Tuesday, January 8, 2013

Ser inteligente I


Ser inteligente I

Todos queremos ser inteligentes y también parecerlo a los demás. A nadie le gustaría que otros piensen es un estúpido o morón, a no ser que sea estúpido o morón, entonces, ni se da cuenta. Duele a nuestra autoestima que piensen somos unos pendejos. OK, pero ¿qué es ser  inteligente? Analicemos el origen o etimología de la palabra. El vocablo inteligencia procede de los términos latinos intus y legere que significan “leer dentro”; intelligens es el “que entiende”; legere es saber leer algo. De la etimología deducimos que la persona inteligente es aquella que sabe leer adentro, pero ¿adentro de qué? Pues de sí mismo, de la vida, de su circunstancia. Ser inteligente es quien se conoce a sí mismo, es honesto consigo, su vida es para él o ella un libro abierto; no se engaña, no se miente, sabe lo que piensa, siente y hace. Claro está, a veces para sobrevivir en la vida uno se ve en la situación de disimular o decir una mentirilla inocente, digamos, ante la pregunta ¿qué te parece mi nuevo peinado?, de la esposa, no conviene decirle ¡te ves espantosa, como siempre!, sino ¡bellísima, espectacular! Es una leve hipocresía que no afecta la autoestima.

Así que la persona inteligente sabe leer-se honestamente y está en contacto con su realidad, con el mundo y personas que le rodean. La gente inteligente usa la información que tienen a mano; aprovechan la experiencia propia y ajena; aplican los conocimientos que saben; y todo eso para saber vivir resueltamente, con efectividad en lograr sus propósitos y disfrutar la aventura de vivir, pero no vivir de cualquier manera, sino de vivir bien. Algunas características de la persona inteligente:

Se conoce a sí mismo, sabe qué quiere de su vida, qué propósitos dirigen su ser.
Piensa por cuenta propia, suelta las ataduras de ideas y creencias que le esclavizan.
Es responsable de sí mismo, asume las consecuencias de sus decisiones y actos.
Resuelve problemas con efectividad.
Es honesto en reconocer la realidad tal cual es, no como quiere que sea, no se engaña.
Ve las alternativas que tiene ante sí y elige la más adecuada, correcta o conveniente.
Cambia su manera de pensar si ve razones o evidencias para hacerlo.
Cambia su modo de actuar si encuentra mejores formas de comportarse.
Corrige sus errores, sin menospreciarse ni juzgarse, ni culparse, ni castigarse.
Aprovecha toda oportunidad para aprender algo bueno y necesario.
Disfruta la vida a pesar de altibajos y obstáculos que se le presenten en el camino.
Es bondadoso, no hace daño a los demás, su corazón es generoso y disfruta ayudar.
Vive en paz consigo, es alegre, es feliz, se ama y ama a los demás.

La persona inteligente usa el poder de su mente: libertad, decisión y responsabilidad. Dada una situación que debe atender o resolver, la inteligencia piensa las causas de la situación, visualiza las alternativas, anticipa consecuencias, nativas, decide la más correcta, actúa con resolución, observa los resultados de su decisión y acción, hace ajustes, aprende lecciones de la experiencia, y sigue haciendo camino al andar, como el poeta Machado. Ser inteligente es saber actuar correcta-mente en cada situación; entiende y se hace cargo de la realidad, vive con propósito dándole sentido a su vida.
Un gran desafío de la educación es inventar una pedagogía de la inteligencia desde temprana edad. El niño tiene la capacidad de pensar, buscar y encontrar la verdad, el bien, la unidad. La educación debería facilitarle experiencias y condiciones para ese gran aprendizaje. Una manera  de concebir esa educación es visualizar la inteligencia con cinco coordenadas; una geografía de la inteligencia: largo alcance, amplitud, profundidad, altura y unidad. Veamos brevemente.
La inteligencia de largo alcance ve más allá del corto plazo, tiene mirada del horizonte del futuro posible, que ahora no es, pero puede ser con esfuerzo y voluntad. La inteligencia de amplitud ve el contexto de lo que ocurre, considera varios aspectos de la situación, sin estrechez de miras, sino con capacidad de sostener en la mente varias ideas simultáneas y contrarias. La inteligencia de profundidad ve que todo acontecimiento tiene una razón de ser cuando se mira con hondura, no desde la superficie; en lo más hondo y profundo de nuestro Ser habita el Espíritu que nos une. La inteligencia de altura ve las cosas, los acontecimientos y las luchas diarias con actitud serena, con tranquilidad y calma, porque está en lo alto de la montaña, por encima de esas luchas, que no las ignora pero tampoco se deja atrapar por el trajín, la prisa, el estrés o incluso el dolor diario; la altura da a la mente una nueva dimensión de desprendimiento, desapego y perspectiva con la que se sabe vivir mejor. La inteligencia de unidad ve que todo en la vida está interrelacionado, todo está conectado con todo, la realidad es una en su aparente diversidad, existe una unidad subterránea por debajo de los fragmentos dispersos de la vida, en esencia cada persona es parte del todo Humano, somos Un Mismo Ser en la Unidad de Dios.
El objetivo de la inteligencia es la felicidad, la paz interior. Somos inteligentes en tanto y cuanto sabemos salir bien parados, con integridad y con satisfacción, de la situación en que estamos. Por eso no confundamos la inteligencia con los conocimientos de libros, con la erudición, con la gente escolarizada y académica adictos a títulos o diplomas. La inteligencia no tiene que ver con eso. Es más, con frecuencia las personas con títulos suelen ser pedantes, arrogantes, vanidosos, se creen mejores o superiores porque cuelgan un diploma en la pared, y sin embargo, suelen actuar de modo bastante torpe e ineficaz. Basta evidenciar el ejemplo del mundo: es dirigido por gente “educada” en universidades que deberían saber resolver problemas, y hacen lo contrario, es decir, crean, agravan y complican más los problemas. Eso se llama estupidez: fracaso de la inteligencia es la estupidez, tema de otro ensayo.
La inteligencia es creativa. La “realidad” no está decidida del todo, no es final ni está acabada, aguarda a ser creada de nuevo. La inteligencia hace descubrir o inventar posibilidades de qué hacer con la realidad que somos y podemos ser. Para el bien y la felicidad de todos.  La inteligencia es la mejor aliada de vivir bien y ser felices.

Pedro Subirats Camaraza

Ser inteligente II



Ser inteligente  II

Repasemos el concepto de inteligencia. Es simple de entender, de recordar y de aplicar. Dice así: ser inteligente es dirigir la vida aprovechando las experiencias, conocimientos e información para pensar correctamente y actuar eficazmente; pensar correcta-mente es pensar orientando a la verdad, la realidad; actuar eficaz-mente es conducir la vida haciendo el bien; ser inteligente es estar en sintonía con lo verdadero y lo real. La inteligencia no es exclusiva del humano, también los animales, particularmente los mamíferos, poseen un nivel de inteligencia según la evolución de su organismo. Quienes tenemos mascotas vemos su inteligencia en moverse eficazmente en el hogar relacionándose con personas, juegan, se enoja, reclaman atención, resuelven obstáculos y con lealtad admirable se apegan al amo, sufren su ausencia o muerte. La inteligencia radica en el cerebro (concreto, visible, tangible) y la mente (abstracta, invisible, intangible), ese gigantesco y misterioso sistema energético compuesto de trillones de neuronas con trillones de circuitos y redes, de interfaces neurotransmisores que recogen, almacenan y procesan incontables bits de estímulos, percepciones, información, para convertirlos en conocimientos de la vida. Inmenso y misterioso poder que viene evolucionando por más de 300 millones de años cuya función es dirigir la vida a base de pensamientos que crean la realidad.

En las más finas tradiciones del pensamiento filosófico y espiritual de Oriente y Occidente, se identifican dos mentalidades con sus respectivos modos de pensar: ego y espíritu. El ego es la fuente del sufrimiento. El espíritu es la fuente de la felicidad. La inteligencia distingue qué voz dirige la vida: el ego o el espíritu, cada una con efectos opuestos. El sufrimiento en el mundo es la consecuencia de la mente pensando a través del ego. La bondad y la paz es efecto de la mente que piensa desde el espíritu. Aristóteles y otros grandes pensadores afirmaron que el fin de la vida humana es la felicidad. Consecuentemente, la mente inteligente unida al espíritu se enfoca en dirigir la vida para ser felices, vivir en la verdad y en la paz.

La mente guiada por la voz del espíritu funciona en su mejor y superior capacidad creativa. La mente controlada por la voz del ego funciona en su peor capacidad destructiva. Es la inteligencia fracasada de la estupidez, la crueldad, la malevolencia, el rencor, la venganza, el odio, y desamor.

Se necesita una nueva educación que forme mentalidades inteligentes y bondadosas. Podemos ahondar los fines de la inteligencia en tres dimensiones: privado, público y comunitario.

·       El fin privado de la inteligencia es el bien personal enfocado en ser feliz.
·       El fin público de la inteligencia es el bien común enfocado en la justicia y los derechos.
·       El fin comunitario de la inteligencia es el bien fraternal en solidaridad y amor.


La tríada del bien-estar: en lo personal, ser feliz, en lo público convivir en paz; en lo comunitario, el amor recíproco.

Es la grandeza humana: ser feliz conviviendo en paz amándose todos.

Otra vez, recordemos algunos rasgos de la inteligencia.

Vivir con propósitos.        
Ver las opciones.  
Decidir la mejor, porque se es libre.
Aprovechar todas las situaciones para aprender la lección necesaria.
Resolver problemas con efectividad.
Observar con honestidad y serenidad el camino de la propia vida.
Flexibilidad para adaptarse, cambiar, hacer ajustes según la situación lo requiera.
Discernir quién manda en la propia mente: ego o Espíritu.
Decidir la sabiduría del Espíritu en ser guiado.
Discernir y decidir: son poderes esenciales de la mente inteligente. Específicamente, la mente inteligente DISCIERNE entre estas dos opciones y DECIDE SABIA-MENTE:

Lo Real de lo ilusorio                                       Lo que Une a lo que divide
Lo Verdadero de lo falso                                La Compasión de la crueldad
Lo Necesario de lo superfluo                       La Tolerancia del dogmatismo
Lo Bueno de lo malo                                         La Armonía del conflicto
Lo Útil de lo inútil                                              Lo Profundo de lo superficial
Lo Incluyente de lo excluyente                   Lo Positivo de lo negativo                   
La Generosidad de la avaricia                     La Honestidad de la mentira
La Luz de la sombra                                          La Confianza de la desconfianza
El optimismo del pesimismo                       El Amor del odio                                                     

La inteligencia suprema del ser humano se llama sabiduría. La sabiduría se manifiesta en actitudes de alegría, bondad, generosidad, perdón, expresiones inconfundibles de la felicidad. Si sabemos educar esa inteligencia sabia del espíritu, viviremos un mundo mejor. Ojalá los sistemas educativos emprendan esa educación sabia y bienhechora.




Pedro Subirats Camaraza







La inteligencia fracasada


La inteligencia fracasada

Es una desgracia para la humanidad la cantidad de personas cuya inteligencia ha fracasado. Seres humanos que producen malestar, injusticia, corrupción, mentiras, fraudes, odios, sufrimientos de todo tipo. Son una calamidad al género humano. En nuestra evolución a modos superiores de existir y convivir, estas personas cuya inteligencia ha fracasado, son una calamidad pues detienen, dificultan, obstaculizan, la evolución humana. ¿Cómo los identificamos?

Abre el periódico, prende radio o tv con noticias del día, sal a la calle, al tapón, al trabajo, escuela, vecindario, al mundo poblado de gente jodiendo con sus estupideces y maldades. Tan pronto uno se entera que un imbécil salvaje mete a un recién nacido en una nevera o un micro onda, en ese momento de indignación, uno se percata que la maldad y la estupidez reinan en este infierno llamado mundo. Es una desgracia para la humanidad la cantidad de seres salvajes que pueblan las calles. ¡Qué lamentable ver que ese mundo lo estamos dejando de herencia a hijos, nietos y futuras generaciones. Lo vemos en todos los sistemas e instituciones de la sociedad: en sistemas educativos ineficientes y disfuncionales, en sistemas políticos corruptos, en sistemas económicos que producen más pobreza e injustica, en las organizaciones religiosas con hipocresía, intolerancia, egoísmo, vanidad… etcétera. Ningún sistema de la sociedad es inmune a los estragos de la falta de inteligencia, esto es, de la estupidez colectiva.

Hay dos infinitos en el Universo: la Misericordia Divina y la estupidez humana. La última se infiltra y envenena todas las organizaciones: en los procesos, en las normas, en la estructura, en el funcionamiento y operación, en la jefatura, en la base, en los servicios y productos, en los recursos, en los sistemas, en absolutamente todo lo que hace un humano imbécil y estúpido en cualquier organización. ¿Cómo actúan? Cada vez que: 

Emprenden metas disparatadas, erróneas o equivocadas.
Empecinan tercamente en aplicar medios ineficaces, improductivos o inútiles.
Aferran a ideas y creencias falsas y erróneas a pesar de evidencias en contra.
Apoyan prejuicios o supuestos no examinados.
Repiten tercamente hábitos que han demostrado ser contraproducentes.
Niegan o resisten cambiar, hacer ajustes, adaptarse a lo que conviene, hace bien.
Distorsionan hechos, manipulan evidencias, falsean información.
No ven ni aceptan la realidad tal cual es.
Desaprovechan oportunidades.
Aplican “soluciones” a “problemas” que no lo son.
No distinguen causa de efecto.
Juzgan, culpan y condenan a otros por sus propios errores que no ven.
Indiferentes e insensibles al sufrimiento ajeno.

Esos fracasos de inteligencia se proyectan en modos de pensar que se llaman:

Dogmatismo                          Fundamentalismo                     Fanatismo
Intolerancia                            Prejuicios                                       Supersticiones
Infantilismo                            Pesimismo                                    Negativismo
Cinismo                                    Apatía                                              Confusión
Adicción                                   Desenfoque                                   Negación
Resistencia                             Negar la negación                      Negar la resistencia
Mentalidades del ego. Podemos conversar cada una, o las que prefieras.

Cuando el ego controla la mente, la persona adopta una personalidad que refleja el modo de pensar del ego:

Criticón                      Chismoso                                       Pedante
Trepador                   Sabelotodo                                    Soberbio
Perfeccionista        Autoritario                                    Discutidor
Insultador                 Burlón                                              Hipócrita         
Traicionero              Envidioso                                      Vengativo
Rencoroso                Violento                                          Insensible
Indiferente                              Insidioso                                        Intrigante

Personalidades del ego. Podemos conversar las que prefieras.

Andemos atentos. Es fácil detectar y observar estas características en los demás. Lo difícil es darse cuenta que también están dentro de uno, quizá en modos sutiles o leves, porque lo tenemos controlado. O reprimido. Y no somos conscientes que el ego está en todos, en unos más y en otros menos, en unos muy intenso y en otros más oculto. Pero ahí está en nuestra mente, esperando y acechando salir a joder a los demás. Eso se llama proyección, tema que tratamos en otro artículo, pero lo recordamos otra vez: yo veo afuera lo que está dentro de mí. Mis pensamientos los proyecto al mundo. Es un fenómeno inconsciente. Por eso Jesús, ese gran maestro de la espiritualidad, aconsejaba el mandamiento más revolucionario de todos los tiempos: ama al prójimo como a ti mismo. Y dijo algo más radical: ama al enemigo.

De más está decir, que han pasado dos mil y pico de años y la humanidad aún no entiende a Jesús. Y si lo entiende, es en palabras, un acto intelectual, abstracto, artificial, que no se vive en la experiencia cotidiana. Es decir: entendemos las palabras, pero no sabemos vivirlas.


Pedro Subirats Camaraza

Filosofias de la educación: bosquejo de sistemas y escuelas


Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación
Departamento de Fundamentos Educativos

Filosofía de la Educación (EDFU 4019)     
Pedro Subirats Camaraza

Filosofías de educación: autores y corrientes de pensamiento

Las filosofías de la educación son sistemas[1] o escuelas de pensamiento que piensan la educación en teoría y práctica. El humano siempre ha tenido un deseo insaciable de conocer el mundo que le rodea y a sí mismo. Nos inquietan innumerables preguntas que no podemos dejar de querer responder. Nos dejan perplejos asuntos vitales que no podemos suprimir o ignorar; por más que se desee dejar al lado, nos asechan, y con intensidad en tiempos de angustia. Tarde o temprano surge la pregunta del qué y por qué del origen, fundamento y naturaleza del ser y del existir: qué es lo real, qué somos, qué hacemos en el mundo, qué es la verdad, el bien y el mal, el sentido de vivir. En toda época y cultura el ser humano busca la razón de su existir, si hay o no un orden que rige el universo, una inteligencia evolutiva, cósmica o divina, si la vida humana es un accidente, un acontecer fortuito en la convergencia de elementos naturales, por qué es tan difícil vivir en paz cuando parece ser que la felicidad es una tendencia en la vida humana; por qué el caos y la locura del mundo, como afirmaba Shakespeare; cómo organizar la política, economía, gobierno, que procuren el bien común; cuestiones perennes que no podemos eludir ni nos dejan indiferentes. La historia humana es el largo registro de cuentos ingeniosos y persuasivos -mitos, religiones, filosofías, ciencias, técnicas, arte, literatura, teatro, cine- que intentan dar significado o dirección a la experiencia paradójica de vivir. En esa historia cuenta mucho la educación y su pensar filosófico. A continuación un dream team de filósofos y las tradiciones, sistemas o escuelas filosóficas asociadas con ellos:


Personajes                                                          Tradiciones o escuelas filosóficas             

Platón, S.Agustín, Spinoza, Leibniz, Berkley,                       Idealismo
Descartes, Kant, Hegel, Gentile, Newman,

Aristóteles, TomásAquino, Comenio,                                   Realismo
Locke, Whitehead, Russel

Hobbes, F.Bacon, Rousseau, Spencer                                                Naturalismo

Peirce, F.Bacon, James, Dewey                                             Pragmatismo

Kierkegaard, Jaspers, Sartre, Greene                                      Existencialismo





Maritain, Mounier, Marcel, Flores d’Arcais,                          Personalismo                           
García Hoz, Carlos Díaz                                          

Buber, Rogers, Bhaktin, Freire, Sidorkin                               Educación dialógica

Marx, Engels, Makarenko, Luria,                                          Marxismo, neo-marxismo
Lukács, Althusser, Marcusse

Bowles, Gintis, Apple, Giroux,                                             Educación liberadora    

Derrida, Lyotard, Baudrillard, Foucault, Lacan                      Postmodernos

Piaget, Bruner, Vygotsky, Ausubel, Gardner                         Constructivismo, cognocitivismo

Counts, Shane                                                                     Reconstruccionismo

Watson, Skinner, Ellis, Bandura                                           Conductismo

Hirst, Martin, Barrow                                                           Analíticos del lenguaje

Tolstoy, Ghandi, Emerson, Thoreau,                                    Trascendentalismo
Walch, Wilber

Reich, Marcuse, Lapassade, Illich,                                        Educación radical anti-escuela
Milani, Neill, Goodman, Schere

Hay autores difíciles de categorizar, pues su pensamiento no tiene fronteras definidas. Muchos de los anteriores no se encajan rígidamente en esas escuelas, pero se aproximan bastante; los siguientes no los he incluido en ninguna escuela, sin embargo, han tenido una notable influencia en la educación: Nietzsche, Huxley, Steiner, Montessori, Ortega y Gasset, Unamuno, Adler, Hutchins, Bloom, Hook, Gutman, Palmer, Egan, J.T. Gatto, Chomsky, Faure.

Al comenzar el siglo XXI se destacan asuntos importantes para la filosofía educativa:

-        la noción de caos e incertidumbre
-        el pensamiento complejo
-        el horizonte global
-        democracia educativa y la comunidad educativa
-        la paz y la felicidad como fines educativos no instrumentales para el mercado
-        la relación entre fines y medios, la coherencia entre teorías y prácticas
-        multiplicidad de realidades y de modos de conocimiento
-        entidades educativas diversas que trascienden la escolaridad o educación institucional
-        lo transdisciplinario en epistemología
-        la ética educacional
-        la responsabilidad de evaluar y rendir cuentas
-        la integración de las emociones y la cognición
-        las relaciones del cerebro y la mente (tema clásico hoy abordado científicamente)
-        lo público y lo privado
-        espiritualidad en la educación


[1] Por “sistema”  entendemos una combinación ordenada en que cada elemento (ideas, principios, teorías, conceptos) es necesario para la cohesión del conjunto y depende de él; es un todo de partes interdependientes en que cada elemento del sistema interactúa con los demás. Los sistemas humanos son complejos, abiertos, inciertos y caóticos. Es un error hacer analogías simplistas entre sistemas humanos-sociales y sistemas tecnológicos-mecánicos.   

Monday, January 7, 2013

Actitud Filosófica


Actitud filosófica

Al pensar con actitud filosófica hemos de tomar en cuenta que la realidad es enormemente rica y compleja. No basta un solo punto de vista para conocerla ni una sola metodología para estudiarla. Demos un ejemplo fácil de entender, tengo un libro de poesía. ¿Quién me lo explica? ¿Un físico? Él me dirá lo que pesa, el tamaño que tiene, su densidad, su color y otras propiedades materiales de ese objeto, y nada más. Un químico me dirá de qué está hecho, de celulosa, que tiene un poco de carbono en las palabras impresas y nada más. El librero me explicará la producción e impresión del libro, los costos, las ventas. ¿Quién me puede decir lo que hay allí de contenido, belleza, poesía? Ni el físico, ni el químico ni el librero pueden decirme eso con respecto al libro y su contenido por más experimentos, medidas y análisis comercial que hagan.

Si esto es verdad con respecto a una simple obra humana que tengo en mis manos, tan sencilla, también es cierto cuando se trata del Universo o la Vida, así en mayúsculas. Puedo preguntar al químico qué es el ser humano y me puede decir desde su ciencia que tiene típicamente en su cuerpo tantos gramos de carbono, tantos de oxígeno, tantos de calcio, de hierro, sodio, etc. ¿Es eso el humano? Si me ponen todos estos elementos en un frasco sobre la mesa ¿ese eres tú y yo?

El humano es una realidad que no se explica en términos de física, química, biología y otras ciencias particulares que analizan los componentes físicos y orgánicos de la vida. Es menester pensar con otras categorías conceptuales que nos aproximen a encontrar lo que significa ser una persona capaz de buscar la verdad, la belleza, el bien, la libertad, la paz, ser sujeto de derechos y deberes, de sentido de justicia, y por eso, ser capaz de tener responsabilidades y de relacionarse con otros seres humanos a diversos niveles, desde contratos sociales amplios a las relaciones de amistad, los vínculos de amor.

El astrónomo me puede explicar de qué están hechas las estrellas, su temperatura, la distancia de la Tierra y el tiempo que toma llegar su luz a nosotros, pero no puede decirme nada si le pregunto por qué existe el universo o qué hacemos nosotros en este espacio sideral. Ninguna ciencia puede dar respuesta, ni siquiera explorar la pregunta más profunda de la filosofía: ¿por qué hay algo en lugar de nada?

La historia de la humanidad atestigua el afán de conocer todo lo que nos rodea y nosotros mismos. Como el conocimiento espontáneo sensorial no es muy fiable ni responde por completo a los interrogantes, el humano necesita razonar, relacionar datos y extraer conclusiones. Así, a partir de la información insuficiente que proporcionan los sentidos llegamos a conocer aquello que no podemos observar directamente.

Desde antiguo se da el nombre de ciencia a este tipo de conocimiento que nos lleva más allá de la experiencia ordinaria y de la opinión corriente. La palabra deriva del vocablo latino scientia, un sustantivo que procede del verbo scire, que significa saber. Ciencia y filosofía son conocimientos que buscan la verdad, con independencia del diferente grado de verdad que puedan conseguir y del inevitable margen de error que puedan contener. Si no fuesen sistemas de verdades provisionales y parciales, su inclusión en los currículos educativos sería una tomadura de pelo universal, un fraude de proporciones gigantescas inducir a estudiantes a aprender lo que es falso, mentira, engaño. El valor educativo de un currículo, precisamente, es iniciar o desarrollar el gusto por investigar la verdad con respecto a la materia de estudio. Los estudiantes y maestros asumen ese axioma pedagógico como parte incuestionable de su haber, lo que no significa, en un mundo de cambios tan rápidos y radicales, que la verdad provisional de hoy no sea la falsedad de mañana, y de nuevo, hemos de empezar otra vez la investigación y estudio, la constante e inacabable exploración del conocer.

El conocimiento científico nace de la experiencia y es racional, pues se refiere a un mundo físico cuyas regularidades y patrones -ciclos biológicos o astronómicos, por ejemplo- quiere explicar y predecir con leyes mediante un método. Método (del griego méthodos camino), es el camino inteligente que recorre la ciencia entre hipótesis y comprobaciones, hasta lograr leyes y teorías que pueden demostrarse, darse a conocer públicamente, y que expresen conocimientos ciertos, pero en constante redescubrimiento. El método científico es hipotético-deductivo, cuya clave es unir la matemática con el experimento.

Pero la filosofía no es, no puede pretender ser, ciencia en este sentido. Ciencia y filosofía son disciplinas intelectuales distintas, pero esa distinción no debe producir aislamiento ni mucho menos oposición. Porque al estudiar problemas comunes y estrechamente relacionados, ambas se necesitan mutuamente. Los grandes temas fronterizos y de máxima importancia, como el origen del universo, el origen de la vida y el origen humano son a la vez temas filosóficos y científicos inseparables, aunque las metodologías y los enfoques varíen.

La filosofía, convertida en ciencia o en un conocimiento empaquetado, pierde su fuerza vital. Se toman exámenes, se dan notas, se escriben tesis, se organizan congresos y… se olvida pensar. Hay que retornar al arte socrático de dar a luz al pensamiento mediante la reflexión compartida en que preguntar y responder para preguntar de nuevo son la actitud incesante de filosofar, que se reconoce por la falta de evidencias finales y aprecio de paradojas y ambigüedades. La actitud filosófica no se instala en el saber absoluto, ni tampoco renuncia a buscarlo; le interesa el devenir, el movimiento que conduce del saber a la ignorancia y viceversa. Si filosofa preguntando. Pero no hay una pregunta en nosotros cuya respuesta esté en las cosas. También en nosotros están las respuestas.

No se filosofa desconectándose de la realidad existencial. La filosofía vive en la situación humana. No se filosofa como espectador. Nuestra relación con el ser que somos y con la vida entera pasa por  los otros y adentro de uno. O vamos a la verdad con ellos o no es la verdad lo que encontramos. No hay verdad sin ellos, pero tampoco hay verdad sin encontrarla en uno.

La actitud del pensador socrático causa malestar en quienes están totalmente seguros de sus ideas, porque les inflige la injuria de hacerles dudar de sí mismo, de cuestionar sus certezas. Lo entendió Ortega, que repetía “no es eso, no es eso”. También Unamuno cuando decía “ni lo uno ni lo otro”.








Pedro Subirats Camaraza


Dos modos de estudiar filosofía


Dos modos de estudiar filosofía

Estudiamos filosofía para pensar y disfrutar pensar, porque estudiar filosofía aburridos y disgustados es una estupidez. La tarea de la filosofía según Nietzsche: “perjudicar a la necedad” (La Gaya Ciencia, páragrafo 328). Admirable sentencia. En contra de lo que dicen las malas lenguas, la actividad de pensar, como bailar, cantar o jugar baloncesto, es en sí misma placentera. El primer día de clases anuncio categóricamente: “a quien no le guste pensar que se apee del curso”. Nos ha invadido una epidemia de desidia del pensamiento, de igual manera que nos aqueja una epidemia de pereza física. Ambas producen un tipo de obesidad, pesadez y atasco, un exceso de grasa intelectual o corporal. Estamos contaminados con el virus de la necedad que hace estragos en política, economía, religión, educación, en las relaciones interpersonales, donde más se necesita sapiencia. La filosofía perjudica la necedad de no pensar. El necio o estúpido es un peligro a la humanidad. La estupidez es una enfermedad contra la que debemos vacunarnos. En el plano personal produce desdicha y en el plano social injusticia, otro tipo de desdicha colectiva. En mi mundo perfecto se inyectaría una vacuna filosófica al cerebro del recién nacido al salir del útero o la probeta.

Entre otros, distingamos dos modos de estudiar filosofía: uno, concebir la filosofía desde “afuera”, y dos, desde “adentro”. La filosofía vista desde afuera es un corpus de conocimientos “localizado” en textos, autores, escuelas o sistemas. Pudiera aparecer lejana, distante, de conocimientos compactos y cerrados. La filosofía así estudiada se desnaturaliza, pierde el dinamismo de filosofar como acto vivo, se convierte en mera transmisión de información enlatada. Es comprensible que muchos estudiantes al “enfrentar” un curso de filosofía se aburran con desinterés ante el abuso de términos complicados de pronunciar, ataraxia, noúmeno, eidética, fenomenología; o cuestiones que parecen carentes de interés o ridículas, ¿por qué hay algo más bien que nada?, cuestión de Leibniz (1646-1716), reactivada por Heidegger (1889-1976) pensadores alemanes; o cuando se añade al inconveniente del lenguaje y asuntos raros, las preguntas extravagantes ¿cómo son posible los juicios sintéticos a priori?, cuestión que plantea Kant (1724-1804) en su libro más importante, Crítica de la razón pura, 1781. Por último, el estudiante se hastía de ver cómo lo docentes privilegian las preguntas sin preocuparse de aportar respuestas. No es que filosofía sea una terapia rumbo a la felicidad (aunque importantes filósofos así lo piensan), pero tarde o temprano al ser humano le conviene preguntar y responder sobre aspectos de la vida que la filosofía tienen mucho que decir.

Es cierto que la filosofía usa lenguaje técnico. El vocabulario técnico es indispensable en la mayoría de los trabajos. Se concede sin problemas al médico y al mecánico que pueden hablar, uno de una arteriola, y otro de un balancín, sin suscitarles reproches. El lenguaje especializado se aprende, no se nace con él. Aprender filosofía (y mecánica diesel) exige aprender palabras especializadas para pensar más eficazmente. Cuanto más rico y amplio sea nuestro vocabulario, más profundo -y tolerantes- serán los pensamientos. Aunque no todos queremos ser médicos o mecánicos, sí debiéramos saber del existir, de las razones de vivir, del sentido de lo que nos pasa, de las decisiones existenciales, pues más tarde o más temprano al humano le convendría poseer experticia en el oficio o arte de vivir. Es una pena que la filosofía tenga tan mala fama y no se estudie en el programa escolar o universitario como la asignatura “obligada” del conocimiento más nutritivo y apetecible del menú curricular.

La ironía es que los grandes filósofos no tuvieron interés en crear sistemas, escuelas ni doctrinas. Eso lo hicieron sus discípulos rígidos al intentar y lograr vulgarizar las ideas creativas y dinámicas de  su maestro. Aristóteles no propuso aristotelismo, ni Kant neokantismo, tampoco Marx el marxismo. Cabe preguntarse si Buda intentó petrificar el budismo o Jesús fundar el cristianismo.

El segundo modo, más fructífero y de mayor vitalidad, entiende la filosofía como un pensar abierto, dinámico, pertinente a la experiencia cotidiana. Estudiar filosofía se manifiesta en curiosidad y asombro, proponer preguntas y formular problemas, provocar y cuestionar, evocar ideas, incitar interpretaciones, dar respuestas provisionales y mejorar preguntas, responder de nuevo… El nervio vital de este filosofar consiste en pensar y disfrutar pensar aun en las perplejidades e incertidumbres de la vida. En el primer modo se enseña la filosofía con mapas preestablecidos de escritos de filósofos y escuelas filosóficas. Igual que un mapa turístico, el camino está hecho, otros lo han recorrido; el docente es el guía que enseña al estudiante ir del punto A al B siguiendo una ruta mil veces enseñada en su curso. Este método tiene indudables ventajas, pues no se parte de 0 en la historia de las ideas. El estudiante debe saber que se ha pensado con seriedad antes de él o ella nacer, pero es un pensar de otros. En el segundo camino la filosofía (sustantivo) se convierte en filosofar (verbo), la acción mental de explorar por uno mismo desde las experiencias que narran la vida cotidiana; se filosofa con la propia voz, claro está, tomando en cuenta las otras voces filosóficas que nos acompañan en el caminar. En el primer camino el conocimiento es un producto acabado, “ya hecho”; en el segundo el conocimiento se recrea “haciéndose” sobre la marcha. La docencia en uno es dirigida y segura de sí con itinerario fijo; la docencia en otro es más arriesgada, exige improvisación creativa en un caminar de aventura exploratoria. El ejemplo más antiguo y más significativo de este filosofar es el diálogo socrático. Sócrates quiere romper el hielo de conocimientos rígidos, congelados, y para ello, formula preguntas hasta que su interlocutor pierde la seguridad superficial de sus opiniones y cae en la situación paradojal de “saber que no sabe”. Al llegar a esta situación, empieza a cuestionar lo que pensaba verdadero, y se dispone a investigar otros conocimientos que puedan llevarlo a superar la paradoja. Pero este proceso no termina con la solución del conflicto original. Sócrates solía invitar al grupo, con el cual dialogaba, a continuar al día siguiente: “mañana nos vamos a encontrar de nuevo y continuaremos nuestra conversación”.

El valor de la filosofía está en su propia incertidumbre y apertura. A quien viva aprisionado de sus prejuicios, opiniones no cuestionadas, filosofar pudiera ser un desafío molestoso, pero liberador. A quien vea el mundo definido y obvio, cuyos objetos y situaciones cotidianas no generan preguntas ni problemas, la filosofía podría darle aliciente a ver nuevas posibilidades. La pertinencia del filosofar está en remover telarañas de quién no ha viajado a las regiones de la duda liberadora, ese viaje exploratorio que mantiene vivo nuestro asombro al mostrarnos un aspecto desconocido de las cosas que creíamos familiares y conocidas.

Este segundo modo entiende las ideas filosóficas como puntos de partida para comprender la vida concreta cotidiana. Si los conceptos de verdad, realidad, bien, libertad, justicia, teoría, justificación,  conocer, apariencia, identidad, maldad, sufrir, felicidad, amar, y tantos, no se arraigan en la vida personal, interpersonal y social, ¿para qué estudiar eso? La crisis del mundo, de nuestras relaciones a punto de naufragar, del mundo violento, de la humanidad depredadora, las crisis obligan a pensar. Si no ¿para qué pensar? Si creemos que nos va bien en la vida y estamos instalados en la comodidad hasta de lo incómodo, ¿para qué pensarla? Pero si nos va mal y estamos descontentos con genuinos deseos de cambiar, podemos pensar ¿por qué esto, tiene que ser así, qué podemos hacer? La crisis produce reflexión. Cuando el pensar se vuelca sobre los grandes temas de la vida, cuando nuestros sentimientos y pensamientos interrogan el bien, la justicia, la libertad, la paz, sin desalentarse ante las perplejidades, ni descorazonarse ante ambigüedades, la filosofía tiene su palabra. Dejémosla hablar en nuestras vidas.

Pedro Subirats Camaraza