Monday, June 1, 2015

Filosofar la Educación en tres preguntas


1. ¿Qué función hacemos al filosofar la educación?
2. ¿Qué pensamos al filosofar la educación? 
3. ¿Qué preguntas hacemos al filosofar la educación?    

1. Por función entendemos la actividad intelectual al servicio de algo: aquí, la actividad de filosofar al servicio de la educación. En términos simbólicos de lógica, la relación entre dos magnitudes, la filosofía como modo de pensar, y la educación como quehacer cultural. Tal es el trabajo intelectual de filosofar aplicado a la educación. La filosofía en el sentido original de amar la sabiduría; en el sentido aristotélico del pensamiento por construir una teoría racional de la realidad; y en sentido moderno del pensar crítico-analítico; en las tres interpretaciones históricas de la filosofía, la actividad de filosofar se aplica a todo conocimiento y quehacer humano: sexualidad, historia, ciencias, política, economía, religión, trabajos, tecnologías, derechos, el universo, hasta filosofar la misma filosofía. En educación, la función de filosofar se aplica a siete cuestiones relevantes: idea del humano; lenguaje; conocimiento; fines educativos; pedagogía; autores y escuelas de pensamiento; y propuestas de filosofía educativa. Veamos cada asunto sucintamente.

Idea del humano. Personas cultas e inteligentes están convencidas que sus hijos se educan bien en colegios religiosos que enseñan doctrinas imprescindibles para salvar su alma. ¿Por qué? Otro ejemplo. Tan pronto el castrismo marxista se oficializó en Cuba, se eliminaron los colegios privados, muchos religiosos, instaurando escuela pública que adoctrina afirmando la religión es un error de la mente humana que esclaviza las sociedades. ¿Por qué? ¿Por qué tales pretensiones y no otras? ¿Por qué tales ideas sobre el ser humano? ¿Por qué transferir esas ideas a las escuelas? ¿Por qué unas prácticas educativas en vez de otra? ¿Por qué una idea del ser humano se postula superior a otra? A causa de lo que los alemanes denominan Weltansschauung, en español cosmovisión de mundo, en lenguaje común, una filosofía de vida. Desde que disponemos de textos escritos se constata la estrecha relación entre  cosmovisión, idea del humano y educación. Toda educación se vincula a una representación de quiénes o qué somos y qué hacemos en el mundo. No hay educación sin valoraciones antropológicas, sin un modelo o ideal de lo humano y cosmovisión de vida. ¿Cómo podría la educación actuar desprovista de alguna idea en torno al sentido de la existencia humana? Se educa desde una concepción de quiénes somos, de dónde venimos, qué hacemos en el mundo y a dónde vamos. Será más o menos articulada o explícita, más o menos clara o confusa, pero siempre en la educación subyace una cosmovisión de vida. La función: visión de mundo y del ser humano que subyace y condiciona la educación.

Lenguaje. Los humanos hablan y comunican su pensamiento a sus semejantes. La filosofía se ocupa del lenguaje desde sus inicios. Filosofar es, entre otras cosas, averiguar qué se dice con palabras que alguien habla o escribe. Ya Platón en Cratilo enfrentó el problema de la convencionalidad o no del lenguaje, del sentido de las palabras cuando tienen diferentes significados. ¿Qué significa educar y democracia en el enunciado “eduquemos para la democracia”? Es un trabajo analítico de depurar léxico y sintaxis, y precisar el sentido de lo que se dice. El lenguaje nos constituye como humanos y es constitutivo de la racionalidad, del “logos”-en griego logos designa a la vez palabra y razón-. Dado que un proceso educador es un acto de comunicación y que el lenguaje constituye la mediación comunicativa más importante, es razonable que la filosofía educativa se dedique a la tarea de clarificar e interpretar los lenguajes usados en educación. De lo contrario, se nos arma el lío de Babel. La función: saber de qué hablamos para entendernos.

Conocimiento. La educación es un todo biológico, psíquico y social en humanizarse. En ese proceso evolutivo de aprender a ser humanos domesticando los instintos salvajes (Leviatán, Hobbes) para convivir socialmente sin destruirnos, la educación y el conocimiento tienen un papel central. Desde el nacimiento se observa una fuerte tendencia humana a conocer, a querer saber y averiguarlo todo. Educar supone la pretensión de conocer, y no conocer de cualquier manera, sino de tal forma que se tenga la impresión de conocer correctamente, no opinión o algo falso.  Decir “conozco” ¿qué significa? ¿Qué es conocer satisfactoriamente, a diferencia de tener opinión? ¿Cómo consta que conocemos? Es un trabajo epistemológico. Epistemología proviene del griego epistamai -imponerse en algo porque se está seguro- y sustantivo epistéme, conocimiento confiable . ¿Qué propiedades tiene un conocimiento que convierte en fiable un enunciado, razonamiento o investigación? Hay algo que anima la epistemología desde siempre: el recurso a la idea de verdad como idea reguladora. Aunque no tengamos certezas absolutas, esto no quita la pretensión a la verdad de cada concepción epistemológica. De hecho, todo currículo educativo del kínder a la universidad se justifica desde el supuesto epistémico que las disciplinas, contenidos, experiencias e investigaciones que se estudien buscan conocimientos pertinentes, útiles, confiables, no fraudulentos, sino verdaderos. La función: validez, pertinencia o veracidad del conocimiento que se relacione con teorías y prácticas educativas. 

Fines educativos. Si un comité curricular o estado político, proponen una determinada idea o práctica educativa, lo que hacen es proponer concepciones cosmológicas, antropológicas y políticas, más o menos claras, que justifican la educación. A partir de esas concepciones, habrá malas o buenas, peores o mejores educaciones según los propósitos y los resultados. ¿Qué educación es mejor para la niñez, un país, la humanidad? ¿Con qué razones se emiten juicios a favor de una educación con mayor legitimidad? Es un trabajo filosófico sobre los fines y valores. Los términos filosóficos son teleología y axiología. Precisemos la etimología.
Fines: el latín finis indicaba dos ideas simultáneas, límite o término de una cosa, un proceso, un ser; y aquello que perfecciona algo, da sentido, lo acaba, hace completo. Teleología: el verbo griego tello quería decir acabar su vuelta; télos significó fin y término. En Aristóteles es el estudio de las causas finales de lo existente, a lo que tiende y lo perfecciona. 

Axiología. El verbo griego axióo significa estimo, juzgo, digno, justo, valioso. La etimología de la palabra “fin” sugiere convincentemente que la educación es inseparable de la noción del por qué, para qué . La función: los fines y valores que justifican una educación.      

Pedagogía. Por pedagogía entendemos supuestos y condiciones bajo las cuales se educa de manera intencional o sistemática, atendiendo cuestiones básicas de enseñar, aprender, evaluar, currículo, planificación académica, estándares, perfiles de graduados, y otros. Cada cuestión es material reflexivo de filosofar el sentido o sin sentido, las razones o sinrazones de ideas y prácticas pedagógicas. La función: esclarecer y problematizar los presupuestos y el sentido de lo que se hace pedagógicamente en instituciones educativas.  
  
Autores y escuelas de pensamiento. No empezamos en el punto 0 histórico de filosofar la educación. Anteceden milenios de abundante pensamiento y experiencia. Desde siglos VI a III a.C. mentes prodigiosas ya pensaron lo que hoy pensamos . Sólo un ego notablemente inflado y desquiciado quiere reinventarse en Platón. Al filósofo se le estudia bien y luego se aprende a pensar sus ideas de entonces desde el tiempo de hoy. Así mismo con los demás filósofos y escuelas que han surgido en la historia del pensar educativo. La función: conocer autores y tradiciones en la historia de la filosofía educativa. 

Propuestas de filosofía educativa. En ocasiones, en el sector educativo público y privado, las escuelas y universidades solicitan asesoramiento de escritores, docentes e investigadores en filosofía educativa para dar ideas o formular propuestas. Es petición apreciable dada la oportunidad de obtener ingresos extras en estos tiempos de vacas flacas o incluso cuando engorden. La función: idear agendas, propuestas o proyectos de filosofía educativa. 

2. ¿Qué pensamos? Pensamos contenidos: cuando se piensa, se piensa en algo o alguien. Demos el nombre de “contenidos” a las ideas, lenguajes, imágenes, narraciones, que piensa la mente (en filosofía medieval, sustancia; en industrias, materia prima). En las culturas orientales se practican ejercicios místicos de meditar el vacío mental para liberar apegos, adherencias o recuerdos que obstaculizan vivir el presente novedoso. Pero son técnicas extrañas a la mente racional occidental que gusta poblar el cerebro de contenidos. De hecho, un fin comúnmente aceptado de la educación occidental es lo contrario, a saber, ser conscientes del pensar, saber qué pensamos cuando pensamos, meta-cognición, re-flexionar o flexionar el pensamiento sobre sí. ¿Qué pensamos filosofar la educación? Pues pensamos contenidos en formas de preguntas, problemas o cuestiones relacionadas con las siguientes temáticas, entre otras.

Ser humano: idea de qué o quiénes somos, identidad, naturaleza, características humanas.

Educación: conceptos, fines, procesos, condiciones, políticas, sistemas, instituciones. 

Persona educada: rasgos, conocimientos, valores, habilidades, sensibilidades, contextos.

Vida buena: valores axiológicos -ética, estética-, sentido de vivir, felicidad, sabiduría.

Conocimiento: posibilidad, límites, tipos, ámbitos, producción, métodos, heurística.

Verdad: propiedades, justificación, validez, paradojas, teorías de la verdad.

Mundo: cosmovisión, cultura, política, economía, destino, evolución, derechos.

Currículo: criterios, conocimientos, diseño, desarrollo, ejecución, evaluación, revisión.

Pedagogía: enseñar, aprender, evaluar, poder, autoridad, libertad, responsabilidad.

Filosofía educativa: funciones, historia, corrientes, autores, ideas troncales.

3. ¿Qué preguntas? La educación se estudia y comprende desde diversos conocimientos que en sus múltiples facetas tienen tangencia con la educación: psicología, sociología, historia, economía, salud, política, investigación, gerencia y organización, comparación de sistemas, y otros, entre ellos el nuestro: filosofía. La filosofía aplicada a educación pregunta sobre los principios, causas, justificación, racionalidad, supuestos, lógica, sentido (cualquiera de esos conceptos sirve a la función de preguntar) de todo conocimiento que se pronuncie sobre la educación, que exprese algo por entender es importante o beneficioso en teoría o práctica. La filosofía hace tarea la hermenéutica de examinar todo conocimiento. Si un astrólogo dice que a los niños se debe hacer la carta natal al ingresar a la escuela ¿qué preguntas le haces?

Veamos preguntas sobre temas anteriores, desde luego, se traslapan.  

Ser humano: educar, hemos dicho, supone una idea del humano a educar. ¿Quién es? ¿Tiene una naturaleza? ¿Hay características típicas humanas? ¿Nacemos iguales? ¿Al nacer somos egocéntrico o altruista, buenos o malos, indiferentes como tabula rasa? Sabemos que el ser humano se deshumaniza en guerras y violencia, ¿por qué? ¿Hay que humanizar al humano? ¿Somos producto de la evolución natural, devenir histórico, karma, destino sagrado? ¿Es importante saber el origen y destino humano para educar? ¿La vida humana tiene sentido, finalidad, propósito; quién lo sabe, cómo lo sabe; a quién creer, qué creer, por qué creer? 

Persona educada: se presume se educa a los humanos; si la cotorra Petunia dice “dame una galletita o vete a la mierda”, podremos decir está bien adiestrada, pero no maleducada. ¿En qué consiste una persona educada? ¿Hay experiencias “educativas” diferentes a otras? ¿Ser educado se define según la cultura o la época histórica? ¿Ser educado significa ser mejor ser humano, ¿Educar y escolaridad es igual? ¿Un título o diploma representa un ser educado?

Vida buena: decir se educa con la finalidad de ser perversos o malignos es un sinsentido; educar tiene que ver con el bien -en filosofía, ética-. ¿Los humanos son buenos o malos por naturaleza? ¿Es la ética universal o relativa, subjetiva u objetiva? ¿En qué consiste una vida buena? ¿Debe la escuela fomentar una ética o una imagen de vivir bien? ¿Qué es, y cómo se aprende, a vivir bien? ¿Ser bueno es un fin educativo? ¿Estudiar ética es ser ético? ¿Existe relación entre ética, política, economía y educación? ¿Ser felices importa al educar?

Fines educativos: la educación responde a unos por qué y para qué, a fines y valores. ¿Qué fines justifican educar, quién decide, cómo, de dónde “salen” los fines? ¿Por qué hay estados que establecen fines educativos por ley pública? ¿Los fines educativos son iguales para todos, relativos según personas, dependen de las culturas? ¿Cómo saber si fines propuestos son de beneficio? ¿Cómo se relacionan fines con la vida buena y persona educada? ¿Cómo se relacionan los fines -aspecto abstracto- con la pedagogía -aspecto práctico-? Cuándo hay discrepancias entre teoría y práctica ¿a dónde buscar la razón, qué debe cambiarse, cómo se sabe, es una cuestión interconectada, en qué sentido? 

Mundo ideal: Itard no pudo educar al niño-lobo de Aveyron; es axiomático que el humano se educa en sociedades humanas. ¿Educar supone un ideal de mundo? ¿Con qué criterios? ¿El mundo evoluciona a modos superiores de perfección o es azar impredecible? ¿Debería la escuela fomentar valores políticos, económicos, culturales, religiosos? ¿O de hecho lo hace, ¿Escuelas deben ser agentes de cambio social? ¿Cómo relacionar educación, mundo ideal, fines educativos y persona educada? ¿Es preferible la democracia en educación? ¿Qué principios o razonamientos conceptúan el mundo al que deberíamos educar? ¿Por qué con tanta educación el mundo es tan maltrecho? ¿Pedir a la escuela educar para un mundo ideal no es injusto por irreal o impracticable? ¿Es el huevo o la gallina: cambiar escuela o mundo?

Conocimiento: en algunas naciones con condiciones socioculturales, políticas y económicas para establecer escolaridad obligatoria, se obliga por ley a las jóvenes generaciones a que asistan a la escuela. El supuesto es que los estudiantes deben conocer, pero ¿conocer qué? ¿Qué conocimientos deben ofrecer escuelas y universidades? ¿Por qué esos y no otros? ¿Qué condiciones posibilitan conocer? ¿Hay límites el conocimiento? ¿Por qué se clasifican conocimientos en taxonomías (bibliotecas)? ¿Existen en la realidad diferentes tipologías clases de conocimientos? ¿Suponen, de existir, diversas formas de conocer, ¿Hay relación entre el conocimiento con la verdad? ¿Qué es verdad (Pilatos quedó sin respuesta)? ¿Cómo saber si un conocimiento es verdad o falso, hay métodos de averiguarlo? ¿Hay objeciones contra la verdad? ¿De qué elementos depende la verdad de algo? ¿Qué diferencia certeza del error, ¿Se puede defender la noción de verdad sin derivar dogmatismo y escepticismo? ¿Los conocimientos son objetivos o subjetivos, relativos o universales?

Currículo: el currículo educativo es análogo al menú de restaurant, es decir, la oferta de alimentos educativos que en teoría son nutritivos al bienestar humano. ¿Cómo entender la relación entre currículo y conocimientos? ¿El currículo es universal para todos o selectivo para algunos? ¿Deber haber diferentes currículos para diferentes personas y poblaciones?, ¿De dónde emergen los contenidos del currículo? ¿Qué valores o ideas se pueden inferir de un currículo? ¿Se fija de antemano el currículo, se construye en el proceso de aprenderlo? ¿Qué relación, si alguna, puede haber entre el currículo, la autoridad y la libertad? ¿Con qué criterios o principios se determinan o deciden los conocimientos a incluir en un currículo? ¿En qué sentido relacionar currículo con persona educada, fines educativos, vida buena, pedagogía, mundo? ¿Hay currículos mejores que otros, cómo saberlo, con qué lógica? 

Pedagogía: la educación escolar o institucionalizada se asocia de manera natural a enseñar y aprender, pero ¿son iguales esos conceptos? ¿Toda enseñanza o aprendizaje educa ? ¿Hay criterios para saber si una enseñanza y aprendizaje es educa? ¿Con qué derecho unas personas se apropian del deber de enseñar a otras? ¿Por qué los estudiantes aprenden tan poco con tanta enseñanza durante tantos años? ¿La diversidad de conocimientos requiere diversidad de métodos de enseñar y aprender? ¿Hay una relación preferible entre los que educan y los que aprenden, entre maestros y estudiantes? ¿Esa relación depende del nivel de desarrollo de los estudiantes, del tipo de conocimiento, del método pedagógico, de qué? ¿Qué implica en pedagogía las nociones de poder, autoridad, libertad, responsabilidad? ¿La evaluación es consustancial al educar? ¿Es la felicidad un valor en la pedagogía? ¿Es la paz un valor pedagógico? De acuerdo a tradiciones filosóficas socrática, platónica y aristotélica, el ser humano se motiva de manera fuerte por tendencias naturales de éros, filía y ágape, es decir, modalidades del amor; y de acuerdo a la tradición filosófica moderna de la alteridad en los filósofos Buber, Ricoeur y Lévinas, la educación presupone un ethos o modo de ser con otro en términos de identidad recíproca-yo soy si los otros son-; tal identidad recíproca se funda en antropología de amor; pues bien, para decirlo claro, ¿la pedagogía se relaciona con el amor, en qué sentido, cómo, con qué límites y posibilidades? 

Hasta aquí llegamos, pero esto no tiene fin, por fortuna. Sin duda quedan en el tintero otras funciones, contenidos, preguntas e interpretaciones de filosofía educativa. Sólo hemos presentado una breve muestra para animar la conversación sobre la amplitud y la riqueza de filosofar la educación. 



Educación: significado conceptual



 La educación es una de esas realidades –como también política o religión- que parece ser conocida suficientemente por todo el mundo; al menos así lo parece cuando se observa la seguridad y la rotundidad con que cualquiera opina sobre ella. Hay una razón que lo justifica: prácticamente todo el mundo ha recibido educación o cuando menos, ha sido sometido a unas actividades que conoció con ese nombre; existe por tanto una experiencia más o menos común y compartida que apoya suponer que se conoce, y consecuentemente, se puede opinar sobre educación, como se dice, con conocimiento de causa. Sin embargo, oyendo tales opiniones, se percibe una discrepancia notable en cuanto a los matices e incluso respecto de los rasgos esenciales de qué, para qué y cómo educar. El significado conceptual de educación, a primera vista, no está claro, y su mismo referente es confuso. También ocurre con otros conceptos vinculados a la educación, a cuyo valor se asume conocer o asentir, pero su sentido y alcance resulta discutido a penas se empieza a hablar con cierta precisión: verdad, justicia, bien, libertad, igualdad, responsabilidad, derechos, enseñar, aprender, evaluar, etc. Conviene, pues, como primera tarea para el conocimiento del quehacer educativo, hacer una reflexión sobre el término y el concepto de educación[1].

El término educar tiene una etimología polisémica y ambivalente, pues procede tanto de educare como de educere, términos latinos de gran riqueza significativa. Educare significa “criar, cuidar, alimentar, formar o instruir”. Educere significa “sacar, extraer, avanzar, elevar”. Tal polisemia originaria, lejos de connotar ambigüedad, manifiesta la analogía lógica que expresa la pluralidad de dimensiones de la educación. Su significado no es vago o confuso, sino al contrario, rico en precisiones y referencias conceptuales, análogamente a como es fecunda la profunda realidad humana que denota.

En primer lugar, se descubre una referencia a actividades materiales como alimentar y extraer. La relación con nutrición es más que una metáfora ocasional. También el término griego paideia, que designa la educación, significa originariamente “nutrición”, y en este sentido es más que un dato histórico, pues perdura a lo largo del tiempo, casi hasta nuestros días: todavía a finales del siglo pasado se podía encontrar un libro titulado La educación de las abejas que era un tratado de apicultura de la nutrición y cuidado de las abejas. La etimología de “educación”, en su conjunto, muestra unos sentidos materiales correspondientes a actividades físicas en la sociedad, que son imágenes o semejanzas de la acción educativa. De la consideración de tales sentidos, puede concluirse ya ciertas notas conceptuales implicadas en la noción de educación:

a) la educación no es tanto “poner dentro”, sino más bien “sacar afuera”, o sea, extraer, lo cual supone que hay algo en el educando, un potencial latente cuya actualización le da sentido a la responsabilidad y autodeterminación que es esencial en educación;

b) “criar”, más ampliamente que “alimentar”, sugiere la existencia de un dinamismo propio del educando que debe favorecerse o promoverse; no se trata, pues, de una tarea productiva o fabril; la causa propia de tal dinamismo es ajena al educador, que puede, eso sí, potenciarla, ayudarla, pero la causa radica en el sujeto, el agente educando;

c) el significado de “avanzar” supone progreso, perfección; la acción de educar conlleva una mejora para quien se educa;

d) “elevar”, por otra parte, acentúa este sentido de mejora, en la dimensión simbólica de ‘altura’, esto es, de las aspiraciones y las realizaciones más elevadas en la vida humana;

e) “conducir” remite a una acción intencional e inteligente de quien educa, orientada por una finalidad o un propósito, no hay neutralidad en ello; el término “conducir” es fuerte si se toma por manipulación y control, pero esa no era la idea griega de paideia;

f) por último, en todos estos sentidos se recoge implícitamente el carácter de relación que tiene la acción de educar; no es nada que un sujeto -educador o educando- pueda realizar por separado o sin contar con reciprocidad en la actuación del otro; en otras palabras, no se puede educar uno mismo fuera de un contexto socio-cultural; ni tampoco se puede educar sin contar con la acción activa de quien se educa.

Trascendiendo el plano de actividades físicas a que se refiere originalmente el término “educación”, debe atenderse las implicaciones de tales elementos en acciones espirituales. Teniendo referencia originaria material, y no perdiéndola del todo en diferentes culturas, ya desde muy pronto paideia y educare empiezan a representar la actuación propiamente humana. Así Aristóteles cuando plantea si la paideia debe ocuparse más de la inteligencia o del carácter del alma[2], es decir, si al educar debe atenderse más al desarrollo del entendimiento (hoy se llama pensar crítico) o a la formación de la conducta (hoy se llama educación en valores). Aún en nuestro tiempo continúa vigente la pregunta de Aristóteles y la dificultad que le mueve a plantearla: no hay común acuerdo sobre la naturaleza intelectual o moral de la virtud -areté-. La educación, pues, se consolida como acción espiritual desde su origen, lo que es un proceso frecuente en la evolución semántica de las lenguas clásicas; así, por ejemplo, de liber –el adolescente que alcanza la capacidad de generación sexual-, viene libertas, la capacidad de obrar desde sí.

En la etimología de “educar” se apuntan también otros rasgos conceptuales derivados de los aspectos inmateriales supuestos en su significado:

a) la educación es una acción de humanos, no de cosas y objetos; esto es obvio, sin duda, pero sus implicaciones no lo son tanto. Cuando se estudia la educación, por ejemplo, debe adoptarse un talante diverso al de otras ciencias y saberes de carácter teórico o práctico. La realidad humana educativa se constituye desde el conocimiento del humano educando; yo puedo conocer lo que han hecho otros en astrofísica o ingeniería sin tener que “meterme en su piel” al decir de Unamuno; pero no conoceré verdaderamente una acción educativa hasta que no la haya realizado según mi conocimiento del fin y de los medios. La educación es un saber práctico, y no se rige por el conocimiento de la verdad de un objeto ni teoría de un fenómeno, sino por la experiencia de una praxis que transforma;
 
b) la educación conviene al humano en cuanto humano, aunque tengamos rasgos y genética animal de primates superiores; en la etimología educere y educare, según vimos, es posible hablar de la crianza y nutrición en los animales, pero esto se refiere sólo a los aspectos materiales u orgánicos; si tras la cría de animales cabe una actividad humana destinada a conseguir de ellos el ejercicio de determinadas habilidades que, de suyo, no se hubieran desarrollado en su ambiente natural, eso es ajeno a la crianza: es adiestrar, no educar. Si la cotorra Petunia dice “vete a la mierda” tiene mímica fonética, pero no es “maleducada”;

c) la educación tiene sentido integrador y de integridad; no cabe atender separadamente el cuerpo, sentimientos, mente, en sus diversas potencialidades o capacidades operativas; la unión sustancial que define ontológicamente al ser humano comporta que la educación sea integral, del ser humano entero; y más aún, los conocimientos que se aprenden deben reflejar esa integralidad epistemológica en los currículos educativos;

d) la educación, aunque atienda integralmente a todas las instancias operativas humanas, incide de modo primordial y directamente en las facultades mentales -pensamiento, razón, inteligencia-, de tal manera que pudiendo alcanzarse gran eficacia en el ejercicio de algunas habilidades corporales y sensoriales, no cabe hablar propiamente de educación si ese desarrollo no supone una mejora en la racionalidad, en la capacidad de pensar, en el uso de la inteligencia para guiar la vida; cuerpo robusto o atractivo por ejercicios o cirugías, con una mente malvada, mediocre o estúpida, no es la antropología educativa que proponemos;

e) el crecimiento corporal tiene tope, de lo contrario, la materia no sería finita; pero el humano como tal es capaz de crecer sin barra material, por eso vivir es radicalmente crecer en cuanto ser pensante, racional, y la educación, en cuanto que ayuda a ese crecimiento irrestricto, dura toda la vida; dadas las condiciones favorables, a pesar del cuerpo enfermo o envejecido, el humano es capaz de educar su sanidad mental con sabiduría y paz;

f) la educación es una acción recíproca, es imprescindible la concurrencia de las acciones del educador y del educando para que pueda hablarse realmente de educación. Se puede aprender por uno mismo, como también se puede enseñar sin ser atendido o comprendido; pero sólo cabe hablar de educación como una acción relacional interpersonal-social, esto es, como conjunción de acciones de los diversos sujetos. El tema polémico de la “educación a distancia” por medios tecnológicos lo trato en otro ensayo, aquí es evidente mi reticencia  a llamar educativa esa modalidad, dada la confusión entre información y conocimientos, y por el carácter eminentemente del trato humano relacional que comporta la educación;

g) la educación es una acción recíproca de ayuda; al educar se asiste a una acción del sujeto que aprende, se concurre al impulso natural propio del sujeto educando; éste no es materia informe e indefinida ante la educación, que no puede transformar algo inerte. El principio de actuación educativa no está en el educador, sino en el educando. Como toda ayuda, debe ser proporcionada a requerimientos o necesidades de quien la recibe, de quien realmente “se mueve” decía Montessori. Esta idea está preñada de consecuencias prácticas, derivadas del carácter protagonista del educando, que podría resumirse en la proposición de que lo primero en educación es el dinamismo propio del que aprende; afirmación que no es fruto de una benevolencia humanitaria sino del puro rigor lógico;

h) la educación es ayuda al perfeccionamiento humano; no es educativa la relación de ayuda que no busque intencionalmente elevar el bienestar y la integridad del educando, en mejorar sus potencialidades y extraer de su interior lo mejor de sí. Forzar adaptarse a que obedezca ciegamente, manipular sentimientos, hacer memorizar respuestas, dar resueltos los problemas, etc., no es educar en sentido auténtico. Por el contrario, la acción educativa consiste en suscitar dificultades, plantear problemas, incitar la superación de obstáculos, en crear una atmósfera de confianza para sentirse libre de buscar, de plantear preguntas y dudas, de cuestionar ideas y de abrirse mentalmente a la investigación de la verdad;

i) la educación es formación de hábitos, en particular, referidos al uso de la razón, del pensar inteligente. El ser humano se adueña de sí mediante sus actos; su perfeccionamiento no es una cualidad adventicia, sobrevenida a estirones como el crecimiento corporal en la pubertad. El ser humano se apropia de sí mediante su obrar consciente; los hábitos realizan esa autoposesión, que se adquieren a través de la repetición de actos; pero recordemos que hábito significa también incremento cualitativo de las virtudes -éticas e intelectuales- que forman el carácter de la persona.

Estas consideraciones conceptuales sobre “educación” pueden corregir el sentir común de que la educación se realiza principalmente en las instituciones escolares y en las aulas. Que se enseñe y se instruya en los centros escolares no significa lógica ni necesariamente, que esas acciones sean educativas. Está pendiente, pues, la cuestión de los contenidos y formas de acciones educacionales, es decir, la pregunta problemática: ¿cómo saber si una acción es educativa? Y veremos que aquí también somos herederos del pensar aristotélico.



[1] Ver nuestros ensayos Concepciones de Educación I-VII; Fines de la Educación I-V. 
[2] ARISTÓTELES, Política, IV, 15, 1337 b 37-40.

Instrucción, Enseñanza, Educación



Vocablos que se usan habitualmente como sinónimos. No lo son. Tienen un horizonte semántico diferente; no es trivialidad conceptual de sólo interés a lexicógrafos. Las diferencias son sustantivas en pensar cada concepto en sus implicaciones educativas, teóricas y prácticas Si nos remontamos al origen, encontramos claves para comprender sus significados en las raíces etimológicas, pues lenguaje y pensamiento se condicionan. Es posible “enseñar” sin educar, es decir, enseñanza que denigra la dignidad humana; también es posible enseñar para educar lo noble y virtuoso en la humanidad; es posible también instruir sin educar e instruir educando. Buceemos, pues, las etimologías que revelan origen de palabras, y el pensar que las crea. 

Instrucción procede del latín instructio, tener acopio de conocimiento, pero en su acepción más lejana viene de instruere, que significa “colocar o ensamblar una estructura”. En la base de este término está la raíz ster cuya significación es “extender, apilar, amontonar”. De ahí surge struo del que deriva el término structura “estructura, construcción, fábrica, industria”. Al decir instrucción, en su origen, decimos que para realizar o hacer algo, es preciso recibir la instrucción que proporciona los conocimientos y habilidades para realizar esa determinada tarea con éxito. Se puede instruir en modos efectivos y exitosos sobre robar, asesinar, mentir, hacer actos terroristas; o también rezar, curar leprosos, albergar niños abandonados, atender ancianos moribundos. Instrucción es un acto neutral, no contiene en sí una valoración positiva ni negativa, simplemente es una acción cuyo valor axiológico depende de las intenciones, los procesos y los resultados.

Enseñanza viene de in signare literalmente “colocar un signo”, “colocar un ejemplo”. La base de este término es la raíz indoeuropea sekw cuyo significado es “seguir, mostrar, hacer ver”. Se trata por tanto de señalar hacia, de brindar orientación sobre un camino a seguir. Es una tarea de dar ejemplos, señales e indicaciones de qué hacer y cómo hacerlo, de facilitar la comprensión de algo. Pero no existe una relación causa-efecto entre enseñar y aprender, no hay vínculo lógico en que necesariamente enseñar causa aprendizaje. Se puede enseñar sin que el otro aprenda lo enseñado, y viceversa, aprender a pesar de una enseñanza torpe o deficiente. El vocablo insignare, dejar señales o imprimir marcas, indica la representación de las informaciones y conocimientos in signo sensibili, es decir, un sistema de signos sensibles  (conocimientos, valores, habilidades) a ser enseñados, por ejemplo, enseñar a pelear en guerra, a torturar cristianos, a cocinar, a construir puentes, infinidad de enseñanzas que, como instruir, su valor depende del contenido y propósito a que se dirija. Instruir y enseñar, reiteramos, son actos neutrales. 

Por el contrario, la educación es un concepto de contenido ético sobre el bien. Si decimos “educar para maleducar” es un sinsentido, una contradicción lógica. En la década del ’70 visité una escuela en México, invitado por una investigadora antropóloga. Era un colegio muy eficaz en métodos de instruir, con un currículo específico en los resultados a lograr, la enseñanza orientada a competencias para lograr los resultados deseados, el ambiente era amigable, buena limpieza y orden en los salones, tasa alta de éxito en graduar, etc. La directora escolar y yo tuvimos una conversación profesional y cordial sobre nuestras diferencias filosóficas. Para ella, las estudiantes se educaban bien en su escuela, yo sin embargo, sin dudar de su éxito curricular en instruir y enseñar, argumenté con prudencia que no pensaba era “educativa” una escuela destinada para instruir futuras prostitutas.   

El término ‘educar’ proviene de dos raíces latinas, educare con el sentido de criar, nutrir, cultivar, alimentar, no sólo niños sino animales también; ; y educere con el sentido de hacer salir, sacar afuera, desarrollar. En el primer sentido educare la educación se refiere a los aspectos exteriores de intervención de la sociedad en la persona. El segundo sentido hace referencia a un proceso interior de la persona. Educación, por tanto, es un concepto polisémico con esa doble significación: lo que se hace al ser humano desde lo exterior en la familia, tribu, comunidad, vecindario, cultura, sociedad, para socializarle en los valores y costumbres; y lo que la propia persona hace desde su interior en sacar afuera, desarrollar su potencial inherente (vocación, talentos, disposiciones). Toda educación se funda en los dos sentidos, pues nadie se educa solo, la educación es una práctica social, un educare; y a su vez, el condicionamiento externo reposa en la potencialidad y disponibilidad del que se educa, como condición de posibilidad de la educación, pues, en última instancia, depende de lo que uno realice internamente, lo que cada persona haga consigo, de educere. 

Conceptuamos la educación a partir de ambos procesos, social y personal. La educación es la conjunción de factores sociales externos y de disposiciones internas de la persona, en promoción, estructuración y consolidación de las capacidades personales fundamentales para vivir la vida de un modo consciente, libre, responsable y solidario, en el mundo y con las demás personas, en el fluir del tiempo y las edades, en las relaciones interpersonales, y la vida social. La educación es ambas dimensiones: 1) interioridad personal en que uno se hace cargo de su vida, realizando su potencial en libertad, decisión y responsabilidad; 2) exterioridad social de ayudar, facilitar y encaminar a la persona en su trayecto de vida, en la cultura y el mundo que le toda vivir. Las acciones son propiamente “educativas” cuando se ayuda desde afuera a la génesis de lo mejor y más noble de la humanidad, y cuando la persona, desde su interior, actualiza su potencial de bien: a los demás, al mundo, a sí mismo. El término latino de esa concepción educativa es caritas, el vocablo griego es ágape, en español se llama: amor. ¿Qué cualidades emanan de ese proceso?   



Cinco escenarios introductorios para filosofar la educación


Escenario 1: la rueda

Este curso es para filosofar la vida, filosofar al humano y filosofar la educación. Se confecciona siguiendo el esquema oriental de la rueda; de la circunferencia de una rueda parten los radios al centro de la rueda; siguiendo la dirección de cualquier radio se llega al centro. Así se conciben los diversos planteamientos filosóficos relacionados con la vida, lo humano y la educación. La educación es parte del humano, el humano parte de la vida, la vida está inmersa en la realidad. La realidad es interconectada. La filosofía habita en el núcleo de pensar la realidad. Este curso estudia textos que son como luces de posición en pistas de aterrizaje. Guías para reflexionar. Desde cada uno de esos puntos de la circunferencia se puede llegar al centro: la pregunta por lo humano y la pregunta por la vida, que llegan a la pregunta por educar y ésta por filosofar la educación. 

Escenario 2: pista de baile

Al reflexionar cada texto o lectura aparece tu propio pensamiento, que da lugar a un texto nuevo, distinto del que sirvió de plataforma de arranque. Como en toda lectura filosófica comenzamos discurriendo sobre un texto particular. Pero el texto es como pista de baile, a la que subimos todos para configurar juntos una danza que transforma. El texto es una plataforma común de arranque, a la que subimos en vez de quedarnos como espectadores. Por eso, lo comparamos con una pista de baile, al bailar juntos sobre ese texto, surgen arreglos de textos nuevos, una nueva coreografía del pensamiento colectivo. Preguntar, responder, preguntar otra vez con más respuestas y preguntas, en un baile en que sabemos más o menos cómo y dónde empezamos, pero no hacia dónde. Sin punto de llegada. El centro es puerta a otros círculos abiertos e infinitos. ¿Por qué querer llegar?  

Escenario 3: grupo de jazz

Filosofar la educación se parece a un grupo de jazz, que conjuga improvisación con acordes comunes para dar armonía al conjunto. Nada más y nada menos que el eco de un escenario en coreografiar pensar personal y comunitario sobre la educación.   

Escenario 4: fósiles, ADN, Hamlet

En un yacimiento arqueológico se descubren restos fósiles de enterramiento, y en los alrededores piedras talladas, utensilios caseros, instrumentos que podrían ser para caza o guerra. ¿Qué preguntas harían especialistas para reconstruir la vida primitiva en ese lugar? Tres especialistas conversan de los hallazgos: un genetista, paleontólogo y filósofo, al que apodamos Hamlet por sus preguntas radicales. “Me interesa –dice el genetista- averiguar datos del ADN y calcular las fechas de estos antecesores”. “Quiero estudiar –dice el paleontólogo- los utensilios y confirmar si ya usaban fuego entonces; las huellas de herida podrían haber sido causadas por un hacha de piedra, si fuera así, no sólo cazaban, también mataron a sus semejantes”. “Me da qué pensar lo que dicen –tercia el filósofo-. Si se confirma que los restos son de antecesores (según el genetista) y ya entonces se mataba (según el paleontólogo), me pregunto: ¿quiénes somos los humanos, esta especie que ya entones enterraba a sus muertos y también mataba a sus semejantes? ” Así habló nuestro Hamlet, voz filosófica. Ciencias de la vida y ciencias de la cultura dan qué pensar, y la filosofía persigue la pregunta a las profundidades insondables. 

Escenario 5: del laboratorio a la cafetería

Profesores de bioquímica, ciencias forenses y filosofía se encuentran en la cafetería. No pedimos al bioquímico enseñar a Hegel, ni al médico forense dejar la autopsia para explicar a Kant, ni al filósofo entrometerse con la química o los cadáveres. A la hora de almorzar se encuentran y comentan noticias: ¿a dónde va este mundo que se deshumaniza? Los tres filosofan. Las ciencias aportan datos para pensar lo humano. No sólo pensar lo humano, sino elegir lo que humaniza y evitar lo que deshumaniza. Entra en juego la filosofía ética para conjugar ciencia, convivencia y conciencia. A eso apuntan tres palabras: biología, biografía y bioética. Venimos de una trayectoria biológica y biográfica que es ética. Venimos de una biogénesis (los orígenes de la vida), una filogénesis (la evolución biológica) y una embriogénesis (el desarrollo embriológico en cada persona). Venimos de trayectoria biográfica que es biocultural. Es imposible distinguir lo que se debe a la naturaleza (nature) y lo que proviene de la crianza o cultura (nurture). Pero no estamos determinados por la biología ni la biografía. Podemos y tenemos que hacer algo con lo que la vida biológica ha hecho de nosotros y con lo que el tiempo pasado nos ha legado. 

Y surge la filosofía que piensa la vida que merece vivirse y piensa la educación que humaniza al humano. En otras palabras: filosofar la educación.
    






Un texto sin autoría: este texto lo escribiste al hacerte más preguntas

Introducción a filosofar la educación no como insectos ni rocas



1. El estudio sobre los insectos se llama entomología; el de la tierra, geología. En ambos, investigador y objeto se distinguen y podemos distanciarnos del objeto para verlo desde afuera. No así en filosofía educativa: el objeto estudiado es el mismo sujeto que investiga. Estamos implicados. No hay separación que distinga a la persona que estudia la filosofía o la educación, del estudio propiamente dicho. No es igual estudiar una hormiga que a Manolo tu vecino, aunque tenga cara de insecto. “Estar implicado” significa que estudiar al humano no es un acto neutral, no somos indiferentes, tenemos opiniones, prejuicios y puntos de vista al respecto, a veces tan arraigados e inflexibles que no nos damos cuenta.   

Lo que pensemos sobre “filosofía” y “educación” tiñe nuestra manera de estudiar. Ambos conceptos conciernen al ser humano: filosofar es un modo sintético de comprender lo existente, de examinar la vida humana –diría Sócrates- para que tenga sentido, valga la pena vivirla, no “pena de castigo”, sino de esfuerzo y entusiasmo. Ten por seguro que en tu mente ya hay nociones sobre la filosofía y la educación: las aprendes en tu proceso de socializarte en tu cultura, en tu vivir en una historia determinada. Esas experiencias ya te dan, quizá inconscientemente, un modo de pensar acerca de esos dos vocablos, el eje que vertebra este curso: ¿qué es… filosofía… educación… filosofía de la educación? 

Un modo de comenzar el curso es voltear tu mirada adentro de ti, ver tus pensamientos, ver qué piensas sobre estos asuntos. Vas aquí a pensar tus propios pensamientos, es decir, hacerte consciente de qué piensas, por qué. Este ejercicio mental no es fácil, toma tiempo habituarse a examinar la propia vida. Platón y Aristóteles fueron grandes maestros en este arte de filosofar. Los yogis, taoístas, maestros Zen son grandes pioneros en el arte de la introspección mental. De ellos hablaremos en clase. 

2. ¿Te has percatado de lo mucho que estás pensando a través del día sin darte cuenta que tu mente está pensando? ¿Sospechas que parte de lo que piensas quizás sea equivocado, que tu mente esté errada al pensar que es verdad o real algo que es falso e irreal? ¿No te convendría examinar tus pensamientos de manera crítica para descubrir falacias y distorsiones? ¿No te convendría desaprender lo que crees que “sabes” y es erróneo? ¿No te convendría pensar de otro modo al darte cuenta que tienes ideas falsas, irrelevantes, intolerantes, dogmáticas, prejuiciadas, que no se ajustan a hechos, que se dan sin razones, que no hacen sentido ni lógica, que chocan con la realidad, distorsionan y tergiversan las evidencias? Pensar también es caer en la cuenta de que pienso mal y empezar a pensar de otro modo. 

Desde los griegos predomina la metáfora de la vista sobre la del oído y se tiende a creer que pensar es ver, por la relación de la vista con la luz, que simboliza claridad y lucidez mental para percibir la verdad. Pero no sólo se piensa viendo, sino también escuchando. Grandes creaciones humanas se engendraron en el silencio. Por la escucha serena del corazón (corazonadas, intuiciones) uno se abre a lo que el poeta Rilke llamaba “el incesante mensaje hecho de silencio”. La filosofía es un modo de ver y escuchar la vida. Es un camino del pensamiento a la sabiduría. 

3. No te fíes mucho de la idea del ser humano y de la sociedad que inconscientemente llevas dentro. El universitario debería liberarse de las ideologías de todo tipo que distorsionan la realidad y le impiden investigar con lucidez y apertura mental. La realidad es muy compleja, nos exige esfuerzo para discernir el trigo de la paja. Las ideologías simplifican lo real, ahorran el trabajo de pensar en profundidad y complejidad, tornando a las personas en dogmáticas, apasionadas en su fanatismo. Hagamos profilaxis mental. El universitario es un ser paradójico: a pesar de figurarse a sí mismo como un ser que piensa con libertad, criticismo y apertura, no obstante, tiene fuerte propensión a ser doctrinario e ideológico en sus ideas y creencias. Por eso conviene mirarse por dentro para investigar lo que pensamos, bajo qué supuestos, con qué intereses, desde cuáles motivos. 

4. Cuando se trata de pensar al ser humano, y no pulgas o rocas, vemos “afuera” lo que llevamos adentro. Freud llamaba a ese fenómeno “proyección”: proyecto a otros lo que pienso de mí. Así, pues, revisemos nuestro propio pensar sobre el ser humano. Mucho antes de estudiar en la universidad, ya tienes en tu cerebro instalado unos programas mentales que te condicionan pensar sobre la sociedad y el mundo que vives. Mientras lees este escrito, ya tienes en tu mente nociones, más o menos claras o confusas, sobre política, educación, religión, el sentido o sinsentido de vivir, sobre las demás personas. Antes de filosofar la educación estás mentalmente instalado en ideas y creencias que absorbiste del entorno social y que has decidido libre-mente, paulatina-mente, aceptar como verdaderas o reales. La filosofía invita a “ver la mente”, a pensar qué pensamos, qué ideas tenemos sobre las cosas, por qué las creemos o nos convencen. Quizá uno vea que esta idea en particular no hace gran sentido, es tonta o quizá peligrosa.  

Pero no se trata de arrancarlas como un barrito en la nariz, sino de hacernos responsable de esas ideas y creencias aclarándolas, repensándolas, corrigiéndolas, revisándolas. Para ello hay que explicitarlas, hacerlas conscientes, percatarnos de lo que inconscientemente influye en nosotros desde la matriz cultural en que estamos insertados. Entonces, das comienzo a tu filosofar educativo de manera personal y autobiográfica, viendo los condicionamientos inconscientes que te hacen pensar. De hecho, tanto a nivel personal e interpersonal, como institucional, estamos condicionados por lo inconsciente más de lo que sospechamos. 

Adelante, pues, en esta invitación que te dispone a pensar una y otra vez las ideas sobre qué hacemos al pretender educar, por qué. Buena falta nos hace tomarnos nuestras dosis diarias del pensar filosófico a lo que nos rodea, esto es, a la sequía mental que vivimos.

Educación: ¿qué es?, ¿para qué? (Parte I)



Existen secretarios y ministros de educación, también existe la educación popular, la educación cívica, la educación integral, la educación física, la educación intelectual, la educación social, moral, estética, especial, sexual, religiosa, familiar, ambiental, formal, no formal, a distancia, informal, difusa, cósmica, paralela, tradicional, innovadora, institucional, alternativa, excelente, mediocre, técnica, vocacional, ecológica, política, liberadora, personalizada, individualizada, permanente, presencial, marxista, cristiana, laica, privada, pública, infantil, elemental, secundaria, terciaria, universitaria, deportiva, etc.; nos referimos a educación para la paz, educación para la democracia, para la ciudadanía, para la salud, para la convivencia, para el trabajo, para la vida, para el ocio, etc.;  hablamos de política educativa, legislación educativa, tecnología educativa, administración educativa, consejería educativa, liderazgo educativo, etc.; existen conocimientos sobre el hecho educativo en las teorías y las prácticas, en filosofía educativa, sociología educativa, psicología educativa historia de la educación, métodos de investigación en educación, economía de la educación, evaluación en educación, sistemas comparados en educación, enfoques pedagógicos en educación, etc.       

Otros hablan de educación cuando se refieren a la cultura, socialización, formación, instrucción, estudio, enseñar, aprender, adiestrar, entrenar, ejercitar, información, docencia, adoctrinamiento, modelar, escuela,  pedagogía, etc., voces que complican el área semántica del concepto educación, pero que, ciertamente, también la amplían porque, aunque son términos cualitativamente distintos, se refieren a realidades con algún grado de relación.

En fin, no podemos evitarlo, la educación está de moda, hoy todos hablan de ella, a menudo para lamentarse por su deterioro y obsolescencia en no estar a la “altura de estos tiempos”, frase que dice todo sin decir nada, pero parece sofisticada. La educación se convierte en caballo de batalla de posiciones y concepciones que enfrentan o identifican a grupos e individuos. Enconadas discusiones ideológicas, políticas y económicas se dan a priori y a posteriori  en las decisiones y acciones en el terreno educativo. Por considerarla crucial para el destino de los pueblos, la educación está en boca de medios de comunicación, familias, iglesias, partidos políticos, corporaciones, uniones y sindicatos, facultades universitarias de educación, etc., en el constante hablar de los problemas, las crisis y las soluciones en educación.

Tan así, que la mayoría de la gente presume saber de educación por haber experimentado en ellas mismas la acción de diversos tipos de educadores en una variedad de instituciones educativas, incluyendo la familia, o por haber experimentado innumerables acciones denominadas educativas, o por poseer títulos académicos que se certifican en virtud de resultados según estándares prefijados, o por considerarse, en ocasiones, como educadores de profesión con la misión de educar a otros. 

A diferencia de otras áreas del conocimiento y del trabajo, como hacer ebanistería o trasplantar riñones, que exigen entrenamientos especiales y demostración de virtuosismo operativo, por el contrario, en educación, acontece una curiosa democracia en que la mayoría de la población ciudadana asume conocer sobre educación, a veces con notable vehemencia de convicciones.

Por otro lado, todas y todos hemos sido educados, en algún sentido de esa palabra. Por la familia o las instituciones, lo cierto es que, de alguna manera, sabemos qué es educación por lo que hemos vivido, a partir de nuestras experiencias, y las experiencias, es decir, las reflexiones sobre nuestras vivencias, cuentan a la hora de saber. Pero, realmente, ¿es esto saber de educación? Únicamente con nuestra experiencia, ¿podemos ya exponer qué es educación y cómo llevarla a cabo? La idea de que la sociedad o la ciudadanía es una fuerza educadora, ¿es así en realidad? Los diversos sectores de la sociedad que se reúnen para hablar de educación, con metodologías calificadas de democracia participativa, eso ¿les capacita para concebir teorías y prácticas educativas en los diseños de políticas públicas educativas por un período de diez años, como en Puerto Rico?

Si nos preguntamos qué es educación, se pudiera responder diciendo que es conocer y saber cosas, saber actuar de determinada forma de acuerdo a lo establecido por la sociedad, la cultura o el grupo al que se  pertenece. Es decir, nos fijamos en conductas o resultados que podemos ver y comprobar. De este modo, juzgamos si alguien está bien o mal educado. También asumimos saber qué es educación si estudiamos en una institución que, por autoridad del estado, nos acredite que hemos “pasado” por un programa curricular, y así, nos capacitamos para un puesto de trabajo, oficio o profesión. En estos sentidos, de forma coloquial, identificamos educación más como un resultado que se manifiesta en conductas externas identificables y títulos, que como una acción interna de cada persona consigo misma. Aunque también somos conscientes, con introspección, que la educación no se ciñe únicamente a conductas externas o diplomas en pared, por lo que admitimos honestamente la complejidad para conceptuar o definir educación.    

¿Habrá analfabetos educados y alfabetizados maleducados? En la oficina del burócrata cuelga un diploma de universitario; estamos sentados frente a su escritorio, sabiendo que él ocupa una posición de poder político en que su opinión influye; mientras nos habla de logros pasados y planes futuros, lo miramos fingiendo cara admirada, pero por dentro decimos “Dios mío, tener que aguantar a este embustero, por un mísero empleo…”. ¿Puedes imaginarte esa escena? 

En definitiva, ¿podemos decir algo sobre la educación que sea inequívocamente verdadero?  

En 1938 John Dewey dio unas conferencias a la Kappa Delta Pi, sociedad honoraria de educación, que posteriormente se publican en el libro Experience and Education. Cito: “The basic question concerns the nature of education with no qualifying adjectives prefixed. What we want and need is education pure and simple, and we shall make surer and faster progress when we devote ourselves to finding out just what education is and what conditions have to be satisfied in order that education may be a reality and not a name or a slogan. It is for this reason alone that I have emphasized the need for a sound philosophy of experience”. ¿Por qué Dewey interpela a oyentes y lectores a “finding out just what education is? Él provoca pensar una filosofía de la experiencia. Los adjetivos “pure and simple”, ¿no parecen extraños al aplicarse al sustantivo educación? ¿Qué debería ser una experiencia pura y simple que sea educativa?  

El célebre filósofo educativo nos pide pensar la educación con devoción -fidelidad a la verdad-, sin adjetivos.
Pensar filosóficamente, como Sócrates en la Atenas de su tiempo. 

Éstas son las preguntas que él invitó a considerar:

¿En qué consistiría una experiencia que merezca llamarse educativa?
¿Cuál es la naturaleza de la educación sin adjetivos prefijados que la cualifiquen?
¿Qué es educación, pura y simple?
¿Qué condiciones se necesitan para que educación sea realidad y no un nombre o eslogan?

Las tres primeras parecen similares. La cuarta es diferente. Acaso es la misma pregunta en variaciones. Luego de decir y exponer pros y contras, de discutir discrepancias, ¿pudiéramos acordar qué es educación, pura y simplemente, en lo esencial? ¿Hay algo que sea fundamental a la experiencia educativa? 

Hoy, como en el siglo XX con Dewey, y 2,300 años con Platón, somos interpelados a filosofar la educación.  

¿Qué es educar? ¿Para qué educamos? 




Pedro Subirats Camaraza

Educación: ¿qué es?, ¿para qué? (Parte II)




¿Qué es educación? No existe la definición definitiva que satisfaga a todos. Siempre habrá polémicas sobre qué falta, qué sobra, qué no encaja. Pero ello no impide conceptuar la educación, sin punto final, como si ya todo está dicho y nada más por decir. Esa conversación filosófica sobre el fenómeno educativo empieza con Platón al concebir el ideal educativo de la República con la idea de entregar el cetro de su utopía a los más listos -los filósofos- para disolver así en su raíz la tensión de la verdad con el poder. En el siglo 21 Platón sigue vigente y, tanto como entonces. Y las preguntas de Dewey continúan animando la conversación educativa, sin bajar el telón del drama teatral del ángel y la bestia que actores humanos llevan por dentro, necesitados de reescribir libretos, reinventar escenarios y reenfocar la dirección. ¿Quién ayuda? ¿La educación?

Continuemos pues conversando. Intentemos identificar rasgos característicos de las acciones educativas, y luego, conceptuar la educación de modo tal que a las personas razonables les sea posible dar consentimiento provisional, a sabiendas que algo falta, sobra o desencaja. Entendemos que los siguientes rasgos o atributos caracterizan las acciones educativas, en términos generales:

La educación supone la orientación a fines.
La educación implica  un perfeccionamiento.
La educación es un proceso permanente.
La educación es autoeducación.

Fines. La educación es algo lo suficientemente complejo como para no asombrarnos de que se usen diferentes términos para referirse a fines educativos. Palabras meta, propósito, objetivo, competencia, habilidad, misión, destreza, valores, expresan conceptos relacionados entre sí y con la finalidad de los actos educativos. Según el autor que aborde esos términos le dará unos matices u otros. De esas terminologías tal vez la palabra más precisa para referirse a la educación sea “fines”. Los fines educativos son inseparables a los fines de la vida humana, y dependen de las respuestas a la pregunta ¿la vida humana tiene alguna finalidad? En la historia de la filosofía educativa, de Platón a nuestro tiempo, se han propuesto los conceptos de bien, verdad, belleza, unidad, felicidad, plenitud, excelencia, perfeccionamiento, etc., que interpretan la finalidad del vivir humano. La cuestión es ¿qué significan esas palabras en concreto, cuál es su contenido específico en el acto educativo?

Perfeccionamiento. La educación está dirigida al logro de una transformación que enriquece a la persona. Si no es un cambio positivo, no podríamos hablar con propiedad de educación. Es irracional decir que la educación busca empeorar al ser humano. Y es axiomático -en sentido de Spinoza y Kant, de una verdad evidente por sí misma- decir que la educación procura que cada persona tenga la oportunidad de desarrollar sus capacidades según sus posibilidades genéticas, circunstancias, intereses y motivaciones, y de acuerdo a fines culturales y sociales. Las divergencias aparecen al concretar cuáles son esas capacidades por ser importantes, y con respecto a qué fines, en qué cultura, para qué sociedad, etc. Esta es la diferencia entre unas culturas y otras, y unos sistemas educativos de otros. La idea de perfeccionamiento no es en sentido de per-facere, lo acabado que no le falta nada, es una utopía, somos inacabados. Perfeccionamiento significa un ser por hacerse, capaz de desarrollar las posibilidades que en principio posee: la libertad y responsabilidad de mejorarse a sí.

Permanente. Sabemos cuándo la educación se inicia en el tiempo, al nacer, pero no sabemos cuándo termina, ni siquiera al morir, quizá existe vida tras-temporal. La educación, en cada tiempo y cada etapa de desarrollo, hace las tareas que corresponden a las trayectorias vitales de cada sujeto. Lo importante es que el humano se eduque para aprender a lo largo de toda la vida, aprender es desaprender, aceptar la caducidad de los propios conocimientos y hábitos, para afrontar con sabiduría los nuevos retos. Las acciones educativas, en cada etapa vital, implica actuación responsable del propio sujeto, así como de los agentes educativos que promueven su educación. Las acciones educativas no son aisladas, ni limitadas a un tiempo o etapa de vida; impregnan a todo el ser, sean planificadas o espontáneas en los diferentes escenarios de la biografía individual.

Autoeducación. Educación como autoeducación implica actividad dinámica y constante del propio educando en el desarrollo de sus capacidades y en adquirir la madurez para autodeterminar su propia vida. Las acciones educativas deberán suscitar, de un modo u otro, la acción del sujeto sobre sí mismo, en el ejercicio inteligente de la libertad y la responsabilidad en decidir quién debe ser y cómo vivir con los demás en el mundo.

Un concepto de educación -entre cientos posibles- es la promoción, estructuración y consolidación  de las capacidades personales para vivir la vida de un modo consciente, libre, responsable y solidario, en el tejido de las relaciones interpersonales y el mundo, en el fluir del tiempo y de las edades.

Al nacer, el animal humano es casi idéntico, con pequeñas diferencias, a su ancestro de hace veinte mil años. La educación ha sido la estrategia civilizatoria de transformar al animal humano en humano cultural. Esto supone la transmisión de lo mejor y lo más útil que la humanidad ha realizado como logro en el proceso de humanización, determinados saberes, habilidades (comenzando por el habla), reglas, ideales, en fin, el acceso a determinadas obras, la creación de ellas y su disfrute. La educación es necesaria porque en el humano no existe transmisión hereditaria de los caracteres y símbolos adquiridos culturalmente, y porque la humanidad en cada uno es una adquisición; se nace hombre o mujer, pero uno se vuelve humano.

Los grandes logros de la humanidad -consciencia, libertad, responsabilidad, solidaridad, racionalidad, amor- no son dados de antemano en programación genética que emerge de manera natural, espontánea, biológica. Es necesaria la educación, es decir, la comunicación sociocultural de saberes, obras, habilidades y valores.

¿Para qué la educación? Por extraño que parezca, la educación no tiene para qué, la educación no sirve para nada externo a ella -demandas del mercado o preparación al trabajo, que tipifican objetivos extrínsecos-. El valor de la educación es intrínseco: aprender a ser humanos, en toda circunstancia, en cada edad y en todas las personas. Un grave error es confundir educación con la escolaridad. Cuando la educación se torna escolar empeñada en instrumentalizar fines extrínsecos, en estándares preestablecidos, en computar notas, clasificar y seleccionar, jerarquizar grados, fragmentar conocimientos, posponer la gratificación del placer de educar, en competir -unos ganen y otros pierdan-, en éxitos y fracasos, la educación se corrompe y se pervierte.

La educación, si es auténtica, tiene que no servir para nada, sino lo fundamental en aprender a ser humanos: la convivencia plural de aprender un bagaje mínimo de respeto y tolerancia; transformar tendencias egoístas y violentas, en seres capaces de saber vivir con felicidad personal inseparable de la vida social justa, en paz; la consciencia de sí, la alegría de vivir; aprender a ser libre y responsable de la libertad; la amistad y fraternidad; amar la verdad, el bien, la belleza; la mente bien puesta en pensar con claridad, en discernir críticamente, en mantenerse abierta sin ataduras o adicciones a ideas; la contemplación de los misterios, de lo trascendente; esas cosas buenas del espíritu, intrínsecas al ser, inmedibles, incuantificables. Que escuelas y universidades ofrezcan currículos con saberes y prácticas, santo y bueno, siempre que procuren recordar que la educación es otra cosa.

¿Para qué la educación? Para ser educados.

Sigamos conversando.


Pedro Subirats Camaraza