¿Qué es educación? No existe la definición definitiva que satisfaga a todos. Siempre habrá polémicas sobre qué falta, qué sobra, qué no encaja. Pero ello no impide conceptuar la educación, sin punto final, como si ya todo está dicho y nada más por decir. Esa conversación filosófica sobre el fenómeno educativo empieza con Platón al concebir el ideal educativo de la República con la idea de entregar el cetro de su utopía a los más listos -los filósofos- para disolver así en su raíz la tensión de la verdad con el poder. En el siglo 21 Platón sigue vigente y, tanto como entonces. Y las preguntas de Dewey continúan animando la conversación educativa, sin bajar el telón del drama teatral del ángel y la bestia que actores humanos llevan por dentro, necesitados de reescribir libretos, reinventar escenarios y reenfocar la dirección. ¿Quién ayuda? ¿La educación?
Continuemos pues conversando. Intentemos identificar rasgos característicos de las acciones educativas, y luego, conceptuar la educación de modo tal que a las personas razonables les sea posible dar consentimiento provisional, a sabiendas que algo falta, sobra o desencaja. Entendemos que los siguientes rasgos o atributos caracterizan las acciones educativas, en términos generales:
• La educación supone la orientación a fines.
• La educación implica un perfeccionamiento.
• La educación es un proceso permanente.
• La educación es autoeducación.
Fines. La educación es algo lo suficientemente complejo como para no asombrarnos de que se usen diferentes términos para referirse a fines educativos. Palabras meta, propósito, objetivo, competencia, habilidad, misión, destreza, valores, expresan conceptos relacionados entre sí y con la finalidad de los actos educativos. Según el autor que aborde esos términos le dará unos matices u otros. De esas terminologías tal vez la palabra más precisa para referirse a la educación sea “fines”. Los fines educativos son inseparables a los fines de la vida humana, y dependen de las respuestas a la pregunta ¿la vida humana tiene alguna finalidad? En la historia de la filosofía educativa, de Platón a nuestro tiempo, se han propuesto los conceptos de bien, verdad, belleza, unidad, felicidad, plenitud, excelencia, perfeccionamiento, etc., que interpretan la finalidad del vivir humano. La cuestión es ¿qué significan esas palabras en concreto, cuál es su contenido específico en el acto educativo?
Perfeccionamiento. La educación está dirigida al logro de una transformación que enriquece a la persona. Si no es un cambio positivo, no podríamos hablar con propiedad de educación. Es irracional decir que la educación busca empeorar al ser humano. Y es axiomático -en sentido de Spinoza y Kant, de una verdad evidente por sí misma- decir que la educación procura que cada persona tenga la oportunidad de desarrollar sus capacidades según sus posibilidades genéticas, circunstancias, intereses y motivaciones, y de acuerdo a fines culturales y sociales. Las divergencias aparecen al concretar cuáles son esas capacidades por ser importantes, y con respecto a qué fines, en qué cultura, para qué sociedad, etc. Esta es la diferencia entre unas culturas y otras, y unos sistemas educativos de otros. La idea de perfeccionamiento no es en sentido de per-facere, lo acabado que no le falta nada, es una utopía, somos inacabados. Perfeccionamiento significa un ser por hacerse, capaz de desarrollar las posibilidades que en principio posee: la libertad y responsabilidad de mejorarse a sí.
Permanente. Sabemos cuándo la educación se inicia en el tiempo, al nacer, pero no sabemos cuándo termina, ni siquiera al morir, quizá existe vida tras-temporal. La educación, en cada tiempo y cada etapa de desarrollo, hace las tareas que corresponden a las trayectorias vitales de cada sujeto. Lo importante es que el humano se eduque para aprender a lo largo de toda la vida, aprender es desaprender, aceptar la caducidad de los propios conocimientos y hábitos, para afrontar con sabiduría los nuevos retos. Las acciones educativas, en cada etapa vital, implica actuación responsable del propio sujeto, así como de los agentes educativos que promueven su educación. Las acciones educativas no son aisladas, ni limitadas a un tiempo o etapa de vida; impregnan a todo el ser, sean planificadas o espontáneas en los diferentes escenarios de la biografía individual.
Autoeducación. Educación como autoeducación implica actividad dinámica y constante del propio educando en el desarrollo de sus capacidades y en adquirir la madurez para autodeterminar su propia vida. Las acciones educativas deberán suscitar, de un modo u otro, la acción del sujeto sobre sí mismo, en el ejercicio inteligente de la libertad y la responsabilidad en decidir quién debe ser y cómo vivir con los demás en el mundo.
Un concepto de educación -entre cientos posibles- es la promoción, estructuración y consolidación de las capacidades personales para vivir la vida de un modo consciente, libre, responsable y solidario, en el tejido de las relaciones interpersonales y el mundo, en el fluir del tiempo y de las edades.
Al nacer, el animal humano es casi idéntico, con pequeñas diferencias, a su ancestro de hace veinte mil años. La educación ha sido la estrategia civilizatoria de transformar al animal humano en humano cultural. Esto supone la transmisión de lo mejor y lo más útil que la humanidad ha realizado como logro en el proceso de humanización, determinados saberes, habilidades (comenzando por el habla), reglas, ideales, en fin, el acceso a determinadas obras, la creación de ellas y su disfrute. La educación es necesaria porque en el humano no existe transmisión hereditaria de los caracteres y símbolos adquiridos culturalmente, y porque la humanidad en cada uno es una adquisición; se nace hombre o mujer, pero uno se vuelve humano.
Los grandes logros de la humanidad -consciencia, libertad, responsabilidad, solidaridad, racionalidad, amor- no son dados de antemano en programación genética que emerge de manera natural, espontánea, biológica. Es necesaria la educación, es decir, la comunicación sociocultural de saberes, obras, habilidades y valores.
¿Para qué la educación? Por extraño que parezca, la educación no tiene para qué, la educación no sirve para nada externo a ella -demandas del mercado o preparación al trabajo, que tipifican objetivos extrínsecos-. El valor de la educación es intrínseco: aprender a ser humanos, en toda circunstancia, en cada edad y en todas las personas. Un grave error es confundir educación con la escolaridad. Cuando la educación se torna escolar empeñada en instrumentalizar fines extrínsecos, en estándares preestablecidos, en computar notas, clasificar y seleccionar, jerarquizar grados, fragmentar conocimientos, posponer la gratificación del placer de educar, en competir -unos ganen y otros pierdan-, en éxitos y fracasos, la educación se corrompe y se pervierte.
La educación, si es auténtica, tiene que no servir para nada, sino lo fundamental en aprender a ser humanos: la convivencia plural de aprender un bagaje mínimo de respeto y tolerancia; transformar tendencias egoístas y violentas, en seres capaces de saber vivir con felicidad personal inseparable de la vida social justa, en paz; la consciencia de sí, la alegría de vivir; aprender a ser libre y responsable de la libertad; la amistad y fraternidad; amar la verdad, el bien, la belleza; la mente bien puesta en pensar con claridad, en discernir críticamente, en mantenerse abierta sin ataduras o adicciones a ideas; la contemplación de los misterios, de lo trascendente; esas cosas buenas del espíritu, intrínsecas al ser, inmedibles, incuantificables. Que escuelas y universidades ofrezcan currículos con saberes y prácticas, santo y bueno, siempre que procuren recordar que la educación es otra cosa.
¿Para qué la educación? Para ser educados.
Sigamos conversando.
Pedro Subirats Camaraza
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