Monday, January 30, 2012

Filosofar (la educación) II

Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación
Departamento de Fundamentos Educativos

Fundamentos Filosóficos de la Educación (EDFU 4019)
Pedro Subirats Camaraza

Filosofar (la educación) II

6. El vocablo “filosofía” proviene etimológicamente de los vocablos griegos philos y sophia. El verbo griego phileo significa desear algo intensamente, buscar con ahínco y afán algo de interés; también significa gustar, querer, o pasión por algo o alguien. El sustantivo griego sophia, tiene su origen sánscrito en textos del Vedanta (India) con el significado original de “sabor, saborear” aplicado a todo, particularmente a la vida que sabe bien, vida con buen sabor. Es interesante el aspecto intelectual de sophia: “saborear ideas”. Así, hace sentido la evolución de la palabra al castellano que asocia sophia con sabiduría y filosofía con amor al saber. ¿Quién es sabio? El que ama el saber por excelencia, la auténtica sabiduría del autoconocimiento, de quien sabe su vida que le sabe bien. Imagina si la educación abriera espacios para explorar ese saber de la sabiduría. Imagina si las escuelas dieran la oportunidad de aprender a filosofar. Pero me adelanto mucho.

7. La filosofía pregunta simplemente qué, por qué, de cuestiones perennes. Cuestiones como la realidad, la verdad, el conocimiento, la vida, el mundo, el universo, el bien y el mal, la felicidad.
En textos introductorios de filosofía aparecen tipologías o clasificaciones de los conocimientos filosóficos: ontología (ser, entes), metafísica (lo real), epistemología (conocimiento, lógica, verdad), axiología (valores éticos y estéticos), antropología (ser humano), y otros. Esas grandes áreas o “ramas” del tronco filosófico piensan toda acción humana en la historia, cultura, ciencias, políticas, tecnologías, lenguaje, sexualidad, economías, etc., para comprender las perplejidades del ser humano. De Lao Tsé, Confucio, Buda, Sócrates, hasta hoy, la filosofía tiene una tradición centrada en el conocimiento radical ya mencionado: el autoconocimiento. Ese talante de filosofar tiene implicaciones importantes para la educación. Pero me sigo adelantando.

8. Filosofar es una “práctica teórica” (no científica) que tiene el todo como objeto, la razón como medio y la sabiduría como finalidad. Se trata de pensar mejor, para vivir mejor. Filosofar es pensar la vida y la existencia para ver tras las apariencias qué es lo que hay, la razón o sin razón de las cosas. Filosofía no es ciencia, ni un conocimiento junto a los demás conocimientos, sino un saber crítico que investiga todo conocimiento; un saber hermenéutico que interpreta los demás saberes. Decía Kant que no se puede aprender la filosofía: sólo se aprende a filosofar. Kant, en un texto famoso, reducía el dominio de la filosofía a cuatro preguntas: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me está permitido esperar? ¿Qué es el hombre? Las tres primeras “se remiten a la última”, señalaba el filósofo. Pero las cuatro desembocan, añado yo, en una quinta, que es la pregunta primordial de la filosofía, hasta el punto que casi podría bastar para definirla: “¿Cómo vivir bien?”. Desde que se intenta contestar inteligentemente a esta pregunta, se hace filosofía. Y como la pregunta no se puede evitar, hay que concluir que sólo se elude la filosofía por necedad u oscurantismo. Comprendo el acto de filosofar incluso de modo más simple: filosofar es pensar la propia vida y vivir el propio pensamiento. Pensar la propia vida es pensarla donde se encuentra en su historia, esforzándonos (pues requiere disciplina) por descifrar qué pasa, por qué. Vivir el propio pensamiento es actuar, tanto como se pueda o se deba, porque, de otro modo, sólo se podría padecer de ilusiones o espejismos. Así, la filosofía es una actividad del pensamiento que desemboca en un vivir activo, comprometido, libre, sabio.

9. Filósofo es quien practica filosofía al pensar y vivir sabiamente. La etimología de la palabra philosophos es, de nuevo, quien ama la sabiduría, el sentido propiamente filosófico; y no sólo los antiguos filósofos -Sócrates, Platón, Aristóteles, Séneca, Cicerón…- sino también los modernos -Montaigne, Spinoza, Kant, Schopenhauer, Nietzsche…- decían que filósofo no es alguien más sabio o más erudito que los demás, ni necesariamente autor de un sistema, sino alguien que intenta vivir mejor porque piensa mejor, o al menos lo intenta (“Juzgar bien para obrar bien” decía Descartes, es la filosofía misma), y por eso el filósofo sigue siendo ese amante de la sabiduría, que la etimología designa y cuya exigencia no ha dejado de preservar, desde hace veinticinco siglos. ¿Se enseña filosofía en la escuela? No, pero debería enseñarse, porque nadie nace filósofo, y porque la filosofía es, en primer lugar, un trabajo mental que, tanto mejor si empieza en la escuela, para que los niños disfruten su pensamiento pensando las experiencias cotidianas, más allá de sus materias curriculares. Lo importante es que se empiece, y no se detenga. Para filosofar nunca es muy pronto ni demasiado tarde, decía Epicuro, porque nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para ser feliz y vivir bien. Sólo es demasiado tarde cuando no se puede pensar, como los fanáticos políticos, religiosos, científicos y tecnócratas. Razón de más para no demorarse en filosofar en las democracias y razón suficiente para vivir despiertos. Filosofar pide mente crítica libre de dogmatismos, fanatismos, intolerancia y autoritarismos.

10. Filosofar es tarea excelsa del pensar. Pero no reclama para sí la competencia exclusiva del pensar. Pensar es un acto cotidiano. Pero el filosofar se demora en la tarea misma del pensar, se detiene en preguntar el significado de las palabras, el sentido de los conceptos que usamos. No te impacientes si yo vuelvo una y otra vez sobre lo mismo, dando vueltas a la misma idea. El ser humano está ansioso por alcanzar de inmediato las respuestas; su prisa por llegar a dónde sea y cómo sea, es contraproducente a lo que debería buscar y encontrar. Por eso es de enorme utilidad el punto de sosiego que la filosofía incorpora, la pausada temporalidad que introduce en medio de tanta exasperación. Detenerse a pensar tiene efectos positivos. Positivos no tiene por qué significar reconfortantes. Cabe la posibilidad de que adoptada la actitud de filosofar, acabemos dándonos cuenta de nuestros desvaríos mentales, o de que habíamos aceptado como verdad una idea tonta o peligrosa. Que constatemos, por ejemplo, que nuestro originario y legítimo anhelo de felicidad tomó el camino equivocado; o caigamos en cuenta que tal valor que considerábamos obvio, indiscutible, no es sino un residuo ideológico de un mundo que está desapareciendo, es obsoleto. Filosofar, en efecto, tiene mucho de tarea previa, de detenernos en los pro-logos, las palabras anteriores a cualquier discurso que está, de manera necesaria, en otro ámbito del saber (histórico, político, educativo, etc.). Es un riesgo que el pensar filosófico termine por dejarnos a la intemperie, desnudos, cuestionándolo todo. Me corrijo: el pensar nunca desnuda, más bien advierte de nuestra irremediable desnudez. Para vestirnos de nuevo con un pensar razonable y razonado, un pensar con sentido común y crítico. Un pensar conveniente a la educación. Ya nos adelantamos un poco.

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