Al decir que se viva plenamente el presente ¿no estaremos descuidando hacer planes para el futuro? Por supuesto que no. Eso sería irracional en los humanos, una especie que evoluciona a través del tiempo y que por necesidad tiene que ir superando las penurias del presente, proyectándose mentalmente al futuro, con la capacidad imaginativa de idear mejores condiciones en el por-venir. El poder de imaginar mejores opciones futuras pide dar pasos concretos en el presente. Así, la especie humana construye desde hoy su mañana. Proyecta la visión hacia un futuro que pudiera ser, pero ahora no es (una “utopía” realizable), y emprende esfuerzos para lograr lo proyectado. Somos seres con tendencia evolutiva de “planificar”, igual que infinidad de otras especies animales, desde insectos hasta mamíferos superiores. Hoy preparamos el mañana. Eso es hacer planes.
La mejor forma de preparar el mañana es haciendo hoy lo que debemos hacer. Cuando Jesús recomendó orar el Padrenuestro, nos dijo: “Danos hoy nuestro pan de cada día” . No nos mandó a pedir el pan de todo el año, desde ahora, porque no quiere que comamos pan rancio y endurecido. Y tampoco nos recomendó que digamos: “Dios mío, qué peligro, viene un verano caluroso, un otoño terrible, una época de huracanes que nos va a tumbar las casas, nos pasaremos semanas sin luz ni agua, la vida está cara, esto nadie lo arregla, nadie puede confiar en nadie, el mundo se pierde, se nos acaba la comida, perderemos el trabajo…”
No, Jesús no mandó a orar con esos miedos ni sustos, con esa angustia, no dijo que pusiéramos cara de tragedia, ni melodramáticos llorones como esas mujeres que contratan en velorios para caminar detrás del féretro dando gritos de llantos y sollozos. Jesús sencillamente aconsejó que pidamos hoy el pan de hoy y que dejemos para mañana pedir el pan de mañana. Porque el pan de cada día es el único que podemos comer cada día. ¿No es un consejo de puro sentido común? ¿Para qué andar afanados hoy por el pan que hoy no vamos a comer? La misma idea la expresaban los filósofos estoicos paganos Séneca, Cicerón, Marco Aurelio y Epicteto.
Cuando Jesús recorrió los pueblos de su pequeño país, iba repitiendo de plaza en plaza y de campo en campo una bellísima frase, muy conocida, que repetimos (ver el texto completo Mt. 6, 25-34): “Por eso os digo, no andéis preocupado por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis… mirad las aves del cielo, no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?… Observad los lirios del campo, cómo crecen, o se fatigan ni hilan… Mi Padre Dios sabe muy bien lo que ustedes van a necesitar… no andéis pues preocupados del mañana, el mañana se preocupará de sí mismo…A cada día le basta su propio afán…”
¿Acaso podría uno pensar que éstas son palabras de un místico que no tenía los pies bien puestos sobre el suelo? Pues sépase que ese Jesús es uno de los seres más equilibrados, más sanos, más sabios y más realistas de la Humanidad. Hizo una revolución que cambió la faz de la historia. El sabía que andar hoy afanado por mañana es quemar energías inútilmente y sin verdadero provecho. Por eso dice “no se afanen”. Afanarse en pensar con susto y actuar con miedo.
¿Pero no debo pensar en el mañana? Claro que sí, pero sin susto ni miedo, sin angustias, sin esa pre-ocupación que no deja ocuparnos de verdad, porque quien se pre-ocupa no se ocupa. Es indudable que debemos planear el futuro y preparar el porvenir por todos los medios: meditando, proyectando opciones, imaginando estrategias, definiendo la prioridad en cada momento, dando los pasos que son necesarios, hay que hacer todo eso, pero sin ansiedad, sin miedos, sin andar con rostros asustados.
Se necesita un cambio de óptica mental. La diferencia entre el modo de pensar sano y correcto y el modo de pensar angustioso y tenso, es que el primero dedica tiempo a averiguar las causas que produjeron algún fracaso, para sacar de allí lecciones para el futuro, y analiza los peligros que se pueden presentar para evitarlos. En cambio, el modo de pensar equivocado dedica tiempo a entristecerse por fracasos del pasado, a maldecir por cosas que ocurrieron, a quejarse por las fallas que no se previnieron, a desanimarse por los errores, o peor, asustarse y angustiarse por los percances que pueden venir en el futuro.
Por el contrario, la mente bien enfocada vive a plenitud el tiempo presente. La conciencia del presente es un modo intuitivo de percibir la realidad de la vida. Es Kairós,"el momento justo", la divinidad mitológica griega y romana que invita a vivir la experiencia del momento oportuno. Los filósofos pitagóricos le llamaban Oportunidad. Kayros es el tiempo en potencia, tiempo atemporal, tiempo como duración del movimiento eterno, tiempo que se recrea constantemente, tiempo cualitativo de la ocasión, que es diferente al tiempo cuantitativo de la deidad mitológica Chronos, que rige el reloj, y nos rige tan inflexiblemente la vida.
En Platón es el Bien. En Aristóteles es la Inteligencia Divina. En Plotino es lo Uno. Es la experiencia del “anjá”, de que llegó el momento adecuado para hacer algo, el momento maduro para tomar una decisión determinada, el momento de claridad, el “insight” que nos hace ver de manera diáfana una verdad.
Vivir el momento presente nos sensibiliza para intuir la decisión correcta, la acción adecuada, la actitud apropiada, la conducta justa, etc., a esa situación particular. Las decisiones correctas son aquellas que brotan de una profunda vida interior de paz, de tener buena voluntad y buenas intenciones, del deseo sincero de hacer el bien.
Pedro Subirats Camaraza
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