Wednesday, May 25, 2016

Conocimientos a educar



Desde que Platón inicia filosofar educación, se debate qué conocimientos deberían saber los ciudadanos que habitan una polis, una ciudad, una cultura, un pueblo, una civilización, y hoy  siglo 21, la ciudadanía global. Los conocimientos representan las tradiciones culturales de valores, creencias, ideas, prácticas sociales, que se transmiten de generación en generación. Las instituciones educativas son los ámbitos sociales que intencionalmente se especializan en seleccionar, organizar, transmitir y raras veces producir conocimientos. La manera habitual de ordenar conocimientos es en asignaturas curriculares. Muchos conocimientos que se obligan a estudiar colapsan bajo el peso de la irrelevancia, el fraude, el dogmatismo. Algunas pocas instituciones se aventuran a ensayar enfoques transdisciplinarios, tarea nada fácil ni sencilla, que requiere inteligencia, imaginación, creatividad y amplia cultura. Tres autores que imagina nuevos conocimientos a educar son Edgar Morin (7 Saberes al futuro), Joel Spring (New Paradigm for Global School Systems), y Humberto Maturana (Realidad ¿objetiva o construida?). Resumo sus ideas para conversarlas en clase.

Educación que cure la ceguera del dogmatismo. Todo conocimiento conlleva el riesgo de la ilusión engañosa. El conocimiento es frágil, se expone a alucinaciones de percepción, de mal juicio, perturbaciones emocionales, ruidos cognitivos, la influencia distorsionadora de las pasiones, condicionamientos, conformismo, supersticiones ideológicas y simplificadoras de todo tipo. Necesitamos una educación para detectar y subsanar errores de conocimientos fundamentalistas y fanáticos. Educación para pensar las ideas con sentido común y crítico, y si se dice “esta idea me parece cierta o importante”, cuidarse de no ser destruidos por ella. 

Educación de conocimientos pertinentes. Ante la información abrumadora y manipuladora, necesitamos educación para saber qué es relevante y verdadero. Ante tantos problemas, necesitamos discernir reales de ficticios, causas de efectos, central de periférico, prioritario de accidental. Educar para comprender los contextos, lo multidimensional, la interacción compleja de los elementos.  Educar para preguntar ¿ese conocimiento nos hace mejores personas, más felices, más solidarias, más compasivas, en paz, amorosos?

Educación para saber convivir con la condición humana. Conocimiento es contextualizado: quiénes somos es inseparable de dónde estamos, de dónde venimos, a dónde vamos, con quiénes estamos, qué hacemos en la vida. Lo humano se desarrolla en bucles: i) cerebro-mente-cultura; ii) razón-afecto-impulso; iii) individuo-sociedad-especie; iv) local-global.; v) inmanente-trascendente; vi) adentro-afuera. El desarrollo humano integra estos bucles.   

Educación para la identidad planetaria. La historia humana comenzó con una dispersión, la diáspora humana hacia regiones que eran aisladas durante milenios, produciendo gran diversidad de lenguas, culturas, religiones, formas de gobierno. La revolución tecnológica y la globalización conectan pueblos y culturas. Necesitamos una educación en la tolerancia de las diferencias. Más allá de globalización comercial, es una educación del desarrollo mental y espiritual en reconocer habitamos un mismo territorio planetario, una misma ecología.

Educación para enfrentar incertidumbre serenamente. Sociedades creen su perpetuación se produce de forma natural. El Imperio Romano, dilatado en tiempo y espacio, fue paradigma de la seguridad de pervivir. Se derrumbó, como todo imperio. El siglo XX destruyó la predictibilidad del futuro como extrapolación del presente. Educar para vivir sin certezas, navegar en océano de incertidumbres, en archipiélagos de certezas, no a la inversa.  

Educación para la comprensión. Comprensión de sí. Comprensión de otros. Comprensión de los contextos y las ideas. Comprensión de las relaciones. La comprensión es amenazada por la incomprensión de códigos éticos, costumbres, opciones políticas y religiosas de otros. Los grandes enemigos son egoísmo, etnocentrismo y sociocentrismo. Educar la comprensión hace pensar la conveniencia de sociedades democráticas, pluralistas, tolerantes, libres.  

Educación en ética universal. Siglos 15 y 16 fueron históricos por viajes de descubrimiento que demostraron vivimos un mundo esférico. Siglo 18 fue la primera declaración universal de derechos humanos. Siglo 20 hizo posible viajar al espacio y mirar desde afuera al Planeta Tierra, literalmente, como un solo mundo. En siglo 21 hemos de educar una ética universal capaz de detener la destrucción del Planeta y desarrollar modos de convivencia en paz, en justicia, libertad, derechos y deberes ciudadanos, saber cuidarnos con más amor.

Educación transdisciplinaria. Los currículos se conforman en disciplinas fragmentadas en especialidades. Se empobrece la visión holista del conocimiento, se pierde el sentido de unidad antropológica en la diversidad, no permite un pensamiento complejo y sistémico de comprender la realidad. Necesitamos educación que trascienda las disciplinas segregadas, en conjuntos de conocimientos más vastos, integrados y dinámicos.

Educación en y para la ética compasiva. El Evangelio de Lucas (Lc 10, 30-38) relata que un samaritano responde al dolor de un hombre herido. Intento exégesis.  La historia comienza cuando un doctor de la Ley pregunta a Jesús “¿quién es mi prójimo?”. Jesús invierte radicalmente la pregunta. No quién es su prójimo sino de quién él es prójimo. Lo relevante no es “quien es mi prójimo”, sino “de quién soy prójimo yo”. Jesús en el relato del samaritano le dice al doctor de ley que ser ético es partir del dolor del otro y responder compasivamente a su dolor. Lo decisivo no es el deber moral, sino la respuesta ética, porque los tres caminantes poseen moral, pero sólo uno, el samaritano, responde a la interpelación del otro, y, lo más importante, la da en contra del “yo moral” del sacerdote y el levita interesados por el deber.

El samaritano intenta adecuar su respuesta a una situación singular, sabiendo que nunca será suficientemente adecuada, porque él no es competente en responder, no sabe cómo debe responder, porque su respuesta no puede “encajar” en una norma, todo lo contrario, la tiene que infringir. Si el samaritano hubiera actuado por deber respetando la ley, nunca se habría detenido a ayudar al hombre herido. Lo decisivo en la ética de la compasión no es la obediencia al deber, al imperativo kantiano, sino la forma de responder a la interpelación ajena, a la presencia y la ausencia del otro, a su necesidad. No hay manera apriorística de saber la respuesta correcta antes de la interpelación. Si hay ética es precisamente porque no se es competente moralmente, no podremos serlo, siempre vivimos en la provisionalidad, la revisión, la recontextualización, por tanto, no puede existir una “buena conciencia ética” (la arrogancia moral del religioso). Para ser compasivo el samaritano tuvo que desobedecer la ley moral de su imaginario social del judaísmo. El samaritano improvisa respuesta al dolor del prójimo en la espontaneidad de su corazón compasivo. Ser ético es no sentirse nunca lo suficientemente bueno, no alardear rectitud ante Dios y los demás, y, sobretodo, retar las leyes morales que matan el espíritu del amor compasivo que fluyó espontáneamente, sin un cálculo de pros y contras, sin deliberar intelectualmente. El samaritano en la pureza del amor.


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