10. La educación es una de esas realidades –como también
política o religión- que parece ser conocida suficientemente por todo el mundo;
al menos así lo parece cuando se observa la seguridad rotunda con que cualquiera
opina sobre ella. Hay una razón que lo justifica: prácticamente todo el mundo
ha recibido educación, o cuando menos, ha sido sometido a unas actividades que
conoció con ese nombre; existe por tanto una experiencia más o menos común y
compartida que apoya suponer que se conoce, y consecuentemente, se puede opinar
de educación, como dice el refrán, con
conocimiento de causa. Sin embargo, oyendo tales opiniones, se percibe una
discrepancia notable de matices y rasgos esenciales de qué, para qué y cómo
educar. El significado conceptual de educación, a primera vista, no está claro
como sus opinantes creen, y hay más confusión de lo pensado. También
ocurre con otros conceptos vinculados a la educación, a cuyo valor se asume
conocer o asentir, pero su sentido y alcance es problemático apenas se empieza
a hablar con cierta precisión: verdad, conocimiento, libertad, igualdad, responsabilidad,
enseñar, aprender, evaluar, etc.
11. Convendría
recordar la etimología del concepto o del vocablo “educar”, es un análisis típico
en los textos introductorios a la pedagogía y la filosofía educativa, en
español, porque en inglés y otras lenguas, latín no es idioma referente para
explicar la educación. El término educar procede de educare y de educere, términos
latinos de gran riqueza significativa. Educare
significa “criar, cuidar, alimentar, formar o instruir”. Educere significa “sacar, extraer, avanzar, elevar”. Tal polisemia originaria,
no es ambigüedad, sino al contrario, es la expresión de pluralidad de
dimensiones de la realidad humana y de la educación.
12. Alimento que
nutre proveniente desde afuera de la persona. Actividad interior personal de
fortalecerse y de sacar afuera lo mejor de sí. Dos procesos simultáneos.
Inseparables. Se enriquecen mutuamente, siempre y cuando existan las
condiciones externas e internas que permitan el desarrollo integral de la
persona en su sociedad. Dos procesos necesarios en la dinámica de educar. Lo
que ocurre afuera -condiciones materiales y espirituales- que le facilitan al
ser humano, sobrevivir desde el nacimiento, y vivir bien el resto de sus días.
Lo que acontece adentro -potencialidad- es la capacidad personal en asumir responsabilidad
en decisiones de su vida. Un balance difícil en la vida humana, ese equilibrio
tan complejo de dos procesos o dinámicas, lo que viene de afuera y lo que se
hace adentro.
13. Educare hace referencia a actividades
materiales como alimentar y extraer. La relación con nutrición es más que
metáfora. Es una realidad. También el término griego paideia, que designa la educación, significa originariamente
“nutrición”, y en este sentido es más que un dato histórico, pues perdura a lo
largo del tiempo, casi hasta nuestros días: todavía a finales del siglo pasado
se podía encontrar un libro titulado La
educación de las abejas que era un tratado de apicultura de la nutrición y
cuidado de las abejas. La etimología de “educación”, en su conjunto, muestra
unos sentidos materiales correspondientes a actividades físicas en la sociedad,
semejantes a la acción educativa; y muestra aspectos de pensar, emocionar,
actuar, que caracterizan al desarrollo interior de la persona. De la
consideración de ambos aspectos o ambos procesos en educación, podemos ver
algunas notas conceptuales.
- la educación no es
tanto “poner dentro”, sino más bien “sacar afuera”, o sea, extraer, lo cual
supone que hay algo en el educando, un potencial latente cuya actualización le
da sentido a la responsabilidad y autodeterminación que es central en
educación;
- “criar”, más ampliamente
que “alimentar”, sugiere la existencia de un dinamismo propio del educando que
debe favorecerse o promoverse; no se trata, pues, de tarea productiva o fabril,
la educación no fabrica humanos como
si fuesen artículos de consumo o recursos de la economía (idea implícita en los
estudios universitarios y desde la escuela superior); la causa propia de tal dinamismo es ajena al
mundo externo, a las personas que se encargan de educar, el ambiente y las
personas pueden, eso sí, potenciarla, ayudarla, pero la causa del dinamismo o
del desarrollo humano radica en el sujeto, en el espíritu de la persona.
- el significado de
“avanzar” supone evolución, una mejora para quien se educa; “elevar”, acentúa esa
mejora en la dimensión simbólica de ‘altura’, esto es, de las aspiraciones y las
realizaciones más elevadas en la vida humana;
- “conducir” remite a
una acción intencional e inteligente de educadores (desde el kínder a la
universidad, si se asiste a instituciones con roles educativos); esa
intencionalidad son los fines o las razones para educar, no hay neutralidad en
ello; el término “conducir” es fuerte y antipático si se toma por manipulación
y control, pero esa no era la idea griega de paideia; se refería más bien a saber guiar con tacto, con
delicadeza, con inteligencia;
- en estos sentidos
se recoge implícitamente el carácter de relación
que tiene la acción de educar; no es nada que un sujeto -educador o
educando- pueda realizar por separado o sin contar con reciprocidad en la
actuación del otro; en otras palabras, no se puede educar uno mismo fuera de un
contexto socio-cultural; ni tampoco se puede educar sin contar con la acción
activa de quien se educa.
14. Trascendiendo el
plano de actividades físicas a que se refiere originalmente el término
“educación”, vemos las implicaciones de tales elementos en acciones
espirituales. Teniendo referencia originaria material, y no perdiéndola del
todo en diferentes culturas, ya desde muy pronto paideia y educare empiezan
a representar la actuación propiamente humana. Así Aristóteles cuando plantea
si la paideia debe ocuparse más de la
inteligencia o del carácter del alma[1], es decir,
si educar debe atender más al desarrollo del entendimiento (hoy se llama pensar
crítico) o la formación de la conducta (hoy es educar en valores). Aún en
nuestro tiempo continúa vigente la pregunta de Aristóteles y la dificultad que
le mueve a plantearla: no hay acuerdo sobre la naturaleza intelectual o moral
de la virtud -areté-. La educación,
pues, se consolida como acción espiritual desde su origen, lo que es un proceso
frecuente en la evolución semántica de las lenguas clásicas; así, por ejemplo,
de liber –el adolescente que alcanza
la capacidad de generación sexual-, viene libertas,
la capacidad de obrar desde sí. En la etimología de “educar” se apuntan
también otros rasgos conceptuales derivados de los aspectos inmateriales o
espirituales supuestos en su significado:
- educación es acción
de humanos, no de cosas y objetos; esto es obvio, sin duda, pero sus
implicaciones no lo son tanto. Cuando se estudia la educación, por ejemplo,
debe adoptarse un talante diverso al de otras ciencias y saberes de carácter
teórico o práctico. La realidad humana educativa se constituye desde el
conocimiento del humano educando; yo
puedo conocer lo que han hecho otros en astrofísica o ingeniería sin tener que
“meterme en su piel” al decir de Unamuno; pero no conoceré verdaderamente una
acción educativa hasta que no la haya realizado según mi conocimiento del fin y
de los medios. La educación es un saber
práctico, y no se rige por el conocimiento de la verdad de un objeto ni
teoría de un fenómeno, sino por la experiencia de una praxis que transforma;
- educación es
necesaria al humano en cuanto humano, aunque tengamos rasgos y genética animal
de primates superiores; en la etimología educere
y educare, según vimos, es
posible hablar de la crianza y nutrición en animales, pero se refiere sólo a
los aspectos materiales u orgánicos; si tras la cría de animales cabe una
actividad humana destinada a conseguir de ellos el ejercicio de determinadas
habilidades que, de suyo, no se hubieran desarrollado en su ambiente natural,
eso es ajeno a la crianza: es adiestrar, no educar; si mi cotorra Petunia dice “vete
a la mierda” tiene mímica fonética, pero no es “maleducada”;
- educación tiene
sentido integrador y de integridad; no cabe atender separadamente el cuerpo,
sentimientos, pensamientos; la unión sustancial ontológica humana significa que
la educación es integral del humano entero; y más aún, los conocimientos que se
aprenden deben reflejar esa integralidad epistemológica y ética en los
currículos educativos;
- educación, aunque
atienda integralmente todas las capacidades humanas, incide de modo primordial
en las facultades mentales -pensamiento, razón, inteligencia, emocionalidad-, de tal manera que pudiendo alcanzarse gran
eficacia en el ejercicio de algunas habilidades corporales y sensoriales, no
cabe hablar propiamente de educación si ese desarrollo no supone una mejora en
la racionalidad, en la capacidad de pensar, en el uso de la inteligencia para
guiar la vida, en la vida afectiva o sentimental; un cuerpo robusto o atractivo
por ejercicios o cirugías en una mente malvada o estúpida, no es la educación
que hablamos;
- crecimiento
corporal tiene tope, de lo contrario, la materia no sería finita; pero el
humano como tal puede crecer sin barra material, por eso vivir es radicalmente
crecer en cuanto ser pensante, racional, espiritual, y la educación, en cuanto
ayuda a ese crecimiento irrestricto, dura toda la vida si hay condiciones
favorables, a pesar del cuerpo enfermo o envejecido, el humano es capaz de
educar su sanidad mental con sabiduría y en paz;
- educación es una
acción recíproca, es imprescindible la concurrencia de las acciones del
educador y educando para que pueda hablarse realmente de educación. Se puede
aprender por uno mismo, como también se puede enseñar sin ser atendido o
comprendido; pero mejor se habla de educación como una acción relacional
interpersonal-social, esto es, como conjunción de acciones de diversos sujetos.
El tema polémico de la “educación a distancia” por medios tecnológicos lo trato
en otro ensayo, aquí es evidente mi reticencia a llamar educativa esa
modalidad, debido a la confusión entre informar y conocer, y por el carácter
eminentemente del trato humano relacional que comporta la educación;
- educación es una
acción recíproca de ayuda; al educar
se asiste a una acción del sujeto que aprende, se concurre al impulso natural
propio del sujeto educando; éste no es materia prima informe e indefinida ante
la educación. El principio de actuación educativa no está en el educador, sino
en educando; como toda ayuda, debe ser proporcionada a necesidades e intereses de
quien la recibe, de quien realmente “se mueve”, al decir de Freinet, Decroly,
Tolstoi, Montessori, Dewey, Freire, Faure, Morin, y tantos que filosofaron
al humano, un ser en movimiento, un ser
activo más que en pasividad receptora; esta idea está preñada de consecuencias
prácticas, derivadas del carácter protagonista
del educando, que podría resumirse en la proposición de que lo primero en
educación es el dinamismo propio del que aprende, su autoeducación y
responsabilidad en ejercer libremente las decisiones; esta afirmación que no es
fruto de una benevolencia humanitaria sino del puro rigor lógico del
conocimiento del desarrollo humano integral, de lo que sabemos por teoría
estudiada y por experiencia en la práctica ;
- educación es ayuda
al perfeccionamiento, mejoramiento, si se prefiere usar otra palabra, a la
evolución (es mi preferida) humana; no es educativa la relación de ayuda que no
busque intencionalmente elevar el bienestar, la integridad, del ser humano
educando; es educativa la relación que ayude, guíe, facilite, mejorar sus
potencialidades y extraer de su interior lo mejor de sí. Forzar adaptarse a que
obedezca ciegamente, manipular sentimientos, hacer memorizar respuestas, dar
resueltos los problemas, etc., no es educar en sentido auténtico. Al contrario,
la acción educativa consiste en suscitar retos y desafíos, plantear problemas,
incitar la superación de obstáculos, en crear una atmósfera de confianza para
sentirse libre de buscar, inquirir, dudar, hacerse preguntas, cuestionar ideas,
abrirse mentalmente a la investigación de la verdad, del bien, de la belleza,
de lo que une en solidaridad a todos;
- educar hábitos
mentales referidos al uso de la razón, del pensar inteligente, equilibrado; el humano
se adueña de sí mediante sus decisiones y actos; su evolución no es una
cualidad adventicia, sobrevenida a estirones como el crecimiento corporal en la
pubertad. El ser humano se apropia de sí mediante su obrar consciente; hábitos
realizan esa autoposesión, que se adquiere en repetición de actos en las
circunstancias propicias, de ahí que el pensar inteligente, el pensar lúcido y
crítico, el pensar imaginativo y creativo, pueda ser habitual, una segunda
naturaleza mental; recordemos, y esto es importante de recordar, que hábito
significa también incremento cualitativo de las virtudes -éticas e
intelectuales- que forman el carácter de la persona. Las virtudes en la
filosofía aristotélica lo tratamos en otro lugar.
15. Este filosofar
conceptual sobre “educación” pueden corregir el sentir común de que la
educación se realiza principalmente en instituciones escolares y en las aulas. Que
se enseñe y se instruya en centros escolares no significa lógica ni
necesariamente, que esas acciones sean educativas. Está pendiente, pues, la
cuestión de los contenidos y formas de acciones educacionales, es
decir, la pregunta problemática: ¿cómo saber si una acción es educativa? Y
veremos que aquí también somos herederos del pensar aristotélico. Seguimos.
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