Tuesday, May 8, 2012

Fines Educativos I


Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación

Fundamentos Filosóficos de la Educación: EDFU 4019
Profesor: Pedro I. Subirats Camaraza.

Fines Educativos I  

1. La primera cuestión en filosofía educativa es antropológica: quién es el ser humano. Filosofar la educación comienza pensando la identidad humana. ¿Quién soy (somos) y que hago (hacemos) en el mundo?, son las preguntas nucleares de las que se des-prenden las demás cuestiones educativas: ¿por qué, para qué educar? (fines educativos), ¿sobre qué? (contenidos educativos o currículo), ¿cómo, dónde, con qué? (métodos, espacios, recursos), ¿en qué sistemas? (instancias, organizaciones, estructuras), etc. La segunda cuestión en filosofía educativa es pensar los fines educativos, las razones para educar. Los fines educativos suponen una concepción antropológica: quiénes somos, qué define al ser humano, en qué se diferencia de un chimpancé (su inmediato antecesor), qué sentido tiene la vida, qué hemos de hacer con nuestras vidas… ese tipo de interrogantes que por milenios ha ocupado las mejores mentes de la humanidad. En esta serie de artículos nos enfocamos en el segundo gran tema, los fines educativos[1]. Empecemos por aclarar equívocos o problemas y sugerir una actitud filosófica adecuada para pensar la educación.  

2. Un equívoco es confundir fines con medios. Los medios son instrumentos para otra cosa. Whitehead decía que cuando se ignoran los fines se multiplican los medios. Ello explica la proliferación de tecnologías educativas en ausencia de saber ¿para qué fin educativo? La más elemental observación empírica enseña que ninguna tecnología mejora la educación. Lo que debe mejorar no es el instrumento mediático, sino la comprensión de la condición humana, quiénes somos. Otro equívoco es confundir fines con metas. Meta es un término deportivo, Fulano llegó a la meta es correcto en la carrera de pista y campo, pero Fulano no “llega” a una meta educativa, a la educación no se llega como se llega a un destino deportivo o de turismo, en la educación se está, se es.

3. Otro equívoco similar a la palabra “meta” es el término “objetivo” aplicado a la educación. El ser humano es un sujeto, no un objeto: un sujeto ontológico no un objeto a objetivar. Me corrijo, se puede objetivar, de hecho, es frecuente en educación objetivar al sujeto humano en un objeto a manipular, controlar, infundir miedo al fracaso escolar, culpabilizar si fracasa al no lograr los “objetivos”, penalizar con mala nota, castigar obligando a repetir el curso por no “llegar” a la “meta” establecida de modo “objetivo”, etc. Semejante demencia educacional la aceptamos como lo más natural del mundo. Un objetivo educativo es como si fuese un objeto lanzado al exterior que el alumno debe alcanzar (¡apurado y de prisa!) para agarrar ese objeto (asignaturas y asignaciones) y traerlos al maestro, como esclavo al amo en analogía de Hegel.
Doble objetivación: se objetiva al estudiante como cosa (Freire: educación bancaria) y se objetiva el conocimiento como mercancía a depositar en el almacén de memoria de la cosa humana. Doble tragedia educativa.

4. Es curioso notar las trampas de los juegos del lenguaje con palabras ambiguas o confusas. Una palabra usada frecuentemente en educación es “currículo”. Hasta los estudios graduados tienen rutas especializadas de maestría y doctorado en currículo. La frase típica que decimos a un estudiante “este es el currículo que debes seguir para graduarte de esa carrera” denota un interesante juego lingüístico. “Currículo”, del latín curriculum, diminutivo de currus, alude a una carrera y también con aquello que se hace la carrera, el carro o el caballo. El campo semántico del término es bien concreto: un combate, y por extensión, un juego que en última instancia simula un combate de guerra. La experiencia en combate de guerra es un corre-corre del guerrero en lucha de vida o muerte, experiencia de terror que se ejerce con furia violenta que segrega adrenalina que obnubila la conciencia moral del soldado quien debe matar o ser matado. Los juegos olímpicos simulan esa guerra con ganadores y perdedores (vivos y muertos). La analogía con educación es pavorosa: “estudia rápido este currículo para que termines pronto esa carrera, no fracases (te mueres), etc.” ¿Es incidental que las universidades privadas ofrezcan trimestres y cuatrimestres para graduarse una carrera universitaria?.\

5. El concepto “estándar” es otro problema como, por ejemplo, cuando se lee “los estudiantes aprenden a comunicarse oral y por escrito en su idioma natal de manera correcta y clara”. OK como estándar instrumental tener la capacidad de comunicarse correctamente con claridad y corrección. Pero, otra vez, se confunde el instrumento con el fin. Ese estándar instrumental no es un fin educativo. Alguien puede ser modelo de claridad en comunicarse correctamente con persuasión en varios idiomas y también ser un vil canalla y embustero que cumple a cabalidad con el estándar, pero no es tan educado que digamos.

6. Cuando las ideas se metamorfosean en ideologías[2] nos enfrentamos a otro problema grave. La ideología es un filtro mental para no pensar la complejidad de lo real. La ideología es una droga mental que simplifica la realidad –compleja- y reduce los factores – múltiples- que la componen, para ahorrar esfuerzo de pensar. Los ideólogos son inseguros, temen cambiar. Las peores ideologías se relacionan con ideas vinculadas a la religión, la política, la sexualidad, la moralidad y otras formas represivas y reprimidas de tendencias asociadas al poder (Freud y Foucault lo han estudiado ampliamente). Los ideólogos son fanáticos sin capacidad crítica de cuestionarse. Defienden sus ideas a ultranza, cegados de otras posibilidades. El ideólogo no ve evidencias, argumentos, pruebas o vivencias de otra posibilidad que explique la realidad, modifique una práctica, resuelva un problema o demuestre una verdad.

7. Puesto que las ideologías son drogas que fanatizan con una idea, es muy útil al educador tener a mano su botiquín filosófico de dos actitudes para prevenir la adicción ideológica: la duda y el escepticismo, signos saludables de racionalidad. Combinadas son muy potentes. La duda escéptica es una precaución ante modas y panaceas. Ayuda a examinar lo faso, tonto e irrelevante. Cuentan que un colega interpeló al economista J.M. Keynes de haberse retractado de una política fiscal que había endosado, y él replicó: “Cuando los hechos cambian, yo cambio mi mente. ¿Qué hace usted?”. Un ser pensante aprende de la experiencia, comprueba evidencias para cuestionar y modificar lo que piensa, permanece abierto a ideas diferentes…
A veces yo afirmo en clase lo opuesto a lo que defendí anteriormente. Si un estudiante me dice “profesor, usted se contradice”, le respondo sonriente tienes razón, hago conmigo mi principal derecho intelectual, el derecho de cambiar mi pensar”.

Te invito a continuar pensando y discrepando conmigo en los próximos ensayos.


[1] Ver los ensayos Hacia una  Antropología Educativa I-II y el ensayo Fundamentar la educación en que explicamos nuestra concepción de la identidad o la condición humana, que en algunas filosofías tradicionales se conoce bajo el concepto de “naturaleza humana”, hoy disputado.
[2] Los adversarios del filosofar son la ignorancia, la estupidez y la ideología. El ignorante cree que sabe pero en verdad no sabe. El estúpido actúa torpemente haciéndose daño a sí y a otros sin darse cuenta. El más peligroso es el ideólogo, del que hablamos aquí. A la ignorancia y estupidez le dedicamos otros ensayos.  

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