Monday, January 7, 2013

Para qué, por qué educar I


Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación

Fundamentos Filosóficos de la Educación (EDFU 4019)
Profesor: Pedro I. Subirats Camaraza       

¿Para qué educar? ¿Por qué educar? I

 1. ¿Para qué? es una pregunta que supone que una acción se hace para algo, es instrumental, su intención o razón está fuera de ella. ¿Para qué estudias en la universidad? El “qué” es tu razón que sueles dar en respuestas encadenadas, una pegada a la otra. Estudio para obtener un título, título para conseguir buen trabajo, trabajo para ganar dinero, dinero para… son muchas razones de “para qué” estudias en la universidad. Observa que las razones están fuera de la acción de estudiar. Son, por así decirlo, los medios para fines externos al acto-en-sí. Aprender a nadar ¿para qué?, para ser salvavidas, aprender leyes ¿para qué?, para ser abogado. Etcétera. Infinidad de acciones en nuestras vidas son medios para otra cosa. Ahondemos en este asunto de interés a quien filosofa la educación. Preguntemos: ¿habrá acciones sin un para qué cuyo fin sea inherente a la misma acción?, ¿habrá motivaciones o intenciones de hacer algo que no tengan un para qué externo que las justifique?, o dicho de otra manera ¿habrá acciones que el simple hacerlas sea su justificación, gratificación, su recompensa, el gozo de efectuar la acción?

2. Te propongo considerar la educación como esa acción humana que en sí misma contiene su finalidad. Quizá te parezca extraño pensar eso a primera vista. Es que la “educación” (concepto elástico que estira su significado hasta donde se quiera concebir) es un concepto  abstracto, y a la vez, una experiencia concreta, con la cual estás familiarizado porque la has escuchado y vivido por muchos años “educándote” en escuelas y ahora en la universidad. Esa familiaridad es engañosa porque uno puede pensar que conoce bien qué es la educación por haber estado incontables horas haciendo actos que se llaman “educativos”. Cuando eras niño y llorabas para no ir a la escuela, algún familiar te habrá dicho “tienes que ir para que no sea bruto, tienes que ir a educarte”. Y te forzaron ir al kínder en contra de tu recién estrenada y entrenada voluntad de querer y poder decidir. Anota esa idea: usar el poder de la voluntad para decidir entre opciones y escoger la más adecuada o correcta en la situación, es uno de los mayores logros de la mente humana, y gran indicador de la persona “educada”. Es una idea fundamental que defenderé filosóficamente en este curso. Volvamos a tu kínder. La familiaridad con la palabra  “educar” también puede hacerte pensar, desde que te llevaron al preescolar, que la educación es lo que hacen las escuelas. ¿Qué hacen las escuelas? Pues te “educan” con unas maestras que enseñan unas asignaturas en horarios y salones. Lo que enseñan está más o menos prescrito en lo que se llama “currículo”, palabra que en latín significa carrera, primero era un corre-corre militar, y luego fue una carrera deportiva que simulaba guerras. Un curriculum vitae a un documento que escribes para documentar logros académicos, laborales y otros registros que señalan lo inteligente, culto y buena persona que eres para impresionar al buscar trabajo. Es decir, la carrera de pelear que has tenido en la lucha por vivir. Curiosa palabra esa de currículo en su significado original.

3. Entonces, es fácil pensar, por esa familiaridad existencial y lingüística, que la educación es lo que se aprende en las materias escolares, o en lenguaje más pedagógico, que la educación es lo que se enseña y se aprende en los conocimientos académicos de asignaturas o materias que tienen grandes nombres en educación: álgebra, historia, cívica, física, mandarín (algún día lo aprenderemos en vez de inglés), y por ahí va la lista de tus cursos. Así, si te pones a jugar en el patio con amiguitos, esa no es una actividad “académica” porque ese juego no es un conocimiento, digámoslo finamente, con epistemología legitimada en la tradición de los conocimientos que tienen propiedad privada en expertos académicos que los enseñan en salones y laboratorios. Así, si te sientas a contemplar internamente qué vas a hacer con tu amigo que se enamoró de ti pero no te interesa, y no sabes qué decirle porque no quieres herir sus sentimientos, y la maestra te pregunta ¿qué haces?, y le dices filosóficamente “estoy meditando qué hacer con mi vida”, eso, hija mía, no es un acto académico legitimado en el currículo escolar, por lo cual estás distraída perdiendo tu tiempo. ¿Intuyes cuán interesante es filosofar la educación?

4. Dile al maestro, “Míster, por favor, déjeme tranquila que estoy haciendo el acto educativo por excelencia, conocerme a mí”. Ruega al Cielo que tu maestro haya estudiado cursos EDFU con los excelentes docentes de esta Facultad. Si tuvo esa fortuna, te comprenderá.

5. El fin de la educación es educar. El fin de la meditación es meditar. El fin de una creación artística es crear un arte. El fin de dibujar es dibujar. El fin de jugar es jugar. La acción-en-sí es disfrutarla, gozarla, sin pretextos, excusas, razonamientos complicados, justificaciones sofisticadas, que den una explicación de por qué lo hago más allá del placer de hacerlo. El fin de la acción (fin como finalidad, propósito, intención, motivo) es hacerla pues es una acción que se autosatisface a sí misma. Mi preferida es sentarme sin hacer “nada”. ¿Qué haces? me preguntan y digo sonriendo “no hago nada, disfruto estar conmigo”. Es la acción educativa emblemática de educarse: el contentamiento de estar conmigo. No es narcisismo egolátrico.  Simplemente es amarme, quererme, saber quién soy con mis sombras y luces, cuidarme.

6. Pero no todo es blanco o negro en la vida. Hay gris intermedio o matices de colores en acciones en ambos sentidos: para qué en sentido de razones externas y por qué en sentido de que lo hago porque sí, porque quiero, me da la gana, siento ganas, placer y gozo de hacerlo…
La filosofía de la praxis (análisis lógico de los actos humanos) describe dos acciones: la lógica de actos con fines instrumentales y la lógica de actos con fines inherentes. Es interesante esta reflexión, entre otras razones, porque el motivo, necesidad, justificación o racionalidad de educar dependen en gran medida de clarificar si los actos educativos son instrumentales para otros fines o actos con fines inherentes, o mezcla de ambos. Descansemos un poco. Esto sigue. 

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