Toda institución educativa asume y presume hacer bien lo que debe hacer: educar. Para hacerlo debe tener condiciones para educar bien, son muchas, entre otras: contratar
y retener al personal cualificado y facilitarle su formación continua con incentivos
y condiciones justas de trabajo; currículos pertinentes, revisados con
regularidad y con criterios racionales que la comunidad educativa acuerda; recursos
materiales y tecnológicos suficientes y adecuados; organización inteligente y
eficaz, que incluye maneras de dirigir, coordinar y tomar decisiones de seres
racionales, no torpes ni autoritarios; financiamiento que permita operar con
balance de ingresos y gastos; familias involucradas y comprometidas; una
pedagogía adecuada, y esas dos palabras son enormes, no puedo entrar en eso
ahora; etcétera. Una institución que no posea condiciones para educar bien, lo
que hace es maleducar. ¿Qué es educar bien, y no mal, qué criterios lo deciden,
hay experiencias que con razón pudiéramos decir son educativas? son preguntas en
filosofar la educación; preguntas difíciles por complejidad, variabilidad de
interpretaciones, dependientes del contexto; sin respuestas tajantes; no son del
tipo cómo saber si el riñón hay que extirparlo. Pero en materia educativa, con sentido
común, se puede olfatear si algo huele mal y se maleduca, cuando, por
ejemplo:
Cuando las fallas provienen de educadores:
- Ignoran los contenidos
que enseñan
- Lo que conocen es
obsoleto, es falso, es irrelevante, no se actualizan
- Sí conocen, pero ineptos en
enseñar bien, carecen de habilidad pedagógica
- Lo que enseñan no tiene
pertinencia a la realidad o al contexto del educando
- Neuróticos, inmaduros,
amargados, dementes, afligidos, sufrientes
- Si fuese poco lo
anterior, injusto, cínicos, crueles, violentos
- Y para empeorar,
vanidosos, arrogantes, soberbios, prepotentes, endiosados
- Carecen de pasión de
educar con entusiasmo, sin afecto, sin amor
Es trágico que los adultos transmitan a jóvenes
generaciones la aflicción, ignorancia y desaciertos psicosomáticos que padecen.
Cuando las fallas provienen de los estudiantes:
- Por no asumir
responsabilidad y autodisciplina de su educación
- Por falta de hábitos para
aprender con esfuerzo y perseverancia
- Por carecer habilidades
de interacción social positiva
- Por su estupidez y
distracción con aparatos tecnológicos que los adormecen
Educar exige disposiciones internas del sujeto que hagan
posible su autoeducación. Es cierto existen situaciones externas problemáticas,
pero eso no excusa el sentido de responsabilidad personal en las decisiones que
cada cual toma en su vida.
Cuando las fallas provienen de currículos incoherentes y
pedagogía defectuosa
- Currículos fragmentados,
balcanizados, desarticulados
- Currículos sin
pertinencia al contexto de la realidad circundante
- Irracionalidad en
organización por grados, edades y materias
- Métodos de enseñar
ineficaces, disfuncionales, medievales
- Sistemas de evaluación irrelevantes,
irracionales, antipedagógicos
- Pedagogía que inhibe la
creatividad, el pensar imaginativo y crítico
- Pedagogía que inhibe las
interacciones sociales del aprender comunitario
- Pedagogía limitada y
limitante de libertad del educando y su responsabilidad
Se maleduca cuando la pedagogía infantiliza a estudiantes
y maestros, por continuar la tradición escolar iniciada en el siglo XVI, de una
escolaridad industrial de fábricas, hospitales y carcelaria.
Cuando las fallas provienen del ambiente, la organización
y dirección:
- Espacios estéticamente feos,
incómodos, insalubres, disfuncionales
- No hay incentivos al
personal docente y de apoyo
- No hay sistemas de
trabajo que estimulen la inteligencia colectiva
- Falta de mecanismos de
tomar decisiones con inteligencia, eficiencia
- No hay liderazgo colectivo
auténtico, sino autoritarismo jerárquico
- Intervención del
partidismo político o el fundamentalismo religioso
- Leyes, reglas, normas,
procesos, estructuras, anticuadas, torpes y estúpidas
Se maleduca en cultura organizacional diseñada como corsé
o prótesis que amarra, inhibe, impide moverse con iniciativas, libertad,
confianza, talentos, creatividad; con un aparato burocrático rígido, tóxico,
pesado, que asfixia, contamina y paraliza. Y si problemas provienen de una sociedad
enferma, ¿escuela y universidad son el contrapunto salubrista que reforme la
sociedad? Si la institución respira atmósfera social de locura y violencia, ¿esa
institución es monasterio de paz, amor, cordura? El perenne asunto sociológico
de relaciones entre sociedad y las instituciones.
La erosión de credibilidad en instituciones privadas y
públicas, gobiernos, sociedad en general, proviene de hipocresías, mentiras,
demagogias, fraudes, corrupciones, las constantes y sonantes estupideces en
decisiones, acciones y resultados.
La educación -en sociedad, familias, instituciones- podría
ser antídoto en aprender los mínimos de virtudes cívicas, digamos, integridad, veracidad,
libertad, justicia, igualdad, decencia, responsabilidad, generosidad,
reciprocidad en intereses del bien común. En fin, aunque esto no tiene fin, ya
que el mal es más visible y ruidos que el bien, conviene tener listas las
tarjetitas amarillas y rojas para sacar del juego lo que maleduca, y conviene
tener prendida la luz verde del semáforo educativo, a algo que se parezca, lo mejor posible, a una educación sana,
cordial e inteligente. Si no por nosotras y nosotros hoy, al menos, por
compasión a nuestros descendientes.
No comments:
Post a Comment