Sunday, August 25, 2013

Educación: significado conceptual

Universidad de Puerto Rico
Recinto Río Piedras
Facultad de Educación

Fundamentos Filosóficos de la Educación (EDFU 4019)
Pedro Subirats Camaraza

Educación: significado conceptual

La educación es un hecho social que cualquiera siente que puede y debe opinar, sobre todo en las democracias en que existe la libertad de expresión como derecho constitucional. Las opiniones varían en un contínuum desde las inteligentes a las idiotas, con grados intermedios. Igual que en política y religión, son realidades que parecen ser conocidas por todo el mundo. Hay una razón que lo justifica: prácticamente todo el mundo ha recibido educación o cuando menos, ha sido sometido a unas actividades que conoció con ese nombre. Existe por tanto una experiencia más o menos común y compartida que apoya querer opinar. Sin embargo, oyendo tales opiniones, se percibe una discrepancia notable en cuanto a los matices, significados y rasgos básicos de qué es educar, para qué se educa, cómo hacerlo eficazmente. El significado conceptual de educación, a primera vista, no está claro, y sus referentes son confusos.

También ocurre con otros conceptos, a cuyo valor se asiente unánimemente, pero su sentido y alcance resulta discutido a penas se empieza a hablar con una cierta precisión: verdad, justicia, bien, libertad, igualdad, democracia, dios, amor, derechos, etc., conceptos centrales en la vida personal y social. Conviene, pues, como primera tarea para el conocimiento del quehacer educativo, hacer una reflexión sobre el término y el concepto de educación .

El término educar tiene una etimología polisémica y ambivalente, pues procede tanto de educare como de educere, términos latinos de gran riqueza significativa. Educare significa “criar, cuidar, alimentar, formar o instruir”. Educere significa “sacar, extraer, avanzar, elevar”. Tal polisemia es fecunda. Podemos pensar la educación a partir de esos significados originales en su etimología.

En primer lugar, vemos referencia a actividades materiales de alimentar y cuidar, relacionadas con la nutrición. El término griego paideia, que designa educación, significa originariamente “nutrición”, y es más que un dato histórico o lingüístico, pues perdura a lo largo del tiempo, casi hasta nuestros días: todavía a finales del siglo pasado se podía encontrar un libro con el título de La educación de las abejas que era un tratado de apicultura de la nutrición y cuidado de las abejas. La etimología de “educación” muestra unos sentidos materiales de las actividades físicas usuales en una sociedad, y también se implica un sentido de acciones inmateriales o espirituales (“espiritual” se refiere a los sentimientos, sensibilidades y cualidades humanas por encima de lo estrictamente material). De estas consideraciones, podemos indicar algunas notas conceptuales implicadas en la noción de educación:

1) la educación, más que “poner dentro” (educación bancaria en Freire) es más bien “sacar afuera”, o sea, extraer, lo cual supone que hay algo en el educando, un potencial latente cuya actualización proviene de adentro, con la ayuda de otros humanos; ese potencial es el “rollo” de capacidades naturales genéticas y cognitivas a desenrollar, es decir, “desarrollo” humano;

2)  “criar”, más que “alimentar”, sugiere la existencia de un dinamismo propio del educando que debe favorecerse o promoverse; no se trata de una tarea productiva o fabril; la causa propia de tal dinamismo reside en la persona, es ajena al educador, que puede, eso sí, potenciarla, ayudarla;

3) el significado de “avanzar” supone alguna progresión, perfección; la acción de educar conlleva una mejora para quien se educa;

4)  “elevar”, por otra parte, acentúa este sentido de mejora, en la dimensión simbólica de ‘altura’, esto es, de las aspiraciones y realizaciones más elevadas en la vida humana;

5) “conducir” remite a una acción inteligente de quien educa, orientada por una finalidad;

6) estos sentidos recogen el carácter de relación que tiene la acción de educar; no es nada que un sujeto -educador o educando- pueda realizar por separado o sin contar con reciprocidad en la actuación del otro; en otras palabras, no se puede educar uno mismo, ni tampoco se puede educar sin contar con la acción activa de quien se educa;

7) es una acción humana entre sujetos humanos que se realiza con delicadeza, tacto y cuidado, es decir, con sensibilidad espiritual; no es una actividad con cosas y objetos a manipular o producir;

8) educar tiene un sentido integrador y de integridad; no cabe atender separadamente el cuerpo, los sentimientos, la mente, en sus diversas potencialidades o capacidades operativas; la unión sustancial que define ontológicamente al ser humano comporta que la educación sea integral, del ser humano entero; y más aún, los conocimientos que se aprenden deben reflejar esa integralidad epistemológica en las disciplinas académicas que se estudian en los currículos educativos;

9) la educación, aunque atienda integralmente a todas las instancias operativas humanas, incide de modo primordial y directamente en la razón, el pensamiento, las facultades mentales, de tal manera que pudiendo alcanzarse gran eficacia en el ejercicio de algunas potencias, digamos en el cuerpo y sus sentidos, no cabe hablar propiamente de educación si ese desarrollo no ha supuesto una mejora en la racionalidad, en el uso inteligente de las potencias mentales que guían la vida; cuerpo robusto o atractivo por ejercicios o cirugías, con una mente mediocre o estúpida, no es la idea de educación que estamos pensando;

10) el crecimiento corporal tiene tope, de lo contrario, la materia no sería finita; pero el humano como tal es capaz de crecer sin barra material, por eso vivir es radicalmente crecer en cuanto ser pensante, racional, y la educación, en cuanto que ayuda a ese crecimiento irrestricto, dura toda la vida; dadas condiciones favorables, a pesar del cuerpo enfermo o envejecido, el humano puede cultivar su sanidad mental con lucidez, sabiduría y paz, siendo capaz de ayudar a otros;

11) la acción del educador tiene carácter de ayuda, de guiar o asistir a los dinamismos activos del educado; éstos pueden ser estimulados o modificados mediante la ayuda pedagógica en sistemas de enseñanza y aprendizaje, pero el principio y los modos de dichos dinamismos provienen del educando; el genuino agente de la educación es el mismo educando, y no el educador.

12) en la etimología original de educere y educare, según vimos, es posible hablar de la crianza y nutrición de los animales, a quienes se les cuida y cría para diversos propósitos (alimentar al humano, agricultura, guerra, jugar, entretener, zoológico, circo) que se les prepara en el ejercicio de determinadas habilidades que, de suyo, no hubieran “desarrollado” sin la acción humana, pues son ajenas a su naturaleza animal; se adiestran, pero no educan; Petunia la cotorra que dice “vete a la mierda” es proficiente en la mímica fonética, pero no decimos es “mal educada”.

Ya en la filosofía griega, los términos paideia y educare empiezan a significar la acción propiamente humana, espiritual. Se ve con claridad en Aristóteles, cuando plantea si la paideia debe ocuparse más de la inteligencia y del carácter del alma, es decir, si al educar debe atenderse más al entendimiento en la formación de una conducta racional (Aristóteles, Política, IV, 15, 1337 b 37-40). En nuestros días continúa vigente la pregunta de Aristóteles y la dificultad que le mueve a plantear entonces, y nosotros, hoy: educar ¿para qué?

Cuando las escuelas y las universidades se preocupan de adiestrar para ocupar puestos de empleo laboral y certificar en profesiones, es cuando el planteamiento aristotélico cobra actualidad: ¿qué es primordial en educación?

Graduandos de escuelas y universidades que carezcan de virtudes intelectuales y morales -areté- como seres racionales, libres y responsables del bien común, parece un desmérito educativo.

Estas consideraciones sobre el término “educación” brindan valiosas notas conceptuales. No obstante, el análisis etimológico es una aproximación lingüística, cuyos resultados deben ser corroborados por la experiencia y la reflexión intelectual. Pero al menos ofrecer una conclusión  que es confirmada por el estudio de los fundamentos educativos (historia, sociología, psicología, política, economía, antropología, filosofía): la pluralidad de significados muestra la complejidad que deberá afrontarse, tanto en la práctica como en la teoría educativa.

Posibilidad y Necesidad de la Educación


Universidad de Puerto Rico
Recinto Río Piedras
Facultad de Educación

Fundamentos Filosóficos de la Educación (EDFU 4019)
Pedro Subirats Camaraza

Posibilidad y Necesidad de la Educación

El ser humano nace con una forma o modo de ser, como el resto de los seres vivientes, pero no nace formado. Cualquier animal nace con unas tendencias definidas y completas -conformadas- que permanecerán a lo largo de su existencia; en estado germinal, todo animal tiene ya su modo de ser propio, que irá actualizando con el tiempo. No así en el ser humano; su nacimiento sólo es la aparición de múltiples posibilidades que irán actualizándose, o no, a lo largo de su existencia. Cabe pensar en la clonación animal como reproducción de una identidad, pero no así en el ser humano, pues su código genético condiciona, pero no determina su vida: un posible clon humano de alguien nunca sería otro él o ella sino a lo sumo, un semejante.

Desde unas perspectivas antropológica y biológica, la diferencia radica en la determinación animal de las potencias frente a los objetos y el medio. El humano, en cambio, nace abierto ante lo que le rodea, no está determinado en sus potencias (capacidad, habilidad) como el animal, por eso también es el ser vivo más inerme frente al medio circundante. Tal es la plasticidad humana. El ejemplo concreto más evidente de esa plasticidad ya lo propuso Aristóteles: es la mano. Como extremidad corpórea del animal, la pezuña es apta para correr pero no para coger, y la garra es idónea para atacar, pero no para manipular; la mano podría decirse que no sirve para nada en concreto, y ahí está precisamente su potencia, en que está indeterminada y por eso sirve para muchas cosas. La mano, además de órgano corpóreo, es símbolo antropológico de la naturaleza humana. 

La existencia animal consiste en el crecimiento espontáneo de sus potencias mediante nutrición, ejercicio y la imitación de la conducta de sus congéneres. En los primeros años de la conducta humana, aparentemente se siguen las mismas pautas, pero poco a poco la existencia se revela diferente, precisamente porque surge -y con especial fuerza en la infancia- la tendencia a la creatividad, o sea, a salirse de las conductas que podría imitar, ensayando otros modos de actuar. Esta diferencia la percibe Aristóteles, al notar que debe distinguirse entre potencias racionales e irracionales, en cuanto que éstas sólo producen un mismo efecto, mientras que las racionales pueden inducir tanto un efecto como su contrario (Metafísica, IX, 2,1046 a 10). Existe, pues, una independencia de la capacidad racional respecto de su medio que la libra de estar determinada o fija. La razón, junto a otras capacidades humanas -potencias, en lenguaje aristotélico- como son la capacidad de imaginar, de anticipar, la volición (voluntad), tienen un crecimiento inmanente, esto es, en y desde ellas mismas. Ciertamente requieren del ambiente para su estímulo, pero no se originan ni dependen de lo externo. 

En un animal o en una planta, su crecimiento está predeterminado, y sólo es modificado por una influencia exterior; así por ejemplo, un árbol puede crecer torcido por el empuje de fuertes y constantes vientos, y un animal puede llegar a variar su dieta natural por la ausencia de los elementos alimenticios de su ambiente natural, al ser domado por los humanos; dejado en su ambiente propio, el animal crece naturalmente según su especie, sin necesidad de vacunarlo o de alimentarlo con porciones artificiales. En el ser humano lo natural es trascender su ambiente dado, ir más allá de las influencias recibidas; ello se debe al sentido inmanente de su crecimiento, fruto de su naturaleza racional.

Para el ser humano, por tanto, la educación es posible y necesaria. Es posible, pues la misma indeterminación y plasticidad permite se abra a diferentes posibilidades. Es necesaria, pues el humano tiene necesidad de recibir ayuda a su crecimiento para que éste sea óptimo; ayuda de otros humanos. La más temprana expresión de esta realidad radical antropológica y biológica -posibilidad y necesidad- se encuentra en Platón, bajo la forma de un mito expuesto en el Banquete para contar la concepción de Eros, el dios del Amor. En la mitología religiosa griega, donde hay dioses para cualquier realidad física o sentimientos humanos, Eros es hijo de Penia, la diosa de la escasez, y de Poros, el dios de la abundancia. De su madre recibe su indigencia congénita que busca remediarse insistentemente; y como hijo de su padre busca siempre el excederse en la retribución a su necesidad. Se ensancha así la indigencia original: el amor no se conforma en nada y siempre quiere más. La posteridad histórica ha interpretado a Eros en este mito, no sólo como representación del amor humano, sino como figura de la propia esencia humana, imperfecta originariamente, pero también tendente a una perfección inconmensurable. 

La culminación de esta doble raíz de la condición humana es la cultura y la educación. La cultura -precisamente en su variabilidad histórica, fruto del continuo hacerse y rehacerse- es posible por la indigencia humana y por la trascendencia que va más allá del límite dado. La educación, en cuanto que remedio a la indigencia y ayuda a la trascendencia, es posible y necesaria por la dimensión social de la vida humana. La naturaleza social del ser humano no es mera tendencia gregaria, sino parte esencial de su existencia, que no puede darse sin la ayuda de otros humanos. La antropología ha podido estudiar casos de los llamados niños-salvajes, criaturas abandonadas o perdidas desde su nacimiento y criadas por animales, como un cachorro más de la manada. Por su forma corporal, aunque desfigurada, parecían humanos, pero por su modo de ser, no; potencialmente lo eran, pero no habían actualizado su condición por el vacío de sociabilidad en su existencia. Ninguno pudo integrarse a una vida normal, ni en la cultura, ni las costumbres, ni en sentimientos, ni en lenguaje, ni en su potencia racional. Fueron la penosa prueba empírica de la naturaleza social humana.

En el estudio de la educación, concurren con la filosofía en este reflexionar las posibilidades y las necesidades humanas, las demás disciplinas que se ocupan de teorías y prácticas educativas, como son sociología, psicología, historia, economía, y otras.

La educación es una de esas realidades que parece ser conocida suficientemente por todo el mundo; al menos así lo parece cuando se observa la seguridad y rotundidad con que cualquiera opina de ella. Retomamos la educación en significados conceptuales e imperativos prácticos en otros ensayos. 

Sunday, August 18, 2013

Junte epistémico, ontológico y educativo

Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Educación

Fundamentos Filosóficos de la Educación (EDFU 4019)
Pedro Subirats Camaraza

Junte epistémico, ontológico y educativo

Al hacer un bizcocho necesitamos unos ingredientes básicos que se han experimentado, probados y establecidos en la historia de la bizcochería: harina, huevos, mantequilla, azúcar, leche, vainilla, y otros que no recuerdo. Al merengue se le puede insertar un payasito y un rinoceronte, pero son aditamentos. También en las acciones educativas hay elementos básicos: sujeto, intención, contenido, situación, método y efectos. Básicos significa que son necesarios y suficientes en la realización de acciones educativas. Habrá otros o expresados de otras maneras, pero éstos son indispensables. Especifiquemos. 

Sujeto se refiere al ser humano en sus características, condiciones, rasgos, potenciales, y demás aspectos sobre quién es el educando. Intención se refiere a los propósitos, fines, objetivos, ideales, aspiraciones, y demás aspectos sobre las razones de para qué educar. Contenido se refiere a los temas, asuntos, cuestiones, tópicos, asignaturas, disciplinas, del qué educar. Situación se refiere a la circunstancia, ámbitos, escenarios, instituciones, tiempo, etc., con respecto al contexto de educar. Método se refiere a los modos, formas, procesos, técnicas, tecnologías, recursos, didáctica, y todo lo relativo al cómo educar. Efectos son resultados, consecuencias, secuelas, evaluación, productos, repercusiones, y demás aspectos que conciernen a qué ocurre en el quehacer educativo.  

En filosofía educativa se estudian cuatro áreas del saber filosófico aplicables a educar en análisis de esos elementos: axiología, antropología, epistemología y ontología. En este ensayo nos interesan dos.

Epistemología aplicada a educación es una reflexión filosófica sobre qué conocimiento es “educación” y qué saberes la explican. Los elementos mencionados se pueden separar como objetos del conocimiento. Por tanto, la aritmética los cuenta: 1+1+1+1+1+1=6. Es posible analizar cada uno con relativa independencia de los demás. ¿Quién es el humano educable? ¿Para qué se educa? ¿Cómo? ¿Qué evaluación es apropiada en tal situación? Etcétera. La epistemología se ocupa del conocimiento. Y el conocimiento se puede separar, clasificar, dividir, categorizar, en sus múltiples formas y contenidos.

Ontología aplicada a la educación es una reflexión filosófica parsimoniosa al contemplar el quehacer educativo. Con prudencia y sobriedad no se precipita a separar ni dividir la realidad educativa. Los elementos no se suman, la aritmética no cuenta. Es paradójico decirlo en numerales con signos matemáticos, pero hagámoslo sólo para dar una idea de qué significa no sumar lo aparentemente separado. La ontología de los elementos es: 1+1+1+1+1+1=1. Es apariencia aritmética de seis números 1, pero no. Ese 1 representa unidad ontológica. La ontología se ocupa del ser. El ser es un todo indivisible.

En educación, la epistemología y la ontología formulan preguntas y plantean problemas.

Le preguntamos al repostero del Caribe Hilton ¿qué sabe usted de repostería? Pregunta que responde sin problemas. Basta que muestre sus confecciones, se prueben y nos demuestre cómo las hace. Mis colegas me preguntan ¿sabes hacer biscochos? Explico en tono filosófico confuso sobre el arte de la repostería gourmet francesa. Queda mostrada la ignorancia. Fuera del escenario culinario, preguntemos a quienes hablen mucho sobre educación en los medios, legislatura, escuelas y universidades, ¿qué sabe de educación? Parecería una pregunta sencilla de responderse por quienes hablan de educación. Pero no. Abundan los rodeos diletantes y trillados. La pregunta plantea un problema. 

En la universidad  estudiamos conocimientos denominados fundamentos de educación: sociología, psicología, filosofía, salud, y otros. Los cursos de fundamentos educativos se conectan por vasos comunicantes en que se estudian cuestiones cruciales sobre el ser humano, la sociedad, la cultura, la libertad, la autoridad, el poder, la justicia, los derechos, la equidad, la igualdad, el conocimiento, la verdad y la manipulación, la paz, el lenguaje, la mente, las emociones, la consciencia, los valores, la felicidad, por mencionar algunos temas primordiales. 

Una característica de los fundamentos educativos es que formulan preguntas y plantean problemas sin fronteras disciplinarias. Los cursos de fundamento son transgresores de las normas curriculares vigentes, porque las problematizan desde el vínculo epistémico y la unidad ontológica. En principio, no son conocimientos aislados que estudian una realidad dividida. Consecuentemente, los fundamentos educativos tienen orientación interdisciplinaria y transdisciplinaria en la que teoría y práctica son inseparables. 

Por ejemplo, la Filosofía Educativa reflexiona sobre la libertad en sus condiciones y posibilidades. ¿Se podría reflexionar sobre la libertad de espaldas a voces sociológicas, biopsicológicas, históricas? El curso de filosofía educativa necesita el con-curso de esas disciplinas si ha de comprender con amplitud las preguntas y los problemas que se plantean al educar seres con derecho a ser libres. La sociología, por ejemplo, aporta enfoques, marcos conceptuales e investigaciones que no hace la filosofía, pero sí piensa críticamente esas aportaciones. Y ¿de qué vale el pensar abstracto (teórico) sobre la libertad sin la concreción en actos aquí y ahora que la realizan (práctica)?   
  
Un problema que se plantean los fundamentos educativos es el currículo fragmentado y disperso de cursos sin conexión. No debe ocurrir. Es tiempo propicio, kairós, de ensayar pedagogía que orqueste armónicamente sujeto, intención, contenido, método, situación, efectos, en nuevos enfoques de educación holista.

¿Qué sabemos de educación? Pues muy poco si mantenemos los bordes disciplinarios.

Es tiempo de un junte de epistemología, ontología y educación.

Aclaraciones de términos

Las siguientes interpretaciones de los términos claves no las únicas ni las mejores, pero sirven para la conversación en clase, donde ampliaremos sus aspectos y controversias. 

Conocimiento. Relación entre un sujeto y un objeto (algún tipo de realidad) que consiste en que el sujeto explica qué es el objeto en estructura, funcionamiento, principios. En el proceso de conocer intervienen diversos procesos: perceptivos, imaginación, memoria, razonamiento, intuición, y otros. En filosofía se debate qué representa el sujeto en el proceso de conocer. Para unos, al nacer es como un papel en blanco; el conocimiento lo obtiene por la experiencia. Para otros, el sujeto nacer con estructuras que le sirven para ordenar y pensar los datos que le vienen de afuera; conoce la realidad a través de sus propias estructuras de cognición. Como fuere, el conocimiento designa las estructuras conceptuales y las representaciones que cada sujeto elabora para dar sentido a sus experiencias, y que se constituyen en las producciones colectivas del saber, es decir, los modelos socialmente estandarizados (con los cambios paradigmáticos).    

Currículo. El conjunto de las experiencias de aprendizaje que una comunidad educativa proyecta, actúa y evalúa. La oferta de estudios, títulos y certificados de las instituciones educativas para responder o generar demanda educativa en el mercado socioeconómico y cultural. En sentido más riguroso es el discurso teórico/práctico que justifica un tipo de programa de estudio y de aprendizaje. 

Disciplina. Forma sistemática de pensar la realidad, desde un recorte de esa realidad, que se ordena en materia de estudio, asignatura o área de conocimiento, con tradición en las instituciones educativas. Las unidades de estudio académico del currículo.  

Elemento. Término que designa cada uno de los componentes de un todo o un conjunto, los que pueden existir independientemente de éste. Los seis elementos indicados se estudian por separados en sus características y se aplican en otros ámbitos fuera de la educación. En las acciones educativas entendemos que todos están presentes de manera  explícita o implícita, y en diversos tipos de interacciones. 
  
Epistemología. Es teoría del conocimiento en general, y en particular, del conocimiento científico. La epistemología se interesa por métodos, objetos y formas del pensamiento propios de las Ciencias y de todo conocimiento que postule una verdad o que explique una falsedad. Es uno de los términos más usados en educación para referirse a: en qué consiste conocer, cómo construimos los conocimientos, bajo qué condiciones, cuáles son las características de un conocimiento válido y pertinente para ser incluido en procesos educativos y los currículos institucionales (¿por qué astronomía sí, y astrología no?), la relación de teoría y práctica en educación, y otros asuntos de importancia epistémica.  

Fundamento. Un fundamento es lo que garantiza el valor, utilidad o verdad de lo que se funda. Lo que permite estar seguros o confiados de que existe razón, prueba o evidencia para dar asentimiento al fundamento. Cualquier cosa se puede fundamentar siempre y cuando sea garantía de firmeza, validez, estabilidad, fiabilidad, consistencia, eficacia. Por ejemplo, se fundamentan edificios, ideas, creencias, contratos sociales, teorías, prácticas, métodos científicos, y muchas cosas. Los fundamentos pueden cambiar si se modifican los contextos, situaciones, sujetos, conocimientos, pruebas, investigaciones, etc., que les dieron origen y ya no sirven. Los fundamentos de educación aportan una comprensión a las teorías y las prácticas educativas mediante la formulación de problemas, preguntas, modelos, enfoques y metodologías.     

Holismo. De holos (entero, totalidad). Es la concepción según la cual las realidades son primero estructuras; las partes de esas estructuras están funcionalmente relacionadas entre sí. Es una teoría filosófica y científica que piensa la realidad como un todo. Para entender un elemento particular es preciso entenderlo en la totalidad que lo contiene.  Las relaciones entre los elementos dan lugar al funcionamiento del todo, pero el todo es cualitativamente superior a la suma cuantitativa de las partes constituyentes. La idea del holismo es que los conjuntos y los complejos no son el resultado de las partes que los componen, la suma de los valores singulares añadidos unos a otros, sino que encierra un sentido propio e inherente en su totalidad. El holismo enfrenta la tendencia de la especialización en los conocimientos. Desea reunir y unir, de ahí la simpatía hacia sinergia, comunicación, redes, ecología, relaciones dialógicas. La expresión holística más conocida es “el todo es más que la suma de sus partes”. El holismo educativo considera al ser humano en su totalidad; las ciencias y conocimientos forman parte de un orden implícito, la verdadera realidad, por tanto, sólo representan un aspecto de esa realidad. Por ser fluida esa realidad, el holismo educativo favorece la transdisciplinariedad.     

Interdisciplinariedad. Enfoque científico y pedagógico que se caracteriza por buscar algo más que la mera yuxtaposición de las aportaciones de diversas disciplinas sobre un mismo asunto, y se esfuerza por establecer un diálogo enriquecedor entre especialistas en diversas áreas sobre determinada temática. Se aplica a problemas, actividades y proyectos que desbordan la capacidad de una sola área disciplinar. El concepto expresa la conciencia de esa limitación de las disciplinas específicas, pero no lo transforma necesariamente en un cuestionamiento epistemológico más radical como hace la transdisciplinariedad. La exigencia de i. responde a un problema contemporáneo que presupone el descomponerse los saberes en las disciplinas y sus especialidades. Pero la i. no significa hablar un poco de todo, ni es diletantismo. Porque la i. se basa en las disciplinas para entender los problemas cuya solución comporta el saber teórico, técnico o práctico que proviene de las disciplinas diferentes. Hay que decir que la i. no es tampoco una fórmula, ni un método, ni una varita mágica que resuelve problemas, sino un estado mental o manera integrada de pensar los problemas y las soluciones.   

Kairós. En griego es el tiempo favorable para hacer algo conveniente. Es el momento presente en que se toma la decisión propicia para un beneficio. El ahora presente que se aprovecha porque no hay otro tiempo (futuro ni pasado). Carpe diem. 

Ontología. Es el discurso metafísico sobre “el ser en tanto que ser” como decía Aristóteles, o sobre el ser de lo que es, los entes en general (ta onta) y no tal o cual ente en particular. Es la parte de la filosofía más abstracta, del absoluto, lo que está “detrás de las apariencias”, de la substancia que hacen “ser” a todo lo que “es”. Platón, Tomás de Aquino, Spinoza, Hegel, son filósofos representativos de las especulaciones ontológicas en la metafísica. La tradición filosófica de Platón a Hegel entendió al ser humano como un animal racional, su esencia, sustancia inmutable, fuera del tiempo. Hasta el filósofo Heidegger que hizo una crítica radical en su obra Ser y tiempo en que el sentido del ser es el tiempo, el acontecer y el perecer. El ser humano existe sin esencia humana, es un ser abierto a decidir lo que es como proyecto y tarea. Esta ontología de ser-en-el-mundo se caracteriza por una educación de cuidar, de suma importancia en Filosofía Educativa.

Pedagogía. En general, se refiere a conocimientos que estudian la educación. Pedagogía nace de la exigencia de dar un fundamento válido a la acción educativa, con principios y métodos para investigar la educación y formar maestros. En particular, se refiere a la didáctica de enseñar-aprender-evaluar, el currículo y el ambiente educativo.  

Práctica. Lo relativo a una obra, acción, hecho, la idea que puede realizarse, lo que se puede hacer. Práctica es una actividad que transforma a algo o alguien, ya produciendo una obra exterior a dicha práctica (Aristóteles hablaba en este caso de poiésis), o no produciendo otras cosa que dicha actividad misma (en griego, praxis). La praxis es un término acogido por el marxismo -en Gramsci y Althusser- para significar la acción que transforma las personas y transforma el mundo. Por influjo del marxismo, el tema de la praxis ocupa un lugar privilegiado en el pensamiento educativo liberador en Latinoamérica en los escritos sociopolíticos, filosóficos, teológicos de liberación. Es un criterio de verdad para cualquier idea o ideal que pretenda ser transformadora de una situación de injusticia o inhumanidad a una de justicia y dignidad. 

Pregunta. Las cosas, lo real, los hechos, no hablan de sí mismo. Pero pueden responder si hacemos preguntas adecuadas, correctas. La pregunta es el discurso o comunicación que solicita la participación de otros. Preguntar es hablar para hacer hablar. Por lo cual el sentido de la pregunta rebota, por decirlo así, sobre su llamada. Se dice que la filosofía es un pensamiento interrogativo, que comienza con la pregunta por lo que hay y por el ser de lo que hay. ¿Qué es? ¿Por qué? El filósofo Heidegger, en Ser y Tiempo, dice que la pregunta fundamental es la pregunta por el ser, pero tal pregunta presupone preguntar por el ser que pregunta por el ser. El filósofo Sócrates, y su discípulo Platón, inician la tradición filosófica del arte de preguntar mediante el diálogo. Pero no toda pregunta es un problema. Alguien nos pregunta ¿qué hora es? La pregunta no es un problema. Pero si respondemos ¿por qué quieres saber la hora?, podemos convertirla en un problema. ¿En qué consiste plantear una pregunta que sea problema? (Ver próximo concepto).  

Problema. Malentendida palabra por uso superficial de connotación negativa. El origen griego denota el significado de algo que se pone por delante, se echa al frente o se lanza (pro, delante; balloballein, echar, lanzar). Tiene la misma raíz que objeto, en latín ob (delante), iactum (arrojado). Un problema implica una situación conflictiva o confusa que merece aclararse, entenderse o resolverse. Es una pared que se interpone entre punto A y B, ante la que se debe sobrepasar por un método eficaz. Es toda situación que incluye la posibilidad de una alternativa. Es una dificultad que hay que resolver y cuya solución es incierta hasta que se intenten las soluciones teóricas o prácticas. ¿Por qué plantear problemas? Por una importante razón: los hechos no hablan por sí solos. En la educación los problemas no se plantean por sí mismos, de hecho, para la mayoría de la gente, incluyendo educadores profesionales, el hecho de agrupar estudiantes por salón, edades, género, horarios, para estudiar materias separadas, es un hecho normal, hasta que se plantea la irracionalidad teórica y el absurdo práctico del hecho, es decir, hasta que se hace problemático. Para el espíritu científico y filosófico todo conocimiento es una respuesta a una pregunta y un problema. Sin la pregunta y el problema no existe el conocimiento científico ni reflexión filosófica. Nada viene dado. Hay que construir. Pero no toda pregunta es un problema. ¿En qué consiste plantear un problema? En explicar por qué se plantea una pregunta, y si debe plantearse con qué finalidad o propósito. 

Teoría. Término del griego theoria, que significa visión o contemplación. El observador (oros, el que observa) de un espectáculo (thea, de donde procede la palabra teatro). En Shakespeare dice que el ser humano es un actor en el escenario del teatro del mundo (As You Like it, Acto II, Escena VII). La palabra en su origen se asocia a la religión, que remite a visión de theos, dios. En Platón es contemplación de las Ideas. Para Aristóteles es la actividad propia del intelecto. En la actualidad se asocia a especulación, visión de mundo, modelo o representación intelectual coherente y sistemática de una situación o unas observaciones. El valor de una teoría es que permite estructurar los conocimientos de modo que puedan ser sintetizados y utilizados. Es por ello un conjunto de principios, conceptos y proposiciones que aspira a explicar una parte de la realidad. Lo que no quiere decir que las teorías estén desconectadas de toda práctica. Hay que ver en las teorías, como dice Althusser, una forma específica de práctica: la práctica social teórica de una sociedad humana determinada.

Todo. Del latín totus, (entero, completo, íntegro). “Aquello a lo cual no falta ninguna de las partes, que contiene los componentes de tal manera que forman una unidad” (Aristóteles). En Platón el todo no se confunde con la suma de las partes, el todo es una entidad metafísica sin partes. El sentido del sustantivo “todo” cambia en función del artículo gramatical. Un todo es un conjunto unificado u ordenado. El Todo, cuando se escribe con mayúscula, es el conjunto de todos los conjuntos, es ausencia de límites, bordes, entornos. No hay nada distinto de ello.      

Transdisciplinariedad. Teoría y práctica educativa en que se utiliza un mismo concepto o un mismo esquema cognitivo en cuadros de referencias disciplinarias diferentes. Las nociones de “sistema” o de “fuerza” aparecen en física, biología, economía, psicología, política, filosofía, así como los procesos cognitivos de “analizar”, “sintetizar”, “predecir”, “argumentar” que son para cualquier conocimiento y disciplina. Estas nociones y cogniciones son nómadas, no tienen igual significado en cada esquema disciplinario. El reconocimiento de la existencia de diversos niveles de realidad, regidos por diferentes lógicas, es inherente a la actividad t. Toda tentativa de reducir la realidad a un solo nivel, única lógica, no se sitúa en el campo de la t. La clave de comprender la t. reside en la utilización semántica y operativa de a través y más allá de las disciplinas. Ella presupone una racionalidad abierta, una nueva mirada sobre la relatividad de los conocimientos y las nociones de objetividad y definición. La apertura de la t. incluye la aceptación de la ambigüedad, lo desconocido, lo inesperado, lo imprevisible. 

Unidad. El uno (no matemático), la unidad del ser, de lo real, el todo. Sin multiplicidad. Es el concepto metafísico primordial de trascendencia espacio/temporal. Del uno o la unidad no se puede decir nada, sólo intuirlo o creerlo. En misticismo es Uno mayúscula. En psicología y pedagogía, es el desarrollo integral del ser que supone unidad previa: “rollo” a desenrollar. De ahí el desarrollo. ¿En qué consiste ese “rollo”?, es la pregunta epistémica y ontológica que la psicología y pedagogía responden con lentes filosóficos. En filosofía educativa naturalista (Rousseau) es unidad humana en la naturaleza. Pero en realidad, nadie sabe nada. Es una palabra metafísica que los humanos inventan sin saber qué es, más allá de decir: unidad simplemente es. Wittgenstein guardó silencio y Buda sonrió al contemplar lo incomprensible.

Universidad. Del latín unus + versus = vuelto o tendiendo a la unidad. ¿Unidad de qué? Del saber y del ser. Unidad que no elimina la diversidad, sino la respeta en su integridad y la conecta con el todo ontológico y epistémico del junte educacional.  

Sobre la Verdad



¿Qué es la Verdad? preguntó Pilatos. No obtuvo respuesta.

El diablo y un amigo caminaban calle abajo, de pronto ven a un hombre delante de ellos que levanta algo del piso. Lo observan y ven que se guarda algo en el bolsillo. El amigo pregunta al diablo “¿Qué levantó ese hombre?” El diablo responde: “Levantó un fragmento de la Verdad”. El amigo dice: “Eso es un mal negocio para usted”. El diablo: “Al contrario. Mi negocio es dejar que el hombre la organice”. Tan pronto se organiza, deja de ser Verdad, se convierte en objeto de consumo a vender por quienes creen poseerla en exclusiva propiedad. Son los mercaderes de política, negocios,  religiones,  que se apropian de fragmentos haciendo creer que esos pedazos son la totalidad.

La Verdad no puede ser organizada, ni controlada por nadie. Nadie la define. Ninguna organización la posee. No hay conocimiento que la contenga. No tiene fronteras. Su horizonte es ilimitado. Es imposible capturarla con redes del intelecto. No hay ciencia que la vislumbra. Ni experimento que la demuestre. Escapa a fórmula y protocolo.

Cada uno puede ser discípulo de la Verdad si comprende que para llegar a la Verdad no hay que seguir a nadie. El discípulo es su propio maestro.

Cuando la mente barre sus imágenes, rituales, creencias, símbolos, mantras, miedos, prejuicios… recién entonces puede empezar a percibir lo real. El resto son meras palabras, ornamentos, decoraciones, supersticiones sin significado.

El deseo de seguridad de querer poseer la Verdad crea una sutil autoridad externa que esclaviza la persona. No esclaviza la Verdad, sino la persona. Esa autoridad interpreta. Los intérpretes y exégetas se llaman sacerdotes, pastores, predicadores, reverendos, científicos, doctos, expertos, intelectuales, profesores, los explotadores de su verdad. Esa autoridad invalida el pensamiento propio, el único que libera.

El pensamiento recubierto por muchos símbolos (palabras, creencias, ideas, dogmas y doctrinas) impide ingresar naturalmente en un estado mental de receptividad  alerta que no juzga, no compara, no culpa, no ataca, no condena, no excluye, no odia. La mente ofuscada por rígidos e inflexibles sistemas de ideas -ideologías- es incapaz de estar en estado de alerta receptiva para abrirse a la Verdad.
La mente deseosa de tener la “razón” por encima de la Verdad no puede percibirla.

Lo que se repite y se recita no es la Verdad. Por eso los libros “sagrados” no tienen importancia. Nada sacro hay en libros escritos por humanos.

Escuelas y universidades quisieran “educarnos” como miembros creyentes y militantes de algún grupo o ismo del tipo que sea, por tanto, respondemos con normas viejas sin originalidad ni frescor. Nuestras respuestas no nacen de adentro, no tienen validez personal ni convicción profunda, sólo decimos un repertorio de frases memorizadas en el inventario del catálogo de consignas del grupo militante. Escuchamos y leemos docenas de ideas que decimos en un parloteo, ritual o código desprovisto de sustrato.

El pensamiento rutinario y mecánico, el cotidiano de todos los días, es la respuesta de la memoria. No hay pensamiento sin memoria ni pasado. La memoria es el resabio de experiencias incompletas y selectivas que no han sido asimiladas ni comprendidas en plenitud. Esa experiencia incompleta que es la memoria produce el pensamiento mecánico automatizado del cual surge la idea fija y rígida que no puede ver el presente original, al estar atada a la memoria del pasado. Casi nadie ve lo que está presente ahora, por tanto, no se está en contacto con lo real.

¿Acaso el pensamiento es la forma más alta de inteligencia? ¿Podemos ir más allá y trascenderlo? ¿Por qué la zorra insiste al Principito en ver lo real con el corazón?

Si queremos ver algo nuevo, el pasado ha de estar ausente, la mente no puede estar obstruida por el temor a cambiar, por la culpa del error anterior, por el miedo a desprenderse de lo que la memoria identifica como nuestra identidad. El pensamiento con miedo, culpa, resentimientos y odio contamina la mente.

El miedo es el principal obstáculo de la inteligencia. Si alguien tiene miedo no puede estar profundamente atento al ahora, ni preguntar, ni observar, ni aprender. Sólo nos acercamos a la Verdad cuando estamos libres de temor.

La función de la educación es erradicar -interior y exteriormente- el miedo a ser libre y el apego a culpabilidad que juzga, condena y ataca, a uno primero en el inconsciente, y a otros enseguida, en la proyección del odio reprimido.

La Verdad al no pertenecer a nadie está “entre nosotros”. Saber en el medio de nadie, en el entre del día-logoi, eso significa en griego diálogo. Discutir impide dialogar.

El peligro liberador de la Verdad es poder destruir lo que uno creía verdadero.

La fe es un antídoto a la Verdad. Al contrario del amor.

Filosofar, amar el saber, aproxima a la Verdad, pero nunca la alzanca ni lo pretende.

Pedro Subirats Camaraza

Arte de ver y arte de hablar en la filosofía griega


1. El horizonte del griego se encontrará formado por la multitud de cosas que le rodean, las cuales necesita expresar, decir qué son. Su necesidad gira en torno a saber decir lo que son estas cosas. Ahora bien, está rodeado por dos tipos de cosas: las que conocen como naturales y eso llamado “el otro”, el hombre, su semejante. Se encuentra con árboles, mar, animales y los hombres… todo esto se le presenta en movimiento, un movimiento que las transforma: el árbol va cambiando, el mar cambia, el sol sale nuevo cada día, las estrellas aparecen y se ocultan. Heráclito describe estos movimientos de naturaleza y del humano. 

2. También el griego es testigo del nacimiento de grandes ciudades y de su ruina, las ha visto florecer y las ha visto destruir. ¿Por qué? Y ese por qué se extiende a lo más grave porque en ello le va su propia vida, su existencia, al observar que nace, crece, envejece, muere. Ciudades y humanos nacen y se arruinan. El griego se sabe entre las cosas, pero al mismo tiempo observa cómo se escapan y se desvanecen, no puede apoyarse en ninguna. Para poder existir es menester que encuentre algo permanente, algo que no cambie, algo que sea en medio de cosas que son y dejan de ser. Si encuentra este algo podrá sentirse seguro. La filosofía griega se planteará este problema: ¿qué es lo que permanece en medio del cambio? Las respuestas serán múltiples, desde Tales que dirá es el agua, hasta Platón que dirá son las Ideas.

3. El griego se servirá de dos instrumentos para contestar la pregunta que se ha planteado: la vista y la palabra (logos). Las cosas que le rodean cambian; pero es posible que haya algo en ellas que no cambie, que permanezca. Pues bien, para que se pueda captar este algo permanente, que no cambia, es menester ver bien, ver con atención, con cuidado. Si se sabe ver bien una cosa, entonces se sabrá qué es. El primer problema para el filósofo griego será el ver bien, de manera distinta a como ve el común de los mortales. Heráclito dice: “La masa no se fija en aquello con que se encuentra, ni lo nota cuando se le llama la atención sobre ello, aunque se imagine hacerlo” (fragmento 5). Saber ver bien es difícil, porque es buscar lo inesperado, por ello, no visto antes, aunque haya estado presente a su alrededor o en él. “Si no esperas lo inesperado, no lo encontrarás, porque es penoso y difícil de encontrar” (fragmento 7). Porque “la naturaleza ama el ocultarse” (fragmento 10). Porque al igual que “El Señor cuyo oráculo está en Delfos, ni dice, ni oculta, sino hace señales” (fragmento 11). Mirando bien es como se captan esas señales, las señales de lo que permanece. Esta es la razón por la cual “los ojos son testigos más exactos que los oídos” (fragmento 15). 

4. Conocer tiene así para el filósofo griego el sentido de ver bien una cosa. La misión, pues, del filósofo es ver bien las cosas. Platón le llamará Philotheamón, “mirón empedernido”. Del ver bien hará un arte, y este arte será la teoría. Teoría: arte de ver bien. Pero dedicado a contemplar, al puro ver, el filósofo se sentirá fuera del mundo doméstico. Cuantas menos ligas y cuantos menos líos tenga el filósofo con el mundo cotidiano que le rodea, más atención pondrá en ver las cosas; las podrá ver mejor.

5. Pero no basta ver bien las cosas, es menester dar otro paso, que será decir cómo son las cosas que se han visto bien. Esta es la operación del logos en su doble acepción: razón y palabra. El ver bien está en relación con el hablar bien. Es necesario ver bien las cosas y decir bien lo que son; el que las ve bien, puede decir bien qué son. Heráclito vuelve a decirnos: “Malos testigos los ojos y los oídos para los hombres que tienen alma de bárbaros” (fragmento 4). Bárbaro es aquí el que tartamudea. Para el griego el bárbaro es aquél que no sabe hablar bien el griego, que no sabe expresarse. No saben ver ni hablar. El conocimiento entra por la vista y los oídos. Por la vista cuando se tiene la paciencia de ver con cuidado las cosas que rodean al hombre; o por el oído, es decir, por medio de la palabra, cuando el que no pudiendo ver bien, sabe oír lo que el filósofo ha visto. El logos tiene función divulgadora: el que sabe ver bien, sabrá también contar a los demás lo que ha visto. Recuérdese a Aristóteles que decía que una de las características de la filosofía era la de ser una ciencia didáctica, una ciencia que se puede enseñar a los demás. Y si el oyente está preparado, la aprenderá. ¿En qué consiste esa propedéutica? En querer ver. 

6. Decíamos que el griego entendía la función del logos como razón y palabra. Hablar bien sobre algo es haber entendido, y entonces poder expresar lo que se había entendido. Sólo quien sabe bien puede hablar de eso. La función lógica es doble: entender y decir. La primera función es lo que entendemos por razonamiento; razonar es ponerse a sí mismo en claro las cosas. La segunda es la función divulgadora, hablar de ellas, decir qué son. 

7. La filosofía griega se enfrenta y resuelve los problemas de su circunstancia pasando por las fases: la primaria es del desconcierto, extrañeza, lo que Platón y Aristóteles llamaron admiración (ad-mirar, querer mirar más allá de). El griego se admira de que las cosas cambien, que no permanezcan, de no poder apoyarse en ellas con seguridad. La segunda fase es enfocar; después de admiración, que es un deslumbramiento, un quedarse sin ver por la sorpresa y extrañeza, en esta fase el filósofo enfoca su vista, ve con cierta distancia y cuidado qué es lo que lo deslumbró. Ver con distancia es dar un paso atrás, abrir un espacio entre las cosas y uno para tener otra -y nueva- perspectiva, un nuevo punto de vista. Ver con cuidado quiere decir aclarar lo que parecía oscuro. El filósofo se pone en claro lo que las cosas son. Pero poner en claro algo es entender ese algo como si nos hablara. Esa es la función racional: el filósofo entiende dentro de sí mismo lo que las cosas son, esto es, traducir su lenguaje a nuestro lenguaje, hacer las señales de la naturaleza palabras como las nuestras. Eso dijo Heráclito: “el Señor… el Oráculo… hace señales…” Estas señales hay que convertirlas en palabras, se tienen que traducir a nuestro lenguaje. Una vez traducidas las señas de la naturaleza, se pasa a la fase de decir a los demás lo que las cosas son, denunciar a las cosas que se escondían. Filosóficamente esto equivale a decir a los demás qué es lo que permanece en medio del cambio, qué ocultaba el movimiento. 

8. Para el griego, lo familiar, lo que puede llamarse horizonte, era vivir entre las cosas, considerándose él mismo como una cosa más entre las demás. Lo extraño, lo no familiar, es que estas cosas, incluyéndose a sí mismo, cambiasen. El griego veía a las cosas en movimiento, y era este movimiento el que ocultaba el verdadero ser de ellas. El griego no sabía lo que son las cosas porque cambiaban, las cosas estaban ocultas por el cambio, si pudiese arrancar a las cosas de este movimiento, entonces sabría lo que eran. Se trataba, pues, de poner fin al movimiento, de limitarlo: está es la función del logos, el instrumento del intelecto para arrancar al movimiento el ser de las cosas.

9. Cuando en medio de la multiplicidad de triángulos, hombres, mares, de las cosas, el griego pueda decir: el triángulo es una figura cerrada por tres lados, el hombre es un ser de razón, la mar es de la naturaleza del agua, el Ser es el ser de todas las cosas, entonces ha arrancado al ser de las cosas del movimiento. Habrá multitud de triángulos, grandes y pequeños, de lados equiláteros e isóceles, de madera, piedra o metal, pero todos son necesariamente figuras cerradas por tres lados. Los hombres podrán nacer y morir, ser jóvenes y viejos, buenos y malos, pero sólo serán hombres en cuanto tengan razón. 

10. Decir lo que las cosas son es decir la Verdad, Aletheia. En la verdad las cosas se detienen, muestran su ser. Se sabe una verdad cuando se sabe qué es una cosa. Aletheia quiere decir descubrimiento, descubrir, quitar el velo que cubre algo, pues Ietheia es velo, y por ello, aletheia desvelar. Conocer la verdad es quitar a cada cosa el velo que oculta su ser; no se olvide que lo que oculta su ser, el velo que lo encumbre, es el movimiento. La verdad arranca de las cosas, les quita su moverse continuamente, y ella, la verdad, es el ser que es, reposa o habita en el ser, diría siglos después Heidegger. El instrumento para develar el ser de las cosas, repetimos, es el logos.   

11. Se tiene una verdad cuando se ha definido una cosa, se la limita, cuando habita en una palabra o conjunto de palabras, esto es, cuando se define. Definir es poner límites al ser de las cosas, encerrarlas en unas palabras. Decir que el triángulo es “___”, es no permitir que se escape a otra cosa. Los problemas surgirán siglos después con el análisis filosófico del lenguaje y debates ontológicos y epistemológicos sobre la realidad, pero estamos ahora en el universo filosófico del griego antiguo.

 12. Y lo que hace el griego con cada cosa particular, el filósofo griego lo hará con el todo. Ya ha visto que el problema de la filosofía es el problema del todo que permanece en el movimiento de las cosas particulares. La filosofía se encuentra con que no sólo le es extraña esta cosa o esta otra, sino que le es extraño el todo. La tarea filosófica es saber no sólo qué son las cosas en el ser de cada una, qué son los entes, sino también qué es el todo donde estas cosas se presentan, qué es el ser que hace que estas cosas sean lo que son. Pero no se olvide que en el todo está también incluido el movimiento. Para saber qué es el Ser, que es todo, hay que contar con el movimiento. Pues bien, el movimiento es el paso de un ser a otro ser, dejar de ser una cosa para ser otra, pero siempre algo. El Ser siempre permanece en el cambio, no cambia, sólo cambian las cosas. Las cosas son porque están sostenidas por el Ser, las sostiene en el cambio perpetuo, pero aunque en el Ser cambien las cosas -o éste las haga cambiar-, el Ser nunca cambia, está oculto en el cambio. Cada cosa no es más que un simple rapto del ser, un simple instante momentáneo del todo. Una gota de agua que instantáneamente sale de la y regresa al océano del Ser. 

13. El griego ha dado al todo el nombre de phisis, naturaleza. La naturaleza se oculta entre las cosas que rodean al hombre; no son más que expresiones de la naturaleza, señales de su existencia. Si el hombre se fija con cuidado y atiende estas señales, es posible que capte el todo. El filósofo interroga a las cosas para develar el Ser que las contiene. El ser o la naturaleza habla en el lenguaje de las cosas; el filósofo traduce este lenguaje (señales) al lenguaje de los hombres, a palabras, logoi. 

14. La búsqueda del ser la realizará el griego mediante pasos semejantes a los que hemos visto, necesita dar para saber lo que las cosas son. Primero, una actitud de atención plena, teorética, contemplativa, mirando a la naturaleza para captar sus señales, procurando captar el perfil típico de las cosas, siguiendo con la vista sus rasgos y movimientos: a esto hemos llamado ver. A continuación, o mejor dicho, simultáneamente, hallar en cada cosa fisonomías que le sean comunes a otras y expresar estos perfiles en palabras que valgan para una generalidad, que lo que se diga de un triángulo valga para todos. Pasar de una especie a un género cada vez más superior, más inclusivo, pasar de las diferencias a lo común, de fragmentos a conjuntos, hasta llegar al género supremo, a lo que es igual para todas las cosas, al todo, a la totalidad. Porque este todo será el principio y el fin de todas las cosas que existen, será lo que permanezca en medio del cambio, el Ser. El Ser será la última, y la primera, palabra, el Logos supremo, nada más se podrá decir de él. Su definición será algo semejante a la mudez: el Ser es el ser.

15. Tales, Anaxímenes, Anaximandro, Empédocles, Anaxágoras, Pitágoras, Demócrito, Heráclito, Parménides… comienzan en el horizonte de Grecia el pensamiento racional, en la búsqueda y el intento de explicar la realidad simplemente estudiando sus principios, causas y elementos, si acudir a los dioses. Su visión era encontrar una teoría acerca de la naturaleza, phisis. Buscaban un primer principio, la realidad primordial, arjé. Preguntaron ¿de qué sustancia primordial han surgido todas las cosas? ¿Hay algo que sea un principio de todo y causa de la variedad que percibimos. ¿Hay un único principio o son varios? ¿Hay un elemento primordial fundamento de todo? Ese elemento, arjé, mediante ciertos procesos, se convertiría en los múltiples fenómenos naturales. Las respuestas fueron diferentes. Tales creía era el agua, Anaxímenes el aire, Anaximandro no nombró, él creía que era algo indefinido, ápeiron, de donde surgían todas las cosas. 

16. Ha comenzado en la historia del pensamiento, de la ciencia, del saber, la búsqueda por excelencia. Empieza con la vista y el habla.  

17. Ojos y boca, la vista y la palabra, son los medios sensoriales y mentales de que se vale el griego para enfrentarse al mundo, lo tiene en-frente, se sale de la familiaridad. Ese mundo al que se enfrenta, entonces como hoy es hostil, y siempre está cambiando. En ese mundo hostil que se opone, que presenta problemas, no hay mejor defensa que la vista. Con los ojos se abarca mayor extensión posible en el contorno. El que ve, se adelanta a sí mismo, a su cuerpo. Con la vista se toma contacto con lo que está más alejado. El ciego se defiende de los obstáculos y se orienta en el camino con un bastón, el vidente tiene en la vista un gran bastón defensivo y para orientarse. La vista es el primer instrumento de seguridad. Cuanto mejor vista se tiene, menor es el peligro que se corre. Los peligros se pueden evitar si se ve bien.

18. El griego, el primer hombre que se puso a filosofar, tendría que utilizar ese formidable instrumento de ver. Mirando las cosas había aprendido que el mundo es peligroso, que no se puede fiar de los sentidos, que las cosas cambian y no ofrecen seguridad (epistemología de Descartes se entiende sólo si entendemos el papel de la vista en la filosofía griega). Por medio de la vista ve el movimiento, y en este movimiento adivinó a su mayor enemigo. El problema era buscar en medio del movimiento lo que no cambie. Supuso el filósofo griego que si miraba con atención y cuidado, encontraría lo permanente, y una vez captado, podría expresarlo en palabras, definirlo.

19. La palabra se presenta así como la cristalización del ver. Es un ver a través de lo que se ha visto. Si la vista es una experiencia directa, la palabra es la experiencia indirecta. Un peligro se evita no solamente por la experiencia propia, sino también a través de la experiencia de los otros que dicen su experiencia. Un camino no sólo se emprende y sigue por la experiencia personal, sino por lo que otros dicen de sus experiencias en las rutas más seguras, los peligros, las señales a seguir si se quiere ir seguros y confiados a dónde se desea como destino. El explorador no necesita saber lo que es un pantano, ni haberse sumergido en uno, basta con que otro le haya dicho lo que es, y dónde está, para evitarlo. La palabra es así el instrumento al servicio del hombre en dos aspectos: como individuo y como ente social. No es necesario que todos vean bien, basta con unos cuantos, porque éstos harán ver con sus palabras lo que han visto sus ojos.

20. Así como la vista tiene una función defensiva y orientadora, la de pre-ver, la palabra tiene otra función, la de ordenar. Ordenar es poner las cosas en su debido lugar. Es lo que trató de hacer la filosofía griega. El triángulo es colocado dentro de las figuras, el hombre dentro de los seres racionales. Cada cosa, ya dijimos, será a su vez género y especie dentro del orden del logos.

21. La vista defiende y orienta en el espacio, y la palabra ordena en el tiempo. El que prevé peligros y caminos, se orienta mejor en el espacio; el que dice lo que las cosas son, puede prever y ordenar en el tiempo. Sabiendo lo que es una cosa, sabe también lo que será. Este fue el ideal filosófico de los griegos. Captar lo que de eterno es en el tiempo y lo infinito en el espacio, lo permanente en el cambio. Nace la tradición oral y escrita en filosofía. 

22. San Buenaventura decía de tres formas de adquirir conocimiento: el ojo de la carne, el ojo de la razón y el ojo de la contemplación. El mundo, las ideas y Dios. Da que pensar.




Pedro Subirats Camaraza