Friday, August 26, 2016

Educar



Transformar al recién nacido en humano. Nacemos idénticos al chimpancé, 99% ADN, pero con una diferencia radical: somos destructivos. Destruimos al prójimo, a uno mismo, al mundo, los animales, al planeta. Ancestros animales no exhiben esas idioteces. Educar es humanizar al salvaje adentro, amaestrar, domesticar, eliminar si es posible tal utopía. En la especie humana no existe transmisión hereditaria de cultura, sólo genética corporal. La humanidad es una adquisición: nacemos hombre o mujer, nos transformamos en humanos, en el quehacer del cuido y cultivo del bien. Quienes actúan para destruir no se apropian de la educación que humanice.

Educar no es un privilegio exclusivo de instituciones “educativas”, que no pocas veces maleducan. La evidencia histórica es abrumadora. No son analfabetos campesinos ni gente sencilla y buena en campos y montañas quienes destruyen el mundo, no, son graduandos de instituciones quienes se disponen a destruir con injusticias, corrupción, iniquidades. Instituciones sólo transmiten herencia cultural de lenguaje, ideas, creencias, conocimientos, prácticas, en programas que otorgan diplomas y grados. Esa transmisión, por importante, no constituye en sí educación. Adultos que asumen la tarea de educar nuevas generaciones no deberían cometer la infamia de inculcarles a reproducir los errores históricos del mundo inhumano. Si no sabemos, podemos o no queremos legarles un mundo mejor, lo menos que deberíamos hacer es no impedirles que encuentren sus propios caminos, no estorbarles con nuestras locuras y atrocidades. Lo menos que debemos hacer es darles la confianza, facilitar la libertad, guiarles con inteligencia y benevolencia a fin de que ensayen mejores maneras de ser mejores humanos.  

¿Qué no es educar? No es enseñar, aprender, instruir, evaluar, todo eso se puede hacer con eficacia, resultados medibles o fingir cumplir estándares. Pero ningunas de esas acciones en sí y de por sí educa; son neutras, dependen de intencionalidad y mentalidad. Educar no es transmitir información del gadget tecnológico al humano. Tecnologías virtuales sólo almacenan y transmiten data. Nada más. No existe eso de “educación a distancia”. Mirar la pantalla transmitiendo información que se lee, memoriza, quizá se aprende, y se vierte en test que califique, no es ipso facto educar. Es data informativa acumulada en la mente. Ninguna información educa. In-formación es data sin forma ni contexto, sin significado. Información no es conocimiento, ni comprensión, sólo es data in-formada sin forma. Educar acontece cuando el sujeto se apropia del bien al interiorizar la relación yo-tu-nosotros en la profundidad y la intensidad de vivir bien, con inteligencia y benevolencia. Ninguna institución educa, las instituciones no aman.                 

Se habla, escribe, legisla, planifica actividades que se dicen “educar”. Una palabra en boca de todos. Un constante hablar de educación. Es superstición creer que proferir la palabra “educación” una y otra vez convierte la palabra en experiencia educativa. Educar no es un abracadabra del mago que saca el conejito de su sombrero: digo “educar” y acontece la educación. Eso es hechicería.

Si preguntamos qué es educación, se pudiera responder que es saber cosas y actuar de determinada forma de acuerdo a lo establecido por la sociedad, la cultura, la institución. En este sentido coloquial se identifica educación como identidades sociológicas -roles, títulos-. Apenas se piensa la educación como acción interna de cada persona en extraer, educere, lo mejor de sí en ser y estar en el mundo. Educación como una transformación del ser, o mejor, con Nietzsche, la metamorfosis del espíritu.

¿Pudiéramos decir algo sobre educación que sea inequívocamente claro, verdadero? John Dewey lo incita a pensar en 1938 (conferencia Kappa Delta Pi, sociedad honoraria de educación): “The basic question concerns the nature of education with no qualifying adjectives prefixed. What we want and need is education pure and simple, and we shall make surer and faster progress when we devote ourselves to finding out just what education is and what conditions have to be satisfied in order that education may be a reality and not a name or a slogan. It is for this reason alone that I have emphasized the need for a sound philosophy of experience” (Experience and Education). ¿Por qué Dewey interpela a “finding out just what education is? Precisamente porque nos pide filosofar la experiencia educativa. Adjetivos “pure and simple”, ¿no parecen extraños al aplicarse al sustantivo educación? ¿Qué debería ser experiencia educativa pura y simple? El filósofo educativo pide pensar la educación con devoción, es decir, fidelidad a la verdad, sin adjetivos. Filosofar lo real, en lenguaje y razón (logos), en que la experiencia de la palabra y el pensamiento transformen al humano, como intentó Sócrates en Atenas. Las preguntas de Dewey: 1) ¿En qué consistiría una experiencia que merezca llamarse educativa? 2) ¿Cuál es la naturaleza de la educación sin adjetivos prefijados que la cualifiquen? 3) ¿Qué es educación, pura y simple? 4) ¿Qué condiciones se necesitan para que educación sea realidad y no mero nombre? Las tres primeras son similares. La cuarta es diferente. O la misma en variaciones. ¿Hay algo fundamental a la experiencia educativa? Hoy con Dewey y hace 2,300 años con Platón, nos interpela filosofar la educación. ¿Qué es educar? ¿Para qué educamos?

Filosofar la educación se origina con Platón, el primer filósofo que sistematizó un ideal educativo en La República, la idea de entregar el cetro de su utopía a los más listos -los filósofos- para disolver así, en su raíz, la tensión de la verdad con el poder. Esa noción no es despreciable en el contexto en que se escribe y en la filosofía platónica del Bien. Es un asunto serio sobre la aristocracia del ser y del saber y el poder de decidir, hoy en las democracias, pero no trato ese tema. Como sea, Platón es vigente en su esfuerzo de pensar con magistral rigor la educación, estemos o no de acuerdo con él.

Sugiero pensar dos rasgos sobre educar. Educar supone algún fin que es permanente.

Fin. Educación es tan compleja y tan variada con tantos rostros, que no asombran ver diferentes términos para taxonomía: objetivo, meta, competencia, habilidad, destreza, valores, conocimientos, actitudes, conducta. Esos vocablos denotan los perfiles de lo que se considera, institucionalmente, la “persona educada”. Uso el término fin en sentido de razones para educar; no llegada a un destino predeterminado. Fines de educación son inseparables a los fines del humano en vivir, y dependen de respuestas a la pregunta ¿vida humana tiene sentido? En la historia educativa se han propuesto diversos fines: desarrollo humano integral, bien común, unidad del ser, felicidad, excelencia o plenitud, sentido de vivir, progreso social y cultural, avance de conocimientos, evolución de la consciencia, igualdad, justicia, libertad, etc. ¿Qué significan esos conceptos en concreto, en contexto, en contenido, en pertinencia personal y relevancia social? ¿Qué fines son apropiados al humano y su tiempo histórico? ¿Se integran entre sí? Son preguntas cruciales en filosofar los fines educativos.

Permanente. Educación se inicia en natalidad o el seno materno. De ahí en adelante, es ubicua en cada etapa desarrollo, cada ámbito de la experiencia interpersonal y social. Educación sin bordes, sin fronteras. Educación impredecible, incierta, espontánea, permanente en la cotidianeidad. Lo que importa es que el acontecimiento educativo sea una experiencia en educere, extraer del ser humano su potencial de bien, verdad, belleza, dirán Platón y Aristóteles al unísono.

¿Para qué la educación? Por extraño que parezca, educar no tiene un para qué, no sirve para nada externo a ella, su valor es intrínseco. Educar tiene que no servir para nada; o si hay para qué, basta ser feliz con sentido de vivir, un fin razonable de la educación permanente. Que cada persona se de su proyecto de vida, lo que consideran da amor a su vivir.





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