Thursday, July 25, 2013

Conciencia del Presente III

Conciencia del Presente III

Entonces, una buena regla de sabiduría en el arte de vivir podría ser:
            
…sólo un día cada día, lo demás déjalo en manos de Dios...

Es que un día no nos asusta tanto. Lo que nos aterra y nos puede paralizar de miedo es el ponernos a pensar en las preocupaciones que nos traerán 365 días o en los próximos 3,650 días de los diez años que vienen. Eso aplasta hasta al más valiente. Pero un día cada día ¿quién no es capaz de sobrellevarlo?

Momento a momento, viviendo el instante presente, eso se puede llevar con facilidad y serenidad, se soporta la carga si es pesada. Estar con-centrado en el momento presente nos trae paz y calma, aún en medio de la tormenta por la que estemos “atravesando”. El ayer –que no existe- lo confiamos a la misericordia y el perdón; el mañana –que tampoco existe- lo dejamos a la Providencia que provee lo necesario. 

Cada hora de este día me afano por lo que hago, con la plena conciencia de hacer lo que debo hacer. Segundo a segundo, un paso a la vez, hasta que lleguen las horas que faltan para el sueño de la noche. Y por el día siguiente no me afano, no me pre-ocupo, porque llegará al levantarme. Si me levanto en la Eternidad, pues ese momento se disfrutará… a su debido tiempo en que desaparece el tiempo. 

Basta pues de nerviosismos inútiles que entorpecen la alegría de vivir y la paz del corazón. Los días de la vida son como un reloj de arena. El reloj de arena consiste en un embudo por cuya boca van pasando continuamente los granitos de arena, poquito a poco, cada uno a la vez, a su debido tiempo, sin prisa ni apurándose, pero terminan por pasar todos. Si nosotros quisiéramos que los granitos de arena pasaran más aprisa y rápidamente dañaríamos el reloj y éste ya no marcaría bien los segundos, los minutos, las horas. 

Imagina esta metáfora. Somos como relojes de arena. Cada día tiene que pasar por esa boca estrecha del reloj los miles de granitos de arena que componen la existencia de cada día. Pero uno después de otro. No todos al mismo tiempo. Y no podemos pretender que hoy pasen los granitos de arena que tienen que pasar mañana, ni que a las 9 pasen los que pasarán a las 12. 

Y si no aguardamos con paciencia a que cada granito pase a su tiempo, vamos a dañar y a destruir ese reloj que es nuestro sistema nervioso. Observe la vida. Fíjese cuán sorprendente es la vida. Es una combinación de azar, deliberación y Providencia. Algunas cosas las planificamos. Otras vienen por el azar, la suerte. Y otras nos parecen que ocurren por Providencia, como si una mano invisible abriera el camino. Es un gran misterio. Nadie sabe cuándo o cómo esa combinación se mezcla en un granito de arena. 

A veces nos sentamos deliberadamente a planificar algo, que podría o no ocurrir. Otras veces nos pasan o acontecen cosas, por buena o mala suerte; estábamos en ese lugar, a esa hora, con esa gente, haciendo eso, pues entonces lógicamente nos ocurrió eso. Otras veces viene un suceso, una persona, una palabra, una lectura, lo que sea, y de repente nos damos cuenta de que es un “mensaje” con una lección para nosotros, una oportunidad que se abre, un aviso para prestar atención… 

Plan, Azar o Providencia, hacen que los granitos estén a su hora exacta.  

Dejemos a cada acontecimiento llegar a su tiempo. Planifiquemos lo necesario. Hagamos la acción requerida. Estemos alertas a no descuidarnos, por si acaso la suerte o el caos están actuando. Y dejemos a Dios hacer su Voluntad. De seguro que sabe mejor que uno lo que más nos con-viene. Sin pretender que pasen hoy por nuestra mente las penalidades que pueden o no llegar mañana. Y sin resentir los sucesos que ya pasaron. Así realizamos el trabajo de cada día con eficiencia y sin fatiga, sin sensación de angustia y agotamiento que nos cansa y perturba. 

Estamos viviendo el presente entre esos dos falsos tiempos: pasado y futuro. La culpa del pasado se cura con perdón. El miedo al futuro se cura con la confianza en la Providencia. Así de simple, sin trucos mentales, sin terapias costosas, sin medicamentos artificiales. Confiar en Dios. Perdonar. ¿Habrá mejor fórmula para vivir? 

Los estoicos, antiguos filósofos de sabiduría práctica con sentido común, solían repetir cada día estos dos lemas: 

carpe diem (aproveche el día presente) 
age quod agis (haga bien lo que debe hacer, no se distraiga en otras cosas) 

Los estoicos anticiparon hace miles de años los experimentos modernos de las ciencias cognitivas, que plantean la eficacia mental de vivir en el “flow”, el fluir de la acción que estamos haciendo, en el estar con-centrado en lo que hago ahora, en estar atento, inmerso en la ocupación que me absorbe sin distracción. 

Fluir como el agua, que se adapta con flexibilidad y fluidez a cada recodo. Fluir en cada momento dando lo mejor de uno. Fluir con plena conciencia del presente eterno, kairós. Fluir con la conciencia despierta que brota del corazón compasivo.

Esa vida vale vivirse en paz, sin causar mal a otros, sin ofender a nadie, sin maltratar ninguna vida –animal, ecológica, humana-, vivir una vida en que ayudemos a aliviar todo sufrimiento. Todo pasa, todo se perdona, todo acontece ahora en este instante de vivir conciente-mente, amorosa-mente.  

Pedro Subirats Camaraza

No comments:

Post a Comment