Universidad de Puerto
Rico
Recinto de Río
Piedras
Facultad de Educación
Fundamentos
Filosóficos de la Educación (EDFU 4019)
Profesor:
Pedro I. Subirats Camaraza
¿Para
qué educar? ¿Por qué educar? I
1. ¿Para qué? es una pregunta que supone que
una acción se hace para algo, es
instrumental, su intención o razón está fuera
de ella. ¿Para qué estudias en la
universidad? El “qué” es tu razón que sueles dar en respuestas encadenadas, una
pegada a la otra. Estudio para
obtener un título, título para
conseguir buen trabajo, trabajo para ganar
dinero, dinero para… son muchas
razones de “para qué” estudias en la universidad. Observa que las razones están
fuera de la acción de estudiar. Son,
por así decirlo, los medios para fines externos al acto-en-sí. Aprender a nadar
¿para qué?, para ser salvavidas, aprender leyes ¿para qué?, para ser abogado.
Etcétera. Infinidad de acciones en nuestras vidas son medios para otra cosa.
Ahondemos en este asunto de interés a quien filosofa la educación. Preguntemos:
¿habrá acciones sin un para qué cuyo
fin sea inherente a la misma acción?, ¿habrá motivaciones o intenciones de
hacer algo que no tengan un para qué externo que las justifique?, o dicho de otra
manera ¿habrá acciones que el simple hacerlas sea su justificación, gratificación,
su recompensa, el gozo de efectuar la acción?
2. Te propongo considerar la educación
como esa acción humana que en sí misma contiene su finalidad. Quizá te parezca extraño
pensar eso a primera vista. Es que la “educación” (concepto elástico que estira
su significado hasta donde se quiera concebir) es un concepto abstracto, y a la vez, una experiencia
concreta, con la cual estás familiarizado porque la has escuchado y vivido por muchos
años “educándote” en escuelas y ahora en la universidad. Esa familiaridad es
engañosa porque uno puede pensar que conoce
bien qué es la educación por haber estado incontables horas haciendo actos que
se llaman “educativos”. Cuando eras niño y llorabas para no ir a la escuela,
algún familiar te habrá dicho “tienes que ir para que no sea bruto, tienes que
ir a educarte”. Y te forzaron ir al kínder en contra de tu recién estrenada y
entrenada voluntad de querer y poder decidir. Anota esa idea: usar el poder de
la voluntad para decidir entre opciones y escoger la más adecuada o correcta en
la situación, es uno de los mayores logros de la mente humana, y gran indicador
de la persona “educada”. Es una idea fundamental
que defenderé filosóficamente en este curso. Volvamos a tu kínder. La
familiaridad con la palabra “educar” también
puede hacerte pensar, desde que te llevaron al preescolar, que la educación es
lo que hacen las escuelas. ¿Qué hacen las escuelas? Pues te “educan” con unas
maestras que enseñan unas asignaturas en horarios y salones. Lo que enseñan
está más o menos prescrito en lo que se llama “currículo”, palabra que en latín
significa carrera, primero era un corre-corre militar, y luego fue una carrera
deportiva que simulaba guerras. Un curriculum vitae a un documento que escribes
para documentar logros académicos, laborales y otros registros que señalan lo
inteligente, culto y buena persona que eres para impresionar al buscar trabajo.
Es decir, la carrera de pelear que has tenido en la lucha por vivir. Curiosa
palabra esa de currículo en su significado original.
3. Entonces, es fácil pensar, por esa
familiaridad existencial y lingüística, que la educación es lo que se aprende
en las materias escolares, o en lenguaje más pedagógico, que la educación es lo
que se enseña y se aprende en los conocimientos
académicos de asignaturas o materias que tienen grandes nombres en
educación: álgebra, historia, cívica, física, mandarín (algún día lo
aprenderemos en vez de inglés), y por ahí va la lista de tus cursos. Así, si te
pones a jugar en el patio con amiguitos, esa no es una actividad “académica”
porque ese juego no es un conocimiento, digámoslo finamente, con epistemología
legitimada en la tradición de los conocimientos que tienen propiedad privada en
expertos académicos que los enseñan en salones y laboratorios. Así, si te sientas
a contemplar internamente qué vas a hacer con tu amigo que se enamoró de ti
pero no te interesa, y no sabes qué decirle porque no quieres herir sus
sentimientos, y la maestra te pregunta ¿qué haces?, y le dices filosóficamente
“estoy meditando qué hacer con mi vida”, eso, hija mía, no es un acto académico
legitimado en el currículo escolar, por lo cual estás distraída perdiendo tu
tiempo. ¿Intuyes cuán interesante es filosofar la educación?
4. Dile al maestro, “Míster, por
favor, déjeme tranquila que estoy haciendo el acto educativo por excelencia,
conocerme a mí”. Ruega al Cielo que tu maestro haya estudiado cursos EDFU con
los excelentes docentes de esta Facultad. Si tuvo esa fortuna, te comprenderá.
5. El fin de la educación es educar. El
fin de la meditación es meditar. El fin de una creación artística es crear un
arte. El fin de dibujar es dibujar. El fin de jugar es jugar. La acción-en-sí
es disfrutarla, gozarla, sin pretextos, excusas, razonamientos complicados,
justificaciones sofisticadas, que den una explicación de por qué lo hago más
allá del placer de hacerlo. El fin de la acción (fin como finalidad, propósito,
intención, motivo) es hacerla pues es una acción que se autosatisface a sí
misma. Mi preferida es sentarme sin hacer “nada”. ¿Qué haces? me preguntan y digo
sonriendo “no hago nada, disfruto estar conmigo”. Es la acción educativa
emblemática de educarse: el contentamiento de estar conmigo. No es narcisismo
egolátrico. Simplemente es amarme,
quererme, saber quién soy con mis sombras y luces, cuidarme.
6. Pero no todo es blanco o negro en
la vida. Hay gris intermedio o matices de colores en acciones en ambos
sentidos: para qué en sentido de razones externas y por qué en sentido de que
lo hago porque sí, porque quiero, me da la gana, siento ganas, placer y gozo de
hacerlo…
La filosofía de la praxis (análisis
lógico de los actos humanos) describe dos acciones: la lógica de actos con
fines instrumentales y la lógica de actos con fines inherentes. Es interesante
esta reflexión, entre otras razones, porque el motivo, necesidad, justificación
o racionalidad de educar dependen en gran medida de clarificar si los actos
educativos son instrumentales para otros fines o actos con fines inherentes, o mezcla
de ambos. Descansemos un poco. Esto sigue.
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