Friday, August 26, 2016

Sabiduría


La etimología del vocablo es clara, se puede consultar en cualquier fuente de referencia, con pocas variaciones de términos, todas indicando la misma idea, philosophia, en griego, es el amor o la búsqueda de sabiduría. Pero ¿qué es la sabiduría? Sabiduría ¿es un saber?, si es ¿cuál tipo de saber?, ¿habilidad?, ¿talento?, ¿disposición anímica?, ¿actitud ante la vida?, ¿virtud del carácter?, ¿creencias religiosas?, ¿contenido en la conciencia?

¿Un saber? Ciertamente es el significado original de la palabra, tanto en los griegos (sophia) como en los latinos (sapientia). La mayoría de los filósofos lo confirman desde Heráclito, en Platón es evidente, en los estoicos, Epicuro y Spinoza, en Descartes y Kant, sabiduría tiene mucho que ver con el pensamiento, con la inteligencia, el conocimiento, es decir, con una determinada manera de saber.  ¿De qué saber?

Se trata de un saber muy particular, no cualquiera en que se diga “yo sé tal o cual cosa”. No es un saber que ninguna ciencia describe, que ninguna demostración prueba, que ningún laboratorio comprueba, no hay lógica que lo explique, ningún protocolo lo prescribe. No se trata de pruebas, sino de experiencia. No se trata de experimentos, sino de práctica. No se debate con argumentos. No se trata de ciencia, ni de tecnologías, sino de vida.

En algunas ocasiones, los griegos opusieron la sabiduría teórica o contemplativa (sophia) a sabiduría práctica (phronesis). Es una incorrecta lectura de Aristóteles; hubo escolásticos que situaron vida contemplativa por encima de la vida práctica, malinterpretando también a Platón. 

Pero son inseparables, o mejor dicho, la verdadera sabiduría es su conjunción.

Es probable que unos estén mejor preparados para la contemplación, monjes por ejemplo, y otros estén mejor capacitados para la acción, deportistas, sin duda. Pero ninguna facultad -contemplativa o activa- hace sabios. Inteligencia no basta. Habilidad no basta. Cultura no basta. “La sabiduría no puede ser ni una ciencia ni una técnica” subrayaba Aristóteles. Se refiere menos a la verdad o a la eficacia que al bien, para sí mismo y para los demás. ¿Es un saber? Ciertamente. Pero un saber vivir bien.

Es la interpretación original de filosofía, un saber pensar, pero no pensar cualquier cosa en especulación, en lo abstracto, no es un filosofar desvitalizado. Es un filosofar que nos acerca a la sabiduría: se trata de pensar correctamente para vivir correctamente. La filosofía nos enseña a vivir bien. Pensar la vida que merecemos vivir. Vivir ese pensamiento. De la vida buena. Compasiva. Generosa. Del bien propio y del bien ajeno.

El que la vida sea tan difícil, frágil, peligrosa, que se sufre, cansados de luchar para vivir, cansados de vivir luchando, cansados, en definitiva, de estar cansados, eso constituye una razón suficiente para filosofar, para encontrar caminos de luz que atraviesan la oscuridad.

Para esto sirve la filosofía, útil a cualquier edad, al menos desde que se empieza a pensar y dominar la propia lengua. En la familia, madres y padres que estimulan a hijos e hijas a ver con curiosidad su entorno, a saber pensar preguntando, sin forzar respuestas, a dejar que las preguntas se metamorfoseen en respuestas, no cerradas, abiertas, a verlas nuevamente.

En la escuela, estudiantes que aprenden matemáticas, botánica, biología, geografía, historia, literatura, ¿por qué han de privarse de filosofar? Esos estudiantes que se preparan para ser contables, ingenieros, empresarios, maestros, psicólogos, abogados, trabajadores sociales, ¿por qué no estudian filosofía?

Esos adultos absortos en trabajos, ocupados en profesiones, preocupados con ocupaciones, ¿cuándo encontrarán tiempo de descanso para filosofar sus vidas? El fin de filosofar no es filosofar; filosofar es camino, el fin es aprender a vivir la vida más lúcida con menos locuras, más serena y menos prisa, más libre de ataduras, en paz, sin violencia. Por eso necesitamos la sabiduría. La vida más alegre que ve de reojo las desdichas, no las ignora, pero no les da poder sobre uno.   

¿Cómo he de vivir? Es la cuestión que se plantea la filosofía desde sus inicios. La respuesta es la sabiduría, encarnada, vivida en actos diarios, en aprender el bien.

Montaigne, en “De la formación de los niños” (Ensayos, I, 26), cita la fórmula de Horacio que Kant convertirá en lema de Ilustración “Sapere aude, incipe”, atrévete a saber, empieza,  atrévete a ser sabios, parafraseamos. ¿Por qué esperar más? ¿Por qué aplazar la felicidad?

Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para filosofar, decía Epicuro, pues nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para ser feliz. Por esa razón, empecemos pronto a vivir bien. A ser felices aquí y ahora, pasado se dejó atrás, no hay futuro fuera del presente.

Los filósofos discrepan en muchas ideas y en las respuestas a sus preguntas. Pero en lo que sí están de acuerdo, al menos la mayoría, es en que la sabiduría se reconoce en cierta serenidad de espíritu, en una paz interior independiente de la circunstancia, en una inteligencia que razona con claridad. Inteligencia necesitada de bondad.

Es que hay tanta inteligencia en las ciencias, en las tecnologías, en los conocimientos, en los negocios, en las construcciones del mundo, pero esa inteligencia tan fácilmente se malogra y se pervierte en multitud de injusticias y crueldades. La inteligencia sola no basta. Le falta la bondad que la ilumina, la guía.

¿Qué es la sabiduría?

Es el máximo de felicidad posible, el máximo de lucidez posible, es la vida buena, como decían los griegos, responsable y digna.

Es la vida amorosa en Jesús, la compasiva del Buda.

El sabio no ama más la vida porque sea más feliz que nosotros. Es más feliz porque la ama.




Verdades educativas razonables de sentido común



En sociedades democráticas los asuntos del bien común se ponderan y deciden suponiendo una ciudadanía educada, a saber, personas con inteligencia y decencia, que piensan de modo razonable en la búsqueda de la justicia y del bienestar común, ateniéndose a normas acordadas en sociedad civil e instituciones del estado. Es normal las controversias en asuntos complejos (economía, moral, política pública, leyes, educación, etc.), debido a la pluralidad de ideas, prácticas y creencias, a menudo con opiniones fuertes en grupos de interés que defienden ideologías o poderes. En educación se debaten cuestiones difíciles en la propia comprensión del asunto que se quiere entender o el problema a resolver. Hay varias razones que explican esa dificultad: la complejidad analítica en la heterogeneidad y multiplicidad de factores a considerar; la falta de evidencias; diversas interpretaciones en lenguaje, ideas y hechos; tozudez de la gente; ignorancia; entre otras. También en educación podemos aceptar verdades sin maroma intelectual ni comités ad hoc para reunirse en discusiones superfluas. Verdades de sentido común -maestra preescolar sana mentalmente es mejor educadora que maestra loca-, con base teórica -existen etapas del desarrollo humano-, de experiencia -si estoy cansado y aburrido no me concentro igual que si estoy animado e interesado-, razonable y razonada -hay conocimientos cuya abstracción o interioridad no se miden cuantitativamente-, de elemental lógica -educación y el bien se relacionan-. No me refiero a Verdad en mayúscula, la de Pilato perplejo, ni elucubración metafísica o epistemología complicada ni dogmática, es minúsculas de uso cotidiano ¿verdad naciste en Jamaica?, ¿verdad te enamoraste de Ruperto?, ¿verdad tu abuela te crio?, ¿verdad el Sol es una estrella?, ¿es verdad eres vegetariano?, ¿verdad mi cerebro está dentro de mi cráneo? Van 46, entre muchas.

1. Mucho material obligado a aprender de memoria se olvida pronto; carece de significado personal; no se sabe qué hacer, para qué “sirve”; no tiene pertinencia en la vida cotidiana.

2. Memorizar o “conocer” un montón de datos no significa ser educado, ni siquiera ser inteligente.

3. Estudiantes difieren en genes, psiquismo, talento, interés, necesidad, contexto social, no hace sentido teórico/práctico imponerles mismo contenido, hora, método, estándares, evaluación, grado.

4. Estudiantes aprenden con más satisfacción y efectividad en actividades significativas relacionadas con sus necesidades, talentos, capacidades y fases de desarrollo.

5. Estudiantes se desmotivan en aprender si no participan en la decisión de su aprendizaje.

6. Motivaciones intrínsecas son superiores a recompensas extrínsecas; nadie motiva a nadie, lo que se puede hacer es crear ambientes de aprender que estimulen la motivación intrínseca.  

7. Si hacer x aumenta puntación en prueba estandarizada, eso no significa se deba hacer x.

8. Estudiantes necesitan sentirse acogidos, respetados, emocionalmente seguros, confiados.  

9. Que un libro, lección, actividad, examen, sea más difícil o complejo no significa sea mejor.

10. Niños no son adultos en miniatura.

11. Aumentar volumen de in-formación sin forma, sin contexto, no es aprender conocimiento.

12. Tecnologías son medios neutrales, no fines de la educación; “educación en línea” es frase vacía.

13. No hay evidencia de relación causal entre enseñar moral y vivir éticamente.

14. Movimiento corporal es integrado al movimiento mental. No hace bien al cuerpo, cerebro y mente sentarse en pupitres durante largas horas escuchando o mirando pasivamente al adulto enseñante.

15. Experiencias sensorio-motoras en infancia configuran el cerebro y las funciones cognitivas.

16. Los sentidos no son ventana pasiva al mundo, sino interlocutores mentales activos con el entorno.

17. El desarrollo del cerebro no es lineal, hay períodos sensitivos de maduración que preparan para aprender determinadas habilidades corpóreas y mentales.

18. Conceptos abstractos se aprenden mejor si se relacionan con experiencias concretas.  

19. Estudiantes aprenden mejor imitándose y ayudándose entre sí, sin intención de enseñar.

20. El ambiente físico es un condicionante básico en facilitar o entorpecer el aprendizaje.

21. El pensamiento no se apura, prisa y estrés entorpecen pensar con claridad, toma tiempo pensar.

22. Qué aprender, cómo aprender y por qué aprender son aspectos inseparables en la pedagogía.

23. Enseñar y aprender son procesos diferentes, quizá con propósitos distintos, es ingenuo pensar la relación causal: lo que yo enseño no es lo que necesariamente aprende el otro.

24. Se aprende mejor si el estudiante aprecia el aprendizaje y valora el esfuerzo de aprender.  

25. Evaluar con letras/números no es el mejor o único indicador del conocimiento que se sabe.

26. Conocimiento muchas veces es inconsciente e intuitivo. Imposible su acceso por otra persona. A niveles profundos del saber se valora el silencio, la presencia, una manera de ser, no de demostrar.

27. Los errores se corrigen, no se regañan con dureza ni se penalizan con culpabilidad.
28. Educarse supone equivocarse. Aprender es desaprender y aprender de nuevo.

29. Desde control de esfínter el infante aprende a ser libre y responsable. Ahorra tiempo perdido, energía malgastada y neurosis no arrastrar infantilismo sociológico y psicológico en la universidad.

30. Educar para la democracia se hace educando en y desde la democracia.

31. Aprendizaje que se generaliza es superior al aprendizaje sólo aplicado a lo específico.

32. Realidad es interconectada, conocimiento es interconectado, currículo debe ser interconectado.

33. La educación es para vivir no una preparación para vivir.

34. Educación de educadores debería ser educándose en la educación que educarán.

35. Reformas educativas que sólo reforman la forma, sin alterar sustancia, empeoran la situación.

36. Es cruel, injusto y estúpido pedir a maestros(as) que sustituyan a las familias y a la sociedad.

37. Justicia salarial, profesional y prestigio: segundo indicador de valorar maestra/o en una sociedad. Salud mental, el primero. Lo demás viene por añadidura, si la sociedad es inteligente.

38. Educación alternativa debe responder ¿alternativa de qué, por qué, para qué, y cómo?

39. En educación teoría y práctica es el binomio de la praxis.   

40. No se solucionan problemas sin reconocerlos. Hay tres tipos en educación: técnicos, estructurales y humanos. Los enfoques de análisis y las estrategias de soluciones son diferentes.

41. Sustantivo “líder” supone jerarquía de autoridad en la cúspide. Un error que pervierte el sentido de educar. En educación se usa el verbo “liderar” en espíritu convivencial (Illich) de responsabilidades compartidas. Es difícil, pero nunca la educación es fácil.

42. Educación es riesgosa, compleja e incierta, una aventura, como la vida misma, y bueno sea así.

43. En educación pudiéramos quizá saber el punto de partida, no de llegada. Machado tuvo razón.

44. Desde el Simposio de Platón sabemos que eros, philia, ágape en algún sentido, educan.

45. Educación tiene que ver, y mucho, con contentamiento, deleite, gozo, alegría.

46. En educadores presencia, contenido, métodos se interconectan. La presencia preside siempre.  




Educar



Transformar al recién nacido en humano. Nacemos idénticos al chimpancé, 99% ADN, pero con una diferencia radical: somos destructivos. Destruimos al prójimo, a uno mismo, al mundo, los animales, al planeta. Ancestros animales no exhiben esas idioteces. Educar es humanizar al salvaje adentro, amaestrar, domesticar, eliminar si es posible tal utopía. En la especie humana no existe transmisión hereditaria de cultura, sólo genética corporal. La humanidad es una adquisición: nacemos hombre o mujer, nos transformamos en humanos, en el quehacer del cuido y cultivo del bien. Quienes actúan para destruir no se apropian de la educación que humanice.

Educar no es un privilegio exclusivo de instituciones “educativas”, que no pocas veces maleducan. La evidencia histórica es abrumadora. No son analfabetos campesinos ni gente sencilla y buena en campos y montañas quienes destruyen el mundo, no, son graduandos de instituciones quienes se disponen a destruir con injusticias, corrupción, iniquidades. Instituciones sólo transmiten herencia cultural de lenguaje, ideas, creencias, conocimientos, prácticas, en programas que otorgan diplomas y grados. Esa transmisión, por importante, no constituye en sí educación. Adultos que asumen la tarea de educar nuevas generaciones no deberían cometer la infamia de inculcarles a reproducir los errores históricos del mundo inhumano. Si no sabemos, podemos o no queremos legarles un mundo mejor, lo menos que deberíamos hacer es no impedirles que encuentren sus propios caminos, no estorbarles con nuestras locuras y atrocidades. Lo menos que debemos hacer es darles la confianza, facilitar la libertad, guiarles con inteligencia y benevolencia a fin de que ensayen mejores maneras de ser mejores humanos.  

¿Qué no es educar? No es enseñar, aprender, instruir, evaluar, todo eso se puede hacer con eficacia, resultados medibles o fingir cumplir estándares. Pero ningunas de esas acciones en sí y de por sí educa; son neutras, dependen de intencionalidad y mentalidad. Educar no es transmitir información del gadget tecnológico al humano. Tecnologías virtuales sólo almacenan y transmiten data. Nada más. No existe eso de “educación a distancia”. Mirar la pantalla transmitiendo información que se lee, memoriza, quizá se aprende, y se vierte en test que califique, no es ipso facto educar. Es data informativa acumulada en la mente. Ninguna información educa. In-formación es data sin forma ni contexto, sin significado. Información no es conocimiento, ni comprensión, sólo es data in-formada sin forma. Educar acontece cuando el sujeto se apropia del bien al interiorizar la relación yo-tu-nosotros en la profundidad y la intensidad de vivir bien, con inteligencia y benevolencia. Ninguna institución educa, las instituciones no aman.                 

Se habla, escribe, legisla, planifica actividades que se dicen “educar”. Una palabra en boca de todos. Un constante hablar de educación. Es superstición creer que proferir la palabra “educación” una y otra vez convierte la palabra en experiencia educativa. Educar no es un abracadabra del mago que saca el conejito de su sombrero: digo “educar” y acontece la educación. Eso es hechicería.

Si preguntamos qué es educación, se pudiera responder que es saber cosas y actuar de determinada forma de acuerdo a lo establecido por la sociedad, la cultura, la institución. En este sentido coloquial se identifica educación como identidades sociológicas -roles, títulos-. Apenas se piensa la educación como acción interna de cada persona en extraer, educere, lo mejor de sí en ser y estar en el mundo. Educación como una transformación del ser, o mejor, con Nietzsche, la metamorfosis del espíritu.

¿Pudiéramos decir algo sobre educación que sea inequívocamente claro, verdadero? John Dewey lo incita a pensar en 1938 (conferencia Kappa Delta Pi, sociedad honoraria de educación): “The basic question concerns the nature of education with no qualifying adjectives prefixed. What we want and need is education pure and simple, and we shall make surer and faster progress when we devote ourselves to finding out just what education is and what conditions have to be satisfied in order that education may be a reality and not a name or a slogan. It is for this reason alone that I have emphasized the need for a sound philosophy of experience” (Experience and Education). ¿Por qué Dewey interpela a “finding out just what education is? Precisamente porque nos pide filosofar la experiencia educativa. Adjetivos “pure and simple”, ¿no parecen extraños al aplicarse al sustantivo educación? ¿Qué debería ser experiencia educativa pura y simple? El filósofo educativo pide pensar la educación con devoción, es decir, fidelidad a la verdad, sin adjetivos. Filosofar lo real, en lenguaje y razón (logos), en que la experiencia de la palabra y el pensamiento transformen al humano, como intentó Sócrates en Atenas. Las preguntas de Dewey: 1) ¿En qué consistiría una experiencia que merezca llamarse educativa? 2) ¿Cuál es la naturaleza de la educación sin adjetivos prefijados que la cualifiquen? 3) ¿Qué es educación, pura y simple? 4) ¿Qué condiciones se necesitan para que educación sea realidad y no mero nombre? Las tres primeras son similares. La cuarta es diferente. O la misma en variaciones. ¿Hay algo fundamental a la experiencia educativa? Hoy con Dewey y hace 2,300 años con Platón, nos interpela filosofar la educación. ¿Qué es educar? ¿Para qué educamos?

Filosofar la educación se origina con Platón, el primer filósofo que sistematizó un ideal educativo en La República, la idea de entregar el cetro de su utopía a los más listos -los filósofos- para disolver así, en su raíz, la tensión de la verdad con el poder. Esa noción no es despreciable en el contexto en que se escribe y en la filosofía platónica del Bien. Es un asunto serio sobre la aristocracia del ser y del saber y el poder de decidir, hoy en las democracias, pero no trato ese tema. Como sea, Platón es vigente en su esfuerzo de pensar con magistral rigor la educación, estemos o no de acuerdo con él.

Sugiero pensar dos rasgos sobre educar. Educar supone algún fin que es permanente.

Fin. Educación es tan compleja y tan variada con tantos rostros, que no asombran ver diferentes términos para taxonomía: objetivo, meta, competencia, habilidad, destreza, valores, conocimientos, actitudes, conducta. Esos vocablos denotan los perfiles de lo que se considera, institucionalmente, la “persona educada”. Uso el término fin en sentido de razones para educar; no llegada a un destino predeterminado. Fines de educación son inseparables a los fines del humano en vivir, y dependen de respuestas a la pregunta ¿vida humana tiene sentido? En la historia educativa se han propuesto diversos fines: desarrollo humano integral, bien común, unidad del ser, felicidad, excelencia o plenitud, sentido de vivir, progreso social y cultural, avance de conocimientos, evolución de la consciencia, igualdad, justicia, libertad, etc. ¿Qué significan esos conceptos en concreto, en contexto, en contenido, en pertinencia personal y relevancia social? ¿Qué fines son apropiados al humano y su tiempo histórico? ¿Se integran entre sí? Son preguntas cruciales en filosofar los fines educativos.

Permanente. Educación se inicia en natalidad o el seno materno. De ahí en adelante, es ubicua en cada etapa desarrollo, cada ámbito de la experiencia interpersonal y social. Educación sin bordes, sin fronteras. Educación impredecible, incierta, espontánea, permanente en la cotidianeidad. Lo que importa es que el acontecimiento educativo sea una experiencia en educere, extraer del ser humano su potencial de bien, verdad, belleza, dirán Platón y Aristóteles al unísono.

¿Para qué la educación? Por extraño que parezca, educar no tiene un para qué, no sirve para nada externo a ella, su valor es intrínseco. Educar tiene que no servir para nada; o si hay para qué, basta ser feliz con sentido de vivir, un fin razonable de la educación permanente. Que cada persona se de su proyecto de vida, lo que consideran da amor a su vivir.





Maleducar



Toda institución educativa asume y presume hacer bien lo que debe hacer: educar. Para hacerlo debe tener condiciones para educar bien, son muchas, entre otras: contratar y retener al personal cualificado y facilitarle su formación continua con incentivos y condiciones justas de trabajo; currículos pertinentes, revisados con regularidad y con criterios racionales que la comunidad educativa acuerda; recursos materiales y tecnológicos suficientes y adecuados; organización inteligente y eficaz, que incluye maneras de dirigir, coordinar y tomar decisiones de seres racionales, no torpes ni autoritarios; financiamiento que permita operar con balance de ingresos y gastos; familias involucradas y comprometidas; una pedagogía adecuada, y esas dos palabras son enormes, no puedo entrar en eso ahora; etcétera. Una institución que no posea condiciones para educar bien, lo que hace es maleducar. ¿Qué es educar bien, y no mal, qué criterios lo deciden, hay experiencias que con razón pudiéramos decir son educativas? son preguntas en filosofar la educación; preguntas difíciles por complejidad, variabilidad de interpretaciones, dependientes del contexto; sin respuestas tajantes; no son del tipo cómo saber si el riñón hay que extirparlo. Pero en materia educativa, con sentido común, se puede olfatear si algo huele mal y se maleduca, cuando, por ejemplo: 

Cuando las fallas provienen de educadores:
  • Ignoran los contenidos que enseñan
  • Lo que conocen es obsoleto, es falso, es irrelevante, no se actualizan
  • Sí conocen, pero ineptos en enseñar bien, carecen de habilidad pedagógica
  • Lo que enseñan no tiene pertinencia a la realidad o al contexto del educando
  • Neuróticos, inmaduros, amargados, dementes, afligidos, sufrientes
  • Si fuese poco lo anterior, injusto, cínicos, crueles, violentos
  • Y para empeorar, vanidosos, arrogantes, soberbios, prepotentes, endiosados
  • Carecen de pasión de educar con entusiasmo, sin afecto, sin amor

Es trágico que los adultos transmitan a jóvenes generaciones la aflicción, ignorancia y desaciertos psicosomáticos que padecen.

Cuando las fallas provienen de los estudiantes:
  • Por no asumir responsabilidad y autodisciplina de su educación
  • Por falta de hábitos para aprender con esfuerzo y perseverancia
  • Por carecer habilidades de interacción social positiva
  • Por su estupidez y distracción con aparatos tecnológicos que los adormecen
             
Educar exige disposiciones internas del sujeto que hagan posible su autoeducación. Es cierto existen situaciones externas problemáticas, pero eso no excusa el sentido de responsabilidad personal en las decisiones que cada cual toma en su vida.

Cuando las fallas provienen de currículos incoherentes y pedagogía defectuosa
  • Currículos fragmentados, balcanizados, desarticulados
  • Currículos sin pertinencia al contexto de la realidad circundante
  • Irracionalidad en organización por grados, edades y materias
  • Métodos de enseñar ineficaces, disfuncionales, medievales 
  • Sistemas de evaluación irrelevantes, irracionales, antipedagógicos
  • Pedagogía que inhibe la creatividad, el pensar imaginativo y crítico
  • Pedagogía que inhibe las interacciones sociales del aprender comunitario
  • Pedagogía limitada y limitante de libertad del educando y su responsabilidad
  
Se maleduca cuando la pedagogía infantiliza a estudiantes y maestros, por continuar la tradición escolar iniciada en el siglo XVI, de una escolaridad industrial de fábricas, hospitales y carcelaria.

Cuando las fallas provienen del ambiente, la organización y dirección:
  • Espacios estéticamente feos, incómodos, insalubres, disfuncionales
  • No hay incentivos al personal docente y de apoyo
  • No hay sistemas de trabajo que estimulen la inteligencia colectiva
  • Falta de mecanismos de tomar decisiones con inteligencia, eficiencia
  • No hay liderazgo colectivo auténtico, sino autoritarismo jerárquico
  • Intervención del partidismo político o el fundamentalismo religioso
  • Leyes, reglas, normas, procesos, estructuras, anticuadas, torpes y estúpidas

Se maleduca en cultura organizacional diseñada como corsé o prótesis que amarra, inhibe, impide moverse con iniciativas, libertad, confianza, talentos, creatividad; con un aparato burocrático rígido, tóxico, pesado, que asfixia, contamina y paraliza.  Y si problemas provienen de una sociedad enferma, ¿escuela y universidad son el contrapunto salubrista que reforme la sociedad? Si la institución respira atmósfera social de locura y violencia, ¿esa institución es monasterio de paz, amor, cordura? El perenne asunto sociológico de relaciones entre sociedad y las instituciones.   

La erosión de credibilidad en instituciones privadas y públicas, gobiernos, sociedad en general, proviene de hipocresías, mentiras, demagogias, fraudes, corrupciones, las constantes y sonantes estupideces en decisiones, acciones y resultados.

La educación -en sociedad, familias, instituciones- podría ser antídoto en aprender los mínimos de virtudes cívicas, digamos, integridad, veracidad, libertad, justicia, igualdad, decencia, responsabilidad, generosidad, reciprocidad en intereses del bien común. En fin, aunque esto no tiene fin, ya que el mal es más visible y ruidos que el bien, conviene tener listas las tarjetitas amarillas y rojas para sacar del juego lo que maleduca, y conviene tener prendida la luz verde del semáforo educativo, a algo que se parezca, lo mejor posible, a una educación sana, cordial e inteligente. Si no por nosotras y nosotros hoy, al menos, por compasión a nuestros descendientes.





Saturday, August 13, 2016

Reglas del curso


Apaga el celular, guárdalo, remuévelo de tu vista, y la mía. Ese aparatito es adictivo. Te distrae, interrumpe pensar, desenfoca tu atención a reflexionar este curso, el más importante de tu vida. Tus deditos se descontrolan nerviosos por esa pantallita.
 
Asistencia a clase es obligatoria y puntual a la hora acordada. Hay estudiantes que entran al salón después de empezar como Pedro por su casa; el único Pedro aquí soy yo; si un estudiante es bendecido llamarse así, pase por el registro demográfico a cambiarse a otro nombre por este semestre.

Prende ON tu mente, wake up call a dormidas neuronas. Espanta cuerpos sentados desprovistos de vida mental. No quiero zombis en clase (1er aviso).

Participa activamente en hablar ideas, preguntas, comentarios que los buscas en tu cerebro, que está dentro de tu cráneo encima del hombro. Espero que mi imponente presencia magnética no te intimide, de hecho, doy ánimo al pensar libre, creativo.

Hay libertad de expresar el pensamiento. Abre tu mente a otras perspectivas. Quizá lo que creías cierto puede ser cuestionado y pensado con otra interpretación. Nadie posee la verdad absoluta, sólo Dios, a veces yo en momentos inspirados, frecuentes.

Si tus circuitos cerebrales se desactiven, moriste en clase. No soy Jesucristo ni tú eres Lázaro, no esperes te resucite. La ambulancia te conducirá a la funeraria, fuera de mi salón. No quiero zombis en clase (2do aviso).

Si tienes mala memoria para recordar las asignaciones, toma ginkgo biloba.

Entrega trabajos a tiempo, sin excusas de estabas en psiquiatría con crisis amorosa, accidentes de huesos rotos, te persiguen alguaciles, tu casa se derrumbó, en fin, son infinitos cuentos e infinita mi increencia de ellos. Cumple tus deberes cabalmente.

No leo manuscritos ni trabajos feos. Existe belleza intelectual de buen gusto. Al salir con tu amada/o, te bañas, perfumas, cepillas dientes, untas talco y desodorante, te pones ropita limpia y atractiva, te maquillas; aplica ese esmero estético al intelecto.


No quiero zombis en clase (último aviso).

Recapitular: Filosofía, Educación, Filosofar Educación


1. En una tradición académica conservadora, que ya es obsoleta, la filosofía se sitúa del lado teórico, abstracto, mientras la educación se concibe del lado práctico, concreto. Estudiantes de filosofía aprenden leyendo autores que especulan ideas, es un leer especulativo de ideas y autores, raras veces es la propia voz que piensa ideas propias. Estudiantes de educación aprenden pensando ideas y haciendo prácticas. 

2. El pensador de Rodin tipifica el filosofar, en este caso, ante las puertas del infierno, y ante esas puertas, qué hacer sino sentarse cabizbajo a ponderar ¿en qué comedia divina estoy? La maestra tipifica la educación con su hablar, escribir, escuchar, preguntar, responder, los verbos que describen acciones pedagógicas con estudiantes. El pensador filosófico tiene tiempo de ocio para cavilar las perplejidades del mal, castigos eternos, lo absurdo de esa comedia divina. La maestra, inmersa y ocupada en actividades prácticas, carece de ocio para sentarse a especular el destino humano en la vida concreta de sus estudiantes.

3. En esa tradición académica, la filosofía es uno de los “fundamentos” de la educación, similar a otras disciplinas del conocimiento con un cuerpo de teorías y postulados sobre la educación, y tradición histórica en obras, autores, docentes, investigadores, los expertos en: sociología, psicología, historia, economía, política, administración o gerencia, investigación, estadística, neurociencias, etc. Los cursos académicos de esas áreas del conocimiento que analizan, explican, describen, plantean preguntas y problemas, a veces prescriben lo que se debería hacer en educación, se denominan fundamentos de la educación.

4. La utilidad de la filosofía consistirá en fundamentar la educación con teorías que sirven a las prácticas educativas. Se hace mediante reflexiones en áreas especiales de la filosofía: ontología sobre el ser del humano; epistemología o reflexión del conocimiento y la verdad; ética o ideas sobre el bien y el mal, virtudes morales, la consciencia; filosofía política o ideas de justicia, bien común, poder y autoridad; metafísica acerca de la realidad, lo existente, el principio de todo, arjé. Se presume que la filosofía sirve para considerar fines educativos, el lenguaje en educación, por qué de las prácticas, también sirve la filosofía para que escuelas, universidades, y demás instituciones educativas piensen su misión y objetivos.

5. La educación sería un campo del quehacer humano, inmemorial en el tiempo, ubicuo en todos los ámbitos sociales y los contextos culturales; y sobre todo, es lo que acontece en las instituciones educativas. Para las disciplinas o conocimientos mencionados, la educación es la materia prima para estudiar un objeto: el fenómeno educativo.

6. Es el reino del conocer teórico aplicado a la práctica. En ese reino, filosofía es un pensar sobre educación, fuera de ella, y la educación es el campo inmaculado a ser fertilizado por la filosofía y demás conocimientos disciplinarios que le dan vida, dirección, fundamento.

7. He aquí un problema. Al ver la filosofía primordialmente del lado teórico, y la educación del lado práctico, el pensamiento filosófico se idealiza en una pureza ilusoria, y despojamos a la educación de su poder reflexivo, crítico, en la praxis. En Marx, praxis significa acción que transforma personas, naturaleza y mundo -en la undécima tesis sobre Feuerbach-. El problema para quienes nos dedicamos al quehacer educativo -somos, en realidad, todas las personas en la sociedad- es no entender la relación indivisible de filosofía/educación. Es creer que educación se comprende desde un pensar filosófico separado de ella. Se sustrae a la educación su praxis; se sustrae a la filosofía ser acción transformadora; se le niega a la educación el pensar autocrítico; se le niega a la filosofía la inmersión en la experiencia.

8. Hace bien pensar que educación es experiencia e intuición. Necesitamos conversar sobre una filosofía de la experiencia y la intuición. Lástima que apenas se habla de eso, porque experiencia e intuición son el acceso directo a la realidad, es lo primario en la configuración del sentido, de la sensibilidad y del saber. Desde Kant y Hegel sabemos que la intuición es más válida que la razón como fuente primordial de conocimiento, y que la experiencia es constitutiva de identidad y condición que posibilita la apertura al mundo y al conocimiento.   

9. ¿Filosofar experiencias en educación? Ni pensarlo. ¿Filosofar educación sin certidumbres? Ni pensarlo. Bastan estándares prefabricados. ¿Intuición en educación? ¿Y cómo se planifica? Quedémonos con planes didácticos, curriculares, planes y más planes. No queremos educación impura, ni conocimientos impuros. Nos asustan teorías inseguras y prácticas a reinventar.

10. Apostemos por filosofía y educación que sean, ambas al mismo tiempo, pensamiento y experiencia, filosofía como pensamiento y experiencia; educación como experiencia y pensamiento; filosofía y educación mestizas. Tengamos el valor de vivir con la impureza de pensar y experimentar. El coraje de arriesgarnos sin saber el punto de llegada, ni el punto de partida. Educación en su originalidad radical. Filosofía en su originalidad de sabiduría. Y ambas, filosofía y educación, del riesgo, la novedad, lo incierto, del disfrute de la libertad.      

11. Educación, praxis pensada. Filosofía, pensar en praxis. La filosofía en la potencia de la experiencia. Educación en potencia reflexiva. Filosofía sale de su falsa seguridad. Educación se libera del activismo irreflexivo. El desafío es pensamiento y experiencia simultáneos. La educación como experiencia transformadora y la filosofía como pensar transformador. Es la diferencia entre profesor y maestro, entre transmitir conocimientos unilateralmente, y abrir una experiencia dialógica en la que se juega la falla del saber, los caminos de un saber abierto. Nada más difícil ni más venturoso que experimentar educación en incertidumbre, improvisada, y por ello, en una confianza de enseñar-aprendiendo y aprender-enseñando. Nada de educación como imposición autoritaria que busca uniformidad cognitiva.

12. ¿El sentido de la educación? A inventarse, no puede darse, no es producto fabricado. ¿El sentido de filosofía? La búsqueda de un saber vivir bien, sabiduría. Gran tarea por delante: una educación abierta a experiencia e intuición de una realidad a crear, en libertad. Educar en la experiencia del cuidado mutuo, la vida que merecemos vivir, la sabiduría, amar.




Áreas del saber filosófico y tradiciones filosóficas


En la historia de la filosofía occidental se han precisado asuntos que ponen la mirada en problemas y preguntas, en un tiempo histórico, con autores que debaten con antecesores y tradiciones, plasmando acuerdos y desacuerdos, asuntos relativos a la realidad, el bien, el conocimiento, el ser humano y su destino, y otros. En el tronco de la filosofía, esos asuntos se ramifican en áreas del pensar filosófico con voces que suenan muy filosóficas: metafísica, epistemología, axiología, ontología, antropología. Son términos abultados que llevan en sus entrañas mucha vitalidad de pensamiento, que también pone la mirada en quehaceres que podrían ser objeto de filosofar por el tipo de problemas y preguntas que suscitan: ciencia, religión, política, derecho, arte, tecnologías, economía, cultura, negocios… educación. Para el curso, resumo las áreas de la filosofía que han concernido directamente a la educación.

Metafísica. El humano anhela saber más allá de lo concreto, cotidiano. Su innata curiosidad le hace preguntar si existe una realidad última, primordial, esencial, un principio, arjé, del que depende todo lo que existe, existió y podría existir. Es pensar curioso, asombrado ante lo existente. ¿Qué es lo real? ¿Hay un principio que envuelve todo? ¿Existe alguna sustancia primordial que crea o causa lo existente y por existir? ¿Esa sustancia, si la hay, es material o mental o espiritual? ¿Hay niveles de realidad distintos, si los hay, se conectan? ¿Cómo se originó el universo? ¿Es el cosmos inteligible, ordenado en principios o leyes? ¿El universo tiene propósito, inteligencia, finalidad? ¿Es caos? ¿Existe una realidad sobre-natural, cómo se sabe? La metafísica ha sido muy criticada en la modernidad porque los conceptos que maneja no parecen estar fundamentados en la realidad, son conceptos vacíos, mal uso del lenguaje que no remite a la experiencia, no se puede acudir a criterios observables para verificar. Aún con esas críticas, no podemos evitar plantear cuestiones últimas del ser, la muerte, Dios, el alma, el cosmos en su origen y destino. Por ese motivo Schopenhauer decía “somos un animal metafísico”. La mayor pregunta metafísica es sin duda acerca del ser tal como lo planteó Leibniz: ¿Por qué hay algo más bien que nada? Que ningún saber, ninguna ciencia, de respuestas a comprobar, eso no impide plantear la pregunta, acaso un misterio.    

Epistemología. El humano desea saber, crea lenguajes simbólicos llamados conocimientos. Homo sapiens sapiens es un ser cultural que necesita conocer. ¿Qué es conocer, al decir, “conozco”? ¿De qué fuentes se originan los conocimientos? ¿Qué puedo conocer? ¿Puedo ser engañados de lo que creo conocer? ¿Cómo saber la verdad o la falsedad de lo que uno conoce? ¿Cómo fundamentar mis conocimientos? ¿Qué es la verdad? ¿Hay diferentes formas de verdad, si las hay, se conocen de igual manera? ¿Es la verdad objetiva y universal o relativa y particular? ¿El conocimiento es objetivo o subjetivo? ¿La verdad es independiente de la experiencia? ¿Cómo justificar creencias? ¿Es igual creer que conocer? ¿Hay límites a lo que podemos conocer? ¿Conocer, saber, creer, es lo mismo? Preguntas epistemológicas en la búsqueda de las condiciones que hacen posible el conocimiento.

Axiología. En la vida personal y social, en conductas y relaciones, acuerdos o desacuerdos, gustos o disgustos, encontramos valoraciones, implícitas o explícitas. Vestimenta a ponerse, comida a decidir, ingresar en partido político, convertirse a una religión, desear relación sexual, amor y desamor, suicidarse, en todo subyacen valores en algún sentido. La tradición filosófica denomina dos tipos: estéticos sobre la belleza y fealdad y éticos del bien y mal. ¿Qué es un valor? ¿Por qué valoramos? ¿Valores son objetivos o subjetivos? ¿Universales o relativos? ¿Son los valores intrínsecos a las cosas o las situaciones, o son el producto de interpretaciones, deseos o preferencias? ¿Qué es la belleza? ¿Es un gusto subjetivo o hay criterios objetivos? ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? ¿El bien o el mal están en acciones o en personas? ¿De qué fuentes surge la noción del bien? ¿Cómo se aprende la bondad? ¿Los valores estéticos y éticos están en los hechos, o el humano les da significado? ¿Hay valores más importantes que otros, hay jerarquía valorativa? ¿Hay relación entre valores hablados y vivencia real? ¿Qué es consciencia? ¿Qué relación si alguna hay entre valores y educación? ¿Los valores se revelan, se imponen, se deciden?

Ontología, Antropología. Si pierdo el celular, lo busco, ¿dónde?, en algún lugar. Y si me pierdo yo ¿dónde buscarme? ¿Qué es perderme existencialmente? ¿Cuál es mi identidad, si alguna? ¿Qué significa “ser”, al decir “soy María, soy Pedro”? ¿Quién es el yo que afirmo ser yo? El filósofo Heidegger fue quien llamó al hombre (especie, no género) el existente humano. Antes se había dicho era un viviente social, animal político, animal racional, criatura divina. Hubo quien le puso el apodo de “caña pensante” y no faltaron quienes nos sitúan entre mitad bestia y mitad ángel.

En la década del 40 del siglo XX se creyó decir la última palabra cuando nos describieron como un ser con consciencia intencional dadora de sentido. Más audaces, y no menos realistas, son quienes nos califican de náusea (Sartre) o el viejo Sófocles en mitad drama y mitad augurio “hay muchas cosas terribles, pero nada más terrible que el hombre mismo”. Podríamos seguir transcribiendo testimonios de dar un sentido o sinsentido al humano, sin llegar nunca al fin, porque siempre aparecen nuevas apreciaciones de quiénes somos.

Tal abanico de interpretaciones del “ser” que somos no acaba de aclararse, definirse, o es imposible hacerlo. El humano anda aproximadamente cuarenta mil años caminando en la tierra, más o menos erguido, y no ha dado señas de su identidad. O más bien, sí la ha dado, pero conflictivas. Somos enigma. Aunque revestidos de luz (consciencia, inteligencia, razón), nos habitan zonas oscuras (inconsciente, preconsciente, irracional, locuras). Somos contradictorios. Un ser capaz de realizar proezas de heroísmo, altruismo, amor, también nos atrapan violencia, odio, maldad. El humano es, por un lado, el amable y servicial Dr. Jekill, y por otro, el asesino implacable Mr. Hyde. Somos misterio.

Hemos tratado más el aspecto ontológico y antropológico, dado que la identidad humana, el ser que somos, queremos y podemos ser, es el núcleo de filosofar la educación. La filosofía pregunta sobre lo real, el conocimiento, los valores… y en educación todas las preguntas conducen a ¿qué o quién es el humano, en qué mundo debería vivir, qué educación? Cuando los latinos traducen del griego las grandes búsquedas filosóficas, vemos en emblemas y en escudos universitarios los vocablos: verum, pulchrum, bonum,  verdad, belleza, bien.
                                                                     …          
En la historia de la filosofía las reflexiones sobre la realidad, el conocimiento, los valores, la ontología, la antropología, se clasifican en tradiciones de ideas más o menos parecidas, con un lenguaje filosófico: idealismo, realismo, naturalismo, escolástica, humanismo, marxismo, anarquismo, existencialismo, pragmatismo, vitalismo, positivismo, fenomenología, teoría crítica, estructuralismo, y demás. Es un inmenso océano de ideas que se intentan agrupar en semejanzas, diferencias, énfasis. No obstante, hay que ser cauteloso al considerar esas tradiciones -filosóficas, sociopolíticas y culturales- y pretender “aplicarlas” a la educación. Hay obras de filosofía educativa que etiquetan esas corrientes, afluentes, de ideas en querer comprender la educación. Es un error conceptual y metodológico, teórico y práctico. Esas clasificaciones (idealismo, realismo, etc.) encuadran procesos educativos como si las ideas fuesen causa o determinación de las acciones educativas. No. Las ideas filosóficas no son modelos, prototipos, palancas, teclados, que dirigen la práctica educativa. Educación y filosofía educativa no son polos extremos en que de un extremo teórico se pasa por puente de aplicación al extremo práctico, por ejemplo, el esencialismo en sus categorías abstractas es una especie de nube virtual de ideas que la educadora hace download como un app a su práctica educativa. No es así.[1]  

Entonces, ¿por qué tratar esto en EDFU 4019? Por dejadez o inercia en las facultades de educación de no actuar con presencia filosófica y educativa ante agencias acreditadoras y organismos estatales y privados que examinan prospectivos educadores, cuyos exámenes, en filosofía educativa, son un inverosímil disparate. De todas maneras, cumplamos con esas tonterías examinadoras, al repasar el siguiente esquema de tradiciones y autores[2].

Autores                                                                                  Tradiciones
Platón, S. Agustín, Spinoza, Leibniz, Berkley,                                   Idealismo
Descartes, Kant, Hegel, Gentile, Newman
                                                                              
Aristóteles, Tomás Aquino, Comenio,                                                 Realismo
Locke, Whitehead, Russel

Hobbes, F.Bacon, Rousseau, Spencer                                                   Naturalismo

Peirce, James, Dewey                                                                                  Pragmatismo

Kierkegaard, Jaspers, Sartre, Greene                                                   Existencialismo

Maritain, Mounier, Marcel, Flores d’Arcais,                                      Personalismo                                                 
García Hoz, Carlos Díaz                                  

Buber, Rogers, Bhaktin, Freire, Sidorkin                                            Educación dialógica

Marx, Engels, Makarenko, Luria,                                                            Marxismo, neo-marxismo
Lukács, Althusser, Marcusse, Gramsci,
Bourdieu, Suchodolski,

Freire, Bowles, Gintis, Apple, Giroux,                                                  Educación liberadora 

Derrida, Lyotard, Baudrillard, Foucault, Lacan                                               Postmodernos

Piaget, Bruner, Vygotsky, Ausubel, Gardner                                     Constructivismo, cognocitivismo

Counts, Shane                                                                                                 Reconstruccionismo

Watson, Skinner, Ellis, Bandura                                                             Conductismo

Hirst, Martin, Barrow, Scheffler                                                             Analíticos del lenguaje

Tolstoy, Ghandi, Emerson, Thoreau, Wilber                                     Trascendentalismo

Ferrer Guardia, Reich, Marcuse, Lapassade, Reimer,                   Anti-autoritaria, anarquismo
Illich, Milani, Neill, Goodman, Schere, Chomsky

Steiner, Montessori, Freinet, Waldorf, Holt, Kohl,                         Educación nueva, alternativa,
Kozol, Wallon, Egan, Gatto, Tolstoy, Miller, Palmer                      espiritualidad

Adler, Hutchins, Bloom, Hook, Hirsh, Zakaria                                  Educación liberal, cultura occidental


Recordemos, por favor, no son fronteras rígidas del conocimiento, tampoco etiquetas en el sombrero que identifica el equipo filosófico del jugador/a. No obstante, sí representan una inclinación en el pensamiento que sitúan autores en convergencias y debates entre sí.  









[1] Ver ensayos Teoría-Práctica en educación; Recapitular: filosofía, educación, filosofía educativa.
[2] Ver ensayos sobre idealismo, realismo, pragmatismo, existencialismo, naturalismo, educación liberadora.