Universidad
de Puerto Rico
Recinto
de Río Piedras
Facultad
de Educación
Departamento
de Fundamentos Educativos
Filosofía de
la Educación (EDFU 4019)
Pedro Subirats
Camaraza
Conceptos
de Educación III
10. Echar mano
de definición o etimología para explicar la educación tiene límites, por
ejemplo, la posibilidad de una interpretación neutral de educar. Si decidimos
jugar el juego lingüístico, no podríamos menos que reconocer como mínimo en la
palabra “educación” tres sentidos: educir, inducir y conducir. Estos verbos son
claros, los tres coinciden en que educar es de algún modo manipular; al decir
manipular, queremos decir manipular: modelar, influir, controlar, conformar,
adecuar, manejar, y domar en ocasiones -30 criaturas de hogares disfuncionales y
sociedades violentas (¿cuál no es?) en un salón, pide tomar lecciones de
zoología-. ¿Quién con honestidad puede negar que él o ella es un manipulador de
sus estudiantes, y que por su parte no ha sido manejado y manipulado por los
profesores que tuvo ni está siendo manipulado por la sociedad en que habita? No
hay educación sin un proceso de transmisión manipuladora de saberes y haceres.
Estoy dando un giro positivo al término “manipular”. La lectura corriente es
control o influencia maliciosa y deshonesta que impide que el otro actúe
libremente. Sin embargo nos guste o no educar tiene algo de manipular, pero no
con ese sentido negativo malicioso. El que educa quiere transformar, alterar,
modificar, avispar, espabilar, por lo tanto, destruir. Destruir la falsedad
causada por la ignorancia o el miedo, destruir la mediocridad causada por el
convencionalismo inmovilista y domesticación ideológica, esa sí es manipuladora. Es deber elemental de todo
educador que se precie de serlo, el saber alertar antes que sea demasiado
tarde. Educar es inducir, conducir, educir. Son tres verbos de movimiento,
verbos de manipulación, verbos con pasado, presente y futuro. Lo que resulta
intolerable es una educación con sólo pasado, con agua pasada que ya no mueve
molinos. El molino educativo -valga la metáfora- mueve agua que le llega, al
moverla la cambia o transforma y sigue el agua por el cauce más allá del
molino, al futuro. Se educa desde un pasado en el presente hacia un futuro.
Tres tiempos educativos. El futuro es el proyecto.
El pasado es el trayecto. El presente
es kairós. Toda educación es trayecto
recorrido, proyecto a emprender y vivencia de ahora.
La educación
transmite, reproduce y transforma los saberes y los haceres. Es inevitable de
alguna forma la manipulación. Pero destapémosla honestamente. No más
fariseísmos educativos que pretendan encubrir, tras aparente liberalidad, la
subterránea manipulación al servicio de una ideología, con aires hipócritas de
asepsia neutral. Para una educación de manipulación honrada y transparente,
destruyamos el mito virginal de un saber aséptico e incontaminado.
11. Decíamos
que no hay educación sin transmisión de saberes y de haceres. De saberes:
cultura. De haceres: técnicas, obras, profesiones. En este proceso de
transmisión manipuladora que es la educación no somos los primeros. Lo enseñado
hoy tuvo en el ayer su origen social, y así, casi ilimitadamente hacia atrás,
siempre en el seno de condiciones sociohistóricas determinadas y siempre
manipuladas. Efectivamente, eso ocurre porque el saber y el hacer es histórico:
nace en el entramado de una estructura social, política y económica. Sin
defender una dialéctica histórica de clases neomarxista y una determinación de
la superestructura por la infraestructura, al menos tenemos que reconocer que
el saber ha sido parido por el concurso de amos y esclavos, es decir, ha surgido en un clima de tensión poco
propicio para la neutralidad epistemológica. Del mismo modo que no hay actos
indiferentes, pues están insertos en una corriente de actos morales o inmorales
-definidos según los que definan-, tampoco hay saberes indiferentes en una
sociedad. Ese matemático orgulloso de su saber incontaminado de mundanidad
debería recordar que el pitagorismo hacía fórmulas ingeniosas para justificar el
esclavismo. Si todo saber es histórico determinado, el sabedor es a su vez un
individuo intradeterminado por lo que sabe. Lo que sabe va configurando su
propio modo de ver la vida y vivirla, llegando incluso a configurar sus rasgos
psíquicos y perfiles caracterológicos por las ideas y las creencias que sabe. A
nadie debe extrañar que reconozcamos que no hay un solo saber que sea sabido
del mismo modo por dos sabedores diferentes. Cada cual asimila -otra metáfora,
ésta digestiva no muy feliz- según la capacidad de su propio estómago o tripas.
Dicho de otro modo: la misma conformación psíquica de educador imprime a lo
sabido un sentido heterogéneo, idiosincrásico. Ante un mismo saber responden de
modo diverso distintos sabedores que dicen que saben. Es un trabalenguas fácil
de descodificar. Y ello precisamente porque el que sabe no es un receptáculo
pasivo a ser llenado, del mismo modo que tampoco los saberes que va a recibir y
procesar son un contenido insípido o ahistórico.
12. Podemos
dar un paso más. El educador manipula para provocar crisis. El saber es
crítico. Aquí la etimología aclara algo:
kritikós, crítico, adjetivo derivado del verbo kríno, que mentaba originalmente la actividad de filtrar, harina
por ejemplo, de donde vienen el término “cernir”. De allí tomó el sentido de
elegir, la actividad mental crítica
de quien decide, como en el ámbito jurídico, donde el juez griego se denominaba
krités, es decir, el agente que
aplica un criterio de evaluación de acuerdo a determinadas pautas y decide
sobre un asunto. Es lo que hacemos los educadores en posesión de un saber
-elemental o universitario- que utilizamos para enjuiciar los aspectos
favorables o desfavorables de lo que es objeto de nuestra crítica, esto es, el
saber o el supuesto saber, opinión o ignorancia de estudiantes sobre algo que
esté en discusión o estudio. Quizá un monje zen enseñe de modo libre sin
juicios, en des-preocupación de resultados. Pero el educador normal y corriente
ha de emitir juicios, muchas veces inconsciente, que identifican y valoran los
aspectos esclarecedores, originales, ingeniosos, refinados, fuertes,
verdaderos, así como los confusos, burdos, tontos, irrelevantes, oscuros,
débiles, trillados, de una asignación del estudiante, porque en algún momento
ha de calificar con una “nota”. Por absurdo que parezca evaluar con números o
letras -Illich, por ejemplo- la mayoría de los sistemas educativos lo
hacen. Es inevitable juzgar. También
“crítica” se aplica a expertos en saberes especiales (crítico teatral o
literario). Y crítica también es muerte de lo decrépito (lo demostrado como
obsoleto o falso) y nacimiento o descubrimiento de lo verdadero, lo que nos
hace más libres y sabios. Manipulación sí, pero no de educar como coerción,
sino de la crítica de una educación coercitiva, esa que se trae entre manos
imponer sin decirlo, hipócritamente. Manipular sí, pero siendo conscientes de
lo que hacemos, poniendo de manifiesto el hecho de las ideas y las creencias
que enseñamos y por qué lo hacemos. Manipular sí para provocar crisis, para
formar el espíritu crítico, sabiendo que lo que pretendemos transmitir no son
verdades absolutas incuestionables, sino verdades objetivas y transitorias a
discutir y analizar con libertad crítica. Renunciar a esa misión de formar
espíritus críticos es convertir la educación en técnica, y al educador en
tecnócrata.
Una educación
crítica nos regresa a la relación entre persona y sociedad.
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