Saturday, May 10, 2014

Filosofía: ideas y comienzo de filosofar


No basta con repetir que la filosofía concierne a todos o que el humano es propenso a filosofar. Según Aristóteles, un animal racional que busca conocer. Por más que se repita la importancia de la filosofía, de poco vale si la persona no se habitúa a pensar filosóficamente en su vida diaria. Sólo al filosofar se valora la “utilidad” de la filosofía. ¿Por qué? En dos palabras: grandes ideas. Ideas para comprender la vida, el mundo, a uno mismo. Nos referimos a ideas en el vocabulario cotidiano de todos. A diferencia de los conceptos de las ciencias particulares, que se conocen por especialistas, las palabras que nombran las grandes ideas pertenecen al lenguaje común. No son terminología de una rama especial del saber que es usada sólo por sus especialistas. Pero aunque las utilizamos en nuestras conversaciones corrientes, no todos las comprenden y las reflexionan lo suficiente en las preguntas, problemas y respuestas dadas a través del tiempo y las culturas.

Hasta cierto punto, todos nos involucramos en filosofar en el curso de nuestras vidas. En la niñez estamos ante las cosas, actuamos, y preguntamos: ¿Qué es? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Cómo? Los infantes y niños actúan en la realidad: tocan, agarran, tiran, recogen, descomponen objetos, están embedded en el mundo de personas, cosas, circunstancias. Nacemos al mundo sin que nadie nos pida permiso a “venir”, y tarde o temprano, tenemos que hacernos cargo de nosotros, y para ello, hay que pensar, preguntar, experimentar. En la niñez es evidente esa tendencia, pero tan pronto los adultos dicen “no”; mandan a callar; no escuchan la voz del niño como interlocutor válido; le responden tonterías; envían a la escuela y las iglesias, en que se impide el pensar libre; tan pronto acontece todo eso, se inhibe al niño su mente inquieta de preguntar por querer saber. 

Filosofar invita al mundo maravilloso de las ideas para saber qué ocurre. Le pasó a Alicia ante una realidad que para ella, antes familiar, ahora es nueva. La filosofía hace preguntar ¿Qué es la verdad? ¿Cómo saber? ¿Qué significa conocer? ¿Qué es el bien y el mal? ¿Es posible la paz?, ¿Qué es la justicia? ¿Hay principios para discernir justo de injusto? ¿Somos libres? ¿De qué? ¿Para qué? ¿Podemos ser felices? ¿Qué es felicidad? ¿Se acaba la vida al morir? ¿Existe Dios? ¿Creer y saber es igual? ¿Qué es amar? ¿Qué es la educación? ¿Por qué la idea generalizada de que las escuelas y universidades son las instancias de educar? ¿Cómo saber si la educación es de “calidad”, “excelente”, y qué significan esos términos? ¿Qué o quién es el humano? Etc.
I
mporta reflexionar esos interrogantes, al menos, por cuatro razones. Una para comprender que las palabras que nombran las ideas se usan con diversos significados y distintos contextos, por lo que se necesita clarificar el lenguaje. Dos, para comprender que las ideas nos afectan en lo personal y social; no hay “gran idea” neutral, por lo que son “grandes”. Tres, para comprender que las ideas están conectadas, ninguna se limita a sí, ni apartada de otras (la verdad se relaciona con el bien, ambas con la justicia, todas con la felicidad). Cuatro, porque las ideas son el oxígeno del pensamiento, en ellas, por ellas, es que vivimos. 

¿Cuándo se empieza a filosofarlas? En la experiencia, situaciones límites, asombro y duda. 

La experiencia. Partimos del mundo familiar cotidiano en que experimentamos vivir. La palabra “experimentar” no se refiere a una forma científica de la experiencia; no es necesario estudiar ciencia experimental (biología, física, química) como requisito para filosofar experimentalmente la experiencia de vivir. La filosofía parte de una forma precientífica y transcientífica de la experiencia cotidiana en la cual el mundo está abierto a conocer y actuar. Heidegger interpreta la experiencia pre-científica como estar-en-el-mundo. Aristóteles describe la experiencia (empeiria) diciendo “ciencia y arte proceden de la experiencia” (Met. I,1, 980b-981a). La experiencia es el acceso directo a lo real, la manera cómo percibimos y pensamos las cosas. Es nuestra “verdad subjetiva” desde la cual vemos el mundo. 

Las situaciones límites. Las preguntas filosóficas empiezan cuando esa familiaridad de nuestro mundo experimental, pierde su evidencia y sentido. Según en filósofo K. Jaspers eso ocurre sobre todo en “situaciones límites”-muerte, sufrir, luchar, la culpa, etc.-. A menudo es la soledad, el dolor, la angustia, la ansiedad, la tristeza, la falta de sentido, lo que nos incita a filosofar.

El asombro. También el asombro origina el filosofar. Platón escribe en el diálogo Teeteto (155d): “El asombro es la actitud de un hombre que ama verdaderamente la sabiduría; más aún, no hay ningún otro comienzo de la sabiduría que no sea éste…”. Aristóteles recoge ese mismo motivo en su Metafísica (I, 2, 982b): “Antes lo mismo que hoy el asombro induce a los hombres a filosofar…”. La experiencia experimental diaria se hace asombro cuando estar-en-el-mundo se descubre superficial, vacío, y uno dice honestamente: no sé qué es esto, no entiendo qué pasa, lo familiar no hace sentido. Para Sócrates el filosofar comenzaba con saber que no sabemos nada; la ignorancia socrática es un saber irónico, pues el filósofo sabe más que los demás que creen saber, pero en verdad no saben, mientras que Sócrates sabe algo que los demás no saben: sabe no sabe. El amante del saber acepta su ignorancia inicial que le hace mirar nuevamente el mundo familiar de la experiencia cotidiana con asombro, en que, precisamente, comenzamos a dudar.

La duda. Un error intelectual es no reconocer que uno pudiera estar equivocado en sus ideas. Es posible que, en verdad, vivamos bajo creencias falsas y supuestos engañosos. La filosofía es un antídoto a la terquedad dogmática. Quien aspira a justificar su saber sobre razones, evidencias, coherencia, sentido común, empieza por dudar. Precisamente, esa fue la experiencia asombrosa de una situación límite en que Alicia empieza a dudar cuando sigue al conejito en la madriguera. 

“What matters it how far we go?“ his scaly friend replied. There is another shore, you know, upon the other side. The further off from England the nearer is to France. Then turn not pale, beloved snail, but come and join the dance. Will you, won’t you, will you, won’t you, will you join the dance? Will you, won’t you, will you, won’t you, won’t you join the dance? (Alice in Wonderland, Lewis Carrol).

Así como Alicia tuvo que cuestionar todo, porque su experiencia del mundo familiar se volvió al revés, la filosofía nos invita a entrar al país maravilloso de las Ideas. Es posible que se necesite redefinir, reinventar, cuestionar y problematizar -en teoría y en práctica- todo. Eso es bueno.


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