Friday, August 12, 2016

Sobre la escuela tradicional


Situémonos en el siglo XVII. Comienzan los colegios-internados (jesuitas de entonces). Esos internados tenían una finalidad específica: ofrecer a la juventud una vida disciplinada y metódica, lejos de las turbulencias y problemas de la época y de la edad juvenil. El papel del internado era instaurar un universo escolar-pedagógico con dos rasgos básicos: separación del mundo exterior, y en el interior del internado una vigilancia constante e ininterrumpida del alumno. La vida exterior del mundo es considerada peligrosa y temida como fuente de tentaciones a los jóvenes propensos por su debilidad y atracción al mal. ¡Qué demonios!

Esa época no es un lejano pasado que ya pasó. El siglo XXI lo repite con variantes y matices, pero en cimientos hay rezagos de ver al alumno diagnosticado con patologías mentales, la escuela un centro de cuido maternal y juvenil, la rigidez evaluativa de estándares y perfiles que se examinan con instrumentos y mediciones que nada dicen de la educación del sujeto humano en su dignidad.

La mentalidad escolar-pedagógica de los siglos XVII a principios del XX encuentra perfecta expresión en el contenido de la enseñanza que se transmite y en la forma en que se realiza la transmisión. El contenido era un retorno a la antigüedad greco-latina y el lenguaje usado era el latín. Escuela en mundo ficticio. Nada de lengua vernácula. Y las materias “relativas al mundo” (en contacto con naturaleza y la vida real) eran relegadas a momentos restringidos o vacaciones. Un eficaz sistema competitivo por las notas y los primeros puestos imponía un esfuerzo individual de ganar por encima de todo. La noción de que todos ganamos en ayuda recíproca colaborando, como en Montessori, Polyana, Waldorf, Gnósticos, en tiempos actuales, una idea antigua en comunidades “primitivas” hoy recuperado en la filosofía ética de la alteridad… esa noción humana solidaria era impensable en el internado. Los grupos se dividían en facciones, adversarios, deseosos de vencer al contrincante para ascender de categoría. Grados, niveles entre los grados del mejor al peor, victorias, fracasos, premios, castigos y otros procedimientos inventados por el profesor, era la norma pedagógica.

No hay que insistir mucho sobre el papel del maestro (adulto) en ese internado: él organiza la vida y las actividades, vela por el cumplimiento de las reglas y formas; él reina de manera exclusiva en este universo pedagógico cerrado. La escuela es un estricto orden metódico en: a) horario, b) materias, c) distribución de grupos, d) sistema homogéneo de enseñar, e) noción de que todos aprenden de la misma manera, f) formas uniformes de evaluar, g) el ascenso o descenso del alumno, y otras categorías disciplinarias en la imagen del humano.

Alumnos deben acostumbrarse a hacer la voluntad de otras personas, no la suya propia. Se desconfía de la “naturaleza” humana en su tendencia al mal (pecado). Alumnos deben obedecer con prontitud, sin preguntar orden de sus superiores. En este marco, la disciplina y el castigo físico juegan un papel preponderante, al creer que así se les estimula el esfuerzo del alumno. 

Esa escolaridad institucionalizada en los internados otorga prioridad al estudio de los conocimientos mediante la memoria, el copiar dictados, saber recitar fórmulas, repetir con exactitud lo que el maestro dice -a veces en coro-. Eran maneras de preparar para la vida y formar el carácter moral y psicológico de la persona hacia su vida adulta.

Un aspecto importante era la retórica, o el arte de disertar, hablar persuasivo y elegante para ganar debates e imponerse al otro por la lógica de los argumentos y su expresión. Los alumnos de esas escuelas, que llegaron a ser grandes líderes en las sociedades europeas y de otros países, eran capaces de sostener debates y discusiones brillantes, precisas y persuasivas sobre cualquier asunto que estudiasen. Hasta cierto punto, las escuelas jesuitas hoy, mantienen la formación retórica (Fidel Castro es ejemplo emblemático).

Encerrar alumnos por largos años en espacios clausurados (aulas), con relojes marcando el tiempo en que una asignatura termina y otra empieza, sentados en pupitres en fila mirando al frente en que el maestro se sienta detrás del escritorio, y se para en un proscenio para dictar la clase… ese sistema, por inverosímil que parezca, es el mismo hasta hoy, desde el primer grado hasta clases doctorales universitarias, al menos, en estructura física del salón de clases y mobiliario. Es una psicología social de infantilismo en su versión escolarizada.

Mantener alumnos obedientes, sumisos, controlados por la vía de sistemas evaluativos de premios y castigos, autoridad indisputable del maestro sin afectividad ni compañerismo, la vigilancia intensiva y constante, el ansia de competir para ganar, son características que permanecen en nuestro tiempo, aunque ocultas o disimuladas. Y peor, por perversidad del doble lenguaje: cimientos inalterados con narrativa pedagógica que cuestiona esas mismas características que surgen de los cimientos de una mentalidad de más de trescientos años.

La fragmentación entre escuela y vida, lo abstracto y lo concreto, lo general y el contexto, entre el cuerpo y la mente, entre la afectividad y el intelecto, jugar y estudiar, entre alegría y seriedad, son fragmentaciones típicas escolares de cuyos vestigios hoy emulamos, de alguna manera. En la estructura organizacional, funcionamiento, en relaciones de poder, y en las maneras de tratar al semejante, es fácil discernir las semejanzas, como hizo Foucault, entre Prisión, Hospital, Fábrica y Escuela.  

Las ideas de libertad, democracia, justicia, solidaridad, creatividad, imaginación, confianza, el cuidado de animales, protección de naturaleza, ecología escolar, educandos-educadores en roles recíprocos, la espiritualidad… ideas que animan e inspiran la educación desde fines del Siglo XIX y principios del XX, pero que aún no se enteran las escuelas del estado y las privadas, salvo excepcionales excepciones. Ideas germinadas por Rousseau, ensayadas en Europa por el movimiento de la Nueva Escuela al comenzar el siglo XX y en la actualidad la llamada Educación Alternativa. Ideas pujando por nacer y crecer. A esos esfuerzos, logros, fallas, diversidad y posibilidad, exploramos en sucesivos escritos[1].





[1] Ver sobre Educación Alternativa I-V.

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