Thursday, January 12, 2017

Inteligencia Bondadosa


En general, la mayoría de nosotros quisiéramos ser inteligentes y además parecerlo a los demás. Es patético otros piensen soy tonto, pero si lo soy sin darme cuenta ¡qué tontería! ¿Inteligente? Lo aclara la etimología. El vocablo inteligencia procede de los vocablos latinos intus y legere que significan “leer adentro”; intelligens, el “que entiende”; legere, saber leer.

La inteligencia es la más grande alfabetización en saber leer y escribir. Es leerse por dentro. ¿Dentro de qué? De la propia vida, de los demás, del entorno. Cada persona es su propio texto, libro abierto para sí, a escribir, a borrar, a editar, a reescribir de nuevo. ¿Para qué? Para entenderse, entender la vida, para leer los acontecimientos que vive con serenidad emocional, lucidez mental, aplomo de carácter, equilibrio en sopesar decisiones y acciones. En otras palabras, para vivir con sabiduría. Pero la inteligencia sola no basta. Necesita algo más, enseguida lo vemos.

La persona inteligente posee estas características, entre otras:

Saber observar sus pensamientos, sentimientos y acciones
Cultiva sus buenas cualidades
Reconoce y corrige sus defectos lo mejor posible
Vive con un propósito, da sentido a su vida a pesar de los sinsentidos de vivir
Suelta el pasado, deja atrás anclas que detienen y ataduras que esclavizan
Es responsable de sí, no culpa a los demás ni a la circunstancia
Ve qué opciones tiene, elige la más adecuada, que hace bien -o menos daño-
Anticipa consecuencias de decisiones con olfato precavido, ve banderillas rojas
Observa los resultados de sus acciones, hace ajustes y adaptaciones oportunas 
Aprovecha toda situación para aprender alguna lección, la que convenía aprender
Cambia su manera de pensar y actuar si ve razones, motivos, evidencias para hacerlo
Sabe adoptar la actitud de espectador impersonal en los dramas de la vida
Disfruta la aventura de vivir

La persona inteligente navega con dos brújulas: sentido común y sentido de humor. Este mundo es un mar tormentoso, caótico, impredecible, a veces nos hundimos o naufragamos; eso no importa a quien vive con sabiduría de sentido común y humor; se nada por la vida sin dramatismos, sin quejas, sin lamentos, muchas cosas están fuera de nuestro control, ¿por qué culparse? Hay que flotar, fluir, nadar, sin miedos. Cuando las cosas se ponen peor, la inteligencia sonríe.

La persona inteligente conoce y usa su poder mental: libertad, decisión y responsabilidad. La inteligencia imagina nuevas posibilidades, la realidad no es final ni acabada, está en espera de hacer algo nuevo o mejor, para crear realidad de lo que no existe, pero está en potencia esperando ser creada por la inteligencia. Somos libres de tomar decisiones en las que nos hacemos responsables.

La inteligencia es visión mental en cinco coordenadas: largo alcance, amplitud, profundidad, altura, unidad. Largo alcance, ver más allá del corto plazo, con mirada del horizonte posible. Amplitud, ver con mirada ensanchada, sin estrechez, se abre un amplio perímetro para ver múltiples perspectivas. Profundidad, ver con hondura, debajo de las superficies, buceando el fondo. Altura, ver con serenidad todo acontecimiento desde la cima, la montaña mental desde la cual vemos con desprendimiento, desapego, distancia, perspectiva. Unidad, ver que todo está conectado, cada parte existe en el todo, la vida es una interrelación.

¿Para qué ser inteligentes? Para tres fines: personal, público y comunitario. El fin personal es ser feliz. El fin público es el bien común. El fin comunitario la hermandad, la amistad.

Dijimos que la inteligencia sola no basta, es insuficiente para la felicidad, el bien y el amor. Necesita la bondad del corazón. Sin bondad, la persona inteligente puede ser peligrosa, viciosa, vil, manipuladora, embustera, hipócrita, deshonesta, corrupta, malévola.

Corazón bondadoso con inteligencia responsable es la alta cima de la evolución humana. La bondad corona la inteligencia.

Inteligencia sin bondad es fracaso de la inteligencia. Se llama estupidez, la perversión y la corrupción de la inteligencia. Las personas estúpidas:

Emprenden metas disparatadas y equivocadas que perjudican a otros y a sí mismos
Empecinan tercamente en aplicar medios ineficaces, improductivos, inútiles
Repiten tercamente hábitos que demuestran ser contrarios a su bienestar
Aferran a ideas, creencias y prejuicios falsos a pesar de razones y evidencias en contra
Niegan que andan equivocados, no aceptan sus errores, se resisten a mejorar
Distorsionan hechos, manipulan evidencias, falsean información
Desaprovechan oportunidades para mejorar que tienen ante las narices
Juzgan, culpan y condenan a otros, por sus propios errores proyectados afuera
Indiferentes e insensibles al sufrimiento ajeno
Provocan males e injusticias a los demás quizá con “buenas intenciones”
Se esclavizan por venganza, rencores, resentimientos, en ocasiones odio y violencia 
Dogmáticos y fundamentalistas creyendo poseen la única e inalterable verdad 
Fanáticos queriendo imponer sus creencias a los demás como mesías 
Soberbios, vanidosos y pedantes creyéndose superiores a los demás 
Hipócritas, embusteros, intrigantes, chismosos, mentirosos y manipuladores
Adictos al poder y seducidos por la adulación

Atentos al virus de la estupidez, se reproduce, se oculta, se reprime, se proyecta al mundo. El ego hace triple negación: niega que lo oculta; niega que lo reprime; y niega que lo niega. Freud y Jung, genios de psicoterapia, dicen lo mismo: veo afuera lo que proyecta mi mente. El pensamiento proyecta, entonces percibe afuera lo que proyecta del pensamiento. Pensar. Proyectar. Percibir. Hago a los demás lo que hago conmigo.  ¿Antídoto?

La mente inteligente guiada por el corazón bondadoso. Y sonreír.




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