¿Qué es educar? es una de esas preguntas complicadas con múltiples ramificaciones, que no tiene una respuesta única, fácil ni definitiva. La educación como un fenómeno social y personal se viene estudiando por mucho tiempo. En la historia del pensamiento filosófico se remonta a Platón en su obra la República. En tiempos recientes los saberes llamados fundamentos de educación -sociología, psicología, economía, política, historia, ciencias neurocognitivas, y otros- proporcionan teorías, conceptos e investigaciones que ayudan a comprender el fenómeno educativo desde diversas perspectivas o puntos de vista. Ya disponemos de suficientes conocimientos y experiencias que nos ofrecen un cuadro a la vez amplio y preciso sobre las cuestiones centrales o las preguntas básicas en el estudio y el entendimiento del fenómeno educativo:
- quién se educa, el sujeto de la educación, el educando, el ser humano
- para qué se educa, los fines educativos, las razones que justifican educar
- en qué contexto se educa, la circunstancia, la situación, la época histórica
- cómo se educa, los métodos, los procesos, los recursos, las tecnologías
- el espacio educativo, la ambientación, la arquitectura, la estética educativa
- en qué se educa, afectos, conocimientos, valores, habilidades, conductas
- quiénes educan, los sujetos responsables, educadores -que a la vez se educan-
- en qué relación educativa, el estilo, el tacto y la calidad de la relación humana
- con qué pedagogía, enseñanza/aprendizaje, evaluación de procesos y resultados
- qué ámbito educacional, el locus educativo, formal e informal, privado y público
- la experiencia subjetiva, lo que realmente acontece en el interior de los sujetos
Hay más factores. Pero los anteriores son básicos en el sentido que permiten teorizar la educación -principios, conceptos, valores- y hacer investigaciones empíricas -hechos, contextos, resultados-. En este escrito nos enfocamos en los fines de la educación, en el para qué se educa, las razones de educar. Es un asunto de primordial interés en filosofía educativa. En otros ensayos hemos examinado los fines y razones con más detalle ; aquí sugerimos groso modo tres fines esenciales: inteligencia, bondad y felicidad.
Inteligencia, del latín intelligens, significa el que lee por dentro. ¿Leer qué? La vida. Una comparación ayuda a entender. Equipos tecnológicos en hospitales “leen” signos vitales del cuerpo biológico (médicos interpretan). La inteligencia es el equipo mental que lee los signos vitales de existir cotidiano. Ningún equipo fabricado por el humano supera su inteligencia; la única “inteligencia” inconmensurable en el Planeta es la Naturaleza, ante la cual el humano es un espécimen estúpido. De todos modos, la mente humana posee el poder de construir civilizaciones dignas de vivir o la destruir la vida en notable locura; en ambos casos la inteligencia es un poder neutral: depende de la intención que le rige.
La pregunta ¿qué hacer en esta situación si yo fuese inteligente?, ayuda a pensar y elegir la alternativa inteligente. ¿Qué es ser inteligente? Una idea directa y simple de entender: la persona inteligente aprovecha experiencia, conocimientos, información y habilidades, para pensar correctamente y para actuar eficazmente. La inteligencia conduce la vida en saber qué queremos (propósitos) y en actuar para lograrlo (estrategias). Eso es todo.
Pero la inteligencia es insuficiente para vivir bien. Requiere dosis fuertes de bien.
Bondad es la virtud espiritual que inspira y guía a la inteligencia. Una inteligencia sin bondad podría ser manipuladora: usa a los demás para su interés egoísta. Las grandes aspiraciones en la historia humana -paz, justicia, libertad, derechos, solidaridad, bien común- no son fáciles de lograr, piden una gran inteligencia iluminada por la bondad, de lo contrario, la inteligencia se corrompe con el poder, el dinero y los intereses egoístas, que provocan desunión, rencor, venganzas, odios, violencia, maldad.
La bondad eleva la inteligencia a un nivel alto de altruismo y de generosidad que mira el bienestar de todos, no de unos pocos con privilegios.
La bondad no se educa exhortando a que la gente “sea buena”. Se educa la bondad con relaciones interpersonales empapadas de afecto y alegría. Me gusta el término empapar que significa llenarse por dentro de ánimo: ambiente empapado de bondad. La bondad no se puede demostrar con operaciones de razonamiento moral. La bondad se muestra, no se demuestra. Nace en el corazón de quien siente el bien del prójimo como suyo.
Felicidad completa la tríada de educar para fines de sabiduría. No para fines de empleo. El gran error de las instituciones educativas -escuelas, universidades- es confundir los medios con los fines: no vivimos para trabajar, sino que trabajamos para vivir, y vivir es una experiencia que trasciende estar empleado en un trabajo o ejercer una profesión. La verdadera profesión del humano debería ser “profeso ser feliz”. Ese lema que aparece en las paredes “me fui a ser feliz, no sé cuándo regreso” es filosófico por excelencia.
Es imposible definir “felicidad”. Se pierde tiempo y energía en discusiones. Es preferible que cada cual sea capaz de plantearse qué puede hacer hoy para vivir en paz consigo, y ello sólo es posible sin joder al prójimo. Si cada cual se propone vivir en paz sin dañar a otros, empezó a vivir felizmente. A partir de ahí, tener la voluntad de nunca traspasar el límite en las relaciones humanas, nunca, bajo ninguna circunstancia, se humilla a nadie en explotación, injusticia o crueldad. Se traza la firme línea que no traspasamos nunca: odio, venganza, violencia, mala voluntad. Evitando su opuesto, brota la felicidad.
Más allá de esta obviedad, es inútil definirla porque la felicidad es subproducto colateral de vivir con inteligencia bondadosa. Es absurdo planificar para ser feliz: por más cartas astrológicas, caracoles, curanderos, brujerías de hígados de res en platos de porcelana, tarots y magos que consultemos buscando la fórmula “serás feliz si haces lo que te digo”, no encontraremos felicidad, sino tonterías supersticiosas y gastos de dinero.
Es que la felicidad no es amiga de recetas. Simplemente desea el bien y la paz a todos. Da un poco de amor a la vida.
Y para eso vale la pena educar.
Pedro Subirats Camaraza
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