En la historia de la
filosofía occidental se han precisado asuntos que ponen la mirada en problemas y
preguntas, en un tiempo histórico, con autores que debaten con antecesores y
tradiciones, plasmando acuerdos y desacuerdos, asuntos relativos a la realidad,
el bien, el conocimiento, el ser humano y su destino, y otros. En el tronco de
la filosofía, esos asuntos se ramifican en áreas del pensar filosófico con
voces que suenan muy filosóficas: metafísica, epistemología, axiología, ontología,
antropología. Son términos abultados que llevan en sus entrañas mucha vitalidad
de pensamiento, que también pone la mirada en quehaceres que podrían ser objeto
de filosofar por el tipo de problemas y preguntas que suscitan: ciencia,
religión, política, derecho, arte, tecnologías, economía, cultura, negocios… educación.
Para el curso, resumo las áreas de la filosofía que han concernido directamente
a la educación.
Metafísica. El humano anhela
saber más allá de lo concreto, cotidiano. Su innata curiosidad le hace
preguntar si existe una realidad última, primordial, esencial, un principio, arjé, del que depende todo lo que
existe, existió y podría existir. Es pensar curioso, asombrado ante lo
existente. ¿Qué es lo real? ¿Hay un principio que envuelve todo? ¿Existe
alguna sustancia primordial que crea o causa lo existente y por existir? ¿Esa
sustancia, si la hay, es material o mental o espiritual? ¿Hay niveles de
realidad distintos, si los hay, se conectan? ¿Cómo se originó el universo? ¿Es
el cosmos inteligible, ordenado en principios o leyes? ¿El universo tiene
propósito, inteligencia, finalidad? ¿Es caos? ¿Existe una realidad
sobre-natural, cómo se sabe? La metafísica ha sido muy criticada en la
modernidad porque los conceptos que maneja no parecen estar fundamentados en la
realidad, son conceptos vacíos, mal uso del lenguaje que no remite a la experiencia,
no se puede acudir a criterios observables para verificar. Aún con esas
críticas, no podemos evitar plantear cuestiones últimas del ser, la muerte,
Dios, el alma, el cosmos en su origen y destino. Por ese motivo Schopenhauer
decía “somos un animal metafísico”. La mayor pregunta metafísica es sin duda
acerca del ser tal como lo planteó Leibniz: ¿Por qué hay algo más bien que nada? Que ningún saber, ninguna
ciencia, de respuestas a comprobar, eso no impide plantear la pregunta, acaso
un misterio.
Epistemología. El
humano desea saber, crea lenguajes simbólicos llamados conocimientos. Homo sapiens sapiens es un ser cultural que
necesita conocer. ¿Qué es conocer, al decir, “conozco”? ¿De qué fuentes se
originan los conocimientos? ¿Qué puedo conocer? ¿Puedo ser engañados de lo que
creo conocer? ¿Cómo saber la verdad o la falsedad de lo que uno conoce? ¿Cómo
fundamentar mis conocimientos? ¿Qué es la verdad? ¿Hay diferentes formas de
verdad, si las hay, se conocen de igual manera? ¿Es la verdad objetiva y
universal o relativa y particular? ¿El conocimiento es objetivo o subjetivo?
¿La verdad es independiente de la experiencia? ¿Cómo justificar creencias? ¿Es
igual creer que conocer? ¿Hay límites a lo que podemos conocer? ¿Conocer,
saber, creer, es lo mismo? Preguntas epistemológicas en la búsqueda de las
condiciones que hacen posible el conocimiento.
Axiología. En
la vida personal y social, en conductas y relaciones, acuerdos o desacuerdos,
gustos o disgustos, encontramos valoraciones, implícitas o explícitas. Vestimenta
a ponerse, comida a decidir, ingresar en partido político, convertirse a una
religión, desear relación sexual, amor y desamor, suicidarse, en todo subyacen valores
en algún sentido. La tradición filosófica denomina dos tipos: estéticos sobre
la belleza y fealdad y éticos del bien y mal. ¿Qué es un valor? ¿Por qué
valoramos? ¿Valores son objetivos o subjetivos? ¿Universales o relativos? ¿Son
los valores intrínsecos a las cosas o las situaciones, o son el producto de
interpretaciones, deseos o preferencias? ¿Qué es la belleza? ¿Es un gusto
subjetivo o hay criterios objetivos? ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? ¿El bien
o el mal están en acciones o en personas? ¿De qué fuentes surge la noción del
bien? ¿Cómo se aprende la bondad? ¿Los valores estéticos y éticos están en los
hechos, o el humano les da significado? ¿Hay valores más importantes que otros,
hay jerarquía valorativa? ¿Hay relación entre valores hablados y vivencia real?
¿Qué es consciencia? ¿Qué relación si alguna hay entre valores y educación?
¿Los valores se revelan, se imponen, se deciden?
Ontología, Antropología. Si
pierdo el celular, lo busco, ¿dónde?, en algún lugar. Y si me pierdo yo ¿dónde
buscarme? ¿Qué es perderme existencialmente? ¿Cuál es mi identidad, si alguna?
¿Qué significa “ser”, al decir “soy María, soy Pedro”? ¿Quién es el yo que
afirmo ser yo? El filósofo Heidegger fue quien llamó al hombre (especie, no
género) el existente humano. Antes se había dicho era un viviente social,
animal político, animal racional, criatura divina. Hubo quien le puso el apodo
de “caña pensante” y no faltaron quienes nos sitúan entre mitad bestia y mitad
ángel.
En
la década del 40 del siglo XX se creyó decir la última palabra cuando nos
describieron como un ser con consciencia intencional dadora de sentido. Más
audaces, y no menos realistas, son quienes nos califican de náusea (Sartre) o
el viejo Sófocles en mitad drama y mitad augurio “hay muchas cosas terribles,
pero nada más terrible que el hombre mismo”. Podríamos seguir transcribiendo
testimonios de dar un sentido o sinsentido al humano, sin llegar nunca al fin,
porque siempre aparecen nuevas apreciaciones de quiénes somos.
Tal
abanico de interpretaciones del “ser” que somos no acaba de aclararse,
definirse, o es imposible hacerlo. El humano anda aproximadamente cuarenta mil
años caminando en la tierra, más o menos erguido, y no ha dado señas de su
identidad. O más bien, sí la ha dado, pero conflictivas. Somos enigma. Aunque
revestidos de luz (consciencia, inteligencia, razón), nos habitan zonas oscuras
(inconsciente, preconsciente, irracional, locuras). Somos contradictorios. Un
ser capaz de realizar proezas de heroísmo, altruismo, amor, también nos atrapan
violencia, odio, maldad. El humano es, por un lado, el amable y servicial Dr.
Jekill, y por otro, el asesino implacable Mr. Hyde. Somos misterio.
Hemos
tratado más el aspecto ontológico y antropológico, dado que la identidad humana,
el ser que somos, queremos y podemos ser, es el núcleo de filosofar la educación.
La filosofía pregunta sobre lo real, el conocimiento, los valores… y en
educación todas las preguntas conducen a ¿qué o quién es el humano, en qué mundo
debería vivir, qué educación? Cuando los latinos traducen del griego las
grandes búsquedas filosóficas, vemos en emblemas y en escudos universitarios
los vocablos: verum, pulchrum, bonum, verdad, belleza, bien.
…
En
la historia de la filosofía las reflexiones sobre la realidad, el conocimiento,
los valores, la ontología, la antropología, se clasifican en tradiciones de ideas más o menos parecidas,
con un lenguaje filosófico: idealismo, realismo, naturalismo, escolástica,
humanismo, marxismo, anarquismo, existencialismo, pragmatismo, vitalismo,
positivismo, fenomenología, teoría crítica, estructuralismo, y demás. Es un inmenso
océano de ideas que se intentan agrupar en semejanzas, diferencias, énfasis. No
obstante, hay que ser cauteloso al considerar esas tradiciones -filosóficas,
sociopolíticas y culturales- y pretender “aplicarlas” a la educación. Hay obras
de filosofía educativa que etiquetan esas corrientes, afluentes, de ideas en querer
comprender la educación. Es un error conceptual y metodológico, teórico y
práctico. Esas clasificaciones (idealismo, realismo, etc.) encuadran procesos
educativos como si las ideas fuesen causa o determinación de las acciones
educativas. No. Las ideas filosóficas no son modelos, prototipos, palancas,
teclados, que dirigen la práctica educativa. Educación y filosofía educativa no
son polos extremos en que de un extremo teórico se pasa por puente de aplicación al extremo práctico,
por ejemplo, el esencialismo en sus categorías abstractas es una especie de nube
virtual de ideas que la educadora hace download como un app a su práctica educativa. No es así.[1]
Entonces,
¿por qué tratar esto en EDFU 4019? Por dejadez o inercia en las facultades de
educación de no actuar con presencia filosófica y educativa ante agencias acreditadoras
y organismos estatales y privados que examinan prospectivos educadores, cuyos
exámenes, en filosofía educativa, son un inverosímil disparate. De todas
maneras, cumplamos con esas tonterías examinadoras, al repasar el siguiente esquema
de tradiciones y autores[2].
Autores Tradiciones
Platón,
S. Agustín, Spinoza, Leibniz, Berkley, Idealismo
Descartes,
Kant, Hegel, Gentile, Newman
Aristóteles,
Tomás Aquino, Comenio, Realismo
Locke, Whitehead, Russel
Hobbes, F.Bacon, Rousseau, Spencer Naturalismo
Peirce,
James, Dewey Pragmatismo
Kierkegaard,
Jaspers, Sartre, Greene Existencialismo
Maritain,
Mounier, Marcel, Flores d’Arcais, Personalismo
García
Hoz, Carlos Díaz
Buber,
Rogers, Bhaktin, Freire, Sidorkin Educación
dialógica
Marx, Engels, Makarenko, Luria, Marxismo,
neo-marxismo
Lukács, Althusser, Marcusse, Gramsci,
Bourdieu, Suchodolski,
Freire, Bowles, Gintis, Apple, Giroux, Educación liberadora
Derrida,
Lyotard, Baudrillard, Foucault, Lacan Postmodernos
Piaget,
Bruner, Vygotsky, Ausubel, Gardner Constructivismo,
cognocitivismo
Counts,
Shane Reconstruccionismo
Watson,
Skinner, Ellis, Bandura Conductismo
Hirst,
Martin, Barrow, Scheffler Analíticos
del lenguaje
Tolstoy,
Ghandi, Emerson, Thoreau, Wilber Trascendentalismo
Ferrer
Guardia, Reich, Marcuse, Lapassade, Reimer, Anti-autoritaria,
anarquismo
Illich, Milani, Neill, Goodman, Schere, Chomsky
Steiner, Montessori, Freinet, Waldorf, Holt, Kohl, Educación nueva,
alternativa,
Kozol, Wallon, Egan, Gatto, Tolstoy, Miller, Palmer espiritualidad
Adler, Hutchins, Bloom, Hook, Hirsh, Zakaria Educación
liberal, cultura occidental
Recordemos, por
favor, no son fronteras rígidas del conocimiento, tampoco etiquetas en el sombrero
que identifica el equipo filosófico del jugador/a. No obstante, sí representan
una inclinación en el pensamiento que sitúan autores en convergencias y debates
entre sí.
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