Educar: diez
apuntes para filosofar
1. Educar, al comienzo,
es transformar al niño –al nacer es idéntico, con pocas diferencias, a su
ancestro chimpancé de hace cuarenta mil años con el mismo 99% ADN- en un humano
civilizado. Eso supone la transmisión, en la medida de lo posible, de lo mejor
y lo más útil que la humanidad ha realizado en una cultura: determinados
saberes, habilidades, hábitos, costumbres, valores, ideales, aspiraciones,
acceso a determinadas obras y la capacidad de disfrutar de ellas y posteriormente
de recrearlas de nuevo.
2. Educar es reconocer
que en la especie humana no existe transmisión hereditaria de los caracteres
adquiridos por la cultura. Existe transmisión genética corporal, pero no la
cultural. La humanidad en cada persona es una adquisición: se nace hombre o
mujer, pero uno se vuelve humano. Convertirse
en humano es un logro de educación y cultura. Hay personas que parecen humanos
porque tienen cuerpo humano, pero son salvajes que por distintas causas no se
han apropiado de la cultura y la educación que los humanice. El gran dilema
humano es: civilización o barbarie. O nos humanizamos como seres inteligentes y
bondadosos, o nos destruimos como bestias violentas.
3. Educar es aprender a
ser libre y responsable de la libertad. Pero la libertad no nos viene dada de
antemano como un rasgo fisiológico que crece de modo biológico y orgánico. La
libertad se tienen que educar mediante una mente que piensa y que decide: “soy
libre para decidir”. La mente debe aprender a pensar, a educarse a ser libre y
saber decidir la opción que más le haga bien. Eso no ocurre de modo mecánico,
automático, instintivo, sin esfuerzo y sin disciplina de la voluntad. Uno nace
con el potencial de ser libre, pero sin educación y cultura que lo facilite, ese
potencial se malogra. Lamentablemente hay culturas en países que no permiten
pensar y ser libres para decidir. Eso ocurre en culturas islámicas a pesar de
la bondad teórica de esa religión. Sólo en las culturas democráticas las
personas tienen la posibilidad de convivir con diferentes modos de ser. Es en
las democracias donde existen derechos humanos que permiten la libertad, la
tolerancia y el respeto a las diferencias. Sólo en las culturas civilizadas de
la tradición occidental las personas pueden elegir los modos de vida que consideren
más apropiados según sus valores y creencias.
4. Educar no es enseñar,
adiestrar, instruir ni obligar. Se pueden hacer esas cuatro cosas sin educar. Educar
tampoco es transmitir información de un aparato electrónico a un cerebro
conectado con ese aparato. Lo que se almacena en sistemas tecnológicos
virtuales es sólo eso: datos, información. Pero datos e información no
constituyen conocimientos. Las tecnologías de instrucción en las escuelas y
universidades lo que hacen es sólo eso y nada más que eso: transmiten
información que está más o menos ordenada y compactada en una presentación que
idealmente está bien diseñada para ser transmitida de modo amigable, atractivo
y fácil de leer para retener, memorizar, aprender. Nada más. Es un grave error nombrar
esas tecnologías como “educación a distancia” o con una palabra curiosa, línea. Es distancia o línea,
efectivamente, pero a distancia puede ser cualquier cosa que sea a distancia y en
línea puede ser cualquier cosa que conecta aparatos y personas en línea para
transmitir información. Pero nada de eso es, necesariamente, educación. Podrá
ser instructivo. Pero muchas tonterías se instruyen, se enseñan, se memorizan y
se aprenden.
5. Educar pide honestidad
y valentía en no perpetuar las miserias y los errores de generaciones que han demostrado
ser poco educadas y civilizadas. El mundo que estamos dejando a las próximas
generaciones de nuestros hijos, nietos, biznietos… no tiene mucho de sentirnos
orgullosos. Sería un gran logro educativo decir con honestidad a las próximas
generaciones cuáles son esos errores y disparates que hemos cometido con
nuestra inmadurez y falta de sabiduría. Ya que no hemos sido capaces de legarles
un mundo mejor, al menos debemos advertirles que no nos imiten perpetuando las
barbaridades que por siglos hemos hecho a esta humanidad sufriente.
6. Educar, por tanto, es
abrir a las jóvenes generaciones su espacio de libertad para que confíen en el
poder de su inteligencia y creatividad en hacer su mundo mejor, no imitando el de hoy bastante maltrecho. Los
saberes y las prácticas que les enseñamos del pasado son sólo puntos de
referencia a conocer para continuar lo positivo del pasado y descontinuar lo
inservible.
7. Educar es reconocer los
peligrosos virus mentales que dificultan pensar con claridad y libertad:
dogmatismo, nihilismo, determinismo, fanatismo, negativismo, cinismo, y otros
ismos similares. Las personas con creencias duras en política y religión, es
decir, ideólogos y fanáticos, tienden a querer imponerlas a otros en afán
dogmático y autoritario, rasgos que esconden la inseguridad de sus creencias.
Lo que necesitan las futuras generaciones no es imponerles una idea determinada
de qué creer ni cómo vivir, sino simplemente que confiemos en ellos; confiar
implica ofrecerles espacios de libertad para decidir; libertad para decidir
implica que existen opciones; decidir entre opciones implica que aprendan a ser
responsable de sus acciones.
8. Educar es formar
criterios para discernir ideas inteligentes de estúpidas, bueno de malo, buen
gusto de mal gusto, fines de medios, calidad de cantidad, verdad de falsedad, ser
de tener.
9. Educar desde esta
generación adulta a las generaciones jóvenes es, ante todo, no ser un estorbo a
su creatividad ni un tropiezo para su libertad. Educamos a las nuevas
generaciones no para instalar en ellas aparatos mentales ortopédicos que
corrijan sus aparentes deformaciones cognitivas, ni impedirles moverse a estirar su pensamiento
más allá de lo conocido. Educamos para liberarles de las cadenas que les
impiden alzar vuelos imaginativos y creativos en mejorar su mundo.
10. Educar es como la
canción de John Lennon, Imagine. Dejémosle
imaginar un mundo mejor con la confianza de poder hacerlo. Y caminemos al lado
de las nuevas generaciones, animándoles a caminar, como quería el poeta
Machado, haciendo camino al andar.
Pedro Subirats Camaraza
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