Monday, May 7, 2012

conceptos de educacion III


Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación
Departamento de Fundamentos Educativos

Filosofía de la Educación (EDFU 4019)     
Pedro Subirats Camaraza

Conceptos de Educación III

10. Echar mano de definición o etimología para explicar la educación tiene límites, por ejemplo, la posibilidad de una interpretación neutral de educar. Si decidimos jugar el juego lingüístico, no podríamos menos que reconocer como mínimo en la palabra “educación” tres sentidos: educir, inducir y conducir. Estos verbos son claros, los tres coinciden en que educar es de algún modo manipular; al decir manipular, queremos decir manipular: modelar, influir, controlar, conformar, adecuar, manejar, y domar en ocasiones -30 criaturas de hogares disfuncionales y sociedades violentas (¿cuál no es?) en un salón, pide tomar lecciones de zoología-. ¿Quién con honestidad puede negar que él o ella es un manipulador de sus estudiantes, y que por su parte no ha sido manejado y manipulado por los profesores que tuvo ni está siendo manipulado por la sociedad en que habita? No hay educación sin un proceso de transmisión manipuladora de saberes y haceres. Estoy dando un giro positivo al término “manipular”. La lectura corriente es control o influencia maliciosa y deshonesta que impide que el otro actúe libremente. Sin embargo nos guste o no educar tiene algo de manipular, pero no con ese sentido negativo malicioso. El que educa quiere transformar, alterar, modificar, avispar, espabilar, por lo tanto, destruir. Destruir la falsedad causada por la ignorancia o el miedo, destruir la mediocridad causada por el convencionalismo inmovilista y domesticación ideológica, esa sí es manipuladora. Es deber elemental de todo educador que se precie de serlo, el saber alertar antes que sea demasiado tarde. Educar es inducir, conducir, educir. Son tres verbos de movimiento, verbos de manipulación, verbos con pasado, presente y futuro. Lo que resulta intolerable es una educación con sólo pasado, con agua pasada que ya no mueve molinos. El molino educativo -valga la metáfora- mueve agua que le llega, al moverla la cambia o transforma y sigue el agua por el cauce más allá del molino, al futuro. Se educa desde un pasado en el presente hacia un futuro. Tres tiempos educativos. El futuro es el proyecto. El pasado es el trayecto. El presente es kairós. Toda educación es trayecto recorrido, proyecto a emprender y vivencia de ahora.

La educación transmite, reproduce y transforma los saberes y los haceres. Es inevitable de alguna forma la manipulación. Pero destapémosla honestamente. No más fariseísmos educativos que pretendan encubrir, tras aparente liberalidad, la subterránea manipulación al servicio de una ideología, con aires hipócritas de asepsia neutral. Para una educación de manipulación honrada y transparente, destruyamos el mito virginal de un saber aséptico e incontaminado. 

11. Decíamos que no hay educación sin transmisión de saberes y de haceres. De saberes: cultura. De haceres: técnicas, obras, profesiones. En este proceso de transmisión manipuladora que es la educación no somos los primeros. Lo enseñado hoy tuvo en el ayer su origen social, y así, casi ilimitadamente hacia atrás, siempre en el seno de condiciones sociohistóricas determinadas y siempre manipuladas. Efectivamente, eso ocurre porque el saber y el hacer es histórico: nace en el entramado de una estructura social, política y económica. Sin defender una dialéctica histórica de clases neomarxista y una determinación de la superestructura por la infraestructura, al menos tenemos que reconocer que el saber ha sido parido por el concurso de amos y esclavos, es decir,  ha surgido en un clima de tensión poco propicio para la neutralidad epistemológica. Del mismo modo que no hay actos indiferentes, pues están insertos en una corriente de actos morales o inmorales -definidos según los que definan-, tampoco hay saberes indiferentes en una sociedad. Ese matemático orgulloso de su saber incontaminado de mundanidad debería recordar que el pitagorismo hacía fórmulas ingeniosas para justificar el esclavismo. Si todo saber es histórico determinado, el sabedor es a su vez un individuo intradeterminado por lo que sabe. Lo que sabe va configurando su propio modo de ver la vida y vivirla, llegando incluso a configurar sus rasgos psíquicos y perfiles caracterológicos por las ideas y las creencias que sabe. A nadie debe extrañar que reconozcamos que no hay un solo saber que sea sabido del mismo modo por dos sabedores diferentes. Cada cual asimila -otra metáfora, ésta digestiva no muy feliz- según la capacidad de su propio estómago o tripas. Dicho de otro modo: la misma conformación psíquica de educador imprime a lo sabido un sentido heterogéneo, idiosincrásico. Ante un mismo saber responden de modo diverso distintos sabedores que dicen que saben. Es un trabalenguas fácil de descodificar. Y ello precisamente porque el que sabe no es un receptáculo pasivo a ser llenado, del mismo modo que tampoco los saberes que va a recibir y procesar son un contenido insípido o ahistórico.

12. Podemos dar un paso más. El educador manipula para provocar crisis. El saber es crítico. Aquí la etimología aclara algo: kritikós, crítico, adjetivo derivado del verbo kríno, que mentaba originalmente la actividad de filtrar, harina por ejemplo, de donde vienen el término “cernir”. De allí tomó el sentido de elegir, la actividad mental crítica de quien decide, como en el ámbito jurídico, donde el juez griego se denominaba krités, es decir, el agente que aplica un criterio de evaluación de acuerdo a determinadas pautas y decide sobre un asunto. Es lo que hacemos los educadores en posesión de un saber -elemental o universitario- que utilizamos para enjuiciar los aspectos favorables o desfavorables de lo que es objeto de nuestra crítica, esto es, el saber o el supuesto saber, opinión o ignorancia de estudiantes sobre algo que esté en discusión o estudio. Quizá un monje zen enseñe de modo libre sin juicios, en des-preocupación de resultados. Pero el educador normal y corriente ha de emitir juicios, muchas veces inconsciente, que identifican y valoran los aspectos esclarecedores, originales, ingeniosos, refinados, fuertes, verdaderos, así como los confusos, burdos, tontos, irrelevantes, oscuros, débiles, trillados, de una asignación del estudiante, porque en algún momento ha de calificar con una “nota”. Por absurdo que parezca evaluar con números o letras -Illich, por ejemplo- la mayoría de los sistemas educativos lo hacen.  Es inevitable juzgar. También “crítica” se aplica a expertos en saberes especiales (crítico teatral o literario). Y crítica también es muerte de lo decrépito (lo demostrado como obsoleto o falso) y nacimiento o descubrimiento de lo verdadero, lo que nos hace más libres y sabios. Manipulación sí, pero no de educar como coerción, sino de la crítica de una educación coercitiva, esa que se trae entre manos imponer sin decirlo, hipócritamente. Manipular sí, pero siendo conscientes de lo que hacemos, poniendo de manifiesto el hecho de las ideas y las creencias que enseñamos y por qué lo hacemos. Manipular sí para provocar crisis, para formar el espíritu crítico, sabiendo que lo que pretendemos transmitir no son verdades absolutas incuestionables, sino verdades objetivas y transitorias a discutir y analizar con libertad crítica. Renunciar a esa misión de formar espíritus críticos es convertir la educación en técnica, y al educador en tecnócrata.

Una educación crítica nos regresa a la relación entre persona y sociedad. 

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