Imagínate cómo sería tu día si al despertar cada mañana, y durante el día, te acompaña este pensamiento de Facundo Cabral:
“De mi madre aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo; ahora mismo le puedes decir basta a los hábitos que te destruyen, a las cosas que te encadenan, a la tarjeta de crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, a los que quieren dirigir tu vida por el camino perdido. Ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste, porque la vida es aquí y ahora mismo. Que nada te distraiga de ti mismo, debes estar atento, porque todavía no gozaste la más grande alegría, ni sufriste el más grande dolor. “
El cantautor latinoamericano, gracias a su sensibilidad, toca el corazón humano, el espacio interior sagrado en que habitan verdades profundas que sólo el corazón intuye y conoce. ¿Qué nos dice el corazón? La voz sutil y silenciosa del corazón se puede escuchar si ponemos atención. Se llama corazonada, que intuye la verdad. No basta con sólo escuchar la voz. Necesitamos obedecerla y aplicar sus consejos.
El corazón nos aconseja a vivir plenamente el momento presente. Es una de las enseñanza esenciales del misticismo y la filosofía perenne. Sócrates decía que una vida no examinada, no conciente, no vale la pena de vivir; examinar la vida es meditar para qué vivimos, qué sentido tiene vivir, qué hacemos en el mundo, qué debemos hacer por los demás, cómo ser felices, cómo vivir conscientemente.
Llega un momento en nuestra vida –tarde o temprano- en que esa voz interna del corazón nos llama, nos pone alerta, nos concita a vivir plenamente el presente. Ese momento suele ser en tiempos duros y difíciles de una enfermedad mortal, de la muerte de un ser querido, cuando sobreviene una desgracia o una pérdida muy grande; o momentos existenciales de “crisis” en que una angustia generalizada, no localizada, nos hace dudar si vale la pena tanto sufrir; o momentos cuando tenemos la sensación de sentirnos extraños en el mundo, de que estamos en medio del bullicio de la gente, en una fiesta, en un alboroto, y repentinamente sentimos la extraña sensación de que estamos ahí pero no somos de ahí.
¿Recuerdas tu niñez cuando filosofabas con espontánea naturalidad preguntando a mamá y papá ¿por qué, por qué? Tu pureza inocente de esa etapa te abría de par en par la conciencia a la verdad y la realidad. La conciencia eres tú. La con-ciencia es la ciencia de estar contigo plenamente presente. De saber quién eres, de amarte con amor generoso y compasivo, no narcisista ni egoísta.
La conciencia de vivir el momento presente nos hace vivir de manera creativa y positiva. Se eliminan los patrones mentales negativos de experiencias pasadas que detienen y paralizan: rencores, resentimientos, venganzas, odios, despechos, amarguras, tristezas, vergüenzas, culpas. ¿Cómo liberarnos de esa rígida, negativa y estancada manera de pensar y de sentir que nos hace infelices?
Grandes sabios desde la antigüedad hasta nuestros días, por más de 3,000 años, han legado sabiduría de vivir: Lao-Tsé, Confucio, Buda, Sócrates, Jesús, Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca, Marco Aurelio, Epicteto, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Rumi, Tagore, Kalil Gibrán, M. Gandhi, Thomas Merton… son incontables sabios y místicos que practicaron el arte de vivir bien en medio de las duras pruebas del sufrimiento, sin amarguras, ni cinismo ni pesimismo. Al contrario, supieron cómo enfrentar, atravesar y salir de las pruebas más duras con una fe renovada, con mayor confianza, con más equilibrio, con fortaleza y paz interior.
En apenas quince palabras se resume esta gran lección:
Nunca desanimarse por el pasado,
ni angustiarse por el futuro,
sino vivir plenamente el presente.
La clave es proponerse una norma de vida a partir de esas palabras. Palabras no para que floten en la mente con mera curiosidad intelectual, para sino hacerlas realidad, para que cobren vida concreta en la realidad cotidiana.
Imagínate jugando mentalmente con este juguete… Es un edificio en miniatura, un edificio mecánico. Si le quitas un tornillo o bisagra, inmediatamente se abren tres apartamentos independientes uno del otro. Esa imagen mental la podemos aplicar a nuestra vida. Yo soy ese edificio. Puedo dividirlo mentalmente en tres apartamentos nítidamente separados: el pasado, el presente y el futuro. Me propongo no ir a vivir con la imaginación al pasado, que está lleno de muertos, mis pasados muertos ya no existen, ya no hay nada que pueda hacer, porque dejó de ser real. Ni irme a vivir en el futuro que está lleno de los no nacidos, lo que podrá suceder pero también no suceder.
Así, pues, de ahora en adelante, voy a dedicarme a vivir plenamente mi presente, la única realidad existente, con serenidad, tranquilidad, ecuanimidad, equilibrio. Vivir con conciencia del presente. Vivir con paz interior.
Me haré el inmenso favor de cerrar la puerta que lleva al apartamento del pasado. Dejaré que los muertos entierren a los muertos, como en la enseñanza bíblica. No sobrecargaré mi hoy de ayeres muertos, ni añadiré miedos al futuro inexistente. Atenderé concientemente el único presente que soy, ahora y aquí.
Un Gran Maestro de la Humanidad, Jesús de Nazarea, nos aconsejó que oremos por el pan de cada día. Jesús sabía la razón de ese sabio consejo, El sabía por qué orar sólo por el pan de hoy. ¿Por qué?
Pedro Subirats Camaraza