos. El lenguaje nos
constituye como seres de razón (en griego lógos
es palabra y razón). Filosofar, entre otras cosas, es averiguar qué se dice con palabras. ¿Qué
significan las palabras que usamos para decir lo anterior? Estamos ya en el conocimiento.
El humano nace en mundo que no hizo, lo hereda. El conocimiento y la verdad es
un fin educativo que se privilegia por siglos. De los conocimientos y sus
tradiciones aparecen los currículos, algo así como el menú del restaurant: la oferta
que se presume sabrosa y nutritiva, la propuesta curricular de conocimientos,
saberes, valores, costumbres, prácticas, que se presumen son las necesarias en
una sociedad o cultura. Las pedagogías, es decir, las teorías y las prácticas
de enseñar y aprender, es lo que posibilita la propuesta curricular en acción
concreta.
Esas grandes temáticas se preñan de ideas, no existen en
un vacío conceptual.
Algunas ideas, entre otras: felicidad, justicia,
libertad, autoridad, verdad, bien y mal, ciencia, arte, poder, virtud,
carácter, cultura, racionalidad, falsedad, sufrir, morir… ineludibles en
comprender al humano y su educación.
Filosofamos educación para pensar, conversar y obrar un bien llamado educación.
¿En qué consiste ese bien? Para eso filosofamos la
educación.
[1] Hablamos de educación
institucional, no educación que
acontece en cualquier tiempo, espacio y circunstancia, sin organizaciones que
asuman ese rol. La vida educa, la sociedad educa, la polis educa, cada persona se educa.
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