En general, la
mayoría de nosotros quisiéramos ser inteligentes y además parecerlo a los
demás. Es patético otros piensen soy tonto, pero si lo soy sin darme cuenta
¡qué tontería! ¿Inteligente? Lo aclara la etimología. El vocablo inteligencia procede
de los vocablos latinos intus y legere que significan “leer adentro”; intelligens, el “que entiende”; legere, saber leer.
La inteligencia es la más grande
alfabetización en saber leer y escribir. Es leerse por dentro. ¿Dentro de qué?
De la propia vida, de los demás, del entorno. Cada persona es su propio texto,
libro abierto para sí, a escribir, a borrar, a editar, a reescribir de nuevo.
¿Para qué? Para entenderse, entender la vida, para leer los acontecimientos que
vive con serenidad emocional, lucidez mental, aplomo de carácter, equilibrio en
sopesar decisiones y acciones. En otras palabras, para vivir con sabiduría.
Pero la inteligencia sola no basta. Necesita algo más, enseguida lo vemos.
La persona inteligente posee estas características,
entre otras:
Saber observar sus
pensamientos, sentimientos y acciones
Cultiva sus buenas cualidades
Reconoce y corrige
sus defectos lo mejor posible
Vive con un propósito,
da sentido a su vida a pesar de los sinsentidos de vivir
Suelta el pasado,
deja atrás anclas que detienen y ataduras que esclavizan
Es responsable de
sí, no culpa a los demás ni a la circunstancia
Ve qué opciones tiene,
elige la más adecuada, que hace bien -o menos daño-
Anticipa
consecuencias de decisiones con olfato precavido, ve banderillas rojas
Observa los
resultados de sus acciones, hace ajustes y adaptaciones oportunas
Aprovecha toda
situación para aprender alguna lección, la que convenía aprender
Cambia su manera de
pensar y actuar si ve razones, motivos, evidencias para hacerlo
Sabe adoptar la actitud
de espectador impersonal en los dramas de la vida
Disfruta la
aventura de vivir
La persona
inteligente navega con dos brújulas: sentido común y sentido de humor. Este
mundo es un mar tormentoso, caótico, impredecible, a veces nos hundimos o
naufragamos; eso no importa a quien vive con sabiduría de sentido común y
humor; se nada por la vida sin dramatismos, sin quejas, sin lamentos, muchas
cosas están fuera de nuestro control, ¿por qué culparse? Hay que flotar, fluir,
nadar, sin miedos. Cuando las cosas se ponen peor, la inteligencia sonríe.
La persona
inteligente conoce y usa su poder mental: libertad,
decisión y responsabilidad. La
inteligencia imagina nuevas posibilidades, la realidad no es final ni acabada,
está en espera de hacer algo nuevo o mejor, para crear realidad de lo que no
existe, pero está en potencia esperando ser creada por la inteligencia. Somos libres de tomar decisiones en las que nos hacemos responsables.
La inteligencia es visión mental en cinco coordenadas: largo alcance, amplitud, profundidad, altura,
unidad. Largo alcance, ver más
allá del corto plazo, con mirada del horizonte posible. Amplitud, ver con mirada ensanchada, sin estrechez, se abre un amplio
perímetro para ver múltiples perspectivas. Profundidad,
ver con hondura, debajo de las superficies, buceando el fondo. Altura, ver con serenidad todo
acontecimiento desde la cima, la montaña mental desde la cual vemos con desprendimiento,
desapego, distancia, perspectiva. Unidad,
ver que todo está conectado, cada parte existe en el todo, la vida es una
interrelación.
¿Para qué ser inteligentes? Para tres fines: personal, público
y comunitario. El fin personal es ser feliz. El fin público es el bien común. El
fin comunitario la hermandad, la amistad.
Dijimos que la inteligencia sola no basta, es insuficiente
para la felicidad, el bien y el amor. Necesita la bondad del corazón.
Sin bondad, la persona inteligente puede ser peligrosa, viciosa, vil, manipuladora,
embustera, hipócrita, deshonesta, corrupta, malévola.
Corazón bondadoso con inteligencia responsable es la
alta cima de la evolución humana. La bondad corona la inteligencia.
Inteligencia sin bondad es fracaso de la inteligencia.
Se llama estupidez, la perversión y la corrupción de la inteligencia. Las
personas estúpidas:
Emprenden metas disparatadas y equivocadas que perjudican a
otros y a sí mismos
Empecinan tercamente en aplicar medios ineficaces,
improductivos, inútiles
Repiten tercamente hábitos que demuestran ser contrarios a su
bienestar
Aferran a ideas, creencias y prejuicios falsos a pesar de
razones y evidencias en contra
Niegan que andan equivocados, no aceptan sus errores, se
resisten a mejorar
Distorsionan hechos, manipulan evidencias, falsean información
Desaprovechan oportunidades para mejorar que tienen ante las
narices
Juzgan, culpan y condenan a otros, por sus propios errores proyectados
afuera
Indiferentes e insensibles al sufrimiento ajeno
Provocan males e injusticias a los demás quizá con “buenas
intenciones”
Se esclavizan por venganza, rencores, resentimientos, en
ocasiones odio y violencia
Dogmáticos y fundamentalistas creyendo poseen la única e
inalterable verdad
Fanáticos queriendo imponer sus creencias a los demás como
mesías
Soberbios, vanidosos y pedantes creyéndose superiores a los
demás
Hipócritas, embusteros, intrigantes, chismosos, mentirosos y
manipuladores
Adictos al poder y seducidos por la adulación
Atentos al virus de la estupidez, se reproduce, se oculta, se reprime,
se proyecta al mundo. El ego hace triple negación: niega que lo oculta; niega que
lo reprime; y niega que lo niega. Freud y Jung, genios de psicoterapia, dicen
lo mismo: veo afuera lo que proyecta mi mente. El pensamiento proyecta, entonces
percibe afuera lo que proyecta del pensamiento. Pensar. Proyectar. Percibir. Hago a los demás lo que hago conmigo. ¿Antídoto?
La mente inteligente guiada por el corazón bondadoso. Y
sonreír.
No comments:
Post a Comment