Una paradoja es
que todo el mundo cree saber qué es filosofía, sin embargo, sus practicantes, los
filósofos, no están de acuerdo en definirla. Algunos incluso sostienen es
superfluo definir lo indefinible, por la simple razón de que definición nominal
de diccionario, léxico o etimología, no comunica la experiencia de filosofar. Pero se puede pedir, con razón, a
quienes realizan una acción comunicativa con intención de efectuar un cambio en
otros o en uno mismo -cambio mental, emocional, conductual, espiritual- que
esclarezca precisamente qué hacen y por qué. De hecho, en las acciones de todo
trabajo hay alguna intención de surtir un efecto. Si la acción tiene un fin intrínseco,
el hecho de hacerla es su propio objetivo: lo hago por disfrutar hacerlo.
El problema en
filosofar es que los filósofos, al escribir o hablar, hacen una acción que no
es fácil de explicar. La filosofía es históricamente una actividad realizada de
modo tan múltiple y variado que la barbería donde dan lustro a mi cabellera
tiene un letrero: “Nuestra filosofía es recortar clientes felices”. ¿Es
filosofía? Quizá. Sin embargo, este curso sugiere conceptos alternativos. Sin
ánimo de zanjar las definiciones ni de anular los matices y las variaciones, indicamos
tres facetas históricamente consideradas en el quehacer filosófico: reflexión crítica, concepción del mundo y
sentido de la vida.
La reflexión crítica podría ser designada
con nombres más técnicos, como análisis lógico y lingüístico, definición de
conceptos, indagación de categorías, investigación de datos últimos y
principios, arjé, fundamentos del
conocer y praxis, esclarecimiento de métodos, clarificación de supuestos,
deconstrucción de ideas y prácticas, etc. Es lo que hacía Sócrates mediante el
diálogo que buscaba la definición general y las relaciones entre los conceptos
y las experiencias de sus interlocutores; Aristóteles al trazar el cuadro de
categorías y estudiar sistemáticamente lógica, retórica, ética o política;
Bacon al fundamentar método inductivo; Descartes
en Discurso del método; Locke en Ensayo sobre el entendimiento humano;
Husserl en Investigaciones lógicas; lo
que Kant, dirigiendo la mirada crítica en toda dirección de la actividad
humana, ofreció como fundamentación de la ciencia, la moralidad y el arte en
sus tres Críticas. Son filósofos ejemplares
que ilustran este filosofar.
Desde este punto
de vista, la filosofía es una reflexión sobre los problemas del conocimiento,
la acción, la creación, la historia, la naturaleza, el mundo o la existencia.
Trabaja sobre lo ya dado por la ciencia, la praxis moral, la creación
artística, los saberes de la tradición disciplinar, las prácticas culturales,
sociopolíticas y tecnológicas, la vida cotidiana; es la filosofía que indaga
acerca de las realizaciones ya producidas. Es una especie de meta-saber, saber
segundo, de las texturas internas, articulaciones entre las cosas y las formas
de lo ya dado, es un cuestionar lo familiar y conocido, a manera de tomar
distancia para hacer la radiografía crítica o una foto en negativo (como films
de antes) que permite ver por dentro de
otro modo las mismas cosas; es un modo de filosofar para entender realidades
existentes y no descubrir lo inédito. Lo descubierto por la reflexión crítica
es la acción de desvelar velos que cubren experiencias, palabras, ideas y
creencias, prejuicios, complacencia, ideologías, dogmatismos, fanatismos.
Como concepción del mundo, en cambio, la
filosofía pretende sobrepasar lo dado y abrazar, en una mirada amplia, holista,
sintética, la realidad de conjunto, descubriendo nuevos panoramas y formas de
ser. La concepción del mundo, en el sentido aquí entendido, comprende muchas
cosas: visión transcendente, intuición del absoluto, generalización inductiva,
síntesis última de conocimientos, unificación de las ciencias y las
experiencias, desvelamiento del ser, dialéctica de la idea y la naturaleza, saber
universal, etc. Esta es la forma del quehacer filosófico que da sustento a las
formulaciones metafísicas de todo género, a las especulaciones ontológicas, a
las cosmologías, las teologías religiosas y tendencias del misticismo de
filosofías en Oriente y Occidente. Los nombres de grandes especuladores como
Platón, Plotino, Tomás de Aquino, Hegel, Whitehead, ilustran bien esta forma del
filosofar.
La búsqueda de un sentido de vivir es una vertiente histórica de la filosofía en
que filosofar es un acto que nace de una zona profunda del ser, usualmente ante
el sufrimiento o el sinsentido de las cosas en que interrogamos, precisamente,
qué sentido tiene vivir en medio del absurdo del mundo y las crisis
existenciales propias. El mito nietzscheano del “eterno retorno” plantea cómo
los humanos pueden hallar sentido en la
vida. ¿Se está dispuesto, se pregunta Nietzsche en Gaya Ciencia, a decir un “sí” tan apasionado a cada momento de la
existencia que uno volvería a tomar las mismas decisiones otra vez, incluso
aunque se repitieran eternamente? Es la búsqueda de razones para no sólo
existir, sino querer existir en un
mundo hostil a la existencia en que sufrir y morir son constantes. La búsqueda
en Job y Eclesiastés; Kierkegaard en su impulso melancólico; Sartre proclamando
somos “pasión inútil” al final del Ser y
la nada; Levinas que busca trascenderse a sí mismo en la alteridad amorosa;
Kant que venera en su corazón la “ley moral en mí”; Platón que evocó la “luz”
prodigada por el sol como condición del saber de todas las cosas; Sócrates en
su admonición de examinar la vida que merezca vivirse.
En tantos y ilustres
ejemplos, el sentido de vivir es la toma de consciencia de los lazos que tejen
la trama de nuestra vida. Es un filosofar arriesgado, difícil, incierto, en la
aventura de la vida humana, un diálogo interior, duro en ocasiones al buscar en
el sufrimiento si hay sentido de vivir. Ese filosofar es verificable en cada
persona a la hora de querer explicarse su drama existencial. El diálogo
interior es sustrato del conjunto de nuestras experiencias. ¿No vale la pena investigar, o decidirse a
investigar, si existe algún bien verdadero que haga la vida digna de ser vivida?,
se preguntaba Spinoza, ese gran filósofo que honró su vida filosófica. Es
Boecio en la mazmorra, a punto de ser decapitado, al conversar con Filosofía en la Consolación de Filosofía. Pero
no exageremos el melodrama. El sentido de vivir es también alegre, vivaz,
contentamiento con el ser, sentido de humor, saber reírse en las paradojas y
absurdos del vivir.
Saber/sabor/sabiduría
tiene orígenes semánticos comunes. Vida que sabe bien se sabe vivir bien.
¿Qué es saber vivir bien? Buena pregunta para empezar
a filosofar la filosofía y la educación.
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