Monday, January 7, 2013

Filosofar


Filosofar

Nos pasamos la vida hacienda preguntas: ¿qué vamos a cenar?, ¿cómo se llama ese chico?, ¿cuánto me cuesta?, ¿a dónde vamos de vacaciones?, ¿has ido a París?, ¿me dolerá?, ¿a qué temperatura hierve el agua?, ¿cómo distingues Venus de Júpiter?, ¿qué decisión debo tomar?, ¿es verdad lo que me dijo?, ¿voto sí o no?, ¿esta falda me queda bien para mi primera noche con él?, ¿qué producto financiero conviene para capitalizar mi dinero? Hacemos preguntas para satisfacer una curiosidad, resolver un problema, atender una situación, decidir entre opciones, o sea, para conseguir lo que queremos. En otras palabras hacemos preguntas para aprender a vivir mejor. Quiero saber qué voy a comer, a dónde ir, si me conviene algo, qué ropa usar, cuánto gastar, etcétera. Si tengo inquietudes científicas me gustaría saber cómo volar un avión o controlar diabetes. De las respuestas a esas preguntas dependerá si voy a NY, y me será muy conveniente saber que en avión tardaré tres horas, en barco tres días, a nado aproximadamente un año si los tiburones no me interrumpen. A partir de lo que aprendo con esas respuestas informativas, decidiré si prefiero comprarme un ticket de avión, un pasaje en barco o un traje de baño.   
¿A quién tengo que hacer esas preguntas tan necesarias para conseguir lo que quiero y para actuar del modo más práctico posible? Pues deberé preguntar a quienes saben más que yo, a los expertos en cada uno de los temas que me interesan: geógrafos si es de geografía, médicos si salud, banqueros si es para mi dinero, agencia de pasaje para mi paseo, etcétera. Por fortuna, aunque uno ignore muchas cosas, estamos rodeados de expertos que pueden aclararnos la mayoría de nuestras dudas. Lo importante es acertar con la persona a la que vamos a preguntar. Porque el plomero no nos servirá en operar la vesícula, ni la monja del hospital sabrá aclararnos la mejor ruta para escalar el Everest. De modo que la otra pregunta es ¿quién sabe más de la cuestión que me interesa?, ¿dónde está el experto que puede darme la información útil que necesito? Y en cuanto lo tengamos localizado -en persona, en libro, en Wikipedia o como fuere- haré lo que tenga que hacer, y suelto la pregunta, no la hago más porque ya la solucioné con una respuesta satisfactoria en sentido de ser eficiente, práctica.
Como normalmente pregunto para saber qué debo hacer, en cuanto conozco la respuesta me pongo manos a la obra y la pregunta en sí misma deja de interesarme. ¿Cuánto tiempo tarda el agua en hervir?, pregunto porque quiero comer un huevo de desayuno. Cuando lo sé, pongo el microondas a ese tiempo y me olvido de lo demás. Y entonces me como el huevo. Pero¿y si de pronto se me ocurre una pregunta que no tiene nada que ver con lo que voy a comer, la ropa a usar, el viaje a NY, mi dinero, la física o demás ciencias que conozco una pregunta con la que no puedo hacer nada, con la que no sé qué hacer, sin embargo, una pregunta que me inquieta curiosidad ¿entonces qué?
Otro ejemplo. Le preguntamos a alguien qué hora es. Queremos saber la hora para llegar a tiempo a clase, cita amorosa o entrevista de trabajo. Nos dice “seis menos cuarto”. Bueno, ya está, la hora se deja a un lado, ahora apurarse. Pero imagínate que en lugar de preguntar qué hora es se nos ocurre la pregunta “¿qué es el tiempo?”. Ahora sí que empiezan las dificultades. Porque, para empezar, sea el tiempo lo que sea, seguiremos viviendo igual: no saldremos más temprano ni más tarde para clase, cita o entrevista. La pregunta por el tiempo no tiene que ver con lo que haré, sino con quien soy. El tiempo es algo que te pasa a ti y a mi, algo que forma parte de nuestra vida: queremos saber qué es el tiempo porque queremos saber quiénes somos, conocernos mejor, porque nos interesa saber qué es todo este asunto -la vida- en la que estamos metidos. Preguntar por el tiempo  es algo parecido a preguntar ¿cómo soy yo?, que vivo en tiempo pasado que es presente en recuerdos quizá dolorosos, tiempo presente imperceptible y tiempo futuro que anticipo ansioso o temeroso pero no es todavía. ¡Qué lío esto de qué es el tiempo! Cuestión nada fácil de responder.
Segunda complicación: si queremos saber qué es el tiempo ¿a quién preguntamos?, ¿al relojero?, ¿al fabricante de calendarios? La verdad es que no hay especialistas en el tiempo, no hay “tiempólogos? A lo mejor un científico nos explica la teoría de la relatividad y del tiempo en la astrofísica; un antropólogo puede describir las distintas maneras de medir el paso del tiempo que han inventado las culturas; y un poeta cantará las nostalgias del tiempo ido que nunca volverá. Pero ninguna de esas  o explicaciones nos conforta porque lo que queremos saber es lo que el tiempo es realmente. Enseguida nos damos cuenta que no hay expertos en esa materia. Pero hay otra característica sorprendente de esta interrogación que nos hacemos. A diferencia de las otras preguntas, las que dejan de interesar en cuanto se responden por quien sabe del asunto, en este caso la cuestión del tiempo nos intriga más cuánto más la intentan responder unos y otros. Las diversas contestaciones aumentan cada vez más nuestra curiosidad por el tema, en vez de liquidarla: se despiertan más las ganas de preguntar más y más, no de renunciar a preguntar. Y no tan sólo la pregunta por el tiempo; si queremos saber qué es la libertad, el bien, la muerte, el Universo, la verdad, o… grandes cosas así, nos ocurrirá lo mismo. No son ni mucho menos temas ‘raros’. ¿Acaso es una cosa extravagante la muerte de un ser amado o la libertad que pide un preso político en China o Cuba? ¿Es raro preguntar por qué me va mal a pesar de ser buena persona y por qué a un canalla le va tan bien? ¿Lo que sea el bien y el mal es algo pintoresco e indiferente? ¿Por qué la maldad? ¿Qué es felicidad? ¿Existiré después de morir? No son preguntas estrambóticas ni insólitas, pero tampoco son preguntas corrientes, o sea, que no son prácticas, técnicas ni científicas: son preguntas filosóficas. Llamamos “filosofía” al esfuerzo por pensar esas preguntas, por responderlas en algún sentido y seguir preguntando después a partir de las respuestas que nos dan o que encontramos uno mismo. Porque una característica de ponernos en plan filosófico es no conformarse con la primera explicación que nos dan o nos damos del asunto, ni con la segunda, ni siquiera la tercera o cuarta, hasta que pudiera la pregunta ser en sí la respuesta.
Encontramos gente que para estas preguntas, y para todas, nos prometen respuestas definitivas. Nos desalientan preguntar, que no nos empeñemos a pensar, que aceptemos lo que nos dicen. Otros, sin embargo, pudieran decir algo profundo porque han recorrido el camino de filosofar y gracias a ellos no hay que empezar desde cero. Heráclito, Parménides, Sócrates, Platón, Aristóteles, Plotino, Buda, Jesús, LaoTsé, Epicúreo -en la antigüedad- y desde entonces innumerables filósofos han pensado las preguntas que nos dejan perplejos y asombrados. Pero nuestra vida personal que nos toca vivir en el mundo hay que pensarla uno. Es importante para filosofar: saber que nadie piensa completamente solo porque recibimos ayuda de los demás humanos, antes y ahora, pero nadie puede pensar por mí.       

Pedro Subirats Camaraza

No comments:

Post a Comment