Monday, June 1, 2015

Educación: ¿qué es?, ¿para qué? (Parte I)



Existen secretarios y ministros de educación, también existe la educación popular, la educación cívica, la educación integral, la educación física, la educación intelectual, la educación social, moral, estética, especial, sexual, religiosa, familiar, ambiental, formal, no formal, a distancia, informal, difusa, cósmica, paralela, tradicional, innovadora, institucional, alternativa, excelente, mediocre, técnica, vocacional, ecológica, política, liberadora, personalizada, individualizada, permanente, presencial, marxista, cristiana, laica, privada, pública, infantil, elemental, secundaria, terciaria, universitaria, deportiva, etc.; nos referimos a educación para la paz, educación para la democracia, para la ciudadanía, para la salud, para la convivencia, para el trabajo, para la vida, para el ocio, etc.;  hablamos de política educativa, legislación educativa, tecnología educativa, administración educativa, consejería educativa, liderazgo educativo, etc.; existen conocimientos sobre el hecho educativo en las teorías y las prácticas, en filosofía educativa, sociología educativa, psicología educativa historia de la educación, métodos de investigación en educación, economía de la educación, evaluación en educación, sistemas comparados en educación, enfoques pedagógicos en educación, etc.       

Otros hablan de educación cuando se refieren a la cultura, socialización, formación, instrucción, estudio, enseñar, aprender, adiestrar, entrenar, ejercitar, información, docencia, adoctrinamiento, modelar, escuela,  pedagogía, etc., voces que complican el área semántica del concepto educación, pero que, ciertamente, también la amplían porque, aunque son términos cualitativamente distintos, se refieren a realidades con algún grado de relación.

En fin, no podemos evitarlo, la educación está de moda, hoy todos hablan de ella, a menudo para lamentarse por su deterioro y obsolescencia en no estar a la “altura de estos tiempos”, frase que dice todo sin decir nada, pero parece sofisticada. La educación se convierte en caballo de batalla de posiciones y concepciones que enfrentan o identifican a grupos e individuos. Enconadas discusiones ideológicas, políticas y económicas se dan a priori y a posteriori  en las decisiones y acciones en el terreno educativo. Por considerarla crucial para el destino de los pueblos, la educación está en boca de medios de comunicación, familias, iglesias, partidos políticos, corporaciones, uniones y sindicatos, facultades universitarias de educación, etc., en el constante hablar de los problemas, las crisis y las soluciones en educación.

Tan así, que la mayoría de la gente presume saber de educación por haber experimentado en ellas mismas la acción de diversos tipos de educadores en una variedad de instituciones educativas, incluyendo la familia, o por haber experimentado innumerables acciones denominadas educativas, o por poseer títulos académicos que se certifican en virtud de resultados según estándares prefijados, o por considerarse, en ocasiones, como educadores de profesión con la misión de educar a otros. 

A diferencia de otras áreas del conocimiento y del trabajo, como hacer ebanistería o trasplantar riñones, que exigen entrenamientos especiales y demostración de virtuosismo operativo, por el contrario, en educación, acontece una curiosa democracia en que la mayoría de la población ciudadana asume conocer sobre educación, a veces con notable vehemencia de convicciones.

Por otro lado, todas y todos hemos sido educados, en algún sentido de esa palabra. Por la familia o las instituciones, lo cierto es que, de alguna manera, sabemos qué es educación por lo que hemos vivido, a partir de nuestras experiencias, y las experiencias, es decir, las reflexiones sobre nuestras vivencias, cuentan a la hora de saber. Pero, realmente, ¿es esto saber de educación? Únicamente con nuestra experiencia, ¿podemos ya exponer qué es educación y cómo llevarla a cabo? La idea de que la sociedad o la ciudadanía es una fuerza educadora, ¿es así en realidad? Los diversos sectores de la sociedad que se reúnen para hablar de educación, con metodologías calificadas de democracia participativa, eso ¿les capacita para concebir teorías y prácticas educativas en los diseños de políticas públicas educativas por un período de diez años, como en Puerto Rico?

Si nos preguntamos qué es educación, se pudiera responder diciendo que es conocer y saber cosas, saber actuar de determinada forma de acuerdo a lo establecido por la sociedad, la cultura o el grupo al que se  pertenece. Es decir, nos fijamos en conductas o resultados que podemos ver y comprobar. De este modo, juzgamos si alguien está bien o mal educado. También asumimos saber qué es educación si estudiamos en una institución que, por autoridad del estado, nos acredite que hemos “pasado” por un programa curricular, y así, nos capacitamos para un puesto de trabajo, oficio o profesión. En estos sentidos, de forma coloquial, identificamos educación más como un resultado que se manifiesta en conductas externas identificables y títulos, que como una acción interna de cada persona consigo misma. Aunque también somos conscientes, con introspección, que la educación no se ciñe únicamente a conductas externas o diplomas en pared, por lo que admitimos honestamente la complejidad para conceptuar o definir educación.    

¿Habrá analfabetos educados y alfabetizados maleducados? En la oficina del burócrata cuelga un diploma de universitario; estamos sentados frente a su escritorio, sabiendo que él ocupa una posición de poder político en que su opinión influye; mientras nos habla de logros pasados y planes futuros, lo miramos fingiendo cara admirada, pero por dentro decimos “Dios mío, tener que aguantar a este embustero, por un mísero empleo…”. ¿Puedes imaginarte esa escena? 

En definitiva, ¿podemos decir algo sobre la educación que sea inequívocamente verdadero?  

En 1938 John Dewey dio unas conferencias a la Kappa Delta Pi, sociedad honoraria de educación, que posteriormente se publican en el libro Experience and Education. Cito: “The basic question concerns the nature of education with no qualifying adjectives prefixed. What we want and need is education pure and simple, and we shall make surer and faster progress when we devote ourselves to finding out just what education is and what conditions have to be satisfied in order that education may be a reality and not a name or a slogan. It is for this reason alone that I have emphasized the need for a sound philosophy of experience”. ¿Por qué Dewey interpela a oyentes y lectores a “finding out just what education is? Él provoca pensar una filosofía de la experiencia. Los adjetivos “pure and simple”, ¿no parecen extraños al aplicarse al sustantivo educación? ¿Qué debería ser una experiencia pura y simple que sea educativa?  

El célebre filósofo educativo nos pide pensar la educación con devoción -fidelidad a la verdad-, sin adjetivos.
Pensar filosóficamente, como Sócrates en la Atenas de su tiempo. 

Éstas son las preguntas que él invitó a considerar:

¿En qué consistiría una experiencia que merezca llamarse educativa?
¿Cuál es la naturaleza de la educación sin adjetivos prefijados que la cualifiquen?
¿Qué es educación, pura y simple?
¿Qué condiciones se necesitan para que educación sea realidad y no un nombre o eslogan?

Las tres primeras parecen similares. La cuarta es diferente. Acaso es la misma pregunta en variaciones. Luego de decir y exponer pros y contras, de discutir discrepancias, ¿pudiéramos acordar qué es educación, pura y simplemente, en lo esencial? ¿Hay algo que sea fundamental a la experiencia educativa? 

Hoy, como en el siglo XX con Dewey, y 2,300 años con Platón, somos interpelados a filosofar la educación.  

¿Qué es educar? ¿Para qué educamos? 




Pedro Subirats Camaraza

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