1. Educación sin un
único lenguaje privilegiado, sino múltiples. Habitamos un mundo configurado
lingüísticamente, no hay lenguaje con clave definitiva para decir lo que el
mundo es. Los lenguajes son plurales y ambiguos, los seres humanos han de
comprender que no hay una única verdad, un único sentido, una única realidad,
sino el sentido, la verdad, la realidad, son finitos, relativos a los múltiples
contextos históricos y culturales en que se manifiesta.
2. Educación sin esencias
fijas. Educación sin palabra inicial ni final. Habitantes de un momento, un
instante que no hemos elegido, nos sabemos contingentes, sabemos que somos,
pero podríamos no ser, somos de una manera, pero podríamos ser de otra. Educación
escéptica, pero no en el sentido habitual de quienes dicen no saber nada, sino
de los que no saben nada absolutamente,
al margen de toda relación y contexto. Educación que dice adiós a dogmas
absolutos, pero no significa educación sin supuestos, sin creencias, sin ideas
que sostienen, aunque provisoriamente.
3. Educación
subversiva, que cuestione todo orden institucional que se cree incuestionable.
Es innegable que las instituciones ponen en marcha mecanismos sociales y
legales para el control del discurso y prácticas. Pues bien, una educación auténtica
y pertinente cuestiona radicalmente esos mecanismos, no en función de una utopía
metafísica política o antropológica. La subversión es tal porque sabemos todo
orden institucional es metáfora del poder, paso seguro al autoritarismo. Las
instituciones educativas tienen ordenamiento impuesto por exámenes, estándares,
clasificaciones, evaluaciones, reprobaciones, patologías clínicas
psicológicas/pedagógicas, la mayoría falsas.
4. Educación que no
tiene pretensión de neutralidad, ni de imparcialidad, ni de objetividad. Los
posicionamientos epistémicos, éticos, estéticos, políticos en educación no
renuncian a universalidad especialmente en ética, pero sabemos no es posible
ninguna afirmación de universalidad al margen de lo particular. De ahí que la práctica
educativa es atenta a lo insustituible, lo singular, lo concreto, lo
espontáneo, la creatividad del momento, kairós.
5. Educación sensible al otro, a la palabra del otro,
a la presencia del otro. Y concretamente es una educación atenta y cuidadosa al
dolor, el sufrimiento, la fragilidad, la contradicción, la inseguridad de
educadores y educandos -roles se intercambian-. Los mejores momentos educativos
son los que hacen a educadores innecesarios, más allá de la presencia confiada.
En tiempos difíciles, educadores saben el cuidado, la atención, es imprescindible.
La educación es compasiva. Una
palabra: amorosa.
6. Educación convencida
de que el sentido de la vida nunca se descubre desde un sentido pre-hecho de
antemano, sino que se inventa en cada momento. En un mundo plural en que
totalitarismos han de desaparecer para sobrevivir la especie humana, no podemos
educar con absolutos sin respetar libertades y diferencias. El sentido no se
descubre, no se quita el velo que cubre un absoluto que no se ve. El sentido se
inventa, inventar es siempre reinventar, porque siempre surgen instantes,
sucesos o acontecimientos que sorprenden y nos piden responder con la imaginación
del presente, no del ayer ni del mañana. Acontecimientos con potencial de
transformarnos. Vivir es transformar-se, y quien se transforma sabe que su
devenir en el tiempo es incierto, y tiene que reinventarse. La realidad está a
medio hacer, en espera de que hagamos algo con ella, la espera de esperanza,
desde la cual es posible la educación.
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